miércoles, 15 de agosto de 2012

RECLAMAR QUE "arrimen el hombro" NO ES CONCERTAR


Joaquím González Muntadas
Secretario General de FITEQA CC.OO


No tardamos ni tres meses desde las últimas elecciones en oír a los dirigentes del Partido Popular y del Gobierno de España reclamar a la oposición, en particular al PSOE, también a los sindicatos: "que arrimen el hombro". Una expresión muy gráfica y campechana que aún resuena de cuando, no hace todavía un año, los dirigentes del PSOE repetían la misma expresión con igual insistencia.  Traducido al lenguaje de la política española debe querer decir: "cuando yo estoy en el gobierno, por patriotismo la oposición debe apoyar sin rechistar mis medidas, unas medidas que no necesito, ni quiero, negociar con nadie". Pero esto no es proponer concertación ni nada que se le parezca.

También es cierto que concertar no está precisamente en la historia de nuestra de practica política, incluso a sabiendas que nuestros mejores resultados políticos han tenido su origen en el acuerdo y el compromiso, precisamente cuando los partidos políticos y/o los agentes sociales han dado lo mejor de sí al ponerse de acuerdo, superando una tendencia tan arraigada en nuestra historia como es la imposición y la descalificación. Esto, ahora, en la grave situación que estamos viviendo, lo único que genera es el hartazgo de la mayoría de la opinión pública, como se expresa insistentemente  encuesta tras encuesta.

Puede definirse con bastante precisión en qué consiste la "concertación", también en el ámbito político y social, con lo que es su propio origen musical, es decir "acordar entre sí voces o instrumentos musicales". O sea, practicar el difícil arte de hacer música juntos y, para ello, como en la concertación política, en primer lugar se precisa que al menos cada uno sepa tocar bien su instrumento. Después hay que saber, y tener voluntad, de tocar juntos, y, al final, lo más determinante, es decidir qué se va a tocar juntos, decidir la  partitura.

Seguir con la metáfora nos permite recuperar algunas enseñanzas útiles también para la concertación política, como son: 1) que hacer música juntos es una disciplina severa que no se improvisa, 2) que la autonomía, en nuestro caso de los sujetos políticos y sociales, no puede llevar a tocar todos la misma nota, porque no sería “concertar”.

Pero lo más común entre ambos espacios es que en los dos se precisa algo insustituible como es el liderazgo, el del Presidente de Gobierno para la concertación política como lo es para la ejecución del concierto el director de orquesta. Un director que (normalmente) no toca ningún instrumento, pero da el tiempo a cada uno y, sobre todo, sugiere la interpretación justa, los subrayados, los acentos, los tonos, el volumen del sonido, etc..

Dirigir la orquesta no es solo bracear y gesticular. Como no lo es tampoco, para impulsar un proceso serio de Concertación, sólo pedir, como hacen el Partido Popular y el Gobierno, al resto de las fuerzas política "arrimar el hombro" a la vez que descalifican y pretenden desprestigiar a todo y a todos los que están fuera de su ámbito ideológico. Éste no puede ser el camino.

Concertar no es, como hace el Gobierno, reclamar apoyos incondicionales,  abusar de Decretos Ley, sustituir la comunicación por dramaturgia. Ni tampoco querer explicar todos los fracasos endosando las responsabilidades a los demás para justificar su evidente incapacidad para gobernar la coyuntura, el empeoramiento día a día la situación económica y social de nuestro País. Concertar es, y lo sabe muy bien el sindicalismo porque es la esencia misma de su razón y de la negociación colectiva, llegar a un acuerdo asumido por las partes donde no basta con presentar exigencias, reivindicaciones, sino que hay que construirlo asumiendo cada parte, concesiones, renuncias, pero con un resultado y saldo final de avance positivo para todos y para cada una de las partes concertantes.

El Gobierno prefiere bracear y gesticular antes que hacer el serio sobreesfuerzo que representa liderar el diálogo social y político que demanda la actual situación y que exige la convivencia democrática. Son los pactos y los acuerdos los que expresan con más claridad que el poder es una realidad compartida y que se precisa reconocer tanto derecho como el propio a otros poderes o intereses sociales, para así poder tejer con el resto de las fuerzas políticas y sociales el necesario compromiso común para afrontar con rigor y solidaridad la grave situación de emergencia que estamos padeciendo y que exige el mayor esfuerzo de todos. Es lo que sigue reclamando la abrumadora mayoría de la ciudadanía. 

Solo así, con medidas adecuadas, compartidas y, sobre todo, equitativamente repartidas, será posible superar esta crisis y salvaguardar la cohesión social que día a día se está deteriorando de forma acelerada. Solo saldremos de ésta con el esfuerzo que resultaría de un Gran Pacto de Estado, como CCOO viene reclamando y por el movilizándose desde hace más tres años. Porque somos conscientes de que, aunque sea la opción más compleja y difícil, la experiencia nos enseña con ironía que todo problema complejo tiene también soluciones rápidas, sencillas, ... y además equivocadas. Hoy ya podemos añadir que, además de equivocadas, son también injustas, inútiles y de consecuencias dramáticas. Sólo cabe recordar que se trata de una realidad reversible porque si todos sabemos reaccionar a tiempo y el Gobierno abandona, o se le obliga abandonar con la movilización sindical y social, su actitud sectaria y prepotente que ha presidido su gestión hasta hoy, seguro que podremos salir de ésta.

lunes, 30 de julio de 2012

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL Y EL EMPLEO JUVENIL


Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO.

Frente al hecho de que en los últimos meses muchas de nuestras grandes y prestigiosas empresas afronten sus dificultades recurriendo al despido como primera opción nos deberíamos preguntar dónde quedan la famosa ‘gestión del conocimiento’, o “el capital humano, nuestra principal riqueza”, con la que tantas páginas se han llenado. Donde  las conferencias y seminarios en los que los ejecutivos explicaban la importancia del desarrollo del talento y la capacidad de compartir conocimientos, y dónde la idea de los recursos humanos como pieza clave de la estrategia empresarial, esencia y eje central de la organización, y las personas como su principal capital.

Precisamente en estas difíciles circunstancias es cuando nos enfrentamos al test real de la fortaleza y vitalidad de la cultura empresarial. Ahora que las empresas disponen de una nueva legislación, a través de la Reforma Laboral, que les permite recurrir al despido de forma fácil, rápida y barata, es cuando la sociedad precisa del proclamado pensamiento empresarial más acordes con los valores que decían defender, de los mayores esfuerzos de diálogo con sus trabajadores y sindicatos para evitar los despidos, a través de la flexibilidad interna negociada y adaptación a la coyuntura de las condiciones laborales con el fin mantener el máximo empleo.

