viernes, 14 de marzo de 2014

FRABRICANDO ´JEANS´ EN SABADELL


Después de más de 150 años pocas prendas se han mantenido tan fieles a sí mismas como los jeans (pantalón vaquero de tejido resistente de algodón llamado también denim). 

Han sido muy polivalentes. Valen tanto para estar en la mina y en el jet privado, en el campo y en la fábrica, en la última planta de la sede de una multinacional de consultoría financiera, en las montañas con el ganado, en los desiertos y en las discotecas de moda. Además, pocas prendas pueden decir que siguen estando de moda --incluso más-- desde el primer día.

Cuando conoces a un joven diseñador que, con ilusión desbordante, dice "he creado una empresa de moda que diseña, confecciona y comercializa jeans", lo que provoca es sorpresa por no decir extrañeza. 

Pero cuando sabes que la fabricación de los jeans se hace en Europa, más concretamente en Sabadell --ciudad de gran tradición textil que ha sufrido un fuerte declive--, la sorpresa se convierte directamente en incredulidad.

Y la primera pregunta es: ¿es posible? Porque sabemos que las empresas de jeans hace décadas que dejaron Europa y España al no poder competir con los menores costes de Asia, donde junto con Turquía se localizó prácticamente toda la producción mundial. La respuesta es: sí, está ahí, en el proyecto llamado: COMPANION HANDCRAFTED DENIM Barcelona.

La explicación está en esa fórmula que oímos y leemos a diario y que a veces tanto cuesta imaginar. Es decir, en la innovación y en practicar que si no puedes competir con un producto más barato, ni de más calidad, hay que fabricar uno diferente. Se trata de una Innovación que no siempre precisa de grandes inversiones en investigación y desarrollo, pero requiere de mucha ilusión, imaginación y poco miedo al riesgo. 

Este joven diseñador formado en la Escuela Superior de Diseño de Sabadell, tras trabajar en la empresa número uno de la moda mundial, decide diseñar, fabricar de forma artesanal, y vender jean sexclusivos y de calidad excelente. Y los puede fabricar en Sabadell porque llevan incorporando mucho valor añadido que el cliente valora y aprecia. 

Así, hay quien paga más de 200 dólares por esta prenda hecha con el mejor denim procedente de Japón, Italia o EEUU, cargado de imaginación, que desprende exclusividad desde el primer pespunte hasta la piel de su etiqueta o los botones de cobre. 

Es un pantalón confeccionado con telas tejidas en antiguos telares, cosidos en máquinas clásicas de más de 100 años, comercializados a través de una página web en inglés porque su mercado es global, tan global, que los pedidos que salen de Sabadell se reciben en Australia, EEUU, Chile, Alemania o cualquier otro país. 

Cuando oímos pregonar sobre la necesidad de nuestras empresas de buscar nuevas ventanas de negocio, éste es, aunque pequeño, un buen ejemplo. Se trata de vender un pantalón tan especial que alguien, desde la otra parte del mundo, lo compra porque lo aprecia y valora. 

Cuando oímos hablar de mercado global tenemos que saber que no se refiere sólo a las grandes marcas de refrescos, del automóvil o de la moda. Porque también puede ser global el minúsculo taller de este joven que es consciente de que hoy su tienda es el mundo y de que sus clientes potenciales son millones de personas que pueden y saben apreciar la exclusividad de su producto. 

Mucho se habla de los nuevos negocios tecnológicos, de las star-ups o el spin-off, y más se debería hablar.  Somos un país con un retraso abismal en comparación con otros. Pero las instituciones y la sociedad también debe mirar, atender y valorar estos proyectos que representan los cambios profundos en la industria tradicional, capaces de incorporar esa innovación que mejora la funcionalidad y las prestaciones de los productos, esa innovación que mejora el diseño o los procesos, la innovación que, en este caso, es capaz de convertir en una novedad un pantalón que se creó en el año 1873.

Yo me he comprado uno de estos pantalones, que además dicen que representan un ahorro porque están concebidos para durar mucho tiempo al poder arreglarlos cuando sea necesario, y porque durante su proceso fabricación se ha garantizado la sostenibilidad social y ambiental. 

Cuando me comentan que se perciben como especiales, deseo explicar la hazaña de este joven emprendedor, que dejó la estabilidad que suponía trabajar en la empresa de moda más solvente e importante del mundo, para construir su propia marca de jeans de 200 dólares, fabricarlos en Sabadell y venderlos, por ejemplo, en Berlín, creando trabajo y riqueza aquí.

Es un buen ejemplo, claro que sí, y a veces puede ser más clarificador que cientos de conferencias y discursos.


miércoles, 5 de marzo de 2014

ChemMed Tarragona, algo más que palabras




En noviembre de 2011, en el Aula Magna del Campus Catalunya de la Universidad Rovira i Virgili, se firmó un Memorando donde se recogía el compromiso de impulsar la creación del clúster de la Industria Química en Tarragona. La iniciativa se firmó por parte del presidente de la Patronal Química de Tarragona (AEQT), el presidente de la Autoridad Portuaria de Tarragona, el presidente de la Asociación de Empresas de Servicios de Tarragona y los secretarios generales de los Sindicatos Intercomarcales de la Industria Química (FITEQA CCOO y FITAG UGT), el Patronato del Centro Tecnológico de la Química de Catalunya, el Instituto Catalán de Investigación Química, la Universidad Rovira i Virgili y la Asociación Polo de Conocimiento Catalunya Sur. 

