viernes, 31 de agosto de 2012

QUE EL ÁRBOL NO IMPIDA VER EL BOSQUE


Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO.

Justo al revés del conocido dicho, el título de este artículo advierte del riesgo de que lo general impida atender lo concreto, o dicho de otra manera, que la positiva y necesaria fuerza que está desplegando el movimiento sindical en el ámbito de la acción sindical sociopolítica, no nos puede hacer descuidar ni un ápice la acción sindical en la empresa, que ya de por sí es difícil y con resultados socialmente menos reconocidos.

Como la Reforma Laboral ha reducido los derechos del sindicato en las relaciones colectivas, al tiempo que se impone una importante disminución de medios para la acción sindical, corremos el riesgo de que la acción sindical general solape o diluya lo que debería ser también una actividad principal: la acción sindical desde la empresa, desde cada empresa, para la atención, reflexión  y dedicación a la organización del trabajo, la defensa del empleo, el tiempo de trabajo, el salario fijo y variable, la clasificación y promoción profesional, la formación, los derechos de información y de participación, la política de igualdad, el cambio tecnológico, la subcontratación y externalización de actividades, … 

Corremos el riesgo de profundizar, aún más, en la disfunción histórica que ha vivido el sindicalismo español: fuerte e influyente en la sociedad, donde ha obtenido evidentes e indiscutibles éxitos en las movilizaciones y en la concertación social, tanto a nivel estatal como autonómica, incluso local, pero un sindicalismo menos fuerte en los centros de trabajo y en los sectores, en los que se ha transformado muy poco la estructura y el contenido de los convenios colectivos.

La negociación colectiva no siempre ha sabido ser el instrumento real y suficientemente útil de regulación de las condiciones de trabajo en la empresa, en parte,  por la dificultad que hemos tenido a la hora de percibir, medir y calcular el cambio real vivido en la mayoría de las empresas, que han pasado del fordismo a la nueva empresa pos-fordista,  y ante el cual nuestra política reivindicativa y organizativa no ha sabido -en algunos casos no ha querido- adaptarse suficientemente, y ha creado muchos convenios colectivos poco eficientes en relación a los problemas reales de la empresa y de sus trabajadores.

Sabemos que para una parte de la sociedad, e incluso para algunos trabajadores y trabajadoras, los sindicatos son percibidos como organizaciones superadas por los profundos cambios habidos en el mundo del trabajo y con dificultades para adaptarse e innovar  propuestas  programáticas y organizativas nuevas. Y es precisamente ahora, en plena crisis económica e industrial, con los profundos cambios que se están viviendo en muchas empresas, cuando debemos desmentir esta percepción;  es  precisamente ahora cuando es más necesaria la presencia sindical en las empresas, ahora más que nunca es necesario cuidar y atender el desafío que supone tratar de mejorar las condiciones de trabajo y la defensa del empleo. Es preciso fortalecer la presencia del sindicato en el centro de trabajo, este es nuestro Talón de Aquiles, para que con ella, la acción general no deje sin atención o interés el trabajo sindical en la empresa ya que los cientos de convenios colectivos  aún pendientes de renovar son también una expresión de esta necesidad.

El gran esfuerzo movilizador que exige al movimiento sindical como contestación a la actual política económica y social, no puede dejar en segundo plano la actividad y razón de ser del sindicato en el centro de trabajo, precisamente, y hay que decirlo, donde no vivimos de la misma forma la crítica y las tensiones de la calle y de algunos medios de comunicación. El centro de trabajo donde la pregunta de para qué sirve un sindicato está menos planteada porque la respuesta deriva de la acción sindical diaria e incluso se expresa con contundencia por los trabajadores y trabajadoras con su afiliación y con su voto en las elecciones sindicales.

Al sindicalismo confederal no le faltan ni ambición ni recursos para estar a la altura de lo que los asalariados esperan legítimamente de las organizaciones sindicales pero, para poder ejercer el necesario liderazgo social, debemos atender también en los centros de trabajo toda la complejidad del mundo del trabajo, encontrando soluciones prácticas desde nuestra capacidad de organizar la afiliación en las empresas, y sustentando las secciones sindicales como el instrumento más sólido, eficaz y transformador en la representación de los trabajadores y trabajadoras.