Estas importantes empresas deberían facilitar ejemplos, que fueran más lejos que el mero cumplir la ley, en la gestión de sus recursos humanos y aportar su compromiso con el conjunto de la sociedad. Escuchemos a nuestros jóvenes que emigran a trabajar a otros países europeos cuando nos explican las diferencias entre aquel mundo del trabajo y el nuestro, cuando resaltan que allí han percibido un mayor valor al trabajo y un  mayor valor al propio trabajador, a su formación, a su desarrollo profesional y a la transferencia de conocimientos entre generaciones en la empresa.

Esta crítica la oímos en cada entrevista a chicos y chicas decepcionados de nuestra sociedad y de nuestras empresas, al comprobar el bajo valor que damos al trabajo, y que han visto año tras año a regimientos de jóvenes trabajar en empresas con fuertes beneficios y que publicitan sus códigos de responsabilidad social, con  falsos contratos en  prácticas o de formación y de escaso contenido didáctico. Es verdad que no son todas, que hay también importantes excepciones con experiencias muy ejemplares y  cuyos esfuerzos deberíamos reconocer colectivamente para que su ejemplo sirviera de referencia -o incluso denuncia- hacia otras muchas, pero estas experiencias son demasiado escasas.

Frente a las opciones empresariales que entienden que en las crisis hay que “ocuparse de lo importante” menospreciando sus cacareados compromisos. Frente a los empresarios antiguos, egoístas e ineficaces, ahora, más nunca, es preciso demostrar que la Responsabilidad Social es parte consustancial del ADN de la empresa y que sus compromisos se reflejan también en relación a la contratación de las y los jóvenes. Que los compromisos son algo más que los pasados espectáculos mediáticos de los grandes empresarios, "los cuarenta principales", en Moncloa, donde comprometían la contratación de cientos o miles de nuevos contratos de jóvenes como si de una subasta pública se tratara, para al final nada, mejor dicho, para nada más que una publicidad gratuita en los medios de comunicación el día siguiente.

El empleo juvenil es algo más que compromisos genéricos y más que leyes y planes y más planes; es el esfuerzo del conjunto de la sociedad. Y sobretodo será el resultado de una Acción Sindical decidida de los Sindicatos por situar con fuerza este objetivo en la negociación colectiva, en los convenios colectivos, en los pactos de empresa  y también el resultado de un mayor compromiso de las empresas que aspiren a ser responsables socialmente comprometiéndose a invertir en la formación y consecuentemente, en ayudar a la construcción del futuro profesional de nuestra juventud.

Como reconocemos y reclamamos en CCOO, tenemos muchos frentes que merecen sumar esfuerzos, pero la grave destrucción de empleo y, especialmente, el paro juvenil, deberían presidir todas las negociaciones entre patronal y sindicatos en los sectores y en las empresas, porque la pregunta de a qué o a quién estamos esperando para afrontar esta lacra social que supone que más de la mitad de los jóvenes esté sin trabajo y sin futuro, debería perseguir a todas horas a los agentes políticos, sociales, económicos y al conjunto de la sociedad. Respondamos pronto.

jueves, 12 de julio de 2012

REFORMA LABORAL:EVITEMOS LA DESMORALIZACIÓN


oaquim González Muntadas
Secretario General de CC.OO. Fiteqa

La Reforma Laboral ha sido aprobada tras un largo proceso de contestación, movilización y rechazo en las empresas y en las calles, incluyendo una Huelga General. Ha sido duramente criticada por la mayoría de profesionales del Derecho y la Magistraturala Inspección del Trabajo, la Universidad, coincidiendo con el Movimiento Sindical por considerarla como resume el eslogan que ha presidido la movilización de estos largos meses : " injusta para los trabajadores, ineficaz para la economía e inútil para el empleo". La gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras españolas rechaza y teme sus consecuencias porque conocen su contenido, gracias a la extensa campaña de explicación de los sindicatos en asambleas y centros de trabajo, como también por el propio eco en los medios de comunicación.

Desde que el debate en las Cortes Generales empeoró la Reforma, el reto del sindicalismo de hoy está en impedir que de la "movilización sostenida" se pase a la "desmoralización permanente", ya que el peor de los efectos de la Reforma Laboral sería que se instalara el miedo y se extendiera la desmoralizadora idea de que a partir de ahora el empresario ha adquirido el poder absoluto y los trabajadores han perdido toda posibilidad de reacción. Es evidente que es difícil, en algunos casos muy difícil, pero con la misma evidencia hay que afirmar que es posible. Y necesaria.

Aunque la reforma sea un regalo a la discrecionalidad -e incluso a la arbitrariedad- del empresario, la reacción es posible. No sólo por algunas cautelas que aún contiene, sino porque nuestro ordenamiento jurídico, desde la propia Constitución, tiene un determinado carácter tutelar de los derechos de las personas y de los colectivos. Y no es un cheque en blanco porque todas las normas y leyes desde antiguo se han aplicado e interpretado en el marco de una concreta relación de intereses y de la correlación de fuerzas existentes en la sociedad, en las empresas, así como de las movilizaciones y exigencias de los colectivos sociales.

Por ello debemos impedir que se instale entre la mayoría de los trabajadores y trabajadoras la falsa idea de que la regulación y el ejercicio de todos sus derechos y obligaciones empiezan y acaban en el marco legislativo, que empiezan y acaban en el Estatuto de los Trabajadores, hoy profundamente empeorado por la Reforma Laboral. Falso sería no apreciar lo que nos demuestran la historia y el día a día: que la herramienta principal de la clase trabajadora ayer, hoy, siempre, es y será su capacidad de organización, de unidad y de movilización, de organización sindical en los centros de trabajo y, desde ahí, su presencia y su capacidad de propuesta que responda a las demandas que exigen los cambios.

Con más fuerza que hasta ahora, y para contraponerlo como alternativa a la Reforma Laboral, es preciso redoblar esfuerzos para desarrollar e incorporar en la negociación colectiva futura un cuadro reivindicativo con la propuesta y exigencia de nuevas reglas para mejorar los convenios colectivos que, aún hoy, en muchos casos responden a la lógica de una empresa rígida, jerárquica, autoritaria, uniforme y, por tanto, antagónica a la participación de los trabajadores y sus sindicatos.