Con el objetivo común de sumar esfuerzos y voluntades, cada uno desde su ámbito, ha trabajado para desarrollar las múltiples capacidades de una realidad económica e industrial como es el polo químico de Tarragona y sus servicios industriales auxiliares, y poder responder, desde la ciencia, la tecnología, la formación y la innovación, a las exigencias cada vez mayores de la extrema competencia internacional.

El próximo 28 de marzo en el Palau Firal i Congressos de Tarragona, con la presencia de todos los protagonistas, se presentará el resultado del trabajo: el ChemMed Tarragona, un ejemplo para la Industria catalana y española. Un buen ejemplo también en el contexto político que vivimos, caracterizado por el escaso diálogo social e institucional. ChemMed Tarragona es un buen ejemplo de los frutos y resultados que puede aportar la cooperación institucional, tan necesaria y también tan escasa en nuestras tierras, porque en demasiadas ocasiones prima la exaltación de las diferencias, que terminan por arruinar proyectos debido a los enfrentamientos y las disputas electoralistas entre administraciones.

ChemMed Tarragona muestra que sólo la suma de esfuerzos puede aspirar a alcanzar grandes metas, como potenciar el crecimiento de nuestra industria química y los sectores asociados, que son generadores de la riqueza, el conocimiento y el empleo cualificado que tanto precisa nuestra economía. 

La cooperación social, económica e institucional es imprescindible para garantizar las inversiones públicas en infraestructuras, tan necesarias como el tercer carril o el eje mediterráneo, y optimizar los costes energéticos. Cooperación también, para fomentar la formación y las necesarias mejoras logísticas, académicas y científicas. 

ChemMed Tarragona es la apuesta para atraer y generar nuevas actividades de alto valor añadido en Tarragona, es la realidad de un clúster industrial químico, un hub estratégico del Mediterráneo y un nodo logístico de primer nivel, que aportará mejoras competitivas muy importantes y muy necesarias y reforzará lo que hoy es el polo químico con 10.000 empleos directos estables y de calidad y cerca de 30.000 inducidos. Se trata del polo químico más importante del Sur de Europa que representa el 25% de la industria química española y produce cerca del 50% de plásticos de todo el Estado, el 60% de cuya facturación es para la exportación, ocupando el 60% del tráfico marítimo del Port de Tarragona.

Un Polo Químico consciente de que el futuro exige superar el viejo concepto de gestión de plantas o unidades de producción aisladas, como sus empresas lo han demostrado mediante la cooperación en relación al medio ambiente, la seguridad, la salud y la formación profesional. La Industria Química de Tarragona ha sabido convivir con su rico entorno turístico, agrícola y pesquero y ningún futuro proyecto, como el BCN Word que se está discutiendo estos días, debería poner en cuestión este equilibrio y su futuro industrial.

Mucho se escribe últimamente sobre política industrial y la necesidad de cambio del modelo productivo, sobre la necesidad que tenemos de empleo cualificado, de la necesidad de promover alianzas empresariales, y de la urgencia de derribar las altas barreras entre la universidad y la empresa y en la formación dual. De todos estos temas podemos recibir buenas referencias y ejemplos desde la Industria Química de Tarragona, empezando por el muy valioso trabajo colectivo que hace realidad ChemMed Tarragona. Esto es política industrial, y por esto, es algo más que palabras repetidas.

Joaquim González Muntadas es director de Ética de Organizaciones


lunes, 3 de marzo de 2014

RSC ¿poesía empresarial?



Joaquim González Muntadas*
Director de Ética Organizaciones SL

Si a alguien se le ocurriera impulsar la convocatoria anual de un "Premio a la Poesía Empresarial", no hay duda de que tendría un éxito considerable de público y crítica, y no tendría dificultad para encontrar material necesario para concursar, pues lo hallaría en los centenares de Compromisos Éticos, Códigos de Conducta y Balances de RSC empresariales, llenos de hermosas palabras y abundante rima poética.

Premio de Poesía, pues, según la socorrida Wikipedia, si poesía es "la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa", algunos de los Compromisos, Informes y Balances de RSC, que publican muchas empresas, son auténtica poesía lírica que transmiten sentimientos, emociones y compromisos, pero muy pocas cifras que verifiquen con rigor el cumplimiento de los compromisos declarados. 

Balances e Informes de Responsabilidad Social en los que, por poner algunos ejemplos, se afirma: "Nuestra visión estratégica de la responsabilidad empresarial recoge el legado de valores que rigen la toma de todas nuestras decisiones", o: "Nuestro modelo de gestión es capaz de alcanzar la productividad con integridad y generar crecimiento con honestidad; todo ello sin sacrificar la ética ni los compromisos adquiridos con los grupos de interés", o: "La misión de nuestra empresas radica en aportar valor reforzando los valores" o: "Nuestro modelo de responsabilidad empresarial tiende con cada grupo de interés sólidos puentes que trazan un camino que fomente relaciones de confianza y desemboque en una generación de valor para todos ellos". 