jueves, 30 de agosto de 2012

Redoblar la acción sindical en un otoño caliente


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

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El sindicalismo español inicia este mes de septiembre un periodo de especial trascendencia para su futuro y para el de la clase trabajadora. Primero, a través de un amplio programa de movilizaciones previstas para el otoño: concentraciones, asambleas, marchas, referéndum y, previsiblemente, Huelga General, en un sostenido programa de contestación a la política del Gobierno de Mariano Rajoy, para cuyo éxito la militancia sindical se está organizando junto a centenares de organizaciones sociales y políticas, en defensa del empleo, de condiciones de trabajo dignas, de derechos sindicales y en contra de la política de recortes y el desmantelamiento del Estado de bienestar.
Segundo, e igualmente importante, el sindicalismo se plantea la apremiante necesidad de responder y afrontar, con inteligencia y eficacia, los profundos cambios legislativos, económicos y en el mercado de trabajo que hemos conocido, que condicionan de forma muy profunda la Negociación Colectiva y los cientos de convenios aún sin resolver. Estos cambios reclaman que en este frente hay que concentrar todos los esfuerzos para evitar el riesgo de que la acción general diluya la acción sindical en los centros de trabajo, ya que constituiría el mejor regalo que podría recibir la derecha de nuestro país y el mayor éxito que se cobraría la Reforma Laboral.
La Reforma Laboral pretende debilitar la fuerza de los convenios de sector al intentar convertirlos en una referencia devaluada y genérica, con escasa capacidad vinculante, donde lo negociado fuera del estricto ámbito de la empresa por patronales y sindicatos se presenta como pieza alejada de la realidad de la misma.
Necesitamos readaptar muchas propuestas, incluida la concepción de la propia acción sindical en la empresa, para que sin abandonar ni lo más mínimo el convenio sectorial, podamos corregir la extendida realidad de que en la gran empresa es el convenio de empresa quien regula en exclusiva las condiciones de trabajo, sin referencia al convenio de sector, mientras las empresas medianas y pequeñas tienen como única referencia el convenio de sector y sus mínimos salariales, sin negociación de condiciones colectivas al considerarse las mejoras sobre el convenio de sector como concesiones voluntarias del empresario, muchas veces individuales, y absorbibles en la mayoría de las ocasiones.
La peyorativa reforma de la Negociación Colectiva que ha representado la Reforma Laboral, modificando el equilibrio mínimo que exige el derecho del Trabajo en las relaciones empresa-trabajador, debería ser un estímulo para que el movimiento sindical proceda a una profunda revisión de la actual estructura de la Negociación Colectiva, donde los actuales convenios de sector se modifiquen para convertirse de verdad en instrumentos que faciliten unas relaciones laborales maduras en las empresas. La mejor garantía de que el convenio de sector tenga una eficacia general es que sea un instrumento útil, lo que hasta hoy, hemos de reconocer, no ha sido la virtud de la mayoría de los convenios de sector.
No es buen signo de nuestra Negociación Colectiva que en muchos convenios aún hoy sea novedad la superación de las categorías profesionales, la regulación de la movilidad funcional, la bolsa de horas en la gestión de la jornada irregular para afrontar las necesidades de adaptación puntual a la demanda, como tampoco es buen signo que en los convenios de sector sea novedad la regulación de conceptos como salario variable, individual o colectivo, que conviviendo con salario convenio y otros conceptos fijos, responda a objetivos medibles y objetivables. O que sea una novedad el desarrollo de los derechos sindicales no con formulaciones genéricas o simplemente de mejora cuantitativa sobre la legislación, sino de derechos pensados y formulados precisamente para abordar mayores niveles de participación para abordar precisamente estas cuestiones muy normalizadas en la mayoría de los países europeos.
Que todos o muchos de estos conceptos sean todavía nuevos en no pocos de nuestros convenios colectivos y, en cambio, sean una realidad a veces no negociada en muchas empresas, no hace sino expresar un déficit, y la necesidad de modernizar los instrumentos, estructura y contenidos de la actual negociación colectiva.
Por todo ello es necesario reafirmar la necesidad de una acción sindical con los pies en los centros de trabajo, para afrontar todas aquellas materias que deberían ser hoy más determinantes que nunca en las relaciones industriales y laborales, porque no afrontarlas, o abandonarlas atenazados por la crisis, supondría un grave retroceso en las condiciones de trabajo y en el propio papel y la función de los sindicatos.
Hay que situar, como recogen con claridad Los Criterios para la Negociación Colectiva y la Acción Sindical para 2012 y 2013 aprobados por la Comisión Ejecutiva de la Confederación Sindical de CC.OO el pasado mes de Julio, la necesidad de redoblar en los centros de trabajo la acción sindical sobre el derecho a la formación, la contratación, las políticas de igualdad, la conciliación, la salud laboral, el desarrollo de la carrera profesional... , unido a una contundente ofensiva por ejercer y ampliar al máximo los derechos de información, consulta y negociación de los representantes sindicales sobre la marcha y evolución de la empresa. Por difícil y compleja que sea, la negociación colectiva sigue siendo la responsabilidad y la actividad por excelencia de las organizaciones sindicales y, por ello, es tan prioritaria como las movilizaciones sindicales generales, como hemos visto y seguiremos comprobando en este próximo'otoño caliente'.


miércoles, 15 de agosto de 2012

RECLAMAR QUE "arrimen el hombro" NO ES CONCERTAR


Joaquím González Muntadas
Secretario General de FITEQA CC.OO


No tardamos ni tres meses desde las últimas elecciones en oír a los dirigentes del Partido Popular y del Gobierno de España reclamar a la oposición, en particular al PSOE, también a los sindicatos: "que arrimen el hombro". Una expresión muy gráfica y campechana que aún resuena de cuando, no hace todavía un año, los dirigentes del PSOE repetían la misma expresión con igual insistencia.  Traducido al lenguaje de la política española debe querer decir: "cuando yo estoy en el gobierno, por patriotismo la oposición debe apoyar sin rechistar mis medidas, unas medidas que no necesito, ni quiero, negociar con nadie". Pero esto no es proponer concertación ni nada que se le parezca.

También es cierto que concertar no está precisamente en la historia de nuestra de practica política, incluso a sabiendas que nuestros mejores resultados políticos han tenido su origen en el acuerdo y el compromiso, precisamente cuando los partidos políticos y/o los agentes sociales han dado lo mejor de sí al ponerse de acuerdo, superando una tendencia tan arraigada en nuestra historia como es la imposición y la descalificación. Esto, ahora, en la grave situación que estamos viviendo, lo único que genera es el hartazgo de la mayoría de la opinión pública, como se expresa insistentemente  encuesta tras encuesta.

Puede definirse con bastante precisión en qué consiste la "concertación", también en el ámbito político y social, con lo que es su propio origen musical, es decir "acordar entre sí voces o instrumentos musicales". O sea, practicar el difícil arte de hacer música juntos y, para ello, como en la concertación política, en primer lugar se precisa que al menos cada uno sepa tocar bien su instrumento. Después hay que saber, y tener voluntad, de tocar juntos, y, al final, lo más determinante, es decidir qué se va a tocar juntos, decidir la  partitura.

Seguir con la metáfora nos permite recuperar algunas enseñanzas útiles también para la concertación política, como son: 1) que hacer música juntos es una disciplina severa que no se improvisa, 2) que la autonomía, en nuestro caso de los sujetos políticos y sociales, no puede llevar a tocar todos la misma nota, porque no sería “concertar”.

Pero lo más común entre ambos espacios es que en los dos se precisa algo insustituible como es el liderazgo, el del Presidente de Gobierno para la concertación política como lo es para la ejecución del concierto el director de orquesta. Un director que (normalmente) no toca ningún instrumento, pero da el tiempo a cada uno y, sobre todo, sugiere la interpretación justa, los subrayados, los acentos, los tonos, el volumen del sonido, etc..

