“Los jóvenes van más rápido, pero los mayores conocen los atajos” (Johannes Koettl)
La dura y profunda crisis que hemos padecido ha provocado que los trabajadores y trabajadoras más mayores hayan sido expulsados del mercado de trabajo. A la hora de afrontar el ajuste de sus plantillas, las jubilaciones anticipadas pactadas en las grandes empresas han representado la medida menos traumática para las personas afectadas en la mayoría de ocasiones. Pero no deberíamos olvidar que el grueso de este colectivo de mayores de 55 años pertenece a la pequeña y mediana empresa y representa el sector social más castigado al quedarse sin empleo, con bajas indemnizaciones y sin oportunidades de reciclaje profesional ni empleabilidad, y empujados al desempleo de larga duración y a padecer fuertes pérdidas de sus expectativas económicas para su pensión futura.
Uno de los debates que permanece tapado, quizás por su evidente complejidad o la demagogia de que puede ser objeto es la respuesta que, tanto la política, como las empresas y las organizaciones sindicales, deberían dar a los trabajadores de más de 55 años, y si la dinámica será continuar con su expulsión del mercado de trabajo y la marginación de la contratación.
La pregunta es si nuestra economía y, en particular las empresas y organizaciones, pueden seguir prescindiendo del conocimiento y la experiencia de los trabajadores y las trabajadoras mayores, veteranos o seniors, como queramos llamarles. Si podemos seguir arrinconando en las empresas y prescindiendo en el mercado del trabajo de los trabajadores mayores. Un colectivo útil, por no decir imprescindible, para la mejora continua, como así lo han entendido las organizaciones y empresas más inteligentes que enseñan en sus resultados la gran fortaleza de contar con la riqueza de la diversidad y conseguir que convivan el máximo de distintas generaciones y que se están dando cuenta de las nuevas oportunidades que representan los nuevos perfiles de habilidades (y los atajos) ofrecidos por sus trabajadores mayores.
Es un reto para las empresas y también para los sindicatos que deberían tratar de liderar, atender y estudiar las prácticas y experiencias, que las hay y muy importantes, en empresas que diseñan nuevas estrategias para aumentar la motivación, reducir el absentismo y mejorar la productividad entre los trabajadores de mayor edad, en especial aquellos con trabajos más penosos. Tal es la recomendación de la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo (UEA-OSHA) y su esfuerzo por extender las buenas experiencias que se están dando en Europa y que, por desgracia, en España tienen muy poco seguimiento y difusión.
Pero también conviene resaltar que están surgiendo algunas experiencias novedosas en algunas pocas empresas en torno a un Plan específico para trabajadores mayores de 55 años, que cambia la inercia de marginación y desprecio al valor de la experiencia. Son planes tasados en recursos económicos y en el número de personas, donde se comprometen nuevas contrataciones de jóvenes en los mismos puestos que hoy están ocupados por trabajadores mayores de 55 años, que incorporan un plan de formación personalizado para cada nuevo trabajador joven, y en el que los trabajadores mayores realizarán funciones como tutores, junto con acciones específicas que permitan prevenir potenciales problemas físicos y de salud a futuro.
Son experiencias contrastadas en muchas empresas europeas líderes que han entendido que el valor de cuidar la experiencia, transferir los conocimientos y el talento senior solo es posible desde la motivación y la consideración hacia los años de trabajo en la espalda, con nuevos estímulos y reconocimiento de su profesionalidad. Y ofreciendo flexibilidad en las tareas y en los horarios para responder a las particularidades de estos trabajadores y trabajadoras más mayores.
Hablamos de un cambio que sólo será posible si la sociedad y sus dirigentes, instituciones, organizaciones y empresas, son capaces de revisar esos anticuados prejuicios sociales que identifican a las personas mayores como máquinas oxidadas, entendiendo que las destrezas y habilidades de los trabajadores mayores están cambiando más que deteriorándose, como ya empiezan a saber muchos empleadores inteligentes, que están descubriendo y aprovechando las nuevas fortalezas de los trabajadores y trabajadoras de edad avanzada.
Para las organizaciones sindicales es otro frente en el que trabajar, innovar y aprender de las mejores prácticas, proponer, negociar y defender nuevas iniciativas y reivindicaciones que atiendan estas necesidades y cambien la actual cultura negativa sobre los mayores en el trabajo. No solo por necesidades económicaso por exigencias de nuestra pirámide demográfica. Por justicia y eficiencia.