No me dirán que este ramillete de declaraciones referidas a la RSC sólo puede sonar como poesía, y poesía romántica, a aquellos trabajadores, que son muchos, que el único conocimiento que tienen de estas nobles intenciones de su empresa les llega a través de los medios de comunicación o de la intranet  de la compañía y muchas veces acompañadas de la comunicación de los premios y certificaciones sobre RSC que ha obtenido su empresa. Porque cuando no se ha sabido lograr el compromiso de los trabajadores con los valores que se declara respetar y promover en torno a la RSC, éstos acaban entendiendo que estamos hablando de la RSC como una cuestión exclusiva de la gerencia realizada para su mayor brillo. 

Son muchas las empresas, certificadas, premiadas y laureadas por su vanagloriada política de RSC,  que aún deben conseguir algo imprescindible para el éxito: que la mayoría de sus trabajadores y trabajadoras conozcan, compartan, y asuman como propios los valores y resultados de Responsabilidad Social de la empresa. 

Éste es un déficit real, que conocen bien muchas empresas y que se verifica en los resultados de los estudios de clima laboral cuando reflejan la enorme distancia y el escepticismo que manifiestan en algunos casos los trabajadores con el trabajo, y los esfuerzos que dice realizar su empresa para implantar esos valores por los que supuestamente transita su gestión. 

Esta baja credibilidad en la mayoría de las ocasiones responde a la deficiente o nula información y participación que reciben los empleados sobre las acciones de Responsabilidad Social y de Acción Social que realiza su empresa, porque el único foco está dirigido en exclusiva hacia los medios de comunicación o, en todo caso, hacia algunas entidades y organizaciones sociales (las partes implicadas) fuera del centro de trabajo. 

Dejar fuera de la comunicación a los trabajadores y trabajadoras y a sus sindicatos, aunque así lo hagan la mayoría de los manuales de las Escuelas de Negocio, orientar la gestión de la RSC obviando la participación de los trabajadores es un grave error. Como es un grave error concebir a los trabajadores como una parte pasiva, que nada puede aportar ni proponer en la mejora de la gestión de las empresas. Un error que, en la práctica, provoca el lógico escepticismo entre los trabajadores, al percibir que la RSC no va más allá del marketing y la publicidad. 

Que los trabajadores y las trabajadoras sean escépticos al respecto devalúa el sentido de la RSC y perjudica muy seriamente a aquellas otras empresas, que las hay y muchas, que apuestan con seriedad y rigor para que los Compromisos y los Balances sean algo más que palabras, que cuantifican los compromisos y traducen en hechos y cifras verificables sus esfuerzos. 

Potenciemos los compromisos de RSC más allá de los seminarios y jornadas. Potenciemos la Responsabilidad  Social también  desde el esfuerzo de formar, informar, preguntar y escuchar la opinión de los trabajadores y de sus representantes sindicales sobre esos objetivos,  valores y compromisos que la empresa dice atender. Sabemos que las empresas mejores son aquellas que saben escuchar a sus trabajadores, las que saben aprovechar sus propuestas, sus ideas e iniciativas. 

Sabemos que las mejores empresas, las que aspirar a ir más allá de la poesía y de los premios, son aquellas que han entendido que para el éxito de su Responsabilidad Social es necesario la implicación de sus trabajadores. Y  por ello, los sindicatos en esas empresas deberían también hacer los necesarios esfuerzos para reivindicarse y estimular el interés de los trabajadores y las trabajadoras, porque saben que es determinante para el presente y el futuro de su empleo y sus condiciones de trabajo




miércoles, 12 de febrero de 2014

FELICIDADES Y ÉXITOS PARA INDUSTRIA CC.OO.

Joaquim Gonzalez Muntadas 
Ex Secretario General de FITEQA CCOO

El próximo día 20 de febrero en Madrid las actuales Federaciones de la Confederación Sindical de CCOO, FI y FITEQA, se fusionan para crear juntos la nueva federación sindical INDUSTRIA CCOO, como hicieron el 16 de mayo de 2012 en Bruselas las tres Federaciones Europeas del Metal, de la Química-Minería y  del Textil-Piel y, un mes más tarde en Copenhague, las federaciones internacionales de estos mismos sectores, crearon IndutriALL Global Union.

Los afiliados y afiliadas de FI y FITEQA y las personas que conocen la actividad y los  resultados de ambas organizaciones se pueden preguntar por las razones de esta fusión, pues,  tanto una como la otra, ganan las elecciones sindicales, tienen uno de los porcentajes de afiliación más elevados de CCOO, una economía saneada y disponen, cada una por separado, de los recursos necesarios para atender bien su actividad.  

La respuesta es muy simple: aspiran a ser mejores, más útiles en los cambios que día a día vive el mundo del trabajo, la economía y, de manera muy particular, la industria en el mundo, en Europa, y en España. Se fusionan por la demanda y las exigencias de la globalización económica, las fusiones de los grandes grupos industriales, la subcontratación de actividades y las nuevas formas de organización de producción que han difuminado, incluso borrado, las viejas fronteras sectoriales que dividían la industria según su especialización y actividad, y a las que respondían la formas de organización del movimiento sindical internacional y en nuestro país. 

