jueves, 30 de octubre de 2014

DOS DÍAS, UNA NOCHE


Se está proyectando en los cines de nuestro país la hermosa película Dos días, una noche, escrita y dirigida por Jean-Pierre y Luc Dardenne. Con un argumento sencillo y real como la vida misma, la última película de los hermanos Dardenne muestra, mejor que decenas de ponencias, la compleja realidad del mundo del trabajo enla Europa de hoy. 

De manera especial trata la realidad laboral de muchas pequeñas empresas donde no existe organización sindical que pueda mediar y canalizar el conflicto de forma colectiva, quedando así solo la relación individualizada y muy desigual de cada trabajador con su empresa.

La película nos muestra las contradicciones entre los intereses individuales y los colectivos. Cómo la crisis y el paro pueden hacer perder la confianza y debilitar la dignidad de las personas. En la película no hay juicios de valor, ni buenos ni malos, sólo realidades, necesidades, prioridades y miedos.  

La historia es muy simple: los jefes de Sandra, una trabajadora belga de una pequeña empresa manufacturera deciden despedirla ante las dificultades económicas que vive la empresa. Pero, en lugar de asumir la responsabilidad de la decisión, presentan al resto de la plantilla la posibilidad de que si la mayoría vota a favor de renunciar a la paga anual de mil euros que estaba comprometida, Sandra puede mantener su puesto de trabajo. 

La trabajadora, animada por su marido y una compañera de trabajo, tiene un fin de semana, Dos días y una noche, para tratar de convencer a la mayoría de sus dieciséis compañeros de trabajo para que el lunes voten rechazar el cobro de los mil euros para evitar su despido. 

No es mi intención explicar más el argumento, sólo decir que la película muestra sin exageraciones ni panfletos, el dilema que hoy se vive en el mundo del trabajo, cada día más fragmentado y dispar donde convive la realidad de las grandes empresas y los sectores públicos con negociación colectiva y representantes sindicales con la realidad, cada vez más numerosa en Europa, de millones de trabajadores y trabajadoras de pequeñas empresas sin convenio, sin presencia sindical y sin derechos.

Más allá del resultado final de la votación, si Sandra gana o pierde, si consigue conservar o no su puesto de trabajo, la película nos muestra un magnífico ejemplo de dignidad obrera, de valentía y de resistencia frente a la adversidad

La lección no la determina el resultado final, sino la difícil decisión de luchar por conseguir la solidaridad de sus compañeros y mantener su puesto de trabajo. O mejor dicho, la valentía para conseguir la conciencia de grupo, esa conciencia que durante décadas ha sido la esencia y la principal base que ha permitido a los trabajadores y trabajadoras construir y mantener sus organizaciones sindicales y la lucha por la conquista de los avances vividos en derechos, mejora de las condiciones de vida y trabajo y progreso social. 

Hora y media de película que pasa volando, pues describe esa geografía tan presente en nuestro mundo del trabajo real, pero al mismo tiempo tan ausente o disimulado por los medios de comunicación: el paro, la pobreza, la depresión, la solidaridad o el miedo. Es un valioso documento que va más allá de las historias habituales que presentan un mundo del trabajo compuesto por empleados irreales de sectores absolutamente minoritarios como los tecnológicos, los medios de comunicación, las finanzas o la moda. 

Por esto, como recomienda a sus alumnos el profesor de Derecho del Trabajo, Eduardo Rojo, en su artículo Dignidad, solidaridad, respeto, miedo, egoísmo, individualismo: el mundo del trabajo hoy”, hay que ver este película, donde “aunque no haya mucho contenido jurídico, hay mucha realidad social, mucho mundo del trabajo frágil y precario”. 

Creo que este consejo puede ser igualmente útil para aquellas personas comprometidas con la causa sindical y para quienes se preocupan por las relaciones laborales, pues encontrarán evidencia de que éstas son mucho más que leyes y normas, por muy importantes que éstas sean. 

Es determinante el factor humano, el que se teje desde las relaciones individuales y colectivas, que construye la unidad, el compañerismo y la solidaridad que han sido y son los cimientos del sindicalismo tan necesitado hoy de reforzar y tan imprescindible en las empresas para poder decir, como se oye en el final de película: “Hemos luchado bien”.

jueves, 23 de octubre de 2014

¡Cuidado, que nos pierde el sectarismo!

"La forma más segura de corromper al joven es enseñarle a apreciar más a los que piensan como él que a los que piensan de manera diferente" (Nietzsche)

Quizá la historia explique nuestras malas formas de hacer política, que están marcadas por el sectarismo. Sin él, difícilmente podrían entenderse los desgraciados episodios históricos y las dificultades que demostramos ante la regla básica de la democracia que es respetar la opinión del contrario. 

Sectarismo patrio es lo que vemos a diario en tantos medios de comunicación a la hora de dar y valorar las noticias en función de si son amigos o no. Lo apreciamos en artículos de opinión, llenos de ofensas indisimuladas o en las tertulias garbanceras y pseudopolíticas, cargadas de sarcasmos e insultos. Si alguien cree que los adjetivos empleados en estas líneas son exagerados, solo debe leer, escuchar y analizar las informaciones y opiniones que cualquier día son arrojadas en la arena de esta gran plaza de toros que es España.

Ese sectarismo facilita la ausencia de autocrítica en la función pública y permite explicar el fracaso siempre desde razones ajenas, endosando la responsabilidad al otro con el “tú más”, lo cual nos impide apreciar y valorar con valentía y sin reservas el éxito de nuestros competidores, siempre sospechosos de todo lo peor y merecedores de las descalificaciones más contundentes.

Nuestra particular cultura política hace que el acuerdo sea una excepción que genera decepciones y rupturas en las organizaciones. En cambio, el enfrentamiento, la confrontación y el enemigo externo se convierten en ese tan preciado bálsamo para la cohesión interna y facilita aparentar firmeza, cuando a veces no es más que disimulo y miedo a compartir riesgos y también soluciones. 

Ese conmigo o contra mí imposibilita ver y atender la compleja realidad que está llena de matices y grises que van más allá del radical blanco y negro. Así es difícil imaginar una solución a los problemas que exige solidaridad, diálogo y suma de esfuerzos, algo imposible de ver con esos anteojos que dañan la convivencia, paralizan la inteligencia política e impiden la modestia necesaria para afrontar los muchos retos que debemos resolver: la crisis económica, el desempleo, el paro juvenil, la enseñanza, la mejora de la productividad o la desconfianza hacia la política y las instituciones. 