Dirigir la orquesta no es solo bracear y gesticular. Como no lo es tampoco, para impulsar un proceso serio de Concertación, sólo pedir, como hacen el Partido Popular y el Gobierno, al resto de las fuerzas política "arrimar el hombro" a la vez que descalifican y pretenden desprestigiar a todo y a todos los que están fuera de su ámbito ideológico. Éste no puede ser el camino.

Concertar no es, como hace el Gobierno, reclamar apoyos incondicionales,  abusar de Decretos Ley, sustituir la comunicación por dramaturgia. Ni tampoco querer explicar todos los fracasos endosando las responsabilidades a los demás para justificar su evidente incapacidad para gobernar la coyuntura, el empeoramiento día a día la situación económica y social de nuestro País. Concertar es, y lo sabe muy bien el sindicalismo porque es la esencia misma de su razón y de la negociación colectiva, llegar a un acuerdo asumido por las partes donde no basta con presentar exigencias, reivindicaciones, sino que hay que construirlo asumiendo cada parte, concesiones, renuncias, pero con un resultado y saldo final de avance positivo para todos y para cada una de las partes concertantes.

El Gobierno prefiere bracear y gesticular antes que hacer el serio sobreesfuerzo que representa liderar el diálogo social y político que demanda la actual situación y que exige la convivencia democrática. Son los pactos y los acuerdos los que expresan con más claridad que el poder es una realidad compartida y que se precisa reconocer tanto derecho como el propio a otros poderes o intereses sociales, para así poder tejer con el resto de las fuerzas políticas y sociales el necesario compromiso común para afrontar con rigor y solidaridad la grave situación de emergencia que estamos padeciendo y que exige el mayor esfuerzo de todos. Es lo que sigue reclamando la abrumadora mayoría de la ciudadanía. 

Solo así, con medidas adecuadas, compartidas y, sobre todo, equitativamente repartidas, será posible superar esta crisis y salvaguardar la cohesión social que día a día se está deteriorando de forma acelerada. Solo saldremos de ésta con el esfuerzo que resultaría de un Gran Pacto de Estado, como CCOO viene reclamando y por el movilizándose desde hace más tres años. Porque somos conscientes de que, aunque sea la opción más compleja y difícil, la experiencia nos enseña con ironía que todo problema complejo tiene también soluciones rápidas, sencillas, ... y además equivocadas. Hoy ya podemos añadir que, además de equivocadas, son también injustas, inútiles y de consecuencias dramáticas. Sólo cabe recordar que se trata de una realidad reversible porque si todos sabemos reaccionar a tiempo y el Gobierno abandona, o se le obliga abandonar con la movilización sindical y social, su actitud sectaria y prepotente que ha presidido su gestión hasta hoy, seguro que podremos salir de ésta.

lunes, 30 de julio de 2012

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL Y EL EMPLEO JUVENIL


Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO.

Frente al hecho de que en los últimos meses muchas de nuestras grandes y prestigiosas empresas afronten sus dificultades recurriendo al despido como primera opción nos deberíamos preguntar dónde quedan la famosa ‘gestión del conocimiento’, o “el capital humano, nuestra principal riqueza”, con la que tantas páginas se han llenado. Donde  las conferencias y seminarios en los que los ejecutivos explicaban la importancia del desarrollo del talento y la capacidad de compartir conocimientos, y dónde la idea de los recursos humanos como pieza clave de la estrategia empresarial, esencia y eje central de la organización, y las personas como su principal capital.

Precisamente en estas difíciles circunstancias es cuando nos enfrentamos al test real de la fortaleza y vitalidad de la cultura empresarial. Ahora que las empresas disponen de una nueva legislación, a través de la Reforma Laboral, que les permite recurrir al despido de forma fácil, rápida y barata, es cuando la sociedad precisa del proclamado pensamiento empresarial más acordes con los valores que decían defender, de los mayores esfuerzos de diálogo con sus trabajadores y sindicatos para evitar los despidos, a través de la flexibilidad interna negociada y adaptación a la coyuntura de las condiciones laborales con el fin mantener el máximo empleo.

Estas importantes empresas deberían facilitar ejemplos, que fueran más lejos que el mero cumplir la ley, en la gestión de sus recursos humanos y aportar su compromiso con el conjunto de la sociedad. Escuchemos a nuestros jóvenes que emigran a trabajar a otros países europeos cuando nos explican las diferencias entre aquel mundo del trabajo y el nuestro, cuando resaltan que allí han percibido un mayor valor al trabajo y un  mayor valor al propio trabajador, a su formación, a su desarrollo profesional y a la transferencia de conocimientos entre generaciones en la empresa.

Esta crítica la oímos en cada entrevista a chicos y chicas decepcionados de nuestra sociedad y de nuestras empresas, al comprobar el bajo valor que damos al trabajo, y que han visto año tras año a regimientos de jóvenes trabajar en empresas con fuertes beneficios y que publicitan sus códigos de responsabilidad social, con  falsos contratos en  prácticas o de formación y de escaso contenido didáctico. Es verdad que no son todas, que hay también importantes excepciones con experiencias muy ejemplares y  cuyos esfuerzos deberíamos reconocer colectivamente para que su ejemplo sirviera de referencia -o incluso denuncia- hacia otras muchas, pero estas experiencias son demasiado escasas.

Frente a las opciones empresariales que entienden que en las crisis hay que “ocuparse de lo importante” menospreciando sus cacareados compromisos. Frente a los empresarios antiguos, egoístas e ineficaces, ahora, más nunca, es preciso demostrar que la Responsabilidad Social es parte consustancial del ADN de la empresa y que sus compromisos se reflejan también en relación a la contratación de las y los jóvenes. Que los compromisos son algo más que los pasados espectáculos mediáticos de los grandes empresarios, "los cuarenta principales", en Moncloa, donde comprometían la contratación de cientos o miles de nuevos contratos de jóvenes como si de una subasta pública se tratara, para al final nada, mejor dicho, para nada más que una publicidad gratuita en los medios de comunicación el día siguiente.

