Tenemos prisa, ahora o nunca, llevamos
esperando 400 años, no podemos esperar más…. Podríamos
llenar páginas con las expresiones de los líderes del procés que
reflejan las urgencias y el ritmo acelerado con las que han impregnado su
estrategia política hacia la independencia de Catalunya.
El objetivo lo merecía, dijeron. Si no
había mayoría social, era igual, teníamos prisa. Si no estaban a punto las estructuras
mínimas e indispensables de un Estado, como han reconocido los responsables que
habían sido elegidos, nombrados o contratados para el efecto, era igual,
teníamos prisa. Si la actual Constitución no permitía circular por esa vía,
anunciando un peligroso choque de trenes con graves consecuencias económicas,
de convivencia, de reputación etc, era igual, teníamos prisa. Por ello hemos
saltado todos las obstáculos legales y democráticos en el Parlament los
días 6 y 7 de septiembre. No había otra forma, llevamos 400 años esperando, no
podemos esperar más, dijeron.
Y las prisas llevaron al día 27 de
octubre, la fecha soñada por la mitad de la ciudadanía catalana y temida por la
otra mitad. Se llenaron las calles de emoción, lágrimas, banderas esteladas,
tractores y carteles. Gritos de “Hola, República”. Se había culminado el procés.
Se había llegado al final del trayecto. Ese que la CUP, como siempre, supo
explicar con su excelente vídeo en el que tiraba por un barranco una vieja
furgoneta que representaba el procès, y anunciaba: “Ara
comença el Mambo”.
Es cierto que empezó el mambo. Sólo hay
que ver lo sucedido en estas pocas semanas. El estropicio que ha representado
esa estrategia de los líderes independentistas de deprisa, deprisa,
que ha dado la vuelta completa a la rotonda para llegar al mismo punto de
partida. Pero con una sociedad, la catalana, más preocupada, más insegura,
menos libre a la hora de expresar sus opiniones. Una sociedad más débil, pues
se ha llevado por delante relaciones personales, de trabajo y familiares. Más
dividida y más sectaria, puesto que ha provocado la ruptura y división en todas
las organizaciones políticas, empresariales, sindicales y profesionales
catalanes.
Quizás ahora, cuando se vuelven a
discutir las estrategias y se presentan los programas electorales para las
elecciones del 21-D, puede ser un buen momento para volver a ver la excelente
película Colors (1988) de Dennis Hopper y aprender de la historia que Robert
Duvall le cuenta a Sean Penn cuando después de una agotadora
carrera persiguiendo a un pequeño traficante en Los Ángeles, vuelve
agotado, frustrado y enfadado: Un toro viejo y un toro joven (nosotros,
para evitar malas interpretaciones, podríamos cambiarlos por dos vacas y
unos toros, que para el efecto podría ser lo mismo) están pastando
tranquilamente en lo alto de una colina. En un momento dado el toro joven
le dice al toro viejo: "¡Toro viejo, toro viejo! ¿Por qué no bajamos
corriendo y montamos a una de esas vacas?" A lo que el toro viejo le
contesta: "¿Y por qué no bajamos andando, y las montamos a todas?”.
Un sabio consejo de Robert Duvall
recordando que las prisas no son buenas, y los atajos demasiadas veces pueden
llevar a un barranco como el del vídeo de la furgoneta de la CUP. Pues casi
siempre se llega más lejos desde el respeto a las aburridas leyes, con
lentas reformas, con diálogo y suma de esfuerzos entre diferentes.
Se abre una nueva etapa, el 21-D donde,
sin renunciar a ninguna idea o principio, debería permitir la oportunidad de
reconstruir puentes y guardar, al menos por un tiempo, esas armas tan
peligrosas que las banderas han demostrado ser, cuya tela -como oí hace unos
días a una joven en la radio- no abriga nada aunque uno se envuelva en
ella.
Volvamos a ser una sociedad normal, antes
de que sea tarde. Aprovechemos el 21-D para dedicar nuestros esfuerzos a las
personas, olvidadas desde hace tanto tiempo, en lugar de discutir solo de las
esencias. Hemos tocado fondo, muchos catalanes y catalanas estamos agotados, de
verdad. Miren hacia atrás y vean los resultados, de una idea que está al margen
de la realidad española y europea. Unos resultados que no son para sentirse
orgullosos ¿verdad?.