Unas formas políticas que describió bien Daniel Innerarity con su habitual brillantez en el articulo La posibilidad de entenderse (El País 22 de febrero de 2006) donde dice: "La incapacidad de ponerse de acuerdo tiene no pocos efectos retardatarios, como los bloqueos y los vetos, pero sobre todo constituye una manera de hacer política muy elemental, a la que podría aplicarse aquella caracterización que hacía Foucault del poder como “pobre en recursos, parco en sus métodos, monótono en las tácticas que utiliza, incapaz de invención".

Se trata de una forma de hacer política que describe bien la actuación del Gobierno de España en el conflicto catalán, que por estar inflado de pasiones y emociones, es un campo ideal para el sectarismo de muchos españoles con todo aquello que tenga que ver con Cataluña.

Cuidado, pues con el sectarismo ha demostrado ser capaz, no solo de anular la inteligencia, sino incluso la pura percepción de los datos más elementales. Ésta debería ser la primera preocupación del Gobierno de España, quien debería hacer oídos sordos a quienes apelan a órdagos y nos amenazan con las siete plagas si se reforma nuestra Constitución, aunque fuera para hacerla más adaptable a las exigencias de una realidad social y política que ha cambiado y para garantizar la convivencia. 

La preocupación para evitar que se extienda y se pueda enquistar el sectarismo en generaciones de la sociedad catalana y hacia el resto de España debería ser también la prioridad del señor Mas y del conjunto de fuerzas políticas y sociales catalanas que lideran el movimiento independentista. 

Porque sabemos --negarlo sería una irresponsabilidad-- que hoy estamos viviendo en el mejor campo para que florezca el virus del sectarismo y que estamos demasiado cerca de prácticas que siempre han sido el abono que mejor lo potencian: la simplificación de argumentos, el cliché de buenos y malos, la exhibición de superioridades morales, el desmesurado apasionamiento con "la causa" de algunos medios de comunicación y en particular los públicos. Y lo más determinante, la melancolía que provoca la frustración por tacticismos y alternativas políticas sin salida.



En todo caso, solo decir: ¡cuidado!, que no nos pierda una vez más el sectarismo. Porque ya sabemos que al final la cabra siempre tira al monte. 

jueves, 9 de octubre de 2014

EL ESTRAPERLO POLÍTICO CON EL 9 N

Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL


Estraperlo era como se denominaba a una ruleta eléctrica trucada que en los años treinta dos holandeses trajeron a España. Su control quedaba asegurado mediante el accionamiento de un mecanismo que garantizaba que la banca siempre ganara y nunca arriesgara. El nombre proviene del acrónimo de la fusión de esos dos pillos, Strauss y Perlowitz, que la quisieron extender en nuestro país y que tantos dolores de cabeza trajeron a los políticos de la Segunda República.

Como estraperlo o ruleta trucada podríamos calificar el resultado del Consell Nacional del pasado domingo de Unió Democrática de Catalunya cuando, tras horas de debate, resolvieron que “no se pronuncian sobre si están a favor de la independencia o no”. Como si no fuera la decisión política más transcendente en décadas y el eje que determina y determinará cualquier proyecto político en Cataluña. Lo dejan a la libre opinión de sus militantes, simpatizantes y electores.

Sabemos que hoy, para un partido político y su programa de acción, no hay pregunta más necesaria que definir si apuesta, trabaja y milita por una Cataluña independiente o no. 

UDC y otros partidos políticos pueden hoy estar en el mismo dilema: o, por una parte, saben que no se va a producir la votación y no quieren desgastarse o, por otra, son conscientes de que el riesgo no está en defender el derecho a preguntar.

Saben que la zona caliente está en la obligación de responder sí o no a la independencia, y arriesgar, como se emplaza a que arriesgue al conjunto de la sociedad catalana cuando se le convoca el 9N.

Por esto creo que es estraperlo político. Al igual que aquella ruleta trucada que no tenía riesgo para una banca que siempre ganaba. El Consell de UDC ha preferido no arriesgar y renunciar a la función que le es propia como partido político: la de aspirar a liderar con sus propuestas e iniciativas la acción política. Si es que aceptamos que un partido político no es un club de debate. Si aceptamos que un partido político no es solo la suma de las opiniones de sus líderes por muy carismáticos y prestigiosos que puedan ser y que, en este caso, lo son. Y si aceptamos que un partido político es algo más, y para ello tiene unos órganos de dirección que elige democráticamente donde se construye la opinión colectiva y la síntesis desde donde la sociedad le da su confianza o no.

Lo preocupante de este estraperlo político es que han dejado sin una referencia imprescindible, la de UDC, para el sí-sí o para el sí-no. Porque es ahí donde está la esencia y donde se juega, o se jugará en el futuro, la final. Es ahí donde está el debate en Cataluña y no en el no radical “de dejar las cosas como están”, como nos comunicaban con grandilocuencia lo que habían decidido en el Consell Nacional.

El debate real en la sociedad catalana, más allá de leyes y tribunales, está y estará en independencia sí o no. Y en este debate, UDC, como fuerza política, estará ausente. Y esto no es una buena noticia. Ni es un buen ejemplo para aquellos ciudadanos y ciudadanas en Cataluña que reclamamos un debate abierto, democrático, dentro de la ley y liderado con rigor por las fuerzas políticas y en las instituciones.

Pero lo más decepcionante, incluso más que la renuncia a aportar su opinión en el debate, es el argumento y las razones que han aconsejado a este partido político no tomar ninguna posición sobre votar sí-no o sí-sí. Que como nos han informado, son el temor a dividir y fracturar la organización donde, dicen, conviven diversas y distintas opiniones.

Lo ha explicado, como nadie, Josep Antoni Duran i Lleida en su carta semanal del pasado 3 de octubre, “El posicionamiento de nuestro Consell Nacional tiene que permitir que todo el mundo se pueda identificar. Sería un error histórico, de un partido histórico con consecuencias históricas. Vaya, lo que más desea una parte del Estado y otros que no son el Estado: que una vez roto el PSC, también se rompa Unió”.