El empleo juvenil es algo más que compromisos genéricos y más que leyes y planes y más planes; es el esfuerzo del conjunto de la sociedad. Y sobretodo será el resultado de una Acción Sindical decidida de los Sindicatos por situar con fuerza este objetivo en la negociación colectiva, en los convenios colectivos, en los pactos de empresa  y también el resultado de un mayor compromiso de las empresas que aspiren a ser responsables socialmente comprometiéndose a invertir en la formación y consecuentemente, en ayudar a la construcción del futuro profesional de nuestra juventud.

Como reconocemos y reclamamos en CCOO, tenemos muchos frentes que merecen sumar esfuerzos, pero la grave destrucción de empleo y, especialmente, el paro juvenil, deberían presidir todas las negociaciones entre patronal y sindicatos en los sectores y en las empresas, porque la pregunta de a qué o a quién estamos esperando para afrontar esta lacra social que supone que más de la mitad de los jóvenes esté sin trabajo y sin futuro, debería perseguir a todas horas a los agentes políticos, sociales, económicos y al conjunto de la sociedad. Respondamos pronto.

jueves, 12 de julio de 2012

REFORMA LABORAL:EVITEMOS LA DESMORALIZACIÓN


oaquim González Muntadas
Secretario General de CC.OO. Fiteqa

La Reforma Laboral ha sido aprobada tras un largo proceso de contestación, movilización y rechazo en las empresas y en las calles, incluyendo una Huelga General. Ha sido duramente criticada por la mayoría de profesionales del Derecho y la Magistraturala Inspección del Trabajo, la Universidad, coincidiendo con el Movimiento Sindical por considerarla como resume el eslogan que ha presidido la movilización de estos largos meses : " injusta para los trabajadores, ineficaz para la economía e inútil para el empleo". La gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras españolas rechaza y teme sus consecuencias porque conocen su contenido, gracias a la extensa campaña de explicación de los sindicatos en asambleas y centros de trabajo, como también por el propio eco en los medios de comunicación.

Desde que el debate en las Cortes Generales empeoró la Reforma, el reto del sindicalismo de hoy está en impedir que de la "movilización sostenida" se pase a la "desmoralización permanente", ya que el peor de los efectos de la Reforma Laboral sería que se instalara el miedo y se extendiera la desmoralizadora idea de que a partir de ahora el empresario ha adquirido el poder absoluto y los trabajadores han perdido toda posibilidad de reacción. Es evidente que es difícil, en algunos casos muy difícil, pero con la misma evidencia hay que afirmar que es posible. Y necesaria.

Aunque la reforma sea un regalo a la discrecionalidad -e incluso a la arbitrariedad- del empresario, la reacción es posible. No sólo por algunas cautelas que aún contiene, sino porque nuestro ordenamiento jurídico, desde la propia Constitución, tiene un determinado carácter tutelar de los derechos de las personas y de los colectivos. Y no es un cheque en blanco porque todas las normas y leyes desde antiguo se han aplicado e interpretado en el marco de una concreta relación de intereses y de la correlación de fuerzas existentes en la sociedad, en las empresas, así como de las movilizaciones y exigencias de los colectivos sociales.

Por ello debemos impedir que se instale entre la mayoría de los trabajadores y trabajadoras la falsa idea de que la regulación y el ejercicio de todos sus derechos y obligaciones empiezan y acaban en el marco legislativo, que empiezan y acaban en el Estatuto de los Trabajadores, hoy profundamente empeorado por la Reforma Laboral. Falso sería no apreciar lo que nos demuestran la historia y el día a día: que la herramienta principal de la clase trabajadora ayer, hoy, siempre, es y será su capacidad de organización, de unidad y de movilización, de organización sindical en los centros de trabajo y, desde ahí, su presencia y su capacidad de propuesta que responda a las demandas que exigen los cambios.

Con más fuerza que hasta ahora, y para contraponerlo como alternativa a la Reforma Laboral, es preciso redoblar esfuerzos para desarrollar e incorporar en la negociación colectiva futura un cuadro reivindicativo con la propuesta y exigencia de nuevas reglas para mejorar los convenios colectivos que, aún hoy, en muchos casos responden a la lógica de una empresa rígida, jerárquica, autoritaria, uniforme y, por tanto, antagónica a la participación de los trabajadores y sus sindicatos.

Tenemos demasiados convenios colectivos poco útiles para gestionar las empresas más flexibles y dinámicas, precisamente aquellas en las que el sindicalismo encuentra mayores dificultades para ejercer su función representativa. Empresas y sectores en los que es más necesario reforzar la presencia de la organización sindical y recuperar la iniciativa a partir de la defensa de una flexibilidad más positiva y equilibrada, evitando que solo responda a las necesidades de la producción, o a la incompetencia empresarial para gestionarla, y pueda responder también a los derechos y las necesidades de las personas. Algo que es ya una realidad en muchos países europeos porque no es una utopía.

Precisamos construir un nuevo cuadro reivindicativo capaz de atender los profundos cambios en las relaciones laborales e industriales que en los centros de trabajo se expresan en una mayor heterogeneidad de intereses, y por tanto, más complejos que ayer: intereses individuales y colectivos, profesionales, para la conciliación, de carrera profesional, salario por objetivos, formación, flexibilidad, trabajo a domicilio, a tiempo parcial, hombres y mujeres, veteranos y nuevas contrataciones, jóvenes, becarios, subcontratados, etc.

Es hora de que el sindicalismo construya, proponga y defienda un nuevo modelo de organización del trabajo que aporte reglas útiles para la mejora competitiva, a la vez que aporte nuevos instrumentos y derechos de información y participación como el mejor dique para hacer frente al autoritarismo que refuerza la Reforma Laboral.

Y para todo ello es urgente recuperar con hechos y resultados el trabajo sindical en los centros de trabajo, convirtiéndolo en el centro de gravedad de los esfuerzos y prioridades de la acción sindical organizada, coordinada y dirigida desde las estructuras sindicales. En una palabra, ahora más que nunca el sindicato precisa tener los pies en el centro de trabajo. Y ahora más que nunca también, los trabajadores y las trabajadoras verán que allí donde hay afiliación, y por ello hay sindicato, sus derechos son respetados.

