Estrategia sin táctica es el más lento camino hacia la victoria. Las tácticas sin
estrategia son el ruido antes de la derrota. El arte de la guerra.
Sun Tzu (general y filosofo de
la antigua China)
Quienes entienden, dicen que no hay que confundir estrategia con
táctica. La función más importante a la que se enfrenta cualquier líder es
resolver si lo que se precisa es una reacción táctica, o es necesario cambiar
de estrategia. Reevaluar objetivos y decidir qué recursos
tienen más valor para la organización y cuáles se pueden eliminar. Como en una
partida de ajedrez, la táctica es definir cómo se maniobra, las combinaciones o
las piezas a sacrificar, mientras la estrategia es la planificación del
conjunto de acciones para lograr un fin.
Precisamente, esa falta de estrategia y la sobredosis de táctica,
parece ser una de las razones que podrían explicar la difícil situación que
estos días están viviendo los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español.
Volviendo al ajedrez, la situación es muy parecida al zugzwang, como se define la
posición de un jugador cuando está frente a la obligación de realizar una
jugada y cualquiera de las opciones que elija le supondrá empeorar su situación
precedente. Es decir, precisamente lo que ya saben dirigentes socialistas: no
pueden seguir, por más tiempo, con la ficha en la mano sobre el tablero
pensando dónde la colocarán, y tienen que tomar ya la trascendental decisión.
Unos dirigentes que saben que el movimiento que van a realizar,
fuera el que fuere, está envenenado, ya que las urnas han querido que este
partido fuera el único con la llave para decidir la formación del gobierno o la
convocatoria de nuevas elecciones. Una capacidad que, en circunstancias
normales y con una estrategia acertada, podría ser una gran ventaja política.
Pero, como ya nos advierte el general y filósofo de la antigua China,
en ausencia total de ésta, sólo queda el ruido de la táctica y, en este
caso, una evidente derrota. Derrota que se expresa en la desmoralización
y la división que vive la militancia del este partido y la incomprensión de una
parte importante de sus votantes. Todo por no haber sabido, mejor dicho,
por no haber querido desde el primer momento de la noche electoral,
situar con claridad y precisión cuál era su estrategia, en lugar de esa
inflación de tacticismos, llenos de contradictorias declaraciones y juegos de
despiste dignos de un jeroglífico que, durante meses, han alimentado el
desconcierto total.
Pero la responsabilidad primera de este desconcierto y de la frustración
con la que está viviendo la mayoría de la militancia y una parte muy importante
de los votantes del PSOE, la tienen los silencios de esos dirigentes que, en la
sombra, han sido críticos con la política de estos últimos meses. Por no
de hablar, pues para eso se les paga y se les supone la profesionalidad, de
decir en voz alta y clara en los órganos de dirección y a la opinión pública lo
que pensaban, tal como han hecho en esta última semana, explicando y
argumentando, incluso con alguna brillantez, sus razones.
Es muy probable que sólo con un poco de valentía, los dirigentes
de ese partido no estarían viviendo este Zugzwang, este callejón sin salida, si hubieran defendido y argumentado sólo
un tercio de las razones y argumentos que hoy declaran públicamente en los
medios de comunicación que “la política
exige saber convivir con la decepción” y “aquello que no es posible, en política no existe”.
Esperemos que se haya aprendido de la experiencia que representa
la falta de una estrategia y la de alimentar tacticismos que sólo aplazan los
problemas. Esperemos que esos responsables políticos se pregunten por las
razones de su desleal silencio y si ello no es también la expresión de alguno
de los serios problemas que padece este partido, que deberán resolver con
urgencia, sin complejos, ni miedos, si aspira aser una organización política
del siglo XXI, que sigue aspirando a ser una herramienta de solidaridad,
progreso y justicia social.