LUNES, 14 DE MAYO DE 2018
Nuestra empresa: “busca la máxima rentabilidad
económica, sin importarles las personas trabajadoras”. Nuestra empresa: “somete
a la plantilla a métodos de trabajo
monitorizados que pretende convertirnos en insensibles máquinas humanas y cada vez
precarizan más el empleo”. Nuestra empresa: “abusa de la temporalidad, lo que
impide una estabilidad laboral adecuada”.
Nuestra empresa: “usa la renovación del
personal temporal como un instrumento de presión sobre la plantilla”.
La realidad que sufrimos es terrible.
En nuestra empresa: “tenemos graves problemas
de salud laboral, causados por los altos ritmos de trabajo que la empresa nos
obliga a aumentarlos año
a año, bajo una presión constante para subir la productividad.
Y en nuestra empresa: “toda la plantilla hemos
gritado ¡basta ya!”
Estas frases rotundas realizan una denuncia
sobre las condiciones de trabajo en las que los trabajadores y
trabajadoras son tratados desde la insensibilidad y la explotación más allá de
los costes en la salud. No se refieren, aunque lo parezcan, a una vieja fabrica metalúrgica taylorista de
mediados del pasado siglo. Ni ese grito de: ¡basta ya!, es el de unas
trabajadoras del textil del siglo XIX, ni tampoco las pronunciadas desde
una pequeña empresa, de un sector obsoleto y en crisis profunda.
Muy al contrario, son palabras incluidas en la
intervención de Douglas
Harper, delegado de CCOO en Amazon, durante el III Encuentro del Activo
Sindical de CCOO celebrado en Madrid el 12 de abril de 2018. Son palabras que
explican la lucha de los trabajadores y trabajadoras del almacén de Amazon en San Fernando de Henares
(Madrid) en defensa de su convenio colectivo y para impedir la perdida de
derechos laborales. Son las palabras que explican las razones de la huelga
realizada con éxito el 21 y 22 de marzo pasado y la de los días 18 de mayo
y 1 de junio convocadas en la empresa más rentable del mundo, propiedad
del hombre más rico de la tierra.
Hablamos de un conflicto por los derechos y la
mejora de las condiciones de trabajo en una empresa, innovadora, global y moderna, que ha revolucionado el
comercio. En una de las empresas más significativas de la “nueva economía”,
donde los trabajadores son llamados socios o colaboradores porque, dicen que ya
está superado el viejo conflicto entre trabajo y propiedad y por ello la
necesidad de los sindicatos. Pero la cruda realidad nos enseña, más allá de las modernas teorías
sobre el futuro del trabajo que llenan tantas paginas y horas de conferencias,
que no serán precisamente los robots, ni la inteligencia artificial, ni los
algoritmos los nos garantizaran unas condiciones de trabajo menos autoritarias,
más abiertas, más participativas, más justas, más seguras y humanizadas.
La huelga en Amazon de San Fernando (Madrid) o
las realizadas, hace seis meses, en los centros de distribución de Amazon en
Alemania e Italia, nos recuerdan que los problemas de los trabajadores
responden a las mismas o muy parecidas preocupaciones, exigencias y
reivindicaciones laborales de siempre. Como también, que la afiliación, la
acción, la unidad y lucha sindical seguirá siendo tanto o más necesaria
que nunca en la nueva economía y en una empresa global como Amazon. Aunque ello
exige al sindicalismo nuevos esfuerzos y nuevas formas para garantizar la
imprescindible acción global y coordinada entre los sindicatos de los diversos
centros de trabajo en España y de Europa. Para poder responder e impedir
que esa nueva “fábrica inteligente” del futuro, al final no acabe siendo, por la avaricia de
sus dueños y gestores, la “fábrica
estúpida” e injusta para sus
trabajadores y trabajadoras, donde el trabajo pierde toda consideración y valor
social.