Tenemos nuevos retos y el sindicalismo español los sabrá abordar con los valores de siempre, con renovadas iniciativas, confianza, solidaridad y la militancia de miles de personas que saben que defender sus derechos no es lo contrario a mejorar la competitividad de sus empresas. 

jueves, 21 de junio de 2012

APOSTAR POR LA INDUSTRIA Y MIRAR A LA ECONOMÍA REAL



Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO

Muchos nos preguntamos, con una mezcla de sorpresa, frustración e indignación, qué pieza del reloj ha fallado de nuestra economía y quiénes son los culpables. ¡Si parecía que funcionaba como un reloj suizo! ¡Si éramos envidiados como el generador de más de la mitad del empleo europeo, el mayor receptor de inmigración, el mayor inversor en America Latina! Empezamos a intuir que las razones que nos dimos o nos dieron en los primeros compases de la crisis, a pesar de ser más ciertas que las verdades del barquero, no son suficientes, porque la mayoría de los países afectados por la crisis financiera, hoy están mejor que nosotros, incluso algunos están saliendo de ella.

La particularidad es que nuestra economía había agotado y saturado su crecimiento, impulsado por el potente motor de la construcción y, más en concreto, por la vivienda, que absorbió y agotó nuestros recursos financieros propios y prestados. Porque, en definitiva, hemos embalsado la mayoría de los recursos y ahorros de una generación y media en hipotecas a larguísimo plazo. Nuestra economía era como una gran turbina que, por un lado, expulsaba ingentes cantidades de euros en la importación de productos energéticos, bienes de equipo y de consumo, mientras que por el otro absorbía ingentes masas de recursos en crédito del exterior (proveniente esencialmente de Alemania, Francia y Reino Unido), ya que ni nuestra productividad, ni nuestro ahorro (que no alcanzaba a cubrir el valor de las nuevas hipotecas), eran suficientes para alimentar nuestro crecimiento, el mayor de Europa.

Dicen que nadie se dio cuenta y que nadie advirtió los riesgos futuros, pero es legítimo pensar que quizás la razón reside en que había fuertes intereses, ya que en este gran negocio, se hicieron grandes fortunas, y los bancos generaron enormes beneficios. Todos aplaudían, también los gobiernos, el central, los autonómicos y los locales, cuando afirmaban que el crecimiento era gracias a su política particular. El crecimiento de la economía tenía muchos padres.

Y ahora sería muy útil acudir a las hemerotecas para releer los estudios e informes realizados en estos años por el Gabinete Económico de la Confederación Sindical de CC.OO. que, con mayor detalle desde 2003, anunciaba y denunciaba el error y los peligros de esa política económica y sus previsibles consecuencias. En estas hemerotecas encontraremos también las reacciones y respuestas que muchos economistas de relumbrón, de prestigiosos gabinetes de estudios de los bancos y cajas dieron a estas advertencias. También veremos en las hemerotecas a la flor y nata de nuestra economía felicitando a los gobiernos por su buena política y reclamando solo la eterna Reforma Laboral, el abaratamiento del despido y la bajada de las cotizaciones sociales.

Un  periodo en el que, como denunciamos desde CCOO, se aplicaron erróneas políticas procíclicas, se destruyó la capacidad de recaudación y se creó un sistema tributario profundamente desequilibrado con el nivel de gasto, al considerar como ingresos ordinarios los que tenía un carácter claramente extraordinario ¿Quién? primero, la derecha y, luego, con mucha diligencia, los sucesivos gobiernos de Zapatero que inflaron y exprimieron la burbuja inmobiliaria, apoyados por unas teorías seudo-modernas de los valores de la izquierda, que hoy, al recordarlo y a la vez escuchar a la izquierda francesa o alemana, nos debería como mínimo ruborizar.

La importante tasa de ahorro que tuvo España la malgastó íntegramente en la compra de viviendas a un precio inflado. Tan inflado que necesitó ingentes cantidades de dinero de inversión internacional para financiarlas, generando de esta forma una altísima deuda con el exterior; la deuda privada más alta del mundo, una deuda que genera elevados intereses a pagar y que en su momento nos dejó sin recursos para la ampliación del capital productivo de la economía. Se pinchó la burbuja y nos quedamos con la deuda. Los responsables deberían explicar lo sucedido porque, de otra manera, la sociedad dejará de creer en sus instituciones.

Esta es la razón por la que las soluciones a los problemas actuales son tan difíciles, porque se han agotado los márgenes y hemos quebrado la confianza de quienes nos deberían seguir financiando. Y ahora solo nos queda mirar hacia el tejido productivo, que nunca se debería haber olvidado, y en especial hacia la actividad industrial, donde debemos fijar nuestro futuro, ya que tenemos posibilidades de mejora muy importantes en una parte muy significativa de nuestras empresas y sectores.

Si no queremos amanecer un día sin industria, precisamos con urgencia apoyar los motores de la innovación para proteger y fomentar el empleo cualificado, que acompañado con  instrumentos de naturaleza fiscal y crediticia, den facilidades a las pequeñas empresas que intenten asociarse para afrontar el salto tecnológico, en definitiva, la causa de  muchas de nuestras debilidades.

Nuestra industria ha perdido competitividad porque sus sectores viven en la competencia global -cada día más global- y, por ello, los efectos de nuestra mayor inflación (la fiebre de nuestra economía enferma) provocada irresponsablemente por el desenfrenado incremento del precio de la vivienda junto con los servicios no sujetos a la competencia global. Mayor inflación que la de nuestros competidores y, en las empresas multinacionales, mayor aumento de los precios españoles que los de otros países con centros que compiten con los nuestros. Mayor inflación que ha empujado, debemos decirlo sin complejos, a un incremento de los costes de los  salarios, de los beneficios distribuidos y de los servicios, un incremento mayor que el de su competencia. Sabedores, y hay que dejarlo claro, que estos mayores costes salariales no han representado mejoras significativas del poder adquisitivo de los salarios cuando se deducía la inflación, como tampoco un mayor peso de las rentas salariales en este periodo. Más bien todo lo contrario.

