jueves, 15 de diciembre de 2016

La ministra Báñez y su macguffin

Un macguffin  es la expresión acuñada por  Sir Alfred Hitchcook para definir la maniobra o excusa argumental, carente de relevancia en la película, donde apoyado por un elemento como un maletín, un sombrero, un elefante,  etc,  que el espectador no había apreciado hasta ese momento, realiza el director para despistar al espectador y provocar un giro en la trama.

Algo muy parecido acaba de hacer la Ministra Báñez. Nos ha presentado a bombo y platillo, en mitad del relato de inicio de legislatura que estamos viviendo y de preparación de la agenda de negociación del Dialogo Social en materias como pensiones, reforma laboral y renovación del Acuerdo para la Negociación Colectiva, su propuesta de modificar los horarios de trabajo para favorecer la conciliación de la vida laboral y personal, una idea recurrente y compartida por la inmensa mayoría de la sociedad y las fuerzas políticas y sociales.

El macguffinde la ministra Báñez, no debería cambiar el foco ni rebajar la preocupación social y la denuncia de las deplorables condiciones de trabajo y de salario de amplios colectivos de trabajadores y trabajadoras, fruto de los abusos en la contratación de la mayoría de las empresas multiservicios, o las diferencias salariares entre directivos y trabajadores, de las más agudas de Europa, o la devaluación que han padecido los salarios entre los jóvenes y las nuevas contrataciones en las empresas, una auténtica lacra social que empieza a ser denunciada por la mayoría de las instituciones económicas por representar un serio riesgo para la salud y el equilibrio de nuestra economía.

Unos temas que precisan negociación, diálogo y decisión para afrontarlas con máxima urgencia que están situadas en la agenda social y política y hasta ahora ocupaban las primeras páginas en los medios de comunicación y no deberían ser relegados por este macguffinde la ministra Báñez en forma de iniciativa política novedosa del gobierno Y que, como el espectador en el cine, no desviemos la mirada,
en este caso, las prioridades y las urgencias, mientras nos cambian la trama.

Esperemos que se reafirme la agenda política y se aceleren las negociaciones de los temas pendientes, que son difíciles y urgentes pero necesarios de resolver como la brecha salarial, la Inspección de Trabajo o la reforma del Estatuto de los Trabajadores,  además de las ya citadas.

Ello no quiere decir, muy al contrario, que no debamos afrontar también la racionalización horaria con seriedad y rigor, trabajando medidas que faciliten la conciliación de la vida personal, familiar y laboral. Conscientes de la necesidad  de poner en común los tres espacios ahora tan difícil de armonizar, para tantas personas, como son los horarios de trabajo, los escolares y comerciales y los personales, de ocio y relaciones sociales, lo que supone introducir cambios, en algunos casos muy profundos, en los hábitos y costumbres de la sociedad, y que precisará de un conjunto de pactos y acuerdos sociales para que sea posible.

Pero una muestra importante del grado de madurez de  nuestra sociedad en relación a la demanda de reformas horarias nos la dará también cuantas medidas y derechos se pactarán en los convenios colectivos que favorezcan e impulsen la conciliación, en línea con la afirmación de Miguel Ángel Aller, director de personas, organización y cultura de Gas Natural Fenosa, en el periódico Expansión del 13/12/2016, donde afirma la necesidad de que se pacte en las empresas  “un horario de gran flexibilidad de entrada, salida y pausas para la comida, Bancos de Tiempo para la realización de gestiones personales en horario laboral etc, …… acciones que contribuyen a la mejora de la calidad de vida de las personas y a su autorrealización personal, que tienen un efecto de retorno en mejora social y muy probablemente en mejorar la productividad nacional”.


Conciliar la vida laboral, personal y profesional, racionalizar los horarios, cambiar las costumbres. Pongámonos a ello, que no sea uno de esos espacios comunes que sirven para hablar y hablar pero que luego la vida de los hechos, los convenios colectivos, las leyes, van en dirección contraria. Al final solo sirven para entretener, cuando no es para despistar como un macguffin, pero este es un tema demasiado serio y necesario para jugar con él.


lunes, 12 de diciembre de 2016

Sindicato 4.0 para una Industria 4.0

“Los más apasionantes avances revolucionarios del siglo XXI no ocurrirán por la tecnología, sino por un concepto expansivo de aquello que implica ser humano” ,
John Naisbitt


Sabemos que el cambio tecnológico basado en la digitalización y en la Industria 4.0 (algoritmos, robots, inteligencia artificial, Internet de las cosas, impresoras 3D, nuevos materiales etc.), no consiste sólo en unos cuantos robots, en operarios con tablets en la cadena de producción, o compañeros y compañeras trabajando en teletrabajo desde casa, sino que representa un profundo cambio en la visión misma de la empresa en todos sus niveles. Supone un rediseño de su propia esencia, su organización de la producción, su relación entre proveedores, productores y clientes, y por supuesto una transformación muy profunda de las relaciones laborales y sindicales. Hay incluso quienes afirman que estamos ante un nuevo salto en la historia de la Humanidad.