En otras palabras, lo que se ha acordado es: "si sale con barbas, San Antón y si no, la Purísima Concepción". Y en este caso, mencionar a los santos no pretende ser ironía.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¡CATALANS!: Por favor, debatamos antes de que nos pille el tren

Hoy podemos decir, sin duda alguna, que la táctica que ha venido desarrollando el movimiento independentista en Catalunya ha sido brillante y que merece un 10, dado que ha conseguido invertir a favor de su causa,  en menos de cuatro años, las encuestas de opinión. 

Ha sabido llegar a los marcos mentales (“frames”, concepto acuñado por George Lakoff, lingüista y profesor de la Universidad de Berkeley, en a su libro “No pienses en un elefante”) de la mayoría de la ciudadanía en Catalunya,  consiguiendo lo más difícil a la hora de construir un proyecto: que, los convocados a la movilización y a la acción,  sientan la épica y el convencimiento de que están haciendo historia. 

Ha sabido aprovechar a su favor los fuertes aires resultantes de la grave crisis económica que vivimos, presentándola no tanto como el resultado de unas malas políticas de derechas o izquierdas, sino como responsabilidad del gobierno español, obviando así toda responsabilidad, con estas políticas, de CiU. Ha sabido aprovechar el desprestigio de los políticos, la indignación por los recortes, el deterioro de la marca España, los errores garrafales y el electoralismo a la hora de tratar los problemas territoriales por parte de las fuerzas políticas y los gobiernos de España. Ha aprovechado también la manifiesta inquina que desprenden los medios de comunicación de la derecha española más extrema hacia Catalunya y los catalanes. Medios que son presentados como la voz de España o de los españoles,  cuando no son más que una minoría,  aunque con potentes altavoces. 

Y, todo hay que decirlo, han contado con la ventaja posicional que representa la ausencia durante meses de la izquierda social y política catalana en el campo de juego del debate. Consecuencia de sus dudas, complejos y contradicciones a la hora de contraponer argumentos y debatir alternativas a la independencia, dejando así el atril a la derecha centralista con argumentos que hacen sonrojar a un demócrata. O en manos de algunos con posiciones que destacan por su extremado ataque a derechos inalienables de la lengua y la cultura catalana, lo que ha representado el mejor regalo para el independentismo.
  
Un silencio, el de la izquierda social y política, que le ha llevado durante demasiado tiempo: a unos contemplar el baile de la fiesta por la independencia desde el balcón con las manos en la cabeza de preocupación  y a otros a responder con medias palabras, argumentando que aún no toca el debate sobre independencia, no toca debatir sí o no. Sentados y tristes en un rincón de la plaza, para que nadie diga que no están con la mayoría social, pero sin bailar, o bailando solos, porque, aunque el cartel de la entrada anuncie "por el derecho a decidir”, la música, la letra, el baile, la alegría y el entusiasmo del público, como repiten insistentemente por la megafonía, responde al son de la independencia.

El otro gran acierto del independentismo, que merece otro diez en táctica, ha sido, cuando se anuncia y se presume por tantos foros la muerte de las ideologías, el haber sabido crear e impulsar instrumentos y plataformas a favor de la independencia que permitieran disimular al partido hegemónico en este proceso, ganando a la vez la prestigiosa y cotizada marca de “trasversales” y de “sociedad civil” y superar, como tantos predican, la tan dichosa división de derechas e izquierdas. Hoy lo que toca y manda es algo más potente y menos terrenal: el patriotismo y  “la libertad de un pueblo”.

Por esto vemos en los balcones, en las fiestas mayores de las ciudades y pueblos, en los pasillos de los institutos o de la universidad de Catalunya, la movilización por la independencia, un movimiento que ha sabido encontrar ese lenguaje positivo y amigable, para los marcos mentales de una sociedad  democrática,  como son “votar es democracia”, “democracia frente a leyes”, “independencia es futuro”, “España es el pasado” y etc, etc.

El mensaje positivo que ha sabido construir el independentismo, debido también a la ausencia de un debate de lo sustantivo sobre la independencia, sus contenidos y consecuencias, merece ser respondido por algo más que las consignas, tristes y grises, como son: la ley, los fiscales y la nada movilizadora “todo está bien y no hay nada que tocar” del Partido Popular. Porque aquellos catalanes que no compartimos la opción de la independencia, que creemos que sería un error, subrayo un error no un delito, necesitamos, porque somos los primeros interesados, se vote o no el 9 de noviembre, que de una vez por todas se abra el debate en serio con propuestas, positivas y también ilusionantes. Contraponiéndole un proyecto real  de reformas profundas que permita un debate real más allá de las emociones y más propio del Siglo XXI en una sociedad moderna, como es Catalunya, que no necesita ir a encontrase a si misma en los romances de tres siglos atrás.

Es urgente abrir el debate real, no se puede secuestrar por más tiempo la discusión  sustancial, que no es otra que el sí o no a la independencia, y ahí están llamados, no pueden esperar más para hablar y dar su opinión, los grandes, medianos y pequeños empresarios, los colegios profesionales, las universidades, las patronales con sus empresas etc. No pueden esperar más los sindicatos para abrir al debate en sus estructuras, con sus afiliados y con los trabajadores en las empresas. 

Debatamos por favor, al menos para evitar que cuando llame a mi puerta algún voluntario de la ANC estas próximas semanas para preguntarme qué Catalunya quiero para el futuro, yo haya podido leer, estudiar y escuchar algo más que la propaganda de colorines de unos y el BOE de otros. 

Por favor, abran los medios de comunicación públicos y privados el debate de lo sustantivo y abandonen el espectáculo en sus tertulias. Elaboren estudios, contrasten  opiniones y análisis. Por favor, comportémonos como un país maduro y democrático.  Guarden los panfletos. Atrevámonos a debatir con rigor y libertad. Debatamos antes que nos pille el tren.
  


jueves, 4 de septiembre de 2014

Repsol, empresa que mejor concilia": un reconocimiento a los sindicatos




Joaquím González Muntadas 
Director de Ética Organizaciones SL



Un año más los medios de comunicación informan que Repsol es la empresa de España que más se ha destacado en la implantación de acciones para fomentar la diversidad y trabajar para la conciliación  y el equilibrio entre la vida laboral y personal de sus trabajadores y trabajadoras. Digamos que Repsol es la empresa donde, sin ser la perfección de nada, sus relaciones laborales expresan un serio esfuerzo por avanzar en el campo de la conciliación entre el trabajo y la vida personal. Algo tan imprescindible y, a la vez tan descuidado en la sociedad española, que provoca que seamos uno de los países de Europa más atrasados en materia de conciliación y horarios. Un déficit del que se habla mucho y se hace menos, y del que pagamos las consecuencias en nuestra calidad vida y de trabajo, también con la pérdida de eficiencia social y empresarial.