Tenemos demasiados convenios colectivos poco útiles para gestionar las empresas más flexibles y dinámicas, precisamente aquellas en las que el sindicalismo encuentra mayores dificultades para ejercer su función representativa. Empresas y sectores en los que es más necesario reforzar la presencia de la organización sindical y recuperar la iniciativa a partir de la defensa de una flexibilidad más positiva y equilibrada, evitando que solo responda a las necesidades de la producción, o a la incompetencia empresarial para gestionarla, y pueda responder también a los derechos y las necesidades de las personas. Algo que es ya una realidad en muchos países europeos porque no es una utopía.

Precisamos construir un nuevo cuadro reivindicativo capaz de atender los profundos cambios en las relaciones laborales e industriales que en los centros de trabajo se expresan en una mayor heterogeneidad de intereses, y por tanto, más complejos que ayer: intereses individuales y colectivos, profesionales, para la conciliación, de carrera profesional, salario por objetivos, formación, flexibilidad, trabajo a domicilio, a tiempo parcial, hombres y mujeres, veteranos y nuevas contrataciones, jóvenes, becarios, subcontratados, etc.

Es hora de que el sindicalismo construya, proponga y defienda un nuevo modelo de organización del trabajo que aporte reglas útiles para la mejora competitiva, a la vez que aporte nuevos instrumentos y derechos de información y participación como el mejor dique para hacer frente al autoritarismo que refuerza la Reforma Laboral.

Y para todo ello es urgente recuperar con hechos y resultados el trabajo sindical en los centros de trabajo, convirtiéndolo en el centro de gravedad de los esfuerzos y prioridades de la acción sindical organizada, coordinada y dirigida desde las estructuras sindicales. En una palabra, ahora más que nunca el sindicato precisa tener los pies en el centro de trabajo. Y ahora más que nunca también, los trabajadores y las trabajadoras verán que allí donde hay afiliación, y por ello hay sindicato, sus derechos son respetados.

Tenemos nuevos retos y el sindicalismo español los sabrá abordar con los valores de siempre, con renovadas iniciativas, confianza, solidaridad y la militancia de miles de personas que saben que defender sus derechos no es lo contrario a mejorar la competitividad de sus empresas. 

jueves, 21 de junio de 2012

APOSTAR POR LA INDUSTRIA Y MIRAR A LA ECONOMÍA REAL



Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO

Muchos nos preguntamos, con una mezcla de sorpresa, frustración e indignación, qué pieza del reloj ha fallado de nuestra economía y quiénes son los culpables. ¡Si parecía que funcionaba como un reloj suizo! ¡Si éramos envidiados como el generador de más de la mitad del empleo europeo, el mayor receptor de inmigración, el mayor inversor en America Latina! Empezamos a intuir que las razones que nos dimos o nos dieron en los primeros compases de la crisis, a pesar de ser más ciertas que las verdades del barquero, no son suficientes, porque la mayoría de los países afectados por la crisis financiera, hoy están mejor que nosotros, incluso algunos están saliendo de ella.

La particularidad es que nuestra economía había agotado y saturado su crecimiento, impulsado por el potente motor de la construcción y, más en concreto, por la vivienda, que absorbió y agotó nuestros recursos financieros propios y prestados. Porque, en definitiva, hemos embalsado la mayoría de los recursos y ahorros de una generación y media en hipotecas a larguísimo plazo. Nuestra economía era como una gran turbina que, por un lado, expulsaba ingentes cantidades de euros en la importación de productos energéticos, bienes de equipo y de consumo, mientras que por el otro absorbía ingentes masas de recursos en crédito del exterior (proveniente esencialmente de Alemania, Francia y Reino Unido), ya que ni nuestra productividad, ni nuestro ahorro (que no alcanzaba a cubrir el valor de las nuevas hipotecas), eran suficientes para alimentar nuestro crecimiento, el mayor de Europa.

Dicen que nadie se dio cuenta y que nadie advirtió los riesgos futuros, pero es legítimo pensar que quizás la razón reside en que había fuertes intereses, ya que en este gran negocio, se hicieron grandes fortunas, y los bancos generaron enormes beneficios. Todos aplaudían, también los gobiernos, el central, los autonómicos y los locales, cuando afirmaban que el crecimiento era gracias a su política particular. El crecimiento de la economía tenía muchos padres.

Y ahora sería muy útil acudir a las hemerotecas para releer los estudios e informes realizados en estos años por el Gabinete Económico de la Confederación Sindical de CC.OO. que, con mayor detalle desde 2003, anunciaba y denunciaba el error y los peligros de esa política económica y sus previsibles consecuencias. En estas hemerotecas encontraremos también las reacciones y respuestas que muchos economistas de relumbrón, de prestigiosos gabinetes de estudios de los bancos y cajas dieron a estas advertencias. También veremos en las hemerotecas a la flor y nata de nuestra economía felicitando a los gobiernos por su buena política y reclamando solo la eterna Reforma Laboral, el abaratamiento del despido y la bajada de las cotizaciones sociales.

Un  periodo en el que, como denunciamos desde CCOO, se aplicaron erróneas políticas procíclicas, se destruyó la capacidad de recaudación y se creó un sistema tributario profundamente desequilibrado con el nivel de gasto, al considerar como ingresos ordinarios los que tenía un carácter claramente extraordinario ¿Quién? primero, la derecha y, luego, con mucha diligencia, los sucesivos gobiernos de Zapatero que inflaron y exprimieron la burbuja inmobiliaria, apoyados por unas teorías seudo-modernas de los valores de la izquierda, que hoy, al recordarlo y a la vez escuchar a la izquierda francesa o alemana, nos debería como mínimo ruborizar.

La importante tasa de ahorro que tuvo España la malgastó íntegramente en la compra de viviendas a un precio inflado. Tan inflado que necesitó ingentes cantidades de dinero de inversión internacional para financiarlas, generando de esta forma una altísima deuda con el exterior; la deuda privada más alta del mundo, una deuda que genera elevados intereses a pagar y que en su momento nos dejó sin recursos para la ampliación del capital productivo de la economía. Se pinchó la burbuja y nos quedamos con la deuda. Los responsables deberían explicar lo sucedido porque, de otra manera, la sociedad dejará de creer en sus instituciones.

Esta es la razón por la que las soluciones a los problemas actuales son tan difíciles, porque se han agotado los márgenes y hemos quebrado la confianza de quienes nos deberían seguir financiando. Y ahora solo nos queda mirar hacia el tejido productivo, que nunca se debería haber olvidado, y en especial hacia la actividad industrial, donde debemos fijar nuestro futuro, ya que tenemos posibilidades de mejora muy importantes en una parte muy significativa de nuestras empresas y sectores.

Si no queremos amanecer un día sin industria, precisamos con urgencia apoyar los motores de la innovación para proteger y fomentar el empleo cualificado, que acompañado con  instrumentos de naturaleza fiscal y crediticia, den facilidades a las pequeñas empresas que intenten asociarse para afrontar el salto tecnológico, en definitiva, la causa de  muchas de nuestras debilidades.

