En Catalunya es recurrente oír en los últimos tiempos y desde diferentes ámbitos políticos independentistas el eslogan: "no hay solución a los problemas sociales sin independencia". Este mensaje, potente y lleno de contenido, predetermina radicalmente una visión muy particular en dónde están los problemas sociales y dónde, según estos sectores, está la única solución. Dicho sin rodeos, dicen: "sin independencia, nuestros males no tienen remedio", afirmación que es tanto como decir, y así lo está entendiendo una parte importante de la sociedad catalana, que en Catalunya no hay conflicto social porque es el conflicto territorial el que explica todas las injusticias en las que vivimos.
Pero, en cambio, más allá de los problemas reales que tenemos en Catalunya, la financiación o el respeto cultural, son dos ejemplos entre otros, que urgen su solución. La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas sabemos que hay conflicto social -y muy grave- para los trabajadores y las clases populares, aunque el discurso independentista aspire a diluirlo en el conflicto territorial, explicando que los déficits que padecemos nosotros (Catalunya) son a causa de ellos (España) un peso muerto, del que una vez liberados, los problemas se irán resolviendo, ya que nuestros males se encarnan en la cultura española del pelotazo, la corrupción, la improvisación, la falta de diálogo, la chapuza etc, frente a nuestras señas de identidad positivas, últimamente tan repetidas por el President Mas en su constante identificación consustancial del carácter catalán y de Catalunya repitiendo "un proceso tranquilo como somos los catalanes", "democrático como somos los catalanes", "pacífico como somos los catalanes", y así un largo etcétera de tópicos y generalidades que expresan una "superioridad moral" que sólo sirven de auto afirmación (algo muy poco útil en la negociación de cualquier conflicto sea personal o colectivo).
Por muchos esfuerzos que se quieran hacer, por muchos tópicos que se quieran usar para disimular las responsabilidades propias, sabemos que nuestro déficit en la enseñanza es el fruto de una política catalana elitista que ha beneficiado a la enseñanza privada. Que la degradación urbanística de nuestro territorio es el resultado de una política catalana que durante años ha favorecido la especulación. Que la deficiente atención a las personas dependientes es el resultado de unas prioridades, de la política catalana, donde no ha estado la protección a los colectivos más necesitados. Que las elevadas tasas universitarias, los escasos recursos a la investigación, las listas de espera y el deterioro en la sanidad pública, son responsabilidad de una política catalana.
Como sabemos que es responsabilidad de la política catalana la degradación de nuestras costas y la ausencia de política industrial. De igual forma, nadie más que sus propietarios son los responsables de la venta de la mayoría de nuestras grandes empresas catalanas. Y nadie más que sus directivos son los responsables de la ruina de algunas de nuestras cajas de ahorros, y no hace falta ir muy lejos para encontrar las explicaciones del estropicio de la gestión de nuestro sistema financiero.
Y también sabemos, que el problema central de Catalunya está en los centenares de miles de personas sin trabajo, en la desigualdad social, en los casos de desnutrición infantil, en el aumento de la pobreza. Sabemos que los déficits sociales en Catalunya, como en cualquier lugar del mundo, lo explican -se han explicado durante siglos- por un reparto injusto de la renta, por la desigualdad en las oportunidades y por las injustas políticas económicas y sociales.
Por esto sería bueno que la izquierda social y política, favorable o no al derecho a decidir, no independentista, reflexionara para encontrar las razones y los errores cometidos – posiblemente uno de ellos ha sido colocarse de perfil- que explican que el único, o el más importante, elemento capaz de movilizar las energías y las esperanzas del pueblo catalán sea la independencia empujada por los valores de la derecha más tradicional.
Sería bueno que esta izquierda no independentista hiciera oír su voz contestando al discurso "no hay solución a los problemas sociales sin independencia", porque si entre lo trabajadores y trabajadoras calara el argumento de que solo en la independencia está la solución de los problemas, podría suceder lo mismo que en el cuento del bizco que veía doble, que cuando iba paseando tranquilamente por la dehesa, vio “dos” toros bravos; salió corriendo y se acercó a “dos” árboles, pero se subió al que no era y en cambio le cogió el toro que sí que era.
Confundir las causas de los problemas y por ello también sus soluciones es un grave error. Un error que la izquierda catalana y los sindicatos deberían intentar evitar, por el bien de los valores que les distinguen, subir al falso árbol de la independencia para salvarnos y nos pille el toro verdadero de los problemas sociales.