Hemos padecido una pérdida constante de competitividad de nuestros productos y de nuestra economía, indizada mes a mes de forma estridente por la balanza de pagos, la más descompensada del planeta con excepción de Islandia. Importábamos muchos productos, algunos caros, con valor añadido que nosotros no fabricamos. Tampoco fabricamos aquellos otros productos de bajo valor que se hacen en los países emergentes, frente a los cuales los nuestros por su coste habían perdido competitividad tras la liberalización total de los mercados y la desaparición de los aranceles proteccionistas.

Tenemos márgenes para reforzar y recuperar la competitividad de nuestro tejido productivo si todos acertamos en nuestra acción; si insistimos en la filosofía y el mensaje  reflejados en el preámbulo y el contenido del II Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva, que desde CC.OO defendemos como un instrumento para la generación de empleo. Y además porque España necesita un fortísimo control y una bajada de precios que necesariamente implique una fuerte moderación de las rentas para todos (salarios y beneficios distribuidos), y que esta moderación de rentas sea dirigida a la inversión productiva junto con el aumento de los ingresos públicos.

Es imprescindible sumar esfuerzos del conjunto de actores: empresas, sindicatos y los distintos gobiernos, central y autonómicos. Esfuerzos orientados a realizar políticas concertadas para mejorar la competitividad y establecer las acciones que corrijan el insuficiente esfuerzo empresarial en I+D+i, uno de los déficits que más seriamente perjudica nuestra capacidad competitiva. Y precisamos mayores inversiones en capital humano y en investigación, en desarrollo y en educación a todos los niveles – primaria, secundaria, formación profesional y universitaria-, junto con el apoyo a la investigación pública y al I+D empresarial, a la vez que garantizamos los puentes para llevar el conocimiento desde dondequiera que se produzca (universidad, gran empresa, AA.PP) a todos los lugares donde hay espacio para el cambio y muy especialmente hacia la industria y sus sectores tradicionales y a sus pequeñas y medianas empresas porque así y desde ahí podremos crecer, exportar y crear empleo.

Sabemos que la debilidad de la demanda y el elevado déficit público no facilitan que un plan de inversiones active el crecimiento si al mismo tiempo no se acompaña de un cambio en la política europea, y con ella, de nuevos recursos para impulsar nuestro crecimiento. Necesitamos y merecemos el apoyo de nuestros socios europeos con recursos y financiación, sabedores que no nos exime de la necesidad de cambiar nuestras prioridades políticas, para que miremos hacia la economía real y desaparezcan las fantasías de pensar que un país puede progresar desde la economía virtual y sin el apoyo a su industria y el valor al trabajo.

miércoles, 13 de junio de 2012

LA EFICACIA DEL DIÁLOGO EN LAS EMPRESAS


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

No es habitual desde el sindicalismo resaltar el valor de un acuerdo como el alcanzado en estos días en la empresa gallega de moda Adolfo Domínguez (AD) que, tras una compleja negociación, contempla una rebaja salarial. Lo habitual es dar solo publicidad a aquellos acuerdos que contengan mejoras salariales y sociales para que puedan ser referencia positiva e intentar disimular el contenido de los otros por el temor de que se conviertan en un mal referente.
¿Donde está, entonces, el valor positivo de este acuerdo que afecta a más de 600 personas, mayoritariamente mujeres? En que ha sido aprobado por el 69% de las personas afectadas y ha sido el resultado de una negociación trasparente; en que ha facilitado compartir las debilidades y también las fortalezas de la empresa; en que sus duras medidas de sacrificio son parte de un Plan Estratégico que apuesta por el futuro en las difíciles circunstancias de un sector de consumo como es el de la moda; en que las medidas intentan en lo posible la proporcionalidad del esfuerzo entre los diversos colectivos, en que la vigencia responde al tiempo que duren las circunstancias que lo motivan y, en justicia, introduce también, recuperación y mejoras en proporción a los beneficios de la empresa, con un lógico grado de variabilidad según los resultados de la empresa.
Este Acuerdo es una expresión clara hacia el público, los clientes, las administraciones públicas, los bancos y especialmente hacia los accionistas, del compromiso de los trabajadores y trabajadoras por el futuro de AD como una de las referencias más potentes de la moda gallega y española. El Acuerdo expresa la exigencia de los trabajadoras/es para que los gestores de la empresa redoblen sus esfuerzos en una apuesta por la internacionalización y mejora de sus actuales sistemas de gestión, que deberán garantizar el futuro.
Este Acuerdo enseña a los sectores políticos que ven las Reformas Laborales solo como elementos de debilitamiento de la capacidad de representación colectiva de los sindicatos, y también enseña a los empresarios que tan solo saben afrontar las situaciones difíciles con sus trabajadores desde el autoritarismo y el abuso de poder. Ambos deben saber que jamás obtendrán los resultados positivos y los compromisos que producen el diálogo y la negociación equilibrada y transparente.
AD es parte de un sector industrial, el textil y la moda, que vive un largo periodo de práctica paralización del consumo en nuestro país, y que debe atacar grandes retos que le exigen día a día mejorar la calidad, la innovación, la formación y abrir nuevos mercados internacionales. También deben corregir errores de comunicación, ya que los mensajes fuera de contexto, transmiten una imagen distorsionada de la marca y, sin duda también, de su principal accionista. Las trabajadoras y trabajadores de AD y con ellos FITEQA CCOO queremos que la marca sea reconocida por su ética, su estética y su transparencia porque de ello depende su empleo de hoy y del futuro.


sábado, 9 de junio de 2012

ACUERDO EN NAVARRA, UNA BUENA NOTICIA Y UN BUEN EJEMPLO



Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO


La recientemente aprobada Reforma Laboral contiene el falaz mensaje de que el problema de nuestras relaciones laborales son los trabajadores y la solución los empresarios, o que el problema son los sindicatos y la patronal, y la solución el gobierno. Por su parte, en Navarra los agentes sociales CEN, UGT y CCOO se están esforzando en desmentir este mensaje y han alcanzado un acuerdo que pone en valor el diálogo y el consenso: "Los firmantes de este acuerdo, más allá de los condicionantes citados, consideramos que estamos obligados ante la sociedad navarra a hacer frente a la situación desde el compromiso de todas las partes y desde la búsqueda de consenso, que rompa la inercia de conflicto que está asentándose en nuestras relaciones sociales y laborales."

