martes, 12 de marzo de 2013

LA REFORMA LABORAL:¿EL DIÁLOGO ES UN LUJO?




El gobierno y no pocas patronales creen que no es necesaria la regulación colectiva de las relaciones laborales en los sectores, que no son necesarios los convenios colectivos sectoriales, que tampoco se precisan normas acordadas entre la empresa y sus trabajadores, y entienden que, en definitiva, mantener un pesado y sofisticado sistema de equilibrios y reconocimiento mutuo, cuando tienen a su favor unos aliados tan potentes como la crisis, el paro y la reforma laboral, resulta innecesario, casi un lujo,.

La vía más rápida y segura para debilitar el convenio y a los agentes sociales que lo negocian es, como hace la Reforma Laboral, dificultar el protagonismo de éstos en aquellas empresas que deciden no aplicar partes del convenio colectivo, y romper el ya débil equilibrio que supone.

Dicho de otra forma: en el "toma y daca" de una negociación se incorporan al convenio colectivo, por ejemplo, mejoras en el salario, en la organización del trabajo o en la jornada, que explican y equilibran  concesiones en otras materias, pero estos avances pueden dejar de aplicarse en las empresas sin el conocimiento e incluso la fiscalización de los firmantes y gestores del convenio colectivo (patronal y los sindicatos).Y si la norma permite el incumplimiento del convenio, la conclusión es clara: se debilita su valor y con ello, al menos desde la parte sindical, se desmotiva el interés de negociar.

Desmotivar la negociación sectorial es impedir que nuestras relaciones laborales e industriales avancen en nuevos y necesarios instrumentos de participación e información, es decir, de implicación, en las empresas y en el sector. Desmotivar y debilitar el Convenio de Sector es renunciar al único instrumento sectorial que tenemos en nuestro país para acompañar y desplegar políticas industriales destinadas al fomento y mejora de las condiciones de producción, como tienen otros países.

Debilitar y, a la larga, liquidar el Convenio Sectorial, en una realidad como nuestro tejido productivo, muy heterogéneo y conformado en un 90% de pymes, con sectores y actividades muy difusas, de ubicación territorial dispersa y con pocos polos o distritos industriales de afinidad productiva, que pudieran construir cauces propios de diálogo social, será dejar prácticamente sin los resortes imprescindibles para el diálogo sectorial que un realidad como la descrita necesita. Una realidad en la que sólo la Negociación Colectiva Sectorial reforzada podría avanzar mucho más allá de la fijación de las tablas de salarios mínimos.

El Gobierno a través de la Reforma Laboral, puede dejar a las empresas y a los sectores sin un instrumento difícil de reponer como son los convenios de sector, porque ha desincentivado su valor e interés, y ha debilitado, si la patronal y los sindicatos de cada sector no redoblan sus esfuerzos para impedirlo, su capacidad de ser el canal solvente que precisamos para la mejora de la organización de la fuerza de trabajo, los perfiles y competencias profesionales, las políticas de igualdad y conciliación, salud y seguridad y la formación, la tan necesaria formación.

Hoy, importantes convenios colectivos sectoriales corren el riesgo de desaparecer, si no son renovados en breve plazo, dada la actitud de algunas patronales cuyo comportamiento responde fielmente al pensamiento descrito en el primer párrafo de este artículo. Convenios que muchos de ellos serán sustituidos, como apunta la Reforma Laboral, por convenios de empresa, que en algunos casos no serán, necesariamente, peores a los que se dan en las actuales circunstancias para  los trabajadores y trabajadoras individualmente después de dos años sin renovar su actual convenio.

Pero es muy posible que el futuro acabe recordando a muchos de estos sectores el valor de sus Convenios y el error que supone perder el único cauce de identidad cuando la mayoría tienen escasa fuerza social y apenas influencia política. Seguro que acelerarán su disgregación y la competencia desleal, perdiendo así uno de los pocos instrumentos, que bien gestionado, les debería dar peso y volumen al sector. Sólo un serio cambio de actitud,  que entienda el valor y las posibilidades de los convenios sectoriales permitiría, cuando faltan pocos meses para su desaparición dando el “estirón del vago” para aprovechar la oportunidad para que se ordenaran  y agruparan  convenios y que se construyeran  nuevos ámbitos, en muchos casos más útiles y racionales que los actuales, del que pudieran nacer iniciativas que refuercen su competitividad. Por ello, no se puede entender el diálogo como un lujo puesto que es, precisamente en estas circunstancias, nuestra primera necesidad