Joaquim González Muntadas
Secretario General FITEQA CCOO
Pasados unos meses de la aprobación de la Reforma Laboral , hemos comprobado sus nefastas consecuencias en el mercado de trabajo y en la negociación colectiva. Uno de los daños más graves que ha provocado esta Ley ha sido perder la confianza entre los actores del mundo del trabajo: empresarios y trabajadores; patronales y sindicatos. Esta confianza que ha constituido una realidad en miles de nuestras empresas, no ha sido moneda corriente en las relaciones laborales de nuestro país donde, históricamente, ha primado la gestión jerárquica, por no decir en muchos casos, autoritaria.
Al contrario, al debilitar el instrumento que constituye la negociación colectiva, el convenio colectivo, la Reforma Laboral ha reforzado a los sectores empresariales más retrógrados. Y así, a pesar del vigente II AENC (2012-2014) que previsiblemente debería haber facilitado una negociación colectiva rápida de no haber irrumpido días después de su firma la Reforma Laboral , el bajo nivel de renovación de convenios a estas alturas del año, muestra que se ha desplazado el ya débil equilibro de nuestro modelo laboral hacia el territorio del interés del empleador.
El Gobierno, y también CEOE, que como respuesta al nuevo récord histórico que suponen las 5.778.100 personas desempleadas según la EPA , reclaman más medidas de flexibilidad en el mercado laboral, están irresponsablemente malbaratando los esfuerzos y las energías construidas en torno a la siempre difícil concertación entre Patronal y Sindicatos expresada en el II AENC y en el recién firmado Acuerdo sobre Solución Extrajudicial Autónoma de Conflictos Laborales (ASAC).
En esta coyuntura de crisis el mensaje positivo del acuerdo entre los agentes económicos y sociales es especialmente sensible para ayudar e impulsar la cooperación entre empresa y trabajadores, edificada sobre los cimientos de la confianza y el ejercicio fluido de los derechos individuales y colectivos de información y participación. Dos pilares todavía hoy muy necesitados de extender en la gestión y la cultura empresarial y sindical en la mayoría de nuestras empresas.
Ha sido precisamente la falta de esta cultura la que explica en gran medida la escasa flexibilidad interna que ha existido en la mayoría de nuestras empresas. La falta de cultura de cooperación desde la confianza ha provocado que la promoción de la flexibilidad interna no haya sido la demanda principal de nuestras patronales, que han priorizado las demandas de cambios legislativos que ahondaran en la flexibilidad externa que no precisa de mecanismos de participación e información, tampoco de confianza entre la empresa y sus trabajadores, porque se basa en el "ordeno y mando", por el poder que le otorga la facilitad del despido y la nula causalización de los contratos eventuales junto al resto de los cambios incorporados en la última Reforma.
De ahí que podamos afirmar que ha habido pocas leyes más cínicas (mentir con desvergüenza) que la Reforma Laboral , que ya desde su exposición de motivos no responde al contenido de la Ley. Efectivamente , la Reforma de Rajoy reitera enfáticamente como objetivo la promoción de la flexibilidad interna frente a la externa en las empresas, pero luego desarrollan medidas incompatibles con dicha flexibilidad. Un ejemplo es el debilitamiento tanto de la representación colectiva como de los instrumentos de la propia representación, entre los cuales la negociación colectiva es el principal, y este desequilibrio resulta inconcebible en los países de nuestro entorno donde la flexibilidad interna es moneda corriente.
Este cinismo de la Reforma Laboral la hace ineficaz, como se demuestra día a día con los despidos masivos, como opción más fácil y barata que la necesaria flexibilidad interna en las empresas. Un error que debe y puede remediar la negociación colectiva recuperando en lo posible el equilibrio en las empresas, conquistando nuevos derechos que tengan como punto de partida la convicción de que no es posible mejorar la productividad del trabajo, la competitividad de las empresas y sus productos, sin implicar en tal objetivo a los trabajadores y sus sindicatos, a través de derechos de participación e información que corrijan el actual y pernicioso desequilibrio entre la empresa y sus trabajadores.
El equilibrio entre las partes ha sido siempre el eje de las recomendaciones de la Unión Europea cuando alienta a los países y a sus agentes sociales a progresar en la flexibilidad interna, en la adaptación del trabajo al objetivo permanente de la mejora competitiva. Un equilibrio que supone y exige confianza mutua, menos reglas estrictas y normativas. Lo que precisan nuestras relaciones laborales es más diálogo, más soluciones negociadas, y no desconfianza, recelos y miedo. Sobre estos pilares nadie podrá construir un futuro esperanzador, lo que masivamente exigiremos los trabajadores y trabajadoras de este país el próximo día 14 de noviembre en la Huelga General para corregir los negativos efectos de esta cínica Reforma Laboral.