Un acuerdo que aspira a reforzar los instrumentos de diálogo y compromiso de los trabajadores con las dificultades y los éxitos de sus empresas, justo lo contrario que inspira la recién aprobada Reforma Laboral. De ahí viene la especial importancia de que la Patronal, CCOO y UGT de Navarra expresen su sincero convencimiento de las bondades de que "reglas pactadas y no impuestas en las relaciones laborales, son el mejor impulso a la competitividad de las empresas y de la economía regional".

Es muy relevante que los firmantes compartan el diagnóstico de la crisis y sus efectos, su preocupación por el retroceso de conquistas sociales de los trabajadores, y por los riesgos que están viviendo la mayoría de las empresas. Lo más esperanzador es comprobar que, como en las sociedades maduras y avanzadas, la apuesta para hacer frente a las dificultades es la suma, el diálogo y el esfuerzo común. Navarra saldrá mejor y antes de esta grave situación porque los agentes sociales más representativos aspiran en el Acuerdo a: "ser protagonistas del cambio de modelo productivo necesario para poder competir y afrontar el dinamismo del mercado global como elementos clave para la salida de la crisis y la creación de empleo".

Alguien puede decir ‘Palabras, sólo palabras’ y si Patronal y Sindicatos perciben este Acuerdo como la rutina y uno más de los firmados durante los últimos 20 años así es, o lo que es peor, si se mantiene la actitud, que se compadece poco con este Acuerdo, por la dureza de los empresarios en sus empresas y las patronales en los convenios de sector en Navarra puede que tenga razón, solo palabras y se pierda una oportunidad. Y sin embargo este Acuerdo puede ser de especial utilidad para avanzar por su contenido, y en especial considerando su continente -la actual situación política, económica, industrial, de empleo- que estamos viviendo al representar una referencia alternativa a las negativas consecuencias que provocará el nuevo marco legal que impone la Reforma Laboral que generará gruesas barreras para el diálogo y fuerte conflictividad en las empresas.
Navarra es una economía con industrias muy exigentes en la mejora constante de su productividad, innovación y formación. Objetivos que requieren, como contempla el Acuerdo de "la apertura de espacios de diálogo y participación permanentes que fomenten el consenso frente al conflicto desde una visión capaz de articular los diferentes intereses en un proceso de suma positiva".
Ahí reside el principal valor de este Acuerdo si todas las partes al final lo ven con la pretensión de servir de acicate para el compromiso común ante la situación gravísima de destrucción de empleo y ante la urgente necesidad de producir más y con mejor empleo como se expresa con ambición y nitidez: "La competitividad de las empresas, y su mejora, debe construirse sobre la valorización del trabajo y en el compromiso compartido por el futuro de la empresa".

La ambición es mucha y su gestión compleja. Los frutos para Navarra serán seguros si las palabras y buenas intenciones se convierten en hechos que refuercen el empleo como elemento básico de inclusión social. Esta es la opinión desde de la Federación Sindical de CCOO que organiza a múltiples sectores industriales en Navarra y en el conjunto del estado: químicos, auxiliar del automóvil, energéticos, textil, etc todos sujetos a la fuerte competencia global y conscientes que la prioridad para el sindicalismo de clase hoy es salvar y reforzar, como contempla este Acuerdo, los instrumentos de regulación que son los convenios colectivos y que la Reforma Laboral debilita cuando no disuelve, por esto este Acuerdo es una buen mensaje más allá de Navarra, en estos momentos de saturación de malas noticias, desconcierto, enfrentamientos y prepotencias, donde las altas esferas de la gobernación no son capaces de construir referentes positivos de estimulo al entendimiento, el esfuerzo común y a la generosidad política que destierre el sectarismo tan dañino en la historia de España.