Nuestra industria ha perdido competitividad porque sus sectores viven en la competencia global -cada día más global- y, por ello, los efectos de nuestra mayor inflación (la fiebre de nuestra economía enferma) provocada irresponsablemente por el desenfrenado incremento del precio de la vivienda junto con los servicios no sujetos a la competencia global. Mayor inflación que la de nuestros competidores y, en las empresas multinacionales, mayor aumento de los precios españoles que los de otros países con centros que compiten con los nuestros. Mayor inflación que ha empujado, debemos decirlo sin complejos, a un incremento de los costes de los  salarios, de los beneficios distribuidos y de los servicios, un incremento mayor que el de su competencia. Sabedores, y hay que dejarlo claro, que estos mayores costes salariales no han representado mejoras significativas del poder adquisitivo de los salarios cuando se deducía la inflación, como tampoco un mayor peso de las rentas salariales en este periodo. Más bien todo lo contrario.

Hemos padecido una pérdida constante de competitividad de nuestros productos y de nuestra economía, indizada mes a mes de forma estridente por la balanza de pagos, la más descompensada del planeta con excepción de Islandia. Importábamos muchos productos, algunos caros, con valor añadido que nosotros no fabricamos. Tampoco fabricamos aquellos otros productos de bajo valor que se hacen en los países emergentes, frente a los cuales los nuestros por su coste habían perdido competitividad tras la liberalización total de los mercados y la desaparición de los aranceles proteccionistas.

Tenemos márgenes para reforzar y recuperar la competitividad de nuestro tejido productivo si todos acertamos en nuestra acción; si insistimos en la filosofía y el mensaje  reflejados en el preámbulo y el contenido del II Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva, que desde CC.OO defendemos como un instrumento para la generación de empleo. Y además porque España necesita un fortísimo control y una bajada de precios que necesariamente implique una fuerte moderación de las rentas para todos (salarios y beneficios distribuidos), y que esta moderación de rentas sea dirigida a la inversión productiva junto con el aumento de los ingresos públicos.

Es imprescindible sumar esfuerzos del conjunto de actores: empresas, sindicatos y los distintos gobiernos, central y autonómicos. Esfuerzos orientados a realizar políticas concertadas para mejorar la competitividad y establecer las acciones que corrijan el insuficiente esfuerzo empresarial en I+D+i, uno de los déficits que más seriamente perjudica nuestra capacidad competitiva. Y precisamos mayores inversiones en capital humano y en investigación, en desarrollo y en educación a todos los niveles – primaria, secundaria, formación profesional y universitaria-, junto con el apoyo a la investigación pública y al I+D empresarial, a la vez que garantizamos los puentes para llevar el conocimiento desde dondequiera que se produzca (universidad, gran empresa, AA.PP) a todos los lugares donde hay espacio para el cambio y muy especialmente hacia la industria y sus sectores tradicionales y a sus pequeñas y medianas empresas porque así y desde ahí podremos crecer, exportar y crear empleo.

Sabemos que la debilidad de la demanda y el elevado déficit público no facilitan que un plan de inversiones active el crecimiento si al mismo tiempo no se acompaña de un cambio en la política europea, y con ella, de nuevos recursos para impulsar nuestro crecimiento. Necesitamos y merecemos el apoyo de nuestros socios europeos con recursos y financiación, sabedores que no nos exime de la necesidad de cambiar nuestras prioridades políticas, para que miremos hacia la economía real y desaparezcan las fantasías de pensar que un país puede progresar desde la economía virtual y sin el apoyo a su industria y el valor al trabajo.

miércoles, 13 de junio de 2012

LA EFICACIA DEL DIÁLOGO EN LAS EMPRESAS


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

No es habitual desde el sindicalismo resaltar el valor de un acuerdo como el alcanzado en estos días en la empresa gallega de moda Adolfo Domínguez (AD) que, tras una compleja negociación, contempla una rebaja salarial. Lo habitual es dar solo publicidad a aquellos acuerdos que contengan mejoras salariales y sociales para que puedan ser referencia positiva e intentar disimular el contenido de los otros por el temor de que se conviertan en un mal referente.
¿Donde está, entonces, el valor positivo de este acuerdo que afecta a más de 600 personas, mayoritariamente mujeres? En que ha sido aprobado por el 69% de las personas afectadas y ha sido el resultado de una negociación trasparente; en que ha facilitado compartir las debilidades y también las fortalezas de la empresa; en que sus duras medidas de sacrificio son parte de un Plan Estratégico que apuesta por el futuro en las difíciles circunstancias de un sector de consumo como es el de la moda; en que las medidas intentan en lo posible la proporcionalidad del esfuerzo entre los diversos colectivos, en que la vigencia responde al tiempo que duren las circunstancias que lo motivan y, en justicia, introduce también, recuperación y mejoras en proporción a los beneficios de la empresa, con un lógico grado de variabilidad según los resultados de la empresa.
Este Acuerdo es una expresión clara hacia el público, los clientes, las administraciones públicas, los bancos y especialmente hacia los accionistas, del compromiso de los trabajadores y trabajadoras por el futuro de AD como una de las referencias más potentes de la moda gallega y española. El Acuerdo expresa la exigencia de los trabajadoras/es para que los gestores de la empresa redoblen sus esfuerzos en una apuesta por la internacionalización y mejora de sus actuales sistemas de gestión, que deberán garantizar el futuro.
Este Acuerdo enseña a los sectores políticos que ven las Reformas Laborales solo como elementos de debilitamiento de la capacidad de representación colectiva de los sindicatos, y también enseña a los empresarios que tan solo saben afrontar las situaciones difíciles con sus trabajadores desde el autoritarismo y el abuso de poder. Ambos deben saber que jamás obtendrán los resultados positivos y los compromisos que producen el diálogo y la negociación equilibrada y transparente.
AD es parte de un sector industrial, el textil y la moda, que vive un largo periodo de práctica paralización del consumo en nuestro país, y que debe atacar grandes retos que le exigen día a día mejorar la calidad, la innovación, la formación y abrir nuevos mercados internacionales. También deben corregir errores de comunicación, ya que los mensajes fuera de contexto, transmiten una imagen distorsionada de la marca y, sin duda también, de su principal accionista. Las trabajadoras y trabajadores de AD y con ellos FITEQA CCOO queremos que la marca sea reconocida por su ética, su estética y su transparencia porque de ello depende su empleo de hoy y del futuro.


sábado, 9 de junio de 2012

ACUERDO EN NAVARRA, UNA BUENA NOTICIA Y UN BUEN EJEMPLO



Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO


La recientemente aprobada Reforma Laboral contiene el falaz mensaje de que el problema de nuestras relaciones laborales son los trabajadores y la solución los empresarios, o que el problema son los sindicatos y la patronal, y la solución el gobierno. Por su parte, en Navarra los agentes sociales CEN, UGT y CCOO se están esforzando en desmentir este mensaje y han alcanzado un acuerdo que pone en valor el diálogo y el consenso: "Los firmantes de este acuerdo, más allá de los condicionantes citados, consideramos que estamos obligados ante la sociedad navarra a hacer frente a la situación desde el compromiso de todas las partes y desde la búsqueda de consenso, que rompa la inercia de conflicto que está asentándose en nuestras relaciones sociales y laborales."