Esperemos que la lucha de los
trabajadores y trabajadoras de Amazon nos demuestre, una vez más en la
historia, que por muy grande y poderosa que sea una empresa, como
es en este caso, sean más fuertes las razones de sus
trabajadores y trabajadoras cuando hay unidad sindical y solidaridad. Así
que: ¡Fuerza, compañeros y compañeras de Amazon!
miércoles, 2 de mayo de 2018
Desde el principio quiero aclarar que mi
opinión sobre la actividad y el papel de los sindicatos no es neutral, ni
probablemente objetiva. Estoy afiliado a CCOO y he formado parte de sus órganos
de dirección en todos sus niveles, desde el ámbito de una comarca, el Valles
Occidental (Catalunya), hasta la Secretaria General de una de las federaciones
estatales de industria de este sindicato. Me siento parte de los éxitos,
fracasos, aciertos y errores que el sindicalismo confederal de CCOO y UGT pueda
haber cosechado durante varias décadas.
Como en todas las organizaciones y
colectivos, la historia del sindicalismo en España ha tenido momentos y
periodos más exitosos que otros. Momentos en los que los y las sindicalistas
hemos recibido unas veces el reconocimiento y el elogio mayoritario de la
sociedad por nuestra función y acción, mientras en otras la crítica,
incluso a veces un ataque furibundo con el claro objetivo de encerrarnos en el
baúl de los recuerdos. Pero podemos afirmar que no lo han conseguido, por
suerte para la clase trabajadora y para la democracia.
CCOO y UGT, como toda obra humana, han
tenido y tendrán sus luces y sombras. Han vivido y vivirán éxitos, y también
fracasos, aunque éstos pueden dejar de serlo si se corrigen a tiempo y de ellos
se aprende para mejorar. En esta línea hemos podido ver hace unas semanas cómo
afiliados y afiliadas de ambos sindicatos, hemos expresado, la gran mayoría en
privado, nuestro desacuerdo con que nuestro sindicato se hayan comprometido en
la convocatoria de la manifestación celebrada en Barcelona el pasado 15 de
abril convocada por L’Espai Convivència i Democràcia. Lo considerábamos un
error importante.
Muchos afiliados y afiladas de CCOO y
UGT hemos sentido la incomodidad de que las siglas de nuestro sindicato sirvieran
para reforzar la estrategia del secesionismo, que pretende presentar el
conflicto que estamos padeciendo en Catalunya como la batalla de unos
demócratas, ellos, frente a los no demócratas, todos los demás. Tuvimos las
sensación de que nuestro sindicato era el “paga Fantas” de una
fiesta muy alejada de representar la pluralidad de su afiliación, que por
suerte es amplia en relación a las opciones políticas, ideológicas, religiosas,
etc. etc. Y también plural en cuanto a la afirmación identitaria, tan
presente hoy por desgracia en la sociedad catalana, una deriva que el
sindicalismo ha aprendido a lo largo de la historia que nunca ha aportado nada
bueno y sí muchas desgracias para la clase trabajadora.
Catalunya vive una realidad compleja,
donde la política de las esencias ha invadido año tras año todo el espacio
político, social, institucional y asociativo las 24 horas del día y los siete
días de la semana. Parece que se hayan bloqueado todas las neuronas de la
sociedad, invadidas por una realidad cada día más sectaria y preñada de
emociones, de signos y gestos, de ilusiones imposibles, de fantasías, lo que ha
conseguido romper o poner en crisis a la mayoría de las organizaciones
sociales, políticas, de las entidades e instituciones catalanas. El sindicalismo
debería intentar evitarlo con todas sus fuerzas.
Sabemos también, y precisamente éste es
también el discurso público en estos últimos días de los máximos dirigentes de
CCOO y UGT de Catalunya, que para superar esta situación necesitamos toneladas
de tolerancia, de dialogo y de moderación. Y el sindicalismo podría y debería
ser un agente fundamental para construir esos puentes tan necesarios.
Pero, para conseguirlo, también sabemos
que es imprescindible preservar ese bien tan esencial que es la autonomía
sindical, y evitar el riesgo, siempre presente, de ser instrumentalizados. Algo
que precisamente bastantes afiliados de CCOO y UGT percibimos ese 15 de Abril
de 2018, aunque la mayoría pudiéramos compartir nuestro radical desacuerdo con
la situación que están viviendo los nueve dirigentes políticos en la cárcel.
Pero en absoluto nos sentimos representados por ese mar de color amarillo
ni con al grito de “¡Puigdemont President!”.
Esperemos que ambos sindicatos, también en Catalunya, consigan desde su
autonomía, como subraya, acertadamente, la DECLARACIÓN DE CCOO Y UGT ANTE LA
NUEVA COYUNTURA CATALANA 11 de Abril de 2018, ser un
actor principal en: “la recuperación de espacios de convivencia social
y normalización política, en Catalunya y en España” y superar
todas las dudas creadas por situaciones como la vivida el pasado 15 de
abril.
miércoles, 25 de abril de 2018
La grave crisis económica que hemos
padecido, remachada con la nefasta Reforma Laboral del Partido Popular, ha
conseguido fundir muchas de las bombillas necesarias para realizar la acción
sindical en los centros de trabajo. Nuevas sombras que se perciben en las
dificultades y el debilitamiento que durante estos últimos años padece la
negociación colectiva y la acción sindical en la empresa, y que contrasta con
la mayor claridad que percibimos en la movilización social en nuestras plazas y
calles tantas veces llenas. Una movilización social convocada en ocasiones por
plataformas, colectivos de afectados o mareas y, por supuesto, también, en la
mayoría de las ocasiones, por CCOO y UGT.
Pero esa luz, o el resplandor que a
veces provocan, o incluso deslumbran, las importantes movilizaciones en la
calle, no nos deberían hacer olvidar que, para la función propia del
sindicalismo, que nadie puede sustituir, la calle no es suficiente. Porque,
guste o no, muchos de los problemas de la clase trabajadora, en particular
aquellos relacionados con el puesto y condiciones de trabajo (salario, las
políticas de igualdad, futuro profesional, formación, etc.), siempre se han disputado
y se disputarán en los centros de trabajo. Y en la negociación colectiva.
Es urgente poner el foco, ante los
cambios en la gestión de las empresas y de las condiciones de trabajo, en el
preocupante incremento de los accidentes de trabajo, en las cada día mayores
diferencias salariares entre colectivos, en los abusos y discriminación de
derechos a los jóvenes y las nuevas contrataciones. Poner el foco sobre los
efectos que representa la digitalización sobre las nuevas formas de
organización del trabajo, los tipos de contratos y las necesidades de
formación. Sobre la lucha por la igualdad de género, etc. Objetivos y batallas
que además de reclamar leyes y normas, precisan de la imprescindible fuerza,
iniciativa, organización y afiliación sindical en los centros de trabajo.
Urge afiliar y organizar en los centros
de trabajo, precisamente y con más motivo cuando percibe que hay poca luz en
muchos de ellos. Porque no será sólo con las plazas de los pueblos llenas con
lo que el sindicalismo podrá responder a su función de representar y defender a
los trabajadores y trabajadoras. Aunque hoy oigamos y leamos teorías del mundo
de la izquierda, que afirman que la función del sindicalismo ha cambiado, que
hoy la acción sindical en la empresa es el pasado, que todo pasa por la acción
sociopolítica, y que por ello la función principal del sindicalismo de clase
está en construir alianzas con todo lo que se mueve, aunque tenga que disimular
sus siglas, sus banderas y su personalidad.
Pero la realidad es que el sindicalismo,
ahora más que nunca, precisa articular una ofensiva, casi tan potente en medios
y esfuerzos como los desarrollados en todas las movilización generales para
incrementar los niveles de afiliación y reforzar la acción sindical en las
empresas y sectores. Un objetivo, indudablemente más difícil porque precisa de
algo más que eslóganes y redes sociales. Porque exige propuestas, alternativas,
negociación y resultados. Pero ahí está también y, principalmente, el papel del
sindicalismo, si no quiere hacer lo que el personaje de esta metáfora:
Un hombre buscaba afanosamente algo
alrededor de una farola. Un transeúnte pasó junto a él y se detuvo a
contemplarlo. No pudo por menos que preguntar:
— ¿Qué se le ha perdido?, ¿qué busca
Vd.?
Sin dejar de gemir, el hombre, con la
voz entrecortada por los sollozos, pudo responder a duras penas:
— Busco mi anillo que he perdido en mi
casa, pero, como allí no hay luz, he venido a buscarlo junto a este farol.
Como el hombre que no encontró su anillo en la calle que estaba más
iluminada, el sindicalismo en España tampoco encontrará plenamente su función
sólo en la calle, si no consigue también, y el 1º de Mayo es siempre una buena
ocasión para recordarlo, más afiliación y mayor poder en la empresa. ¡VIVA EL
1º DE MAYO!