Ha empezado la campaña para las
elecciones del 21D, así que cada candidato o candidata ha centrado su mensaje y
sus promesas respondiendo, por supuesto, a su ideología. Pero, además, dadas
las particulares circunstancias que durante estos últimos años estamos viviendo
en Catalunya, el eje electoral lo marcan especialmente las
diferencias de dónde encuentra y explica cada cual las
razones del conflicto que estamos viviendo, así como sus
soluciones.
Unos entienden que el conflicto es entre
territorios, entre un Estado reprensor y un territorio ocupado y oprimido.
Otros lo explican por el caduco, dicen, Régimen del 78. Otros afirman que la
solución, tan pronto se derrote electoralmente a los partidos independentistas,
vendrá sola.
Pero hay un candidato, por suerte,
que huye de la simplificación y nos advierte que no es suficiente con
derrotar electoralmente a los partidos independentistas. Que además, insiste,
es preciso derrotar al sectarismo que habita entre nosotros y que cada día se
extiende y recrudece más. Que entiende que es preciso y urgente restaurar la
fraternidad y la normal convivencia social hoy muy arañada. Que es urgente
construir puentes y derribar esos muros, cada día más altos, que dividen a la
sociedad catalana. Que la solución no vendrá de la mano ni de héroes, ni de
mártires, ni tampoco de magos llenos de supuesta buena voluntad que piensan que
por la sola negación del problema éste desaparecerá.
El problema social que tenemos es tan
grave y complejo que precisa de la mano de un buen operario para cerrar
de una vez este largo ciclo de rauxa y entrar de lleno, ya es hora,
en el ciclo del seny. Como explicaba el maestro de
historiadores Jaume Vicens Vives (1910-1960) en su libro NOTICIAS DE CATALUNYA,
escrito en 1953, esos dos resortes sicológicos colectivos han estado presentes
a lo largo de nuestra historia. Y han provocado que tras la rauxa
que ha impulsado las numerosas revueltas y revoluciones fracasadas, vividas a
lo largo de la historia de Catalunya, la reacción de esta sociedad ha sido
siempre recuperar “el seny”, y con ello, nos dice Vicens Vives: “dejar y
cambiar el arma de la causa perdida por la herramienta del trabajo de cada día
para construir el reagrupamiento del país hacia su refugio esencial que es el
trabajo, el que, de verdad, entierra decepciones y despierta nuevas
esperanzas”.
Para abrir este necesario nuevo periodo,
para provocar este cambio en la sociedad catalana, necesitamos un buen
operario. Necesitamos un buen carpintero que construya esos puentes imprescindibles
para recuperar el pulso de una sociedad normal y moderna. Necesitamos puentes
para enterrar de una vez los pitidos dedicados al que piensa contrario y
guardar las banderas. Necesitamos que vuelvan a la primera página de los
periódicos los problemas graves que tenemos en la enseñanza y también los
éxitos que cosechamos en el campo de la investigación sanitaria. Necesitamos
que vuelvan a ser noticia las luchas sindicales por la mejora de las
condiciones de trabajo, y la de los vecinos por unos barrios y ciudades más
limpias, sanas y habitables. Necesitamos estremecernos y reaccionar ante la
noticia de que cientos de personas mueren semanalmente ahogadas en el
Mediterráneo, etc.
Necesitamos puentes para que mi amigo
Canals vuelva hablarse con su nuera, para que a mi amiga Noemi le vuelva
apetecer ir a cenar con sus amigas del alma porque el tema de conversación
vuelva a ser el de sus hijos, sus suegras, el trabajo o las vacaciones.
Necesitamos puentes para recuperar la
afección mutua entre las sociedades catalana y del resto de España, que en
otros periodos nuestra historia común ha sido profunda y fraternal. Y que ahora
estamos en riesgo de perder.
Por esto necesitamos buenos operarios de
la política, para que el día después del 21 de diciembre se pongan a “construir
puentes y no trincheras ni fronteras” en frase textual de Miquel Iceta.
Quien, por lo que ha venido demostrando en estos años en el Parlament y
defiende en su programa de gobierno, bien podría ser el mejor operario carpintero
que hoy necesita Catalunya para que dejemos de recordar jornadas históricas que
no lo fueron, y de esperar nuevas derrotas que no se deberían volver a repetir.