Un acuerdo que aspira a reforzar los instrumentos de diálogo y compromiso de los trabajadores con las dificultades y los éxitos de sus empresas, justo lo contrario que inspira la recién aprobada Reforma Laboral. De ahí viene la especial importancia de que la Patronal, CCOO y UGT de Navarra expresen su sincero convencimiento de las bondades de que "reglas pactadas y no impuestas en las relaciones laborales, son el mejor impulso a la competitividad de las empresas y de la economía regional".

Es muy relevante que los firmantes compartan el diagnóstico de la crisis y sus efectos, su preocupación por el retroceso de conquistas sociales de los trabajadores, y por los riesgos que están viviendo la mayoría de las empresas. Lo más esperanzador es comprobar que, como en las sociedades maduras y avanzadas, la apuesta para hacer frente a las dificultades es la suma, el diálogo y el esfuerzo común. Navarra saldrá mejor y antes de esta grave situación porque los agentes sociales más representativos aspiran en el Acuerdo a: "ser protagonistas del cambio de modelo productivo necesario para poder competir y afrontar el dinamismo del mercado global como elementos clave para la salida de la crisis y la creación de empleo".

Alguien puede decir ‘Palabras, sólo palabras’ y si Patronal y Sindicatos perciben este Acuerdo como la rutina y uno más de los firmados durante los últimos 20 años así es, o lo que es peor, si se mantiene la actitud, que se compadece poco con este Acuerdo, por la dureza de los empresarios en sus empresas y las patronales en los convenios de sector en Navarra puede que tenga razón, solo palabras y se pierda una oportunidad. Y sin embargo este Acuerdo puede ser de especial utilidad para avanzar por su contenido, y en especial considerando su continente -la actual situación política, económica, industrial, de empleo- que estamos viviendo al representar una referencia alternativa a las negativas consecuencias que provocará el nuevo marco legal que impone la Reforma Laboral que generará gruesas barreras para el diálogo y fuerte conflictividad en las empresas.
Navarra es una economía con industrias muy exigentes en la mejora constante de su productividad, innovación y formación. Objetivos que requieren, como contempla el Acuerdo de "la apertura de espacios de diálogo y participación permanentes que fomenten el consenso frente al conflicto desde una visión capaz de articular los diferentes intereses en un proceso de suma positiva".
Ahí reside el principal valor de este Acuerdo si todas las partes al final lo ven con la pretensión de servir de acicate para el compromiso común ante la situación gravísima de destrucción de empleo y ante la urgente necesidad de producir más y con mejor empleo como se expresa con ambición y nitidez: "La competitividad de las empresas, y su mejora, debe construirse sobre la valorización del trabajo y en el compromiso compartido por el futuro de la empresa".

La ambición es mucha y su gestión compleja. Los frutos para Navarra serán seguros si las palabras y buenas intenciones se convierten en hechos que refuercen el empleo como elemento básico de inclusión social. Esta es la opinión desde de la Federación Sindical de CCOO que organiza a múltiples sectores industriales en Navarra y en el conjunto del estado: químicos, auxiliar del automóvil, energéticos, textil, etc todos sujetos a la fuerte competencia global y conscientes que la prioridad para el sindicalismo de clase hoy es salvar y reforzar, como contempla este Acuerdo, los instrumentos de regulación que son los convenios colectivos y que la Reforma Laboral debilita cuando no disuelve, por esto este Acuerdo es una buen mensaje más allá de Navarra, en estos momentos de saturación de malas noticias, desconcierto, enfrentamientos y prepotencias, donde las altas esferas de la gobernación no son capaces de construir referentes positivos de estimulo al entendimiento, el esfuerzo común y a la generosidad política que destierre el sectarismo tan dañino en la historia de España.