Las formas de gestión y organización de las empresas cambian  profundamente por la concentración y centralización en la toma de decisión de las políticas empresariales, permitiendo a las empresas tener una mayor fortaleza, lo que exige a las  organizaciones sindicales la construcción de  respuestas comunes y coordinadas más allá del ámbito de una empresa, un sector determinado o, incluso, más allá de las estrechas  fronteras de un país, para garantizar que la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras de ambas federaciones sea eficaz.  

Las dos Federaciones que se van a fusionar comparten diversos sectores industriales. El energético, con valor estratégico para la propia industria y la economía general del país. El automóvil, donde junto a las empresas metalúrgicas intervienen las industrias del plástico, caucho, vidrio y textil, por lo cual los trabajadores y trabajadoras de estos sectores tienen los mismos problemas y dificultades, viven los mismos avances,  y necesitan participar y defender las mismas alternativas sindicales en el conjunto del sector industrial. 

De la misma forma, las dos Federaciones comparten numerosos centros de trabajo en  los complejos químicos, donde solo se distingue a los trabajadores que pertenecen a la empresa principal o a las empresas de servicio contratadas por el color de su ropa de trabajo, pero donde unos y otros están vinculados por los mismos problemas o las mismas soluciones de empleo, de salud y seguridad, de medio ambiente.  

Ambas federaciones comparten numerosos Grupos Industriales dirigidos con férrea unidad de gestión empresarial y donde la lógica sindical requiere,  tanto para negociar y pactar, como para combatir las políticas laborales e industriales de la empresa, que la representación sindical se organice y responda con idéntica unidad y con la fuerza sindical que  evite la dispersión organizativa. 

El día 20 de Febrero de 2014 se fundirán diversos sectores industriales que padecen las mismas necesidades y los mismos déficits. Se fundirán realidades que exigen parecidas respuestas, que demandan nuevas iniciativas acompañadas de la fuerza organizada de la afiliación en los centros de trabajo. Sectores que padecen la crisis y que expresan el retroceso de la industria en nuestro país, que exigen mayor presencia e intervención sindical con nuevos y sólidos instrumentos de participación de los afiliados y los trabajadores, que constituyan la fuente de propuestas e iniciativas sindicales que permitan afrontar, en defensa de los intereses de los trabajadores, los profundos y permanentes cambios que están viviendo las empresas industriales y el mundo del trabajo.

La creación de esta nueva Federación es una buena noticia para los trabajadores y trabajadoras de la industria. Su impulso se debería sentir en el conjunto de afiliados y afiliadas y en los centenares de militantes,  para que sientan que ha nacido una nueva organización, y que su compromiso y entusiasmo se irradie a los miles de centros de trabajo como base imprescindible de la salida de la crisis y de la garantía de progreso social.

Es una buena noticia para el conjunto de CCOO y los trabajadores de nuestro país. Y es también una extraordinaria oportunidad para adquirir nuevos conocimientos y mirar el futuro con valentía, adquiriendo y renovando conocimientos, esos que aportan la suma de diversidades y experiencias, y que en este caso son dos federaciones que llevan consigo sectores productivos que representan la base del movimiento sindical internacional, y lo más heroico de la historia de la clase trabajadora, como son las luchas de los mineros o la de las obreras del textil, que ha escrito los primeros renglones de muchos derechos laborales, sociales  y políticos que hoy toca defender y ampliar.

Felicidades CCOO por haber sabido tener más Industria y muchos éxitos para INDUSTRIA CCOO, la clase trabajadora los necesita. 


lunes, 10 de febrero de 2014

EFICIENCIA Y PRODUCTIVIDAD. En polémica con López Romito (dejando de lado a Schumpeter)

Joaquim González Muntadas

Citar a Schumpeter en vano –y especialmente sin venir a cuento--  no encuentra buen acomodo en un debate con punto de vista fundamentado. Menos todavía si quien lo hace es un colega del famoso economista austriaco. Es lo que ha hecho Francisco S. López Romito a través de una fabuladora interpretación de mi artículo “Enterrar la vieja empresa y renovar el sindicalismo” (1).  López Romito tilda mis planteamientos como «sindicalismo amarillo» en Destrucción creativa y sindicalismo amarillo, donde el autor coge el rábano por las hojas.  Porque traer a colación, en su polémica con un servidor, a Schumpeter digamos que es algo forzado.  Más todavía,  el autor pone en mi boca cosas que ni he dicho en mi artículo ni se me han pasado por las mientes. Por ejemplo, de ¿dónde saca –o de donde infiere— que «González Muntadas dé por universal e inmodificable a la empresa capitalista y aliente a los trabajadores y sus organizaciones sindicales a aceptar su sino»? Esta es una pregunta pertinente, por no decir indispensable, para enhebrar una conversación honesta. Si eso fuera verdad, tenga por seguro López Romito que no hubiera dedicado cuarenta años de mi vida al sindicalismo confederal, de clase, en Comisiones Obreras.