Pero no sabemos, con tanta seguridad, las consecuencias que este profundo y acelerado cambio tecnológico va a representar en el empleo, en las condiciones de trabajo o en la distribución de la riqueza. Ni quién, entre los diversos gurús y expertos que pronostican el futuro, tendrá razón. Si los tecno-optimistas, que describen una futura sociedad del ocio con más y mejor empleo gracias a la  tecnología, o los pesimistas que afirman, con igual contundencia, que el resultado de esta transformación representará la masiva destrucción de empleo, porque entienden que llegaremos al colapso tecnológico, y por tanto se romperá el círculo virtuoso que ha existido hasta ahora entre innovación tecnológica, reparto de la productividad y nuevos empleos.

Dos visiones que por su larga experiencia el movimiento sindical sabe que pueden ser igual de perniciosas para los trabajadores. Ambas convergen en un mismo mensaje: el determinismo que invita a la subordinación, a la pasividad de los actores sociales y políticos y a la resignación ante los cambios. Una visión que invita a quedarse sentado a contemplar cómo pasa el tiempo y a esperar que  la tecnología traiga por sí misma el progreso, el empleo y la humanización del trabajo y la otra, también perdedora, que representaría para el sindicalismo izar la bandera de la resistencia para conseguir lo imposible: impedir el cambio tecnológico y renunciar a intervenir en la transformación en marcha.

Por esto, consciente de la trascendencia de los cambios y de su papel, el sindicalismo sabe que deberá trabajar duro para ganarse un papel relevante en este proceso de transformación y transición digital en las empresas. Para ello necesita mantener una posición activa, tener propuestas e iniciativas propias sobre los nuevos empleos y condiciones de trabajo, en salario, seguridad, formación permanente o participación de los trabajadores. El sindicalismo sabe que no valdrán sólo las grandes declaraciones y eslóganes, y precisará formar a sus equipos de sindicalistas, buscando nuevos conocimientos y construyendo nuevas alianzas con sectores profesionales, técnicos y centros de estudio del mundo del trabajo. Y tendrá que reforzar al máximo la cooperación sindical internacional para intercambiar conocimientos, experiencias y las mejores prácticas entre los sindicatos de los diversos países y de las grandes empresas transnacionales que ya están viviendo la transformación digital.

Tendrá que volver a definir y, en muchos casos, conquistar espacios de participación en los centros de trabajo, como nos propone José Luis Lopez Bulla, en su muy conocida reflexión publicada en abril de 2015 http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/09/la-parabola-del-sindicato.html, sobre los retos para el sindicalismo en  esta fase, como la necesidad de “interpretar adecuadamente los procesos reales que se desarrollan en los ecocentros de trabajo, lo que va surgiendo y lo que desaparece …… y los nuevos derechos propios de esta fase tecnológica; y con qué amistades preferentes vamos a caminar en tan largo recorrido que tiene que construir”

La Industria 4.0 puede ser una oportunidad para fortalecer el papel del sindicalismo, si es capaz de aprovechar una de las características propias de esta nueva fase, como la transparencia y la implantación del trabajo colaborativo entre funciones y departamentos, o la cultura de mayor trabajo de equipo entre trabajadores, técnicos e ingenieros, ante la desaparición de los departamentos estancos o las estructuras cerradas de la vieja empresa.

Una oportunidad para corregir el actual déficit de representación del sindicalismo entre los colectivos de trabajadores más cualificados y más jóvenes, e intentar representar también sus intereses específicos junto al resto de colectivos de la empresa. Una buena oportunidad para motivar su implicación  y sumar conocimientos imprescindibles  para construir la estrategia sindical ante la Industria 4.0, de un sindicato más fuerte y útil.

Digamos un Sindicato, también, 4.0, capaz de organizar y representar la cada vez mayor diversidad del trabajo en la empresa donde se han incorporado nuevas herramientas digitales en la gestión de las personas, cuyo derecho de utilización debería ser exigido por los representantes sindicales en la negociación colectiva. Nuevas herramientas que han cambiado radicalmente la concepción y la vieja dirección de recursos humanos, que han revolucionado tanto las formas de control y comunicación interna de la empresas como entre los propios trabajadores.


Sindicato 4.0 para esta era de los grandes datos y la inteligencia artificial, donde esperemos que la capacidad de iniciativa, fuerza y talento sindical impidan que esa nueva “fábrica inteligente” del futuro, no acabe siendo la fábrica “estúpida”  e injusta para sus trabajadores y trabajadoras, donde el trabajo haya perdido toda consideración y valor social. Ahí está el reto, esperemos que la inteligencia sindical sepa responderle.