miércoles, 30 de mayo de 2012

LOS DERECHOS SINDICALES SON LA PRINCIPAL GARANTÍA PARA EL TRABAJO DECENTE EN EL MUNDO


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO


Vivimos tiempos preocupantes en los que a diario sufrimos iniciativas políticas y legislativas que golpean los derechos laborales, sociales y sindicales; tiempos de reformas laborales que refuerzan el autoritarismo empresarial y debilitan a las organizaciones sindicales como instrumentos democráticos de representación colectiva de los trabajadores y trabajadoras; tiempos en los que los sectores más reaccionarios confunden sus deseos con la realidad y afirman la superación de las organizaciones sindicales; tiempos donde poderosos sectores económicos y políticos no regatean esfuerzos para debilitar la negociación colectiva como fuente de regulación en las relaciones laborales en las empresas y sectores.
Pero también vivimos tiempos de esperanza: la iniciativa sindical internacional está a punto de culminar en Copenhague los próximos días 19 y 20 de junio el proceso de construcción de la nueva Federación Sindical de Industria Mundial (“IndustriALL Global Union”) que será el resultado de sumar y unir a los sectores industriales que hoy organizan las actuales Federaciones Sindicales Internacionales del Metal, la Industria Química y Energía y los sectores del Textil y Piel. Una nueva Federación Internacional de Industria que nace con el objetivo de reforzar la acción sindical global, y con ello mejorar y equilibrar la interlocución del sindicalismo con las grandes empresas y grupos industriales multinacionales en la economía global.
Tiempos donde cobra especial relevancia todo avance de la negociación colectiva que refuerce al sindicato como vehículo democrático de representación de los intereses de los trabajadores en todos los rincones del mundo. A ese objetivo responde el acuerdo firmado el 4 de mayo en Arteixo en el Grupo INDITEX y la Federación Sindical Internacional del Textil-Vestuario y Cuero (ITGLWF) y en el que FITEQA-CCOO hemos sido un activo motor. Un acuerdo que reafirma y refuerza el sindicalismo internacional y local aportando un nuevo instrumento de trabajo, dirigido a garantizar los derechos del trabajo en los aproximadamente 1.500 proveedores que trabajan en la producción de prendas comercializadas por esta multinacional gallega, convertida ya en la primera empresa distribuidora de ropa en el mundo, y que ocupan a unos 700.000 trabajadores de unos 30 países.
El valor del Acuerdo Marco Internacional suscrito en 2007 entre la Federación Sindical Internacional e Inditex, reforzado por el Protocolo firmado el pasado 4 de Mayo, no solamente fue el primero, y aún el único, en los sectores de la industria de la moda, sino también el primero en el conjunto de los Acuerdos Marcos entre empresas y sindicatos firmados hasta hoy, en el que se incorpora explícitamente toda su cadena de producción (proveedores, contratas y subcontratas) al espacio en el que se aplican los compromisos de Responsabilidad Social.
Con el protocolo ahora firmado con Inditex, no solo se afirma la plena aplicación de los derechos del trabajo en toda la cadena de producción sino - y esto es lo más importante- se concreta cómo hacerlo: se establece el seguimiento anual de la evolución de la cadena industrial y se asegura el acceso sindical a los centros de trabajo de cualquier país del mundo, se concreta el acceso a los programas de auditorías, se define cómo abordar y corregir los incumplimientos detectados, y se programan planes de formación en relación con los derechos del trabajo, dirigidos a trabajadores y sindicalistas, pero también a los directivos de las empresas.
Y esos derechos de intervención se establecen para toda la estructura sindical de la propia cadena de producción, es decir desde los sindicatos locales de cada país hasta las estructuras regionales de la Federación Sindical Mundial y la propia dirección de ésta, que es quien asume además la responsabilidad de dirección y coordinación de todo el proceso. Todo ello supone una nueva y muy rica aportación sindical desde los sectores del textil-confección a la nueva Federación Sindical Mundial de la Industria.
Es una buena noticia -y también un serio reto- para la futura Federación Internacional de Industria y también para cada uno de los sindicatos de la treintena de países a los que la aplicación y desarrollo de este Acuerdo Marco aporta un valioso instrumento de información y control de las condiciones de trabajo en los más de 1500 proveedores , y garantía para defender y proteger los Derechos Humanos y Laborales Fundamentales de los cientos de miles de personas que en ellos trabajan.
Un nuevo paso que ejemplifica cómo CC.OO. entendemos en la práctica la acción sindical internacional y, con ello, la efectiva solidaridad internacionalista desde la acción sindical diaria, que es lo que da sentido al noble y necesario compromiso que los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo adquirimos en la militancia sindical por los derechos del trabajo.

jueves, 10 de mayo de 2012

PASAR OLÍMPICAMENTE DE NUESTRA INDUSTRIA


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

La actualidad nos proporciona un ejemplo valioso de que no hay política industrial útil sin innovación. La noticia sobre el chándal que lucirán nuestros deportistas en los próximos Juegos Olímpicos de Londres es el ejemplo de que, por segunda vez en ocho años, se ha perdido la oportunidad de aprovechar este estímulo innovador para nuestro sector de la moda.
No hago esta referencia por el hecho de que los uniformes parezcan salidos de un concurso de disfraces. Lo relevante es que el Comité Olímpico Español no ha encontrado respuesta en la industria de la moda española y nadie, ni Gobierno, ni sector, han intuido lo que un encargo de estas características podría representar para las empresas en la proyección de marca.
Siendo cierto que España no es líder en prendas y marcas deportivas -pero no menos que Rusia- tenemos el gran potencial de primeras firmas internacionales en moda de calzado, perfumería, complementos, piel, confección y género de punto; empresas punteras en textiles técnicos y también algunos buenos centros tecnológicos especializados en textil y calzado. Y, en el caso de los uniformes de las próximas Olimpiadas, el potencial de tener buenos y admirados deportistas.
En estos tiempos en que las esperanzas para salir de la crisis están depositadas en el carácter emprendedor, si existiera más voluntad política y menos conformismo empresarial, quizás habríamos detectado oportunidades para reforzar un sector industrial que solo tendrá futuro desde la innovación.
Nos cuesta trabajar en red, promoviendo alianzas y aprovechando sinergias de entornos y proyectos comunes. En este sector marcado por el pequeño tamaño de las empresas, hay que superar hábitos poco cooperativos ante los grandes esfuerzos que se exigen en materia de innovación, diseño, comercialización, promoción, distribución e internacionalización. Hábitos que superen la división de los sectores que hasta ayer han navegado en su propia barca y que hoy, por la crisis pero también por la amplitud de los mares de la globalización, obligan a navegar en un trasatlántico común que construya el conjunto del sector de ‘Moda España’, reconocido por su calidad y por su ética de respeto de los derechos del trabajo.
Este sector de nuestra economía está lleno de potencialidades. Ya contó durante unos años con un fuerte diálogo entre patronales y sindicatos, que, con el objetivo de amortiguar los efectos sociales y acompañar la adaptación del sector al mercado global, permitió acordar los Planes de Apoyo con los anteriores gobiernos del PP y del PSOE.
Aprovechemos el debate social -chistes incluidos- que han provocado nuestros chándales olímpicos y el sonrojo de ver cómo otros países no han desaprovechado la ocasión para reforzar su industria. Una industria que en España requiere de esfuerzos e inversiones, también de las Administraciones Públicas, para reactivar la productividad y el empleo estable del que estamos tan necesitados.
Precisamos una nueva cultura industrial que apueste por la cooperación entre los diversos protagonistas que conforma el amplio sector de la moda, aunando los esfuerzos de patronal, sindicatos, gobiernos y de toda la cadena de producción: creación, diseño, fabricación, distribución, promoción, pasarelas y comercialización. Nos urge dar el paso ya consolidado en otros países, que entienden el sector como la integración de todas sus actividades, que van más allá del vestuario, e incluye accesorios, joyería, cuero, calzado, marroquinería, etc. Ya que la moda, además de una realidad económica y tecnológica, es también una manifestación cultural donde se expresan factores psicológicos y sociales, estéticos y simbólicos.