Aunque los medios de comunicación y las entidades que otorgan estos reconocimientos y premios nunca lo mencionen o lo desconozcan, el reconocimiento a la política laboral de esta gran empresa precisa ser complementado, y es bueno que se conozca, con el conocimiento del activo papel que han jugado CCOO y UGT a la hora de alcanzar estos objetivos. Pues desde los diversos ámbitos de participación sindical que existen en esta empresa cuyas relaciones laborales están fuertemente sindicalizadas y con unos altos índices de afiliación. Los sindicatos han intervenido con sus propuestas e iniciativas en la elaboración y puesta en marcha de forma muy activa de las mismas.

La positiva mención de "Repsol, la empresa que mejor concilia vida personal y laboral", debería ser un reconocimiento también a estos sindicatos por su capacidad de iniciativa y de propuesta que, junto con la indiscutible y especial sensibilidad de la Dirección de la Empresa en la gestión de las personas, son parte muy activa de los buenos resultados en esta materia.

Junto a ese merecido reconocimiento otorgado a "Repsol como primera empresa en conciliación en España" es de justicia que se valore una práctica sindical constante y valiente, realizada año a año, que ha sabido ir más allá de la rutina de la negociación colectiva que ha sabido construir propuestas innovadoras y ambiciosas en materias de igualdad, diversidad, conciliación, teletrabajo, capacidades diferentes, participación, salud y seguridad, organización del trabajo, estabilidad en el empleo, salario variable, política industrial. Una práctica sindical que no ha querido estar ausente en la los aspectos de la RSC, que aporta sus opinión y valoración a la Memoria SocialAnual y que ha creado una activa y estable Red Sindical de diálogo social con los sindicatos de los países latinoamericanos donde Repsol tiene centros de trabajo.

Una práctica sindical que ha sabido construir, desde la propuesta, la acción y la negociación, un particular y valioso instrumento como es su Acuerdo Marco, referencia de la negociación colectiva para el conjunto de las empresas que conforman este grupo industrial y a sus más de 17.000 trabajadores en España, que de no existir, es muy posible que las relaciones laborales y sindicales en este grupo industrial fueran muy distintas, en especial para muchos de los miles de trabajadores y trabajadoras de las empresas filiales que no pertenecen al núcleo principal (como sucede, en no pocos, grupos de empresas donde nada tienen que ver los derechos y política empresarial de quienes pertenecen a las empresas del núcleo, con el resto de filiales o empresas que componen el grupo empresarial).

Es obligado también reconocerle a la acción sindical su parte en el éxito porque nos permite ilustrar con precisión el valor del sindicalismo y tener un ejemplo más, entre los miles que se pueden encontrar, del liderazgo cooperativo y cercano a la realidad que precisa defender y conquistar nuevos derechos, tanto colectivos como individuales, que los cambios sociales y económicos y el en particular el mundo del trabajo demandan. Porque podrán surgir mil leyes, y buenas leyes, que hablen de políticas de igualdad y diversidad, que hablen de mil derechos, derecho a la conciliación, a la formación, a la información, etc., pero si no hay trabajadores organizados en sindicatos interesados y comprometidos en promoverlos, defenderlos y aplicarlos, muchas se quedarán en las puertas de las empresas y no germinarán en los centros de trabajo.

Por esto es bueno que se conozca el buen trabajo que realizan los sindicatos, en esta y en miles de empresas más. Estas actividades deberían explicarse más y mejor a la sociedad, porque ahí están también muchas de las respuestas a preguntas hoy tan de moda en algunos círculos, como: ¿para qué sirven, en estos tiempos tan modernos, unas organizaciones tan centenaria.

martes, 2 de septiembre de 2014

RSC, SINDICATOS Y ACUERDOS MARCO GENERALES

RSC, Sindicatos y Acuerdos Marco Globales



Joaquim González Muntadas 
Director de Ética Organizaciones SL


El sindicalismo empezó desconfiando de las iniciativas empresariales de “responsabilidad social” por su percepción, y muchas veces realidad, de que constituyen tan sólo operaciones de marketing como respuesta a la por lo general difusa exigencia de la sociedad en relación con los problemas medioambientales o sobre las condiciones de trabajo en las empresas de los países emergentes proveedoras de las multinacionales del mundo más desarrollado. Pero una vez más la vida se encargó de demostrarle también al sindicalismo que sólo con cautelas y denuncia de las malas intenciones del otro no se construye ningún proyecto ni es posible la iniciativa social.

Pronto una parte del sindicalismo entendió que esos compromisos unilaterales de algunas empresas, “voluntarios” los llamaban (como si los pactados no lo fueran), son también exigibles socialmente. Y se empezó a construir una nueva práctica sindical propositiva que ha culminado a fecha de hoy en unos 100 “Acuerdos Marco Globales” (AMG), suscritos por otras tantas multinacionales en el mundo, la mitad en el sector industrial. Acuerdos promovidos y firmados con las empresas por Federaciones Sindicales Internacionales, por las organizaciones sindicales de sus casas matrices, o por ambas. Unos acuerdos que suelen incluir en su ámbito de aplicación la empresa matriz y sus filiales y, en las mejores prácticas, también toda la cadena de valor. En su contenido recogen la revisión sindical de los compromisos empresariales de RSC, los sistemas de auditoría de los derechos en toda o parte de su cadena de valor y los órganos paritarios de seguimiento.

Unos 100 Acuerdos Marco, pero que sólo corresponden a un 1% de las multinacionales del mundo. En España tenemos el privilegio de contar con una experiencia que es hoy referencia en el sindicalismo mundial, me refiero al Acuerdo Marco con Inditex, firmado con la multinacional gallega creada por Amancio Ortega, y hoy presidida por Pablo Isla, con La Federación Sindical Internacional “IndustriALL Global Union” dirigida hoy por Jyrki Raina.

El paso de los compromisos empresariales unilaterales a los AMG no significa solamente ponerle la firma sindical al Código de Conducta. Supone también conferir al sindicato una posición, y una responsabilidad, distinta. Se ha pasado del necesario grito, de la denuncia, ante violaciones de derechos básicos cuando se producen, y se conocen, a asumir por parte sindical la responsabilidad de participar en la prevención de tales violaciones, a tener una activa intervención en el seguimiento de las condiciones de trabajo en las cadenas de producción de las multinacionales. Ello exige instrumentos pactados con éstas para que el sindicalismo organizado pueda acercarse a su cadena de valor, se le abran puertas para que sean los propios trabajadores de esta cadena los que se organicen solidaria y coordinadamente, y puedan contribuir a tales objetivos. Si hiciera falta algún ejemplo de ello, de nuevo Bangladesh viene a dárnoslo. En el sector textil-confección la puesta en práctica del ACCORD suscrito con IndustriALL y UNI por parte de 160 multinacionales ha significado ya multiplicar por 5 la afiliación sindical en este sector de este país tan martirizado por la irresponsabilidad y la codicia de sus instituciones y de muchos de sus empresarios. 

¿Pero, por qué sólo un 1% de las multinacionales? Cuando los contenidos, compromisos de RSC, y la implicación sindical que pueden representar los AMG, parece que deberían interesar a todas las multinacionales y a todos los implicados, pero en realidad no es aún así. En mi opinión ello no se debe tanto a que algunas multinacionales consideren la política de RSC solamente como una operación de marketing, que aún las hay, sino que no han entendido o no participan del sentido de la corresponsabilidad sindical, probablemente lo mismo que seguramente debe suceder en otros ámbitos más inmediatos en la propia empresa y en el día a día en su relación con las organizaciones representativas de los trabajadores. O, también se da el caso, porque las estructuras sindicales, empezando por las de la casa matriz, no han entendido, aún, cuánto les interesa la defensa de los derechos del trabajo en el mundo, y no sólo por solidaridad, sino también para proteger sus propios derechos. 


En un mundo cada día más globalizado, con estructuras de producción y comercio cada día más internacionalizadas, es evidente la carencia de un ordenamiento jurídico internacional eficaz, es decir con instrumentos coercitivos capaces de hacer frente a las violaciones de los derechos humanos. Existen ciertamente los Convenios de la OIT, pero ésta es impotente para hacer frente a sus violaciones. Sólo la Organización Mundial del Comercio podría intervenir eficazmente para bloquear el comercio de productos sin garantías laborales o medioambientales en su fabricación. Pero hasta ahora no quiere. 


domingo, 31 de agosto de 2014

Hablemos de la patronal


Joaquim González Muntadas
Director Etica Organizaciones SL


Día a día oímos y leemos desde múltiples y diversos foros propuestas y opiniones de cómo deberían ser y qué deberían hacer nuestras organizaciones sindicales para mejorar su función. Y si escuchamos con atención a algunos líderes de CCOO y UGT podríamos afirmar que hay conciencia en el mundo sindical de la necesidad de actualizar sus programas, repensar sus medios y revolucionar las formas con las que relacionarse mejor con su afiliación y poder garantizar mejor la participación de los trabajadores y trabajadoras en los centros de trabajo.

Pero al mismo tiempo, lo que no deja de ser sorprendente, podemos comprobar lo poco que se opina, se escribe y analiza sobre la actividad patronal y la parte de responsabilidad que tienen estas organizaciones en las serias limitaciones que padecen nuestras Relaciones Industriales y Laborales de las que son también protagonistas principales. 

Se analizan poco las consecuencias, para unas relaciones industriales maduras y entre los representantes de las empresas y los de los trabajadores, del muy escaso interés que expresan la mayoría de los empresarios por la función y actividad de las asociaciones patronales que les representan, como reflejan de forma clara las encuestas de opinión empresarial. 

Tampoco se aborda qué significan las bajísimas tasas de afiliación a las patronales, exceptuando contados casos. La baja afiliación, la poca implicación y la cooperación entre empresas es una expresión más de la sociedad española poco amiga del asociacionismo. Desconfía de todo aquello que significan estructuras estables de representación, ya sean partidos políticos, sindicatos, patronales, asociaciones o entidades mil, lo que se acentúa si además éstas requieren una adhesión estable y el pago de una cuota.

Es preciso hablar también, y sin compasión, cómo se habla desde todos los sectores de opinión de las organizaciones sindicales, de los errores y de los aciertos de la patronal si queremos mejorar nuestras relaciones laborales. Es preciso hablar de su parte de responsabilidad en las dificultades que impiden modernizar nuestras relaciones laborales o sobre la escasa independencia de muchas patronales del poder político de sus respectivos territorios.

Es necesario hablar de esos pequeños y particulares intereses de algunos sectores patronales que han imposibilitado durante décadas, y seguirán impidiendo si no se corrige, la necesaria reforma de la vieja y disgregada negociación colectiva, dificultando además la desaparición de miles de minúsculos convenios provinciales vacíos de contenido. Esto ha supuesto graves impedimentos para la necesaria construcción de amplios convenios colectivos sectoriales que posibiliten, combinados con la negociación de determinadas materias en las empresas, modernizar y superar una negociación colectiva con miles de convenios colectivos vacíos de contenido. 

Es conveniente no olvidar que la única razón de existir de éstos es el interés en mantener asesorías y asesores patronales enemigos de las relaciones laborales basadas en la participación, el diálogo y la mediación en el conflicto de los agentes sociales, un tejido asesor cuya razón de ser se halla precisamente en la judialización de los conflictos.

Es necesario hablar también de la importante e irremplazable función social que tienen que tener en una democracia avanzada las organizaciones patronales. Así como valorar y reconocer socialmente el esfuerzo que realizan miles de empresarios y empresarias que ponen a disposición su tiempo y los recursos de sus empresas para ejercer la función de representar a las empresas de sus sectores y territorios. 

Y es necesario, porque los cambios económicos y sociales lo demandan y los nuevos retos lo exigen, que el mundo patronal español afronte también sus reformas, que repiense sus actuales estructuras, como algunos lo están haciendo ya con fusiones y alianzas. 

Es necesario que los empresarios más innovadores y con más éxito de cada sector se impliquen en sus organizaciones patronales, como es habitual en la mayoría de los países europeos, como una expresión más de su responsabilidad social empresarial con la articulación democrática de la sociedad. 

La pregunta es si la patronal española está también revisando su función, en unos momentos en los que por diversas razones la gran mayoría del tejido asociativo político y social de nuestro país se están mirando hacia adentro para reconocer sus déficits y acometer sus reformas. 

La duda razonable está en si habrán dirigentes empresariales, igual que lo son algunos líderes sindicales, que sean conscientes de la necesidad que tiene el mundo patronal de actualizar el discurso, de repensar sus medios, de revolucionar sus formas, para garantizar el interés y la implicación de la mayoría de los empresarios. 


viernes, 8 de agosto de 2014

EMPODEREMOS A LOS TRABAJADORES EN LAS EMPRESAS

Joan Coscubiela en su excelente ponencia “necesidad, legitimidad y utilidad del sindicalismo” nos invita a reflexionar desde una batería de interrogantes, que confirman la fuerza y el poder que tienen las preguntas como herramientas para la investigación y la innovación.

Una pregunta directa y descarnada que formula es: ¿es útil hoy el sindicato?. Mi respuesta y la de muchos ciudadanos será, por experiencia propia e ideología, un rotundo sí. Pero la matizamos, para hacerla más adaptable a la reflexión y nos preguntamos si los trabajadores y las trabajadoras perciben hoy la utilidad del sindicato, posiblemente la respuesta será un mayúsculo: Depende.
Dependerá del ámbito profesional y laboral en el que se encuadré el trabajador y trabajadora, del sector y de la empresa y también de lo que entienda de la función de un sindicato. Sabemos que hay amplios sectores de la sociedad que pueden identificar más a otras organizaciones sociales y políticas como protagonistas en la lucha por la justicia social y contra las desigualdades, aunque vean al sindicalismo compartir plazas y calles en sus luchas y objetivos, lo que probablemente puede expresar que el trabajo y sus condiciones colectivas, para una parte importante de la sociedad, han dejado de ser la base donde se dirime la lucha por la transformación social y que el empleo ya no es la base de la ciudadanía portadora de derechos y obligaciones.

La condición de trabajador ha perdido fuerza en favor de otras identidades "no materiales": raza, género, edad o territorio. Identidades, que para muchos ciudadanos y trabajadores con media y alta cualificación, generan mayores estímulos que el empleo y las condiciones de trabajo para acudir a la acción colectiva ya que entienden más útil el ámbito individual para la defensa de su profesionalidad que el colectivo, al que identifican con los trabajadores de mas baja cualificación, precarios o fuera del mercado de trabajo y al sindicato más en la acción social y política, que es lo que transmiten los medios de comunicación.

Tenemos un sindicalismo institucional y socialmente fuerte, y menos fuerte dentro de las empresas, desorientado en la nueva empresa pos-fordistas, donde no ha conseguido como la mayoría de la izquierda pasar de discusiones nominales sobre la globalización, el cambio tecnológico o la flexiseguridad, etc, sin situar una nueva tabla programática y reivindicativa donde alinear la acción más allá de la resistencia.

El cambio en las empresas se ha hecho sin una atención sindical suficiente y desde un pensamiento neoliberal cuyo objetivo es marginar al sindicalismo de los centros de trabajo y de las nuevas formas de gestión, y hacerlo prescindible para amplios colectivos de trabajadores y trabajadoras. Hay muchas empresas donde lo importante sucede al margen de la representación sindical, como la gestión de las carreras profesionales, la retribución por objetivos y resultados, las nuevas formas de comunicación abiertas y verticales entre las personas, borrando jerarquías y generando nuevos e informales liderazgos, el impulso del emprendimiento interno, las encuestas de clima laboral y los procesos de feedback, el voluntariado corporativo en el que participan cientos de trabajadores y trabajadoras, la acción social o la información sobre las políticas de Responsabilidad Social.

La pregunta es qué papel aspira a jugar el sindicalismo en las grandes y medianas empresas -que son la base de su afiliación - que desde canales y formas nuevas se promueve la participación de amplios colectivos dejando fuera a los representantes sindicales cuya función se reduce a representar sólo a una parte de la plantilla y a negociar solo cuando la situación es de crisis.

Hemos concedido un débil valor a la participación en la empresa, como lo demuestran los escasos resultados en la negociación colectiva en esta materia, quedando incluso sin desarrollar en la gran mayoría de convenios colectivos los tímidos avances que en materia de participación se han ido incorporando durante décadas en los Acuerdos Confederales.

Ese débil interés por conquistar espacios de participación en la empresa no deja de ser un contrasentido cuando hoy el "empowerment" ha entrado hasta lo más profundo del pensamiento de la izquierda y es el centro de los ámbitos políticos, sociales y culturales. Como dice Ignacio Muro, refiriéndose a las relaciones laborales en su libro imprescindible "Esta no es mi empresa", el “empoderamiento” del trabajo es una prioridad que significa que generar influencias es necesario para ser reconocido y respetado ya que, ma
́s que nunca, tener poder vale la pena".

Creo que, sin abandonar un ápice la acción sociopolitica, una prioridad del sindicalismo está en conquistar poder en las empresas y en los centros de trabajo, precisamente allí donde más le molesta y le teme la derecha conservadora y al poder económico. 



jueves, 17 de julio de 2014

Un Seat 600 a 140 pesetas. La transparencia y la participación una prioridad en las empresas



Pocas veces he oído explicar con tanta claridad pedagógica la dimensión y profundidad del cambio social, económico y cultural que ha modificado los comportamientos y costumbres individuales y colectivas, y que ha transformado los servicios, los productos y las formas de producirlos, como cuando escuché a Joan Majó, hace doce años, con ocasión de su conferencia en la Escuela de Verano de CCOO de Catalunya.

Para explicarlo, el conferenciante utilizó el ejemplo de su experiencia profesional cuando creó su primera empresa de ordenadores en Barcelona. Nos contó que en los años 80 el precio de un BIT para almacenar información era de un céntimo de dólar, mientras que en el año 2002, el coste aproximado era de una millonésima parte de dólar", o que "un ordenador IBM Mainframe, que costaba 10 millones de dólares en el año 1975, tenía la misma capacidad que su actual ordenador portátil, de menos de 2.000 dólares".

Para concluir comparó la evolución de la informática con el sector del automóvil con el siguiente ejemplo: "un Seat 600 cuyo precio en los años setenta era de 65.000 pesetas, en 2002 sería de 140 pesetas", y hoy, doce años después, seguro que no alcanzaría centésimas o milésimas de peseta.

Este cambio ha revolucionado la ecuación clásica de la economía sustentada sobre materia prima, mano de obra, energía y capital, todos ellos recursos limitados y no compartibles, a los que se ha añadido un factor nuevo e inmaterial: el conocimiento y la información. Un recurso, que al contrario de los anteriores, por ser ilimitado y compartible, cambia el sentido de la propiedad y, con ello, el derecho al acceso universal que ha sido la base que ha impulsado la globalización de los mercados y el cambio económico, social y cultural. Es la base que ha representado la desaparición de las distancias y las fronteras para todo aquello que pueda viajar en forma de bits, gratuita e instantáneamente, como sucede con el dinero y la información, también de difícil control.

La pregunta que cabe plantearse es si no habrá sido nuestra limitada capacidad para comprender este cambio una de las razones principales que explican las dificultades que padecen algunas de nuestras organizaciones, instituciones y empresas. No haber entendido, ni sabido o podido otorgar al conocimiento y a la información el valor que exige el cambio. No haber invertido en ello y haberdescuidado la formación, lo que debería ser la principal prioridad social de las administraciones públicas, de las empresas y también de  los trabajadores y las trabajadoras. Y no es precisamente un dato esperanzador que casi la mitad de las empresas españolas redujeran la inversión en formación durante el 2013, según la encuesta de Adecco Training,

La pregunta sigue siendo si algunos de nuestros problemas de hoy no son también el resultado del carácter y las formas de gestión individualistas -arrogantes, soberbias e incapaces de generar objetivos comunes entre sus miembros- que practican muchas de nuestras instituciones, organizaciones y empresas, justo lo contrario de lo que exige este cambio que reclama nuevas formas de comunicación, capacidad de compartir información, formación permanente y participación, que hagan sentir a sus miembros que el centro de la organización, de la empresa y de la sociedad son las personas.

Porque ahí está también el cambio pendiente en la mayoría de nuestras empresas y organizaciones, un cambio tan radical como el "Seat 600 a 140 pesetas". Un cambio que incorpore nuevas formas de comunicación, de aprendizaje y formación permanente, y también de implicación, porque ya hemos comprobado que la tecnología, y más las Nuevas Tecnologías Información Comunicación (NTIC), puede facilitar que las empresas sean más flexibles, pero siempre serán las personas a las que les corresponda cambiar las formas y valores.

Porque la Sociedad del Conocimiento en las empresas debería representar el triunfo de la inteligencia colectiva que precisa transparencia empresarial, con la información y prácticas de gestión que garanticen la participación de los trabajadores y trabajadores y sus representantes sindicales en la toma de decisiones, porque éstos son precisamente la principal fuente de creación de valor y los más interesados en el futuro de sus empresas.


Y por esto podemos ver que hoy una parte del sindicalismo europeo está situando como su principal prioridad reforzar la transparencia de las empresas y ampliar los derechos de información, participación en la gestión y en los beneficios  de la empresa,  aprovechando toda negociación para situar como principal contrapartida a todo sacrificio de los trabajadores la conquista de nuevos derechos de participación en los centros de trabajo, lo que la nueva realidad de muchas empresas exige y los avances tecnológicos facilitan.  

domingo, 15 de junio de 2014

CEOE, por ahí, no. Que no está el horno para bollos

La Patronal española CEOE ha vuelto a poner encima de la mesa un documento con sus ideas y propuestas que ha denominado  "Propuestas de CEOE para mejorar el clima de negocios y el entorno empresarial". Lo van a enviar al Gobierno tras el debate en sus organizaciones asociadas, aspirando  a que sus viejas propuestas en materia laboral sean traducidas  en leyes.  

Lo sorprendente ha sido  aparecer con estas propuestas extremas, al mismo tiempo que se inician conversaciones de diálogo con las organizaciones sindicales, para estudiar la posibilidad de que alcanzar un posible nuevo Acuerdo, que sirviera de referencia a la negociación colectiva para los próximos años, al finalizar la vigencia del actual II AENC, que supuso un serio y muy costoso esfuerzo de responsabilidad sindical, injustamente poco reconocido por parte de los poderes económicos y del propio Gobierno de Mariano Rajoy.  

La patronal española debería ser consciente del esfuerzo que ha representado el II AENC para CCOO y UGT cuyos equilibrios, tan difícilmente construidos en su negociación, se modificaron radicalmente pocos días después de su firma con la Reforma Laboral que decretó el Gobierno del PP siguiendo las demandas empresariales.

La patronal debería haber leído, aunque fuera sólo por profesionalidad, el amargo balance del resultado de la aplicación del II AENC en 2013 y 2014 que han hecho las Confederaciones Sindicales, CCOO y UGT, en los que, particularmente, se denuncian las deficiencias en las contrapartidas contempladas en el Acuerdo junto a la fuerte moderación salarial;  el incumplimiento, en muchas empresas, del compromiso de moderación en el reparto de beneficios y su reinversión productiva; el incumplimiento del impulso de los mecanismos de información y participación respecto al salario variable, o los referidos a la prioridad de mantenimiento del empleo impulsando fórmulas alternativas de flexibilidad interna como alternativa a la destrucción de empleo.

CEOE reclama “mejorar el clima de negocios y el entorno empresarial" con una vuelta más de tuerca a la Reforma Laboral, que ahonde el poder unilateral del empresario en la decisión sobre "la distribución irregular de la jornada, la movilidad funcional y el salario variable", “el periodo de prueba de un año, sin indemnización” o que “se desvincule para la calificación de nulidad de los despidos de las veracidad de las causas”, etc..

Unas propuestas de la patronal que han sorprendido y escandalizado a la mayoría de la sociedad española, pues en materia laboral pretende seguir insistiendo en la vieja concepción de unas relaciones laborales autoritarias, que no precisen diálogo y permitan tratar a las personas como una mercancía sin valor. 

Viejas propuestas, muy alejadas de la nueva concepción de la gestión empresarial y de la nueva organización del trabajo que están impulsando con fuerza las mejores de nuestras empresas, entendiendo que sus fortalezas están precisamente en la promoción del compromiso y la confianza de su gente, buscando mejorar la participación de sus trabajadores y trabajadoras, y no desde el miedo a poder ser despedidos sin garantías que son la base de las últimas propuestas de la CEOE.

Unas propuestas impropias, por no decir irresponsables, porque la patronal española es consciente de que algunas de ellas que responden a posiciones de extrema radicalidad, no caben en nuestro ordenamiento constitucional. Pero lo más negativo del documento de CEOE es la deslealtad y la grave distorsión que representa al valor de la autonomía de las partes y la negociación constructiva entre Patronal-Sindicatos, tan necesitada de reforzar en nuestro país. 

Lo más preocupante es la falta de conciencia de los  tiempos especiales que vive nuestro país, de la delicada situación que vive nuestra sociedad y en particular el mundo del trabajo, que aconseja no transitar por posiciones extremas. Vivimos momentos de extrema sensibilidad, en especial en los trabajadores y las trabajadoras, porque hay mucho desengaño acumulado sobre cómo se han gobernado las instituciones y mucha decepción  sobre cómo se han gestionado muchas empresas.

Frágiles momentos políticos, económicos y sociales que reclaman especial sensibilidad y moderación, en los que el buen tino debería ser el consejero principal  de todas nuestras instituciones y organizaciones sociales y políticas, y entre ellas, las organizaciones  patronales deberían ser una referencia positiva y no un agente más de agitación que nos sobra a toneladas. 

Así que por ahí no CEOE, que no está el horno para bollos.


viernes, 6 de junio de 2014

El riesgo de confundir los problemas y las soluciones

En Catalunya es recurrente oír en los últimos tiempos y desde diferentes ámbitos políticos independentistas el eslogan: "no hay solución a los problemas sociales sin independencia". Este  mensaje, potente y lleno de contenido, predetermina radicalmente una visión muy particular en dónde están los problemas sociales  y dónde, según estos sectores, está la única solución. Dicho sin rodeos, dicen: "sin independencia, nuestros males no tienen remedio", afirmación que es tanto como decir, y así lo está entendiendo una parte importante de la sociedad catalana, que en Catalunya no hay conflicto social porque es el conflicto territorial el que explica todas las injusticias en las que vivimos.

Pero, en cambio, más allá de los problemas reales que tenemos en Catalunya, la financiación o el respeto cultural, son dos ejemplos entre otros, que urgen su solución. La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas sabemos que hay conflicto social -y muy grave- para los trabajadores y las clases populares, aunque el discurso  independentista aspire a diluirlo en el conflicto territorial, explicando que los déficits que padecemos nosotros (Catalunya) son a causa de ellos (España) un peso muerto, del que una vez liberados, los problemas se irán resolviendo, ya que nuestros males se encarnan en la cultura española del pelotazo, la corrupción, la improvisación, la falta de diálogo, la chapuza etc, frente a nuestras señas de identidad positivas, últimamente tan repetidas por el President Mas en su constante identificación consustancial del carácter catalán y de Catalunya repitiendo "un proceso tranquilo como somos los catalanes", "democrático como somos los catalanes", "pacífico como somos los catalanes", y así un largo etcétera de tópicos y generalidades que expresan una "superioridad moral" que sólo sirven de auto afirmación (algo muy poco útil en la negociación de cualquier conflicto sea personal o colectivo).   

Por muchos esfuerzos que se quieran hacer, por muchos tópicos que se quieran usar para disimular las responsabilidades propias, sabemos que nuestro déficit en la enseñanza es el fruto de una política catalana elitista que ha beneficiado a la enseñanza privada. Que la degradación urbanística de nuestro territorio es el resultado de una política catalana que durante años ha favorecido la especulación. Que la deficiente atención a las personas dependientes es el resultado de unas prioridades, de la política catalana, donde no ha estado la protección a los colectivos más necesitados. Que las elevadas tasas universitarias, los escasos recursos a la investigación, las listas de espera y el deterioro en la sanidad pública, son responsabilidad de una política catalana.

Como sabemos que es responsabilidad de la política catalana la degradación de nuestras costas y la ausencia de política industrial. De igual forma, nadie más que sus propietarios son los responsables de la venta de la mayoría de nuestras grandes empresas catalanas. Y nadie más que sus directivos son los responsables de la ruina de algunas de nuestras cajas de ahorros, y no hace falta ir muy lejos para encontrar las explicaciones del estropicio de la gestión de nuestro sistema financiero.

Y también sabemos, que el problema central de Catalunya está en los centenares de miles de personas sin trabajo, en la desigualdad social, en los casos de desnutrición infantil, en el aumento de la pobreza. Sabemos que los déficits sociales en Catalunya, como en cualquier lugar del mundo, lo explican -se han explicado durante siglos- por un reparto injusto de la renta, por la desigualdad en las oportunidades y por las injustas políticas económicas y sociales. 

Por esto sería bueno que la izquierda social y política, favorable o no al derecho a decidir, no independentista, reflexionara para encontrar las razones y los errores cometidos – posiblemente uno de ellos ha sido colocarse de perfil- que explican que el único, o el más importante, elemento capaz de movilizar las energías y las esperanzas del pueblo catalán sea la independencia empujada por los valores de la derecha más tradicional.

Sería bueno que esta izquierda no independentista hiciera oír su voz contestando al discurso "no hay solución a los problemas sociales sin independencia", porque si entre lo trabajadores y trabajadoras calara el argumento de que solo en la independencia está la solución de los problemas, podría suceder lo mismo que en el cuento del bizco que veía doble, que cuando iba paseando tranquilamente por la  dehesa, vio “dos” toros bravos; salió corriendo y se acercó a “dos” árboles, pero se subió al que no era y en cambio le cogió el toro que sí que era. 

Confundir las causas de los problemas y por ello también sus soluciones es un grave error. Un error que la izquierda catalana y los sindicatos deberían intentar evitar, por el bien de los valores que les distinguen, subir al falso árbol de la independencia para salvarnos y  nos pille el  toro verdadero de los problemas sociales.