“I governi
passano, il sindacato resta”. Luciano Lama.
El 25 de enero de 2012, tras cuatro años de grave crisis económica y
destrucción de más de dos millones de puestos de trabajo, con 5,4 millones de
personas desempleadas y más de 1,5 millones de familias con todos sus
componentes en el paro, las confederaciones sindicales de CCOO y UGT y las
organizaciones empresariales firmaron un acuerdo para el empleo y la
negociación colectiva. Era el II ANEC, una clara expresión de los agentes
sociales y económicos de aunar sus voluntades y sumar esfuerzos y compromisos
para hacer frente a la acelerada destrucción de tejido productivo y al
constante cierre de empresas y despidos.
Como no puede ser de otra forma, estaba cimentado en la coincidencia en el
diagnóstico sobre la grave crisis económica y la necesidad de hacerle frente.
Se trataba de mejorar las exportaciones, cortando la sangría que representaba
nuestro alarmante déficit comercial; de invertir la tendencia, vivida durante
décadas, de una mayor inflación con respecto al resto de la Unión Europea,
evitando la pérdida constante de competitividad de nuestra
economía. Para ello, como refleja la introducción del propio acuerdo, se
precisaba incrementar la productividad, acentuando los esfuerzos en innovación,
calidad e internacionalización de nuestros productos y servicios, para lo cual,
la modernización de las relaciones laborales, la participación de los
trabajadores y la negociación colectiva podría ser importantes palancas.
El II AENC, un acuerdo sin parangón en cualquier otro país europeo en lo
que se refiere a su contenido y objetivos, asumía la contención del crecimiento
de los salarios, pero acompañada del compromiso empresarial de moderación en el
reparto de sus beneficios y su reinversión en innovación y renovación
tecnológica para mejorar la competitividad de las empresas. Significaba también
la apuesta de afrontar, de una vez, la reforma de nuestra estructura de la
negociación colectiva, con criterios novedosos de racionalización, tanto para
los convenios colectivos de los sectores, como para su encaje y articulación
con la negociación en el ámbito de las empresas. Representaba un paso de
gigante en la política sindical, con nuevos criterios para afrontar el eterno
dilema de la flexibilidad de jornada o la flexibilidad salarial, y las
posibilidades de ésta como alternativa, en muchas casos, a los despidos, junto
a la participación de los trabajadores y sus representantes frente a la
desregulación y al autoritarismo tan extendido aún en las formas de gestión de
nuestras empresas.
Pocas semanas después, la soberbia de la mayoría absoluta del Gobierno de
Mariano Rajoy, sumado a una visión reaccionaria de amplios sectores
empresariales, hicieron propio el para qué negociar si lo podemos imponer. Se
lanzaba así un torpedo a la línea de flotación del esfuerzo de concertación del
II AENC, un paso de gigante en las relaciones laborales en nuestro país. Un
Acuerdo que aspiraba reforzar y convertir la
negociación colectiva en la principal y más segura herramienta para modernizar
las relaciones laborales, mejorar la productividad y la competitividad de las
empresas. Una apuesta en la dirección contraria de la impuesta por la
Reforma Laboral, claramente dirigida a debilitar la negociación colectiva y
promocionar la desregulación, con fatales consecuencias sobre el deterioro de
nuestro mercado de trabajo y las condiciones salariales y de trabajo de amplios
colectivos de trabajadores y trabajadoras, especialmente los más jóvenes. Constituyó
una oportunidad perdida por el vaciamiento de una de condición indispensable:
el necesario equilibrio entre las partes, en este caso entre los empresarios y
los trabajadores, los sindicatos y las patronales.
Ahora se abre una nueva etapa económica, con crecimiento de la economía, a
la par que una nueva etapa política con una legislatura y un gobierno sin
mayoría absoluta. Por
ello, la inteligencia de CCOO y UGT puede intervenir incidiendo en las reformas aún pendientes y necesarias en el plano social, industrial y laboral. Una nueva etapa de recuperación
del protagonismo sindical para proponer y negociar, y si es preciso movilizar,
acordando con el gobierno unas materias y con la patronal otras, con objetivos
recogidos en la propuesta RECUPERAR A LAS PERSONAS, CONSTRUIR JUNTOS EL
PROGRESO, la agenda de prioridades de ambos sindicatos. Vienen nuevos tiempos y
con él nuevas oportunidades para el sindicalismo confederal. Los necesita el
país, la economía y, sobre todo, los trabajadores y trabajadoras. Los necesita
el futuro.