martes, 24 de abril de 2012

REPSOL NO ES ESPAÑA, PERO 17.000 TRABAJADORES, SÍ


Repsol NO es España, pero 17.000 trabajadores/as SÍ

Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

Más allá de quienes califican la intervención de YPF como nacionalización revolucionaria de los recursos energéticos o expropiación a una multinacional del petróleo (dándole así su justo merecido, según explica el gobierno argentino), o de quienes entendemos que podría ser legítima si así lo decidiera soberanamente el país con respeto a sus propias leyes y a los tratados internacionales por él suscritos, lo sucedido en Argentina con YPF y REPSOL ha sido una intervención llena de sombras. Sombras en las formas, en las razones esgrimidas y en su previsible resultado final que, sin duda, terminarán por decepcionar las entusiastas expresiones de algunos sectores sociales y políticos que han visto la medida como una acción en favor de la justicia social. El tiempo lo dirá.
Pero no necesitamos esperar para comprobar el fuerte quebranto que para Repsol puede representar si, como parece, la compensación por parte de Argentina no responde al valor objetivo de lo expropiado. Es ahí donde surge la discusión en caliente en las redes sociales, donde se expresan muy diversas opiniones. Unas entienden que es una afrenta a España, por lo que la respuesta debe ser patriota, y ahí caben los boicots a productos argentinos, desagravios o movilizaciones, locuras que siempre nacen de invocar enfáticamente a la patria.
Entonces, ¿debemos ser indiferentes como expresan muchas voces? Para fundamentarlo afirman que, al ser Repsol una empresa privada y extranjeros una parte importante de sus accionistas, su destino es algo que afecta en exclusiva a sus propietarios. Yo afirmo que no, porque solo desde una visión extrema y de lo más ultraliberal se puede identificar exclusivamente a las empresas con sus accionistas o considerar que sus éxitos o fracasos serían ajenos al resto de la sociedad, a sus trabajadores y a los territorios donde están ubicadas.
Repsol no es España, es cierto, tan cierto como sí son España sus 17.000 trabajadores/as directos en el país y muchos de sus 480.000 accionistas minoritarios. Como lo son sus complejos industriales de Euskadi, Galicia, Castilla-La Mancha, Murcia y Catalunya, donde trabajan cientos de empresas de servicios y en ellas bastantes miles de trabajadores. También su puntero Centro de Tecnología de Móstoles (Madrid) y sus 3.620 estaciones de servicio repartidas por todo el país.
No sabemos cómo va a repercutir en las cuentas de los grandes accionistas, españoles o extranjeros. No es nuestro principal problema, sabemos que nunca pierden. Pero sabemos que precisamente la fortaleza industrial de Repsol y su salud financiera han permitido que, tras varios años de crisis general de la economía, se haya culminado el pasado miércoles la inauguración de la ampliación del complejo industrial de Cartagena, iniciada hace 4 años, y que ha representado la mayor inversión industrial de la historia de nuestro país: 3.150 millones de euros, duplicando la capacidad de destilación de crudo en Cartagena, contribuyendo con ello a una clara mejora de nuestra balanza comercial tan deteriorada.
Igual trascendencia económica y social tienen −para un país como el nuestro de escasa inversión industrial− los 900 millones de euros invertidos en la nueva unidad de coque de la refinería de Petronor, en Bilbao, o los 100 millones de euros anuales de salarios que representa la red de empresas homologadas en torno a su complejo industrial de las Comarcas de Tarragona.
Repsol no es España, pero su presente y futuro no son ajenos a los intereses de sus trabajadores y del conjunto de la ciudadanía. Así lo entiende el sindicalismo cuando no comparte la opinión de los que consideran que las empresas son exclusivamente de sus accionistas, uno de los muchos frentes de nuestra confrontación. Y estas posiciones ultraliberales son las que pueden acabar reforzando algunos argumentos que critican a CC.OO. y UGT porque hemos expresado nuestra preocupación y compromiso con la defensa del proyecto industrial de una de las mayores empresas industriales de nuestro país.
No deberíamos ser indiferentes a lo que le suceda a Repsol, como no lo somos en FITEQA CC.OO respecto a los esfuerzos de internacionalización de empresas del sector de la moda, la energía, la química o la farmacia, como Inditex, Mango, Puig, Gas Natural Fenosa, Gamesa, Maxan, Grupo Esteve, Grifols, etc., empresas que, más allá de la propiedad de sus acciones, se reconocen como españolas. Y que, con su internacionalización, atenúan una de las principales debilidades de nuestro tejido productivo, como es el reducido tamaño de la mayoría de nuestras empresas y el escaso número de compañías internacionales, lo cual nos impide aprovechar las ventajas de ser el país sede, como vemos día a día con las multinacionales de otros países, a la hora de localizar su inversiones, el I+D+i, los nuevos proyectos y también, como en el caso de Repsol ( 8.310 millones de €), los ingresos por impuestos que generan sus beneficios.
Por esto es tan importante arriar las banderas y silenciar himnos patrióticos que nos distraigan del fondo del conflicto, para que REPSOL sea adecuadamente tratada y se refuercen el resto de las numerosas empresas españolas en Argentina. Nos va mucho en ello.