Creo firmemente en el sindicalismo confederal y en su capacidad para intervenir en las empresas, sectores y en la economía para conseguir, en expresión de Bruno Trentin, la «humanización del trabajo»  un objetivo, precisamente hoy más necesario y actual que nunca, a pesar de la innovación y el avance tecnológico, que, como sabemos, no en todos los casos, ha repercutido en mejorar las condiciones de trabajo y vida de la clase trabajadora. Pero sí es indudable que son inseparables ciertos niveles de eficiencia y productividad de las empresas para garantizar la mejora de vida y trabajo, y también que ello se asienta en la mejora constante de la profesionalidad y la calidad del trabajo.

Por eso, como reitera de forma insistente el artículo que critica López Romito, entiendo que es preciso situar en el centro de la acción sindical y en la negociación colectiva los temas de la organización del trabajo y sus correspondientes derechos de información y participación de los trabajadores y sus sindicatos. Un objetivo, aunque difícil, que está y ha estado presente durante décadas en la opinión mayoritaria de CCOO y de forma muy particular en la Federación de Industria Textil Químicas y Afines de CCOO (FITEQA) donde he militado durante años ejerciendo la responsabilidad de Secretario General y que , con estrecha unidad con UGT, han entendido que el centro de la acción reivindicativa – el convenio de la Industria Química y los de importantes empresas del ámbito de esta Federación son una referencia de ello – está en la conquista y el ejercicio de nuevos derechos que nos defiendan del autoritarismo, la discriminación y la discrecionalidad tan  propios de la vieja empresa que urge enterrar con nuevos derechos de participación arrancados con la pala del sindicalismo confederal organizado en los centros de trabajo.  

La realidad nos demuestra, y no tengo duda que López Romito lo sabe también, que desde la chatarrería –esto es, desde la empresa que no innova o no es obligada por la acción colectiva a ponerse al día--  se está fisiológicamente o en puertas de la crisis o en crisis permanente y es por esto que tampoco tengo dudas que mí interpelante sabe muy bien, que desde ese territorio, el de la empresa vieja, no se mejoran las condiciones de trabajo de los asalariados y sus familias. Y, por extensión, tampoco la economía general, ni las conquistas del Estado de bienestar ya que a estas alturas --observando los efectos devastadores de la crisis y en estas páginas no creo que nos debamos recordar--  que esta ha golpeado con más saña allá donde el modelo productivo era o es aproximadamente pura chatarrería.

Por esto creo que, desde la óptica sindical, la pregunta que hoy interesa a la clase trabajadora, insisto desde la óptica sindical, no es tanto la que se formulaba hace muchas décadas Joseph Alois Schumpeter con la que inicia el artículo de réplica Francisco S. López Romito “¿Puede sobrevivir el capitalismo?  Ni creo incluso tampoco la respuesta del insigne economista cuando afirma que: “No, yo pienso que no puede hacerlo”.

Y en cambio son muchas las preguntas que tiene hoy sobre la mesa el sindicalismo global, europeo y español y que las respuestas no son nada fáciles como estamos comprobando. Preguntas que van desde: ¿cómo se afronta la nueva acción sindical internacional ante la globalización y conscientes de todas las contradicciones que están provocando? A como se abordan y armonizan la defensa los derechos individuales y  los colectivos, la igualdad de oportunidades, la profesionalidad, la flexibilidad y la seguridad, la información y la participación en la nueva realidad del  actual mundo del trabajo cada vez más heterogénea.

Preguntas que algunas se salen del guión tradicional más pensado para la vieja empresa taylorista y que hoy se percibe insuficientes para liderar a esos amplios colectivos de trabajadores y trabajadoras de esas empresas con nuevas las formas de gestión empresarial, donde, en algunos casos desde la iniciativa empresarial se han incorporado nuevos instrumentos y canales de información y participación de los trabajadores, pero eso sí, individual, sin el sindicato. Ahí tenemos otra pregunta como el sindicalismo recupera o reconquista su espacio su espacio y expresa su utilidad en la nueva empresa.   

No, no es sindicalismo amarillo, que sería el peor insulto que puede recibir un sindicalista y un sindicato, pero como López Romito sabe bien el sentido de esta expresión, es por lo que no me siento aludido y por ello ofendido porque supongo que no era su intención o incluso puede ser una mala interpretación. Pero, sí, son preguntas ante los cambios en el mundo del trabajo que obligan al sindicalismo a innovar nuevas formas y reivindicaciones o dicho de otra forma, que entre la disputa (ya secular) entre liberación desde el trabajo y liberación del trabajo, el que firma este artículo, está de parte de quien sostiene que hoy es posible, humanizar y enriquecer el trabajo dependiente con mayores grados de libertad sin tener que esperar la superación del capitalismo para obtener algún resultado.

Y es precisamente la tarea del sindicalismo la demostrar día a día que eso está dentro de las cosas posibles, organizando en afiliación, innovando y transformando las reivindicaciones en conquistas y progreso sin miedo a los cambios como se refería Luciano Lama en su despedida como dirigente de la CGIL, a los sindicalistas con estas palabras: «no tengáis miedo a los cambios, el miedo no es una virtud sindical».


