“Un mundo cercano a la ausencia de trabajo se está
aproximando a pasos agigantados y puede llegar antes de que la sociedad tenga
tiempo suficiente, tanto para debatir sus importantes consecuencias como para
prepararse plenamente frente a su impacto generalizado”. Jeremy
Rifkin en ‘EL FIN DEL TRABAJO’.
En el año 1953, Henry Ford II, jefe de Ford Motor Company y Walter Reuther,
veterano líder del sindicato United Automobile, protagonizaron una conocida
anécdota mientras visitaban juntos las instalaciones de la nueva y más
automatizada planta de montaje de automóviles Ford en
Cleveland, Ohio. Henry Ford II le preguntó a Walter -¿cómo va a conseguir
que esos robots paguen sus cuotas sindicales a la UAW"? Y sin
perder el ritmo del paseo por los pasillos de la factoría, Reuther le
respondió: “Henry, lo que yo me pregunto es ¿cómo va a
conseguir usted que esos mismos robots le compren sus coches?”.
Esta anécdota ilustra el eterno conflicto entre innovación tecnológica y
empleo, algo tan antiguo como el conflicto del verano de 1854 en Barcelona que
provocó el incendio de fábricas, para impedir que se implantaran las selfactinas, las
nuevas máquinas de hilar algodón traídas de Inglaterra, que ahorraban mucha mano
de obra y expulsaban a cientos de trabajadores al desempleo. O aquella máquina
de cigarrillos que en 1881 patentó James Bonsack, que liaba de forma
automática, sin intervención humana, 120.000 cigarrillos al día frente a los
3.000 que era capaz el trabajador más especializado. Y así, década tras década,
hasta nuestros días.
Con el pegadizo nombre de Industria 4.0 se conoce el nuevo concepto que está a la vuelta de la esquina y que representa el cambio de paradigma que
modificará: cómo, qué, quién, cuándo y dónde se produce. Aspectos estos que
concretarán la cuarta revolución industrial de la mano de la innovación
tecnológica, mediante el aumento en los volúmenes de datos disponibles por las
empresas industriales, su capacidad para almacenarlos y analizarlos, unido a la
conectividad en red que permite la interacción de las maquinas entre sí y con
las personas, y la fabricación personalizada de los productos. Producción en
fábricas autosuficientes, más inteligentes y ecológicas en el uso de los
recursos energéticos y de las materias primas, producción flexible,
autorregulada, conectada con el proveedor y el cliente final.
Se reiteran, en paneles, conferencias y seminarios, nuevos conceptos
referidos a Industria 4.0 como : fábrica smart, digitalización,
big data, internet de las cosas, impresoras 3D, robots y sensores, sistemas
ciberfísicos, plantas autogestionables, inteligencia artificial y machine
learning, biotecnología y genómica, etc… Pero se presta muy poca
atención e interés en analizar los riesgos de la masiva destrucción de empleo
si la nueva revolución industrial y tecnológica solo responde al objetivo de
reducir costos, a maximizar los beneficios y las ventajas de los importantes
incrementos de productividad solo son aprovechados para aumentar el reparto de
dividendos a los accionistas y los salarios de los altos ejecutivos.
Sabemos, como ha sucedido en las anteriores revoluciones industriales, que
la iniciativa sindical será determinante. Que no fue, ni ahora será lo mismo
para los trabajadores y trabajadoras de aquellas empresas donde impere el
individualismo y sin representación sindical, que lo será en a aquellas otras,
donde se trabaje por el bien común y cuenten con una sólida implantación
sindical, con amplios derechos de información y participación en la marcha de
la empresa. Aquellas donde trabajen e investiguen y se movilicen en busca de
nuevas ideas, esfuerzos y compromisos para abrir nuevos campos y nuevas reivindicaciones
relacionados con la formación, la salud en el trabajo, el reparto del
empleo o la reducción de las horas de trabajo. Y donde la gestión
sostenible y responsable socialmente sea una exigencia de sus trabajadores y
trabajadoras. Y allí, donde la acción política sea capaz de exigir nuevos
esfuerzos desde la política fiscal que permita repartir de manera más justa los
beneficios que nos anuncia Industria 4.0.
Porque esta nueva era de reducción drástica de costes y de robots
danzarines sin enfermedades, ni perdida de concentración y con su energía
continua, puede representar tanto una gran división social, con más
desigualdad e injusticia, como un nuevo renacimiento para la humanidad, un
reparto inteligente del trabajo y la liberación de largas jornadas laborales.
Dependerá, si además de hablar de lo inteligentes que serán las maquinas, se
habla también de las personas. Este es el reto del sindicalismo, conseguir que
en el centro de Industria 4.0 estén las personas.