lunes, 9 de abril de 2012

Reforma laboral, paro y crisis: con prepotencia y sin diálogo no salimos de ésta


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

Si al llegar a nuestro país, una persona leyera lo que publican algunos medios de comunicación, escuchara la opinión de prestigiosos empresarios, o atendiera las reflexiones de los dirigentes del Partido Popular, concluiría que la explicación de nuestros problemas y de la larga lista de déficits que padecemos -altísimo desempleo, baja productividad, escasa inversión en I+D+i, deficiente formación, o nula coordinación entre las  diversas Administraciones Públicas-, es el mercado de trabajo, y los responsables, los sindicatos.
Explicación que, sin un gramo de humildad, han expresado tanto los primeros  ejecutivos de empresas constructoras,  energéticas o bancos, como sus muchos centros de estudios que negaron, informe tras informe, la existencia de burbuja alguna y que, ahora sin rubor, cargan la responsabilidad de todos nuestros males  a los salarios y al coste del despido de los trabajadores. Y por supuesto sin citar que ellos, los ejecutivos españoles, son uno de los colectivos que mejor soportan la comparación de sus condiciones salariales con sus homólogos europeos.
Podemos oírselo a directivos de Cajas de Ahorros que día tras día han reclamado reformas de nuestro sistema de  pensiones por lo elevado de las mismas, para luego descubrir sus indecentes y millonarios planes privados. Leemos y escuchamos a medios de comunicación clamar contra las subvenciones a otros organismos y entidades, mientras siguen subsistiendo gracias a éstas. Escuchamos a catedráticos reclamar el despido más fácil y barato, sin mirar ni por un instante la realidad de sus condiciones de empleo, a quienes si se aplicaran solo un tercio de las recetas que nos extienden a los demás, mejorarían notablemente la competitividad y la calidad de nuestro sistema universitario.
Vemos a partidos políticos, que desde el gobierno o desde la oposición, han estado otorgando o exigiendo multimillonarias inversiones de muy baja productividad, sean éstas AVES sin justificación económica y con trazados que sonrojan al sentido común, aeropuertos que se quedan sin aviones al agotar las subvenciones a las compañías aéreas; autopistas sin tráfico que jamás cubrirán los costes de inversión y de explotación; parques temáticos que hoy son cementerios de cartón piedra; suelo urbanizable sobre el que no se construirá absolutamente nada en muchos años, o  puertos sin barcos. Se ha confundido inversión en investigación con construcción de edificios para investigar, y así nuestros jóvenes investigadores emigran igual que emigraban (no sólo ahora, repasemos las denuncias de los jóvenes becarios en estos últimos 15 años).
Da igual, todo este despilfarro se olvida.
Afrontarlo merecería respuestas demasiado complejas y responsabilidades demasiado compartidas y algo más de modestia. Significaría abandonar la fácil explicación de que casi todos nuestros problemas -el grave desempleo, la baja productividad y las dificultades para mejorar nuestra competitividad- se encuentra en nuestras leyes, en las normas laborales y por extensión en los sindicatos.
Explicación muy útil para exonerar de responsabilidades  a parte de la clase dirigente que en el pasado ciclo económico ha cometido serios errores, colectivos y particulares, por su incapacidad de fijar prioridades sociales, económicas y políticas, de impulsar y promover el tránsito desde un modelo productivo basado en el bajo valor añadido, escasa formación y bajos salarios, dominado por la pequeña empresa y dirigida al consumo interno, hacia un sistema productivo demandante de un mejor sistema educativo, de mayor innovación, de mayor esfuerzo en investigación, de más internacionalización, de mayor tamaño de las empresas y alianzas, y que finalmente ha terminado por dilapidar los mejores años de nuestro crecimiento económico.
Para este objetivo se precisaba empleo estable, se necesitaban trabajadores motivados y comprometidos con el proyecto de su empresa, y se precisaban empresarios fiables y arriesgados. Políticos que tratasen a los ciudadanos como adultos a los que se les dice la verdad por muy cruda que sea. Medios de comunicación sin sectarismos descarados para que sus portadas no se escriban el día antes de la noticia. Se precisaba enterrar, de una vez por todas el combustible que ha movido este país en los últimos 15 años: el fácil discurso del agravio comparativo.
Pero también se precisaban patronales con objetivos más allá de reiterar año tras año la misma consigna, esté el país en crecimiento o en recesión; que por una vez asuman su cuota de responsabilidad en los déficits que denuncian porque, efectivamente, la tienen en las carencias de nuestra negociación colectiva y en los contenidos de los convenios o en el sistema de formación continua; con una relación más autónoma con el poder político y mucho más seguras de su propia capacidad de negociación, defensoras de su autonomía como agentes sociales, como en todos los países de nuestro entorno. 
También los sindicatos debemos analizar con rigor cuál ha sido nuestra actuación, preguntarnos con valentía si nuestras prioridades, durante el pasado ciclo de crecimiento económico, han recogido y expresado los cambios que nos demandaba la nueva realidad en las empresas y en los sectores. Preguntarnos por qué ha sido tan difícil, precisamente en la fase de fuerte crecimiento, reforzar y reformar la débil estructura de la negociación colectiva. Y preguntarnos si hemos sido capaces de ajustar, con la precisión necesaria, las prioridades y demandas de los colectivos de mujeres, jóvenes, becarios, eventuales o trabajadores de pequeñas y pequeñísimas empresas.
Somos conscientes de que también en el sindicalismo tenemos asignaturas pendientes, muchas de ellas comunes a la mayoría del sindicalismo europeo: es necesario afrontar una cambiante realidad que reclama, y seguirá reclamando, nuevas políticas sindicales, que deberían orientarse a conseguir mayores niveles de participación de los trabajadores y trabajadoras, a la implicación en la marcha de la empresa y en la organización del trabajo, hacia los nuevos sistemas de retribución más flexibles y hacia mayores compromisos de los trabajadores con la formación permanente. Y somos conscientes también de la necesidad de cambios en las estructuras organizativas para que respondan con eficacia a las nuevas demandas de los trabajadores y trabajadoras a los que aspiramos  representar.
Los sindicatos hemos dado ya unos primeros pasos, difíciles, costosos y no fácilmente entendidos por amplios sectores de la sociedad. Lo hemos expresado, primero, con el Acuerdo de Pensiones y, hace escasas semanas, con el AENC II. Un acuerdo que supone un acta del compromiso sindical con el empleo, que modifica y adapta lo pactado hace dos años en respuesta  a la nueva realidad de crisis y desempleo, y que en muchas de sus materias, representa un cambio brusco de las tradicionales aspiraciones sindicales: moderación de rentas, vinculación de salarios a la productividad, acuerdo sobre mecanismos de mediación y arbitraje o introducción de nuevos mecanismos de flexibilidad interna.
El Gobierno no ha querido valorar este compromiso solamente unas semanas antes de aprobar su Reforma Laboral, y ha despreciado un instrumento que impulsaba el cambio cultural en las relaciones laborales e industriales, y un método, el diálogo y  el acuerdo, siempre mucho más eficaces que su imposición.
Estamos a tiempo de corregir el camino andado, el del miedo en las empresas, el tiempo de la desconfianza, el de los previsibles abusos, el del enfrentamiento y la conflictividad laboral y social, inevitables si se sigue sin corrección en el camino ahora emprendido.
La gravedad de la situación exige el compromiso de todos los sectores de nuestra sociedad, políticos, económicos, sociales. Precisamos de menos altanería, menos sectarismo, menos verdades inmutables; en una palabra, menos autosuficiencia. Porque las soluciones vendrán de la suma de esfuerzos, de una mayor credibilidad, de una  sincera y real explicación de las causas de la crisis, y para ello necesitamos más generosidad, modestia y humildad, virtudes poco comunes en nuestro quehacer político como país, pero bases imprescindibles hoy para generar el necesario clima de confianza social. Es lo que con contundencia demandó el pasado 29M, en el cierre de la multitudinaria manifestación en la Puerta del Sol de Madrid, el Secretario General de CC.OO. Ignacio Fernández Toxo con su propuesta al Gobierno, a la CEOE y a los grupos políticos del Parlamento, de un PACTO GLOBAL POR EL EMPLEO Y LA RECUPERACIÓN DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA.
No haría bien el Gobierno manteniendo actitudes que pretenden expresar autoridad y en el fondo esconden debilidad,-la de ser valiente con los débiles y sumiso con los fuertes- si no negocia y corrige la Reforma Laboral y la reorienta hacia la suma de voluntades y al Pacto Social; porque de ésta crisis no saldremos sin altas dosis de humildad y de dialogo.