(1)


martes, 14 de enero de 2014

ENTERRAR LA VIEJA EMPRESA Y RENOVAR EL SINDICALISMO

Para ser más explícito, en una empresa vieja lo habitual --e incluso lógico-- es encontrar un sindicalismo antiguo. En una empresa humanizada y abierta, lo normal --y lógico--, es encontrar un sindicalismo innovador y dialogante, porque cuando no es así, pierde peso y sirve de poco, y lo más probable es que desaparezca ya que vehicula deficientemente los intereses de quienes aspira a representar.

Al analizar el comportamiento de nuestro sindicalismo habría que preguntarse en qué realidad se mueve y qué empresas predominan en nuestro país, si las de finales del XIX y principios del XX, descritas por el profesor Guillermo de la Dehesa (El Empresario del Siglo XXI), que corresponden a un perfecto Homo economicus, es decir “hedonista en el consumo, egoísta en la riqueza, individualista en la gestión y estajanovista en su trabajo”. 

O si predomina el empresario del Siglo XXI, que el mismo profesor define, como quien “se adapta a un nuevo entorno económico más abierto, global y complejo, donde los valores del egoísmo comienzan a dar paso al altruismo, a quien su flexibilidad, el trabajo en equipo, la capacidad creativa y de innovación, sustituyen a la rigidez y el individualismo. Un empresario que ya no vive aislado, tiene responsabilidades sociales respecto a sus empleados, los clientes, los suministradores, y un entorno cada vez más competitivo, que le exige una excelencia que sobrepasa sus tradicionales dotes de mando”.

Según qué tipo de empresa y de empresario se trate, la respuesta sindical, podemos suponer, es también distinta. En una empresa vieja y taylorista, cuya base de organización del trabajo es rígida, autoritaria, donde la iniciativa y la participación de los trabajadores y sus representantes encajan mal, poco sindicalismo moderno y europeo se puede esperar que nazca y crezca. Poca innovación sindical se puede esperar cuando hay escasos instrumentos de diálogo y negociación para la flexibilidad, ya que ésta se limita a los elementos externos (el despido, los contratos eventuales, la escasa formación, etc.).

Pocas propuestas sindicales innovadoras se pueden esperar en una empresa que se siente cómoda con un cuerpo normativo y contractual como el actual, pensado precisamente para ella y sus trabajos de bajo valor añadido, de poca formación y con trabajadores fáciles de sustituir. ¿Qué sindicalismo se puede esperar más allá de la resistencia, incluso la frustración y resignación frente al abuso que posibilita la grave situación de crisis y el brutal desempleo? Sólo resistir, sobrevivir y esperar tiempos mejores que cambien los equilibrios, como hace cincuenta o cien años y muy posiblemente realizando un sindicalismo parecido de esos años.

La pregunta --y el reto-- es si nuestro sindicalismo, su organización, medios, estructura y propuestas está suficientemente preparado para la nueva empresa y el nuevo empresario del Siglo XXI, que los hay, y muchos; donde el trabajo requiere versatilidad e iniciativa de las personas más allá de su responsabilidad, con jerarquías más difusas y organigramas más planos, y necesita formación permanente, implicación y compromiso con la marcha de la empresa. 

La pregunta de mérito es si el sindicalismo está en condiciones de responder a esta empresa más compleja y dinámica, necesitada atender los intereses individuales y conciliarlos con los colectivos, que sobrevive por su capacidad de innovación, reacción y flexibilidad, y para quien nuestro mercado de trabajo y el actual marco legal y contractual suponen una desincentivación y una rémora.


La respuesta es afirmativa. Sí, nuestro sindicalismo puede y sabe responder, tenemos cientos de ejemplos cada día, ante la política de aquellos empresarios innovadores que colocan a las personas en el eje de su gestión, y se esfuerzan por tener una actitud más abierta y global, en el que sus valores comienzan a dar paso al compromiso y a la responsabilidad social. Este empresario reclama y merece todo el esfuerzo de innovación y renovación sindical porque es ahí donde está el progreso, en el encuentro de estas dos voluntades renovadoras, lo que nos debe permitir enterrar la vieja empresa.


domingo, 12 de enero de 2014

RSC: la IQ un buen ejemplo

Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones.SL



 La industria química española está celebrando estas semanas el XX Aniversario del Responsible Care, una iniciativa que desde 1993 impulsa y coordina la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique). Responsible Care es un proyecto internacional de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) que tuvo su origen en Canadá en 1985, y que como apuesta por el Desarrollo Sostenible, compromete a las empresas adheridas con la mejora continua en la Seguridad, la Salud Laboral y la protección del Medio Ambiente.

Responsible Care fue una de las primeras iniciativas empresariales de RSC de nuestro país, y expresó la conciencia de que el futuro de las empresas y el empleo están estrechamente ligados a sus esfuerzos de mejora continua de los procesos y la tecnología en favor de la sostenibilidad. Y que las malas prácticas, aunque sean de unas pocas empresas, pueden deteriorar los esfuerzos y la reputación de todo un sector industrial.

Estos veinte años de experiencia de Responsible Care enseñan el valor de las alianzas empresariales, tan escasas en nuestra historia y realidad económica. Y enseñan también que todo proyecto de RSC, para que sea algo más que buenas intenciones, precisa del riguroso control de los objetivos trazados y de la verificación de sus progresos. Por esto, hoy se pueden valorar los avances habidos: se ha reducido en un 70% el índice de frecuencia de accidentes, lo que ha hecho que en el año 2012 la siniestralidad laboral sea 7 veces menor que la media del conjunto de la industria y 4 veces inferior a la media general. Se ha reducido el 37% la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), el 40% el consumo de agua o el 54% de emisiones y vertidos por tonelada producida, por poner algunos ejemplos muy significativos.

Estos avances y progresos no hubieran sido posibles --así lo reconoce la propia patronal química en todos sus actos y publicaciones de valoración del programa-- sin la participación y el compromiso de los trabajadores y trabajadoras de las empresas químicas y sin la activa participación de las Federaciones Sindicales de CC.OO y UGT, quienes, con su implicación desde el Acuerdo firmado el 29 de octubre de 2002 en la comisión de seguimiento del Responsible Care, consiguieron que España, junto a Dinamarca, fueran los primeros países europeos donde los sindicatos formaron parte del seguimiento y promoción activa entre los trabajadores y trabajadoras de las empresas químicas de los objetivos del proyecto.

La patronal y los sindicatos de la industria química entendieron hace ya varias décadas el valor de la cooperación empresarial-sindical, como se ha venido expresando en la negociación colectiva del Convenio General de la Industria Química, y en los múltiples foros y espacios de diálogo común que han permitido impulsar iniciativas con evidentes resultados positivos como se reflejan en el   
Balance 2013 de RSC de la Industria Química, presentado el pasado 11 de diciembre en el Ministerio de Industria. 

Estos veinte años demuestran el éxito de un proyecto que, por su contenido, sus resultados y gestión, puede ser una positiva referencia para otros sectores de nuestra economía y, particularmente, por la capacidad demostrada de comprometer al conjunto de las partes que implicadas en el proceso productivo: empresas, trabajadores, proveedores, transporte y el conjunto de la sociedad. Algo habrá hecho bien este sector industrial durante estos años si observamos el importante avance habido desde 1992, el primer año de la encuesta europea e inicios de Responsible Care, en la España era el peor país de Europa en percepción social positiva de la industria química con solo el 26%. El 2012, la misma encuesta sitúa a España con el 48% de percepción positiva y el 19% neutra, en el país europeo donde la industria química tiene mejor percepción social.


Un buen ejemplo de nuestras relaciones industriales y laborales con resultados positivos que es bueno explicar y conocer, como otros muchos que surgen de la colaboración entre patronal y sindicatos en empresas y sectores, pero que a veces quedan tapados por los muchos déficits, las malas noticias y por la crítica constante, no siempre rigurosa, a nuestros agentes sociales. Valoremos los buenos ejemplos, porque siempre es útil para corregir los errores y un estímulo para avanzar.


martes, 7 de enero de 2014

Empresas y trabajadores suspenden en confianza y cooperación

Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones. SL

El pasado mes de septiembre se publicó la edición anual del informe de Competitividad Mundial que desde hace 34 años realiza el World Economic Forum (WEF), un prestigioso informe que analiza las fortalezas y debilidades competitivas de los países, que este año han sido 148. España está en el puesto 35, un lugar poco privilegiado si observamos el importante retroceso sufrido en estos últimos años. La mejor posición, la 22, la ocupamos el año 2002.

El informe subraya que ocupamos un lugar privilegiado, nada menos que el 4º, en escuelas de negocios, mientras en calidad directiva estamos en el muy modesto 43º. De igual forma, destacamos en alumnos matriculados en educación superior, ya que estamos en el 8º. Aunque en capacidad de innovación nuestro lugar es el 57º, y el 44º en científicos e ingenieros. Estos datos evidencian nuestro déficit en comparación con los países líderes. No basta con mucha universidad si se sigue manteniendo el histórico divorcio con el mundo de la producción y del trabajo, con la empresa y el emprendimiento.

El informe analiza múltiples indicadores que influyen directa o indirectamente en la competitividad de un país. Materias que van desde la independencia judicial a la eficacia de la administración, pasando por el sistema bancario, la gestión del gasto público o el marketing, hasta la utilización de la tecnología. En la mayoría de ellos no salimos demasiado bien parados, pero sabemos que muchos de estos déficits se pueden resolver con recursos, mejorando servicios y con nuevas leyes que corrijan los defectos.

De todos los indicadores, hay uno –que a su vez es el menos comentado-, para el que no hay dinero ni leyes que lo puedan mejorar sin la conciencia y la voluntad colectiva para corregirlo. Me refiero a lo que debería ser la base y principal garantía de la innovación en las empresas y la mejora de la competitiva: la necesaria confianza entre empresa y trabajador.

España está en el puesto 117º de 148 países en confianza y cooperación entre compañías y empleados porque España no es un estado de conflictividad laboral. Cabe recordar que en nuestro país, el pacto social y la cooperación han presidido el ámbito institucional. El problema está en el interior de muchas de nuestras empresas.

Esta posición nos debería preocupar de verdad, porque muchas de las dificultades a la hora de responder a los retos que se plantean en la nueva empresa y su nueva organización del trabajo en base de la competencia con eficacia, residen en el compromiso y la capacidad creadora de sus trabajadores y trabajadoras.

Unos objetivos, una confianza y una cooperación que necesitan de unas relaciones laborales fundadas en el compromiso y la garantía de la transparencia, la participación y la información veraz sobre la política de la empresa y sus objetivos. Unas relaciones que se construyen desde la normalidad del diálogo, de los instrumentos sencillos pero reales y de la participación de los trabajadores en la marcha de la empresa.

La realidad para muchos es un profundo alejamiento de la empresa, debido en gran parte a la percepción de pérdida de seguridad y equilibrio. Algo esencial para construir un escenario de lealtades mutuas, donde el trabajador concibe a la empresa como algo propio porque garantiza su existencia y su futuro.

No actuar en todos los frentes para modernizar nuestras anquilosadas relaciones laborales y el contenido de la mayoría de los actuales convenios colectivos --pensados aún para la gestión del palo y la zanahoria, más propia de la vieja empresa jerárquica y autoritaria de tareas sencillas, repetitivas y estrechamente controladas-- nos condena a seguir buscando. Con leyes y más leyes, con sentencias y más sentencias, con la competitividad desde las ventajas comparativas o desregulando y depreciando las condiciones laborales y salariales. Lo que supondría seguir hundidos en ese vergonzoso suspenso que representa estar en el 117º puesto en confianza y cooperación entre empresa y trabajador.

Salir de este hoyo es uno de los principales retos de nuestra economía. Extender de forma generalizada los principios y valores que inspiran la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa (RSC) puede ser una eficaz palanca para mejorar la realidad en nuestros centros de trabajo. Esencial para el cambio de modelo productivo y la salida de la crisis.


¡Ah! El mismo informe de Competitividad Mundial de WEF para 2013 sitúa a España en el puesto 122º en acceso al crédito. Sin palabras, porque el dato habla por sí solo.

viernes, 3 de enero de 2014

LA INDUSTRIA ESTÁ DONDE LA HEMOS DEJADO

Joaquím González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL


No deja de resultar llamativo escuchar a algunos sectores económicos y políticos preguntarse hoy, sorprendidos, ¿qué ha pasado con nuestro tejido industrial?, ¿dónde está la industria que fue el motor del progreso social de algunas zonas de nuestro país y que hoy tanto necesitamos? Nuestra industria está donde la han dejado los escasos esfuerzos dedicados a la formación técnica universitaria y la escasa o deficiente política de formación profesional. Allí donde la ha querido dejar nuestro sector financiero, con su descarada desconfianza hacia los aburridos sectores industriales frente la alegría demostrada hacia la construcción residencial y el consumo privado.

Tenemos la industria que han permitido los desproporcionados precios del terreno industrial, que durante años han casi doblado los del sur de Francia por poner un ejemplo cercano. Tenemos la industria que ha merecido el lastre de una política deficiente en infraestructuras de puertos (aunque algo hayan mejorado ahora) y ferrocarril, lo que ha representado un sobrecoste a nuestros productos para algunos sectores, insoportable para su competitividad. Tenemos la industria que ha tenido que soportar el castigo de una irresponsable política energética con unos costes más caros que los de nuestros competidores.

Tenemos la industria que ha sobrevivido a una insistente política económica que ha dado la espalda a todo aquello que es imprescindible para la industria, empezando por el reconocimiento y el aprecio de su valor social ausente en muchos ámbitos públicos y privados de nuestra sociedad.

Resultarán interesantes y muy aleccionadoras las conclusiones a las que lleguemos el día que revisemos las razones y argumentos esgrimidos por la mayoría de nuestras administraciones, de todos los colores, para expulsar industrias que tenían futuro, pero que eran notas disonantes respecto al proyecto y modelo de ciudad y sociedad a que aspiraban.

Se han analizado poco las consecuencias de esa irresponsable política generalizada a muchas localidades, de liberar suelo industrial para destinarlo al uso residencial o de servicios, y que a la larga se ha demostrado letal, al enterrar en plusvalías para sus propietarios muchos proyectos industriales, pues era imposible competir con la desorbitada y rápida rentabilidad que generaban las construcciones que se levantarían en lugar de esas industrias. Letal para las empresas y los empleos que hoy nos preguntamos donde están.

Cierre de miles de industrias que resultaban, se decía, disonantes para un modelo de ciudades que aspiraban todas a la alta tecnología, a industrias limpias y a servicios de alta cualificación que, como hemos visto, no acaban de llegar. Ciudades, y en parte sociedades, que pensaban y decían que la industria era el pasado a superar. Que la industria no era su modelo. Pero nadie se preguntaba: ¿A quién se le prestaría los servicios si desaparecía la principal receptora de estos? No se pensó, como la práctica está demostrando, que los servicios acaban emigrando hacia dónde va su cliente, y éste es principalmente la industria.

Hemos visto movimientos ciudadanos y vecinales que han empujado al cierre de no pocas empresas con futuro porque no eran propias del barrio residencial al que habían ido a vivir hacía un año, aunque la fábrica llevara allí cien. En muchos sectores, ha predominado el comportamiento de nuevos ricos que no han disimulado que les molestaba la grasa de las máquinas.

Pero parece que algo hemos aprendido cuando escuchamos en foros y tribunas repetir la importancia que debería tener nuestra industria. Escuchamos que es