miércoles, 30 de mayo de 2012

LOS DERECHOS SINDICALES SON LA PRINCIPAL GARANTÍA PARA EL TRABAJO DECENTE EN EL MUNDO


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO


Vivimos tiempos preocupantes en los que a diario sufrimos iniciativas políticas y legislativas que golpean los derechos laborales, sociales y sindicales; tiempos de reformas laborales que refuerzan el autoritarismo empresarial y debilitan a las organizaciones sindicales como instrumentos democráticos de representación colectiva de los trabajadores y trabajadoras; tiempos en los que los sectores más reaccionarios confunden sus deseos con la realidad y afirman la superación de las organizaciones sindicales; tiempos donde poderosos sectores económicos y políticos no regatean esfuerzos para debilitar la negociación colectiva como fuente de regulación en las relaciones laborales en las empresas y sectores.
Pero también vivimos tiempos de esperanza: la iniciativa sindical internacional está a punto de culminar en Copenhague los próximos días 19 y 20 de junio el proceso de construcción de la nueva Federación Sindical de Industria Mundial (“IndustriALL Global Union”) que será el resultado de sumar y unir a los sectores industriales que hoy organizan las actuales Federaciones Sindicales Internacionales del Metal, la Industria Química y Energía y los sectores del Textil y Piel. Una nueva Federación Internacional de Industria que nace con el objetivo de reforzar la acción sindical global, y con ello mejorar y equilibrar la interlocución del sindicalismo con las grandes empresas y grupos industriales multinacionales en la economía global.
Tiempos donde cobra especial relevancia todo avance de la negociación colectiva que refuerce al sindicato como vehículo democrático de representación de los intereses de los trabajadores en todos los rincones del mundo. A ese objetivo responde el acuerdo firmado el 4 de mayo en Arteixo en el Grupo INDITEX y la Federación Sindical Internacional del Textil-Vestuario y Cuero (ITGLWF) y en el que FITEQA-CCOO hemos sido un activo motor. Un acuerdo que reafirma y refuerza el sindicalismo internacional y local aportando un nuevo instrumento de trabajo, dirigido a garantizar los derechos del trabajo en los aproximadamente 1.500 proveedores que trabajan en la producción de prendas comercializadas por esta multinacional gallega, convertida ya en la primera empresa distribuidora de ropa en el mundo, y que ocupan a unos 700.000 trabajadores de unos 30 países.
El valor del Acuerdo Marco Internacional suscrito en 2007 entre la Federación Sindical Internacional e Inditex, reforzado por el Protocolo firmado el pasado 4 de Mayo, no solamente fue el primero, y aún el único, en los sectores de la industria de la moda, sino también el primero en el conjunto de los Acuerdos Marcos entre empresas y sindicatos firmados hasta hoy, en el que se incorpora explícitamente toda su cadena de producción (proveedores, contratas y subcontratas) al espacio en el que se aplican los compromisos de Responsabilidad Social.
Con el protocolo ahora firmado con Inditex, no solo se afirma la plena aplicación de los derechos del trabajo en toda la cadena de producción sino - y esto es lo más importante- se concreta cómo hacerlo: se establece el seguimiento anual de la evolución de la cadena industrial y se asegura el acceso sindical a los centros de trabajo de cualquier país del mundo, se concreta el acceso a los programas de auditorías, se define cómo abordar y corregir los incumplimientos detectados, y se programan planes de formación en relación con los derechos del trabajo, dirigidos a trabajadores y sindicalistas, pero también a los directivos de las empresas.
Y esos derechos de intervención se establecen para toda la estructura sindical de la propia cadena de producción, es decir desde los sindicatos locales de cada país hasta las estructuras regionales de la Federación Sindical Mundial y la propia dirección de ésta, que es quien asume además la responsabilidad de dirección y coordinación de todo el proceso. Todo ello supone una nueva y muy rica aportación sindical desde los sectores del textil-confección a la nueva Federación Sindical Mundial de la Industria.
Es una buena noticia -y también un serio reto- para la futura Federación Internacional de Industria y también para cada uno de los sindicatos de la treintena de países a los que la aplicación y desarrollo de este Acuerdo Marco aporta un valioso instrumento de información y control de las condiciones de trabajo en los más de 1500 proveedores , y garantía para defender y proteger los Derechos Humanos y Laborales Fundamentales de los cientos de miles de personas que en ellos trabajan.
Un nuevo paso que ejemplifica cómo CC.OO. entendemos en la práctica la acción sindical internacional y, con ello, la efectiva solidaridad internacionalista desde la acción sindical diaria, que es lo que da sentido al noble y necesario compromiso que los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo adquirimos en la militancia sindical por los derechos del trabajo.

jueves, 10 de mayo de 2012

PASAR OLÍMPICAMENTE DE NUESTRA INDUSTRIA


Joaquim González Muntadas | Secretario General de FITEQA CCOO

La actualidad nos proporciona un ejemplo valioso de que no hay política industrial útil sin innovación. La noticia sobre el chándal que lucirán nuestros deportistas en los próximos Juegos Olímpicos de Londres es el ejemplo de que, por segunda vez en ocho años, se ha perdido la oportunidad de aprovechar este estímulo innovador para nuestro sector de la moda.
No hago esta referencia por el hecho de que los uniformes parezcan salidos de un concurso de disfraces. Lo relevante es que el Comité Olímpico Español no ha encontrado respuesta en la industria de la moda española y nadie, ni Gobierno, ni sector, han intuido lo que un encargo de estas características podría representar para las empresas en la proyección de marca.
Siendo cierto que España no es líder en prendas y marcas deportivas -pero no menos que Rusia- tenemos el gran potencial de primeras firmas internacionales en moda de calzado, perfumería, complementos, piel, confección y género de punto; empresas punteras en textiles técnicos y también algunos buenos centros tecnológicos especializados en textil y calzado. Y, en el caso de los uniformes de las próximas Olimpiadas, el potencial de tener buenos y admirados deportistas.
En estos tiempos en que las esperanzas para salir de la crisis están depositadas en el carácter emprendedor, si existiera más voluntad política y menos conformismo empresarial, quizás habríamos detectado oportunidades para reforzar un sector industrial que solo tendrá futuro desde la innovación.
Nos cuesta trabajar en red, promoviendo alianzas y aprovechando sinergias de entornos y proyectos comunes. En este sector marcado por el pequeño tamaño de las empresas, hay que superar hábitos poco cooperativos ante los grandes esfuerzos que se exigen en materia de innovación, diseño, comercialización, promoción, distribución e internacionalización. Hábitos que superen la división de los sectores que hasta ayer han navegado en su propia barca y que hoy, por la crisis pero también por la amplitud de los mares de la globalización, obligan a navegar en un trasatlántico común que construya el conjunto del sector de ‘Moda España’, reconocido por su calidad y por su ética de respeto de los derechos del trabajo.
Este sector de nuestra economía está lleno de potencialidades. Ya contó durante unos años con un fuerte diálogo entre patronales y sindicatos, que, con el objetivo de amortiguar los efectos sociales y acompañar la adaptación del sector al mercado global, permitió acordar los Planes de Apoyo con los anteriores gobiernos del PP y del PSOE.
Aprovechemos el debate social -chistes incluidos- que han provocado nuestros chándales olímpicos y el sonrojo de ver cómo otros países no han desaprovechado la ocasión para reforzar su industria. Una industria que en España requiere de esfuerzos e inversiones, también de las Administraciones Públicas, para reactivar la productividad y el empleo estable del que estamos tan necesitados.
Precisamos una nueva cultura industrial que apueste por la cooperación entre los diversos protagonistas que conforma el amplio sector de la moda, aunando los esfuerzos de patronal, sindicatos, gobiernos y de toda la cadena de producción: creación, diseño, fabricación, distribución, promoción, pasarelas y comercialización. Nos urge dar el paso ya consolidado en otros países, que entienden el sector como la integración de todas sus actividades, que van más allá del vestuario, e incluye accesorios, joyería, cuero, calzado, marroquinería, etc. Ya que la moda, además de una realidad económica y tecnológica, es también una manifestación cultural donde se expresan factores psicológicos y sociales, estéticos y simbólicos.