Quim
González Muntadas
Hola, amigos y amigas, ha pasado una semana de mi salida
del hospital. Escribo estas líneas para responder los muchos mensajes que me
preguntan: ¿qué tal estás? Estoy bien, voy progresando, consciente de que es un
proceso lento porque el virus tocó los dos pulmones. Pero lo más importante,
cada día me siento mejor.
Estoy confinado en casa, como la gran mayoría de
vosotros. Con Rosa María, mi mujer, que durante diez días ha tenido fiebre.
Pero, lo más positivo, desde ayer, su mejoría es casi total. Mi vida es
“normal” con muchas comillas, como las de casi todo el mundo.
Una vida “normal”: teléfono o videollamadas con
familiares y amigos (algunos con los que hacía años no había hablado), radio en
la cama al despertar y al ir a dormir, cocinilla en los fogones, algo de música
clásica, de TV solo las noticias, recibir y reenviar mensajes simpáticos y
alegres, series de Netflix, en particular ‘Unorthodox’, una joya, que como leí
en una crítica, es una exquisita rareza que merece ser vista aunque fuera solo
por la soberbia actuación de su protagonista, Shira Haas, a mitad de camino de
Mia Farrow en ‘La semilla del diablo’ y de Maria Falconetti en ‘La pasión de
Juana de Arco’. También he escrito un artículo publicado en Nueva Tribuna que
ha tenido centenares de adhesiones, pero también de críticas e incluso de
insultos.
Una vida “normal” porque estoy PREOCUPADO y, sobre todo,
lleno de dudas como tantos de vosotros y vosotras, por si acertaremos o no, el
que el próximo lunes 13 de abril se reemprenda la actividad económica. Por si
todas las empresas podrán garantizar las necesarias condiciones de prevención
de riesgos a sus empleados en los centros de trabajo.
PREOCUPADO y muy decepcionado por el debate del pasado
jueves en el Congreso de los Diputados, donde sentí alejarse la posibilidad del
necesario, creo yo, Gran Pacto de “reconstrucción social y económica”. Y por si
seremos capaces de reactivar la necesaria resiliencia social desde la suma del
esfuerzo común y equitativo de toda la sociedad.
PREOCUPADO por los cantos de nacionalismo económico que
están surgiendo desde todas las esquinas ideológicas. Ahora, sobre todo, muy
PREOCUPADO por las graves consecuencias para los millones de trabajadoras y
trabajadores, proveedores de las grandes marcas de consumo, en países como
Bangladesh, Vietnam, Camboya, Turquía, etc. Trabajadores que están siendo
despedidos y privados de sus salarios porque la mayoría de esas empresas
multinacionales se están negando a recibir y pagar los productos terminados.
PREOCUPADO por la ausencia de un llamamiento de los
líderes políticos, sociales y culturales a las y los jóvenes estudiantes para
que den un paso al frente y se inscriban en los trabajos de voluntariado o a
cubrir la ausencia de mano de obra en los trabajos del campo porque, en algunos
lugares, se perderán cosechas por falta de brazos. Por la falta de iniciativas
de las administraciones públicas para aprovechar la fuerza de la juventud para
organizar trabajos para la comunidad, por ejemplo, la tan necesaria limpieza de
nuestros bosques, etc. etc.
PREOCUPADO por el impacto que tendrá esta crisis en los
alumnos más desfavorecidos que no cuentan con los instrumentos digitales y el
apoyo para el estudio en sus casas. Aspecto este que puede empeorar todavía más
la equidad educativa de la que nuestro país está en la cola, que se agudice,
más aún, el que el éxito escolar esté más ligado al origen socioeconómico
familiar que a las capacidades y el esfuerzo del estudiante.
Pero también muy ORGULLOSO de la solidaridad que estamos
viviendo cada minuto en tantos ámbitos. ORGULLOSO del civismo de nuestra
ciudadanía que desmiente tantos tópicos y que debería reforzar nuestra
autoestima porque somos un gran país. ORGULLOSO de la clase trabajadora que nos
demuestra que somos el pan y la sal de la sociedad. ORGULLOSO de mis compañeros
y compañeras sindicalistas que, una vez más, demuestran, día a día, con su
compromiso en los centros de trabajo la utilidad del sindicalismo y la necesidad
de la afiliación masiva a los sindicatos.
Y, también, muy ESPERANZADO con lo que habremos aprendido
de las muchas lecciones que nos está enseñando esta gravísima crisis. Como es,
distinguir lo esencial e importante, de lo accesorio o secundario. Que no
seremos tan imbéciles como Watson, el personaje de esta breve historia titulada
“UNA NOCHE EN LA CAMPIÑA”:
Una vez Sherlock Holmes y su ayudante Watson deciden
pasar una noche en la campiña inglesa, aprovechando las buenas condiciones
climatológicas. Llegados al lugar elegido, después de un análisis minucioso,
montan la tienda de campaña, organizan sus enseres y con la caída de la noche
preparan una suculenta cena acompañada de un buen vino y de una animada
conversación sobre los avatares del último mes. Recogen la mesa, las sillas y
demás utensilios, se introducen en la tienda de campaña, se desean buenas
noches y se acuestan en sus respectivos sacos de dormir.
Horas más tarde, ya entrada la noche. Sherlock Holmes se despierta y llama a su
fiel amigo:
- Watson por favor, mire al cielo y dígame qué ve.
Watson se despierta sobresaltado, todavía somnoliento, abre los ojos, mira al
cielo y responde:
- Pues... bien... veo millones y millones de estrellas.
- Y eso, ¿qué le indica querido Watson?
Watson termina de despertarse, se da cuenta que va a tener que responder con
más precisión y, plenamente decidido a impresionar a su amigo con sus dotes
deductivas, contesta:
- Desde un punto de vista astronómico, me indica que existen millones de
galaxias, y, por lo tanto, billones de planetas....
Astrológicamente hablando, me indica que Saturno está en conjunción con
Leo...
Cronológicamente, deduzco que son aproximadamente las 3,15 de la madrugada.
A estas alturas Watson está ya lanzado y se recrea en su exposición.
- Teológicamente, puedo ver que Dios es todopoderoso y que nosotros somos
pequeños e insignificantes.
Meteorológicamente, intuyo que mañana tendremos un hermoso y soleado día.
Llegados a este punto, Watson, totalmente crecido y convencido de haber dado
cumplida respuesta, pregunta a Holmes:
- Y a usted ¿qué le indica este cielo, mi querido Holmes?
Holmes se queda mirando fijamente a Watson y tras un corto silencio, le dice:
- ¡Algo elemental, querido Watson! Cada día es usted más imbécil. Nos han
robado la tienda de campaña mientras dormíamos. ¡Nos han robado la tienda de
campaña! ...
ESPERANZADO en que sabremos percibir que lo esencial será
atender a los sectores de la sociedad más necesitados e impedir, por todos los
medios, que se profundicen aún más las desigualdades sociales.
Bueno, perdonad por el abuso de esta larga perorata o
sermón. Gracias por los muchos mensajes de calor y apoyo que he recibido.
Dentro de una semana, si estoy bien y con humor, os cuento cómo llevo esta
pelea con el virus.
Un beso a todas y todos.