viernes, 3 de abril de 2020

VENTANA DE HOSPITAL (II)

Quim González Muntadas


Viernes 3 de abril

Hola, el tiempo pasa volando, también en un hospital. Los días empiezan a ser algo monótonos. Si bien, siempre hay algún reto al que responder. Hoy he conseguido superar uno. El que no se destrocen los dos Biscottes Recondo que me dan cada mañana con el desayuno. Os confieso que ha sido una constante estos días que ha acabado obsesionándome. Hasta hoy no lo había conseguido, todas las veces igual, con solo tocar el cuchillo de plástico para extender la mantequilla, el biscotte ¡crack!, ¡crack!, destrozado al menos en cinco trozos. Hoy me he despertado pensando cómo podría conseguir comerme los dos biscottes enteros y bien untados con mantequilla y mermelada de frambuesa. Lo he conseguido, no ha sido fácil, los he rodeado con la goma que usan para presionar el brazo para pinchar y sacar sangre. Y los dos han quedado enteros. Estoy muy contento.

El día ha sido bueno. Ya llevo muchas horas sin ayuda de oxígeno para la respiración y la medición de la saturación de oxígeno en la sangre que me han hecho cada 6 horas, ha dado un buen resultado. Me han sacado sangre para más análisis. Me han hecho a media tarde un electro. No he tenido fiebre en todo el día. Y he tenido la visita de la Dra. Anna, que hoy parecía, por el color de la bata y los plásticos en la cabeza, una joven beduina del desierto. Me ha dado muy buenas noticias. Textual, me ha dicho: “esto va muy bien, poco a poco, pero va muy bien.”

Me ha hecho pensar en lo importantes que son las buenas palabras. Y lo buenos que son los ánimos que recibo en los mensajes durante todo el día y que leo en Facebook. Son una pértiga que ayuda a saltar.

Digo esto, porque hoy quiero hablar de la ALEGRÍA y del valor, tan importante, que tienen las buenas palabras y las muestras de apoyo y de confianza hacia alguien.

He elegido la ALEGRÍA porque es una emoción contagiosa, que es capaz de provocar la movilización también en los demás. La ALEGRÍA hace que nos sintamos más proclives a colaborar y prestar ayuda a los demás cuando la necesitan, favoreciendo nuestras relaciones interpersonales.

Quien me ha conocido en mi militancia sindical sabe que solía recurrir, con frecuencia, a las metáforas y las fábulas para explicar conceptos e ideas que igual de otra forma precisarían de muchas más palabras. Creo que es precisamente esta práctica, muy común en los oradores anglosajones, la que hace que sus discursos sean infinitamente más cortos, concisos y comprensibles que los nuestros, los de los latinos, que casi siempre son largos, repetitivos y abigarrados.

Y viene a la memoria una bonita historia, sobre la fuerza movilizadora de los apoyos y la ALEGRÍA:

« Érase una vez un grupo de ranas que caminaban por un bosque, cuando dos de ellas cayeron en un pozo muy profundo. Las demás ranas alarmadas se reunieron alrededor y vieron que era imposible rescatarlas. ¡El pozo era demasiado profundo!

Las dos ranas, movidas por su impulso de supervivencia, comenzaron a saltar, intentando salir del agujero, pero el resto de ranas les gritaban desde arriba:

– ¡No insistáis! ¡No podréis salir nunca! ¡Dejadlo! El pozo es muy profundo.
Las dos siguieron saltando, aunque una de ellas comenzó a desanimarse cada vez más…

– ¡No saltéis más, es inútil! ─ les gritaban cada vez más fuerte sus compañeras.

Las ranas gritaban y hacían gestos con los brazos para que entendieran lo que les estaban diciendo. Al final, una de ellas cedió y cayó al suelo, donde al fin murió.


Sin embargo, la otra rana seguía saltando cada vez más, con más fuerza, con más intensidad… Cuanto más gritaban sus compañeras, más fuerza e impulso cogía para saltar.


Hasta que al cabo de nada dio un gran salto y consiguió alcanzar el borde del pozo y salir.

Las demás ranas la miraron boquiabiertas, sin saber qué decir. Estaban realmente sorprendidas de que hubiera salido del agujero, a pesar de todos sus gritos para que desistiera.

– ¿Cómo es que has conseguido salir? ─ le preguntaron ─, ¿No escuchabas cómo te decíamos que pararas?

─ No, estoy sorda y no oía exactamente lo que me gritabais. Siempre interpreté vuestro batir de brazos y gritos de apoyo y ánimo de que lo iba a conseguir. Por esto os doy las gracias, porque sin vosotras hubiera muerto en el fondo de pozo. »

La ALEGRÍA como sensación individual de satisfacción y entusiasmo. Pero también, como valor de una sociedad, ya que ayuda a generar mejores resultados en los proyectos colectivos. La ALEGRÍA facilita que los grupos asuman sus retos y responsabilidades. La ALEGRÍA fomenta la cooperación, la solidaridad, la autoestima. Actitudes que necesitaremos a toneladas en estos días y en los futuros que nos esperan. Necesitamos promover la ALEGRÍA para impedir y alejar los sentimientos de rabia, frustración, intolerancia y agresividad que tanto daño pueden hacer.

Ojalá, Europa cultive la ALEGRÍA y sepa hacer desaparecer los sentimientos de odio, amenazas o excitación. Ojalá, Europa aprenda a sonreír para encontrar políticas de solidaridad, de cooperación y de justicia social.

Gracias otra vez por vuestras muestras de cariño y apoyo que me acompañan en la soledad de esta habitación del hospital.

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