Al escuchar el
discurso de Joan Coscubiela del día 7 de septiembre en el Parlament de
Catalunya, y ver las caras de susto de los miembros del Govern de la
Generalitat, empezando por su President sentado en primera fila. Un discurso
que se ha convertido en una pieza para la historia del Parlament de Catalunya y que ha provocado la reacción
inmediata de amplios sectores y notables líderes del mundo del independentismo con duros ataques y la
descalificación inmediata, cuando no el insulto hacia el portavoz parlamentario
de Catalunya Sí que es Pot
Un discurso, y una
escena en el Parlament, que me recordaron
una historia sobre el valor de
las leyes y la democracia que hace un par de años colgó en su muro una amistad
de Facebook. Una historia, que como el
discurso de Joan Coscubiela, nos advierte del riesgo de no respetar las reglas
y el abuso de poder y, por ello, de la importancia de defenderlas como base de
la convivencia democrática.
La historia dice
así:
El primer día de
clase, un profesor de “Introducción al Derecho” entró en el aula y preguntó el nombre del estudiante que
estaba sentado en la primera fila:
- ¿Cuál es su
nombre?.
- Mi nombre es
Nelson, señor.
-¡Fuera de mi clase
y no vuelva nunca más! – Gritó el maestro desagradablemente.
Nelson estaba
desconcertado. Cuando volvió en sí, se levantó rápidamente recogió sus cosas y
salió de la habitación.
Todo el mundo
estaba asustado e indignado, pero nadie habló.
-¡Muy bien! – Vamos
a empezar, dijo el profesor.
-¿Para qué sirven las leyes?
preguntó el maestro – los estudiantes seguían
asustados, pero poco a poco empezaron a responder a su pregunta:
-Para tener un
orden en nuestra sociedad.
-¡No!
–
Respondió
el profesor.
-Para cumplirlas.
-¡No!
-Para que las
personas equivocadas paguen por sus acciones.
-¡No!
-¿Alguien sabe la
respuesta a esta pregunta!
Una muchacha habló con
timidez:- para
que se haga justicia
–¡Por fin! Es decir, por la justicia.
-Y ahora, ¿qué
es
la justicia?
Todos empezaron a
molestarse por la actitud tan vil del profesor, pero sin embargo, continuaron
respondiendo:
-
A
fin de salvaguardar los derechos humanos …
-
Bien,
¿qué mas ? – preguntó el
maestro.
-
Para
diferenciar el bien del mal, para recompensar a aquellos que hacen el bien…
Ok, no está mal, pero respondan a esta
pregunta:
-
“¿Actué correctamente al
expulsar a Nelson del aula?”
Todos estaban en
silencio, nadie respondió.
- Quiero una
respuesta por unanimidad!
- ¡No!
–
Todos contestaron con una sola voz.
- Se podría decir
que he cometido una injusticia?
--¡Sí!
-¿Y por qué nadie hizo nada al
respecto? Para qué queremos leyes y reglas, si no tenemos la voluntad necesaria
para practicarlas? Cada uno de ustedes tiene la obligación de hablar cuando es
testigo de una injusticia. Todos. ¡No vuelvan a estar en silencio, nunca más!
Vayan a buscar a Nelson – dijo. Después de todo, él es el maestro, yo soy un
estudiante de otro período. Aprendan que cuando no defendemos nuestros derechos,
se pierde la dignidad y la dignidad no puede ser negociada.
Cuando escuché las
palabras de Joan Coscubiela, advirtiendo al President del Govern y a la
Presidenta del Parlament de que "es muy grave cogerle el gusto a la
antidemocracia y al autoritarismo", sentí un orgullo profundo por haber
compartido con Joan muchos años de militancia sindical y política, y me recordó
al profesor que preguntó a sus alumnos: ¿Para qué queremos leyes y reglas, si
no tenemos la voluntad necesaria para practicarlas? Y les recuerda que cada uno
de nosotros tenemos la obligación de hablar cuando somos testigos de una
injusticia.
Así que Joan, como dice la ranchera, "no
te arrugues cuero viejo, que te queremos de tambor".