martes, 13 de junio de 2017

Una huelga general política de la Señorita Pepis para la independencia de Cataluña

Hay que reconocer que los líderes del independentismo catalán han sabido construir unos marcos mentales que han ido consiguiendo que centenares de miles de personas estén hoy firmemente convencidas de que están viviendo una situación idéntica o similar a la de aquellos negros años de la dictadura.

Este marco se resume en “España no es una democracia” y, por ello, el conflicto es la confrontación entre la libertad y el pueblo soberano de unos y los tribunales amañados de los otros. Han conseguido que se identifique al Estado con el gobierno del Partido Popular y sus políticas, cultivando con ello la creencia de que el ADN de España y, por extensión, el de la mayoría de los españoles, es su escasa calidad democrática histórica, frente a la tradición democrática de Catalunya y su gente.

Un marco efectivo y muy trabajado que ha conseguido que la mitad de la ciudadanía catalana identifique el objetivo de la independencia con la confrontación heroíca del débil contra el fuerte, la eterna lucha de David contra Goliat. La libertad frente a la opresión. Y por ende,  contemple a sus líderes como los herederos de Nelson Mandela o de  Rosa Parks del siglo XXI. Incluso que Jordi Pujol se pueda identificar por algunos con el Dalai Lama. Líderes heroicos que llaman a sus fieles a la movilización permanente, al sacrificio personal y colectivo.

Oímos voces de algunas personalidades muy ilustres de la clase bien pensante que hoy dicen estar dispuestas a dar la vida por la libertad (aunque a algunos de ellos no se les conozca ningún sacrificio en aquellos oscuros años de la dictadura)afirmando que vivimos en un régimen sin libertades democráticas, parecido al de Turquía.  Una descripción que a la mitad de los catalanes y catalanas, al menos, nos sitúa en una realidad irreconocible, incluso para quienes entendemos que este gobierno del PP es un nido de corrupción, y sus políticas económicas y sociales son profundamente regresivas, y quienes sabemos que la mayoría de esas políticas y prácticas han sido durante décadas muy similares a las aplicadas por esa derecha catalana hoy tan republicana, radical e insumisa.

Es sorprendente, al menos oír hoy, tras cuarenta años de Constitución y de democracia consolidada, consignas parecidas a las que en clandestinidad discutíamos en las células del PSUC o del PCE, y leíamos en Nuestra Bandera, Mundo Obrero o Treball, con el llamamiento a la Huelga General Política, la que tenía que provocar la ruptura democrática frente al régimen franquista, una acción dura y llena de riesgos, los que a lo largo de la historia de la Humanidad ha comportado siempre la lucha contra las dictaduras: marginación, despido, destierro, prisión, tortura, etc.

No deja de ser llamativo que desde  organizaciones independentistas, y por algunos líderes políticos, se emplace a los trabajadores y trabajadoras catalanas a la movilización permanente, a la ocupación de los espacios públicos y de las infraestructuras, y a la necesaria HPG (Huelga General Política) en Catalunya. Pero, eso sí en este caso, a una “huelga general política de La Señorita Pepis” en la que para  participar en las calles y plazas en el combate final por la recuperación de la libertad, se pida permiso a las empresas para disfrutar de días de fiesta a recuperar, o días de vacaciones.

Así que esperemos que más pronto que tarde seamos capaces de  regresar al país real y al Siglo actual, y se dejen los libros de caballería y de aventuras en las bibliotecas. Necesitados abrir una nueva etapa, llevamos demasiados años girando en la rotonda mientras nos siguen esperando muchos retos que exigen la máxima suma de voluntades y de saberes. Retos que demandan altas dosis de flexibilidad, negociación y cooperación para recuperar la afección mutua entre las sociedades de Catalunya y del resto de España que en otros periodos de nuestra historia común ha sido profunda y solidaria.


Flexibilidad y negociación es precisamente lo que falta en ese tren en el que viaja la mitad de Catalunya y que sí o sí,  anuncia que va a chocar el próximo 1 de octubre. Esperemos, por nuestro bien, que no se tengan que recoger durante décadas los destrozos de una sociedad moderna y democrática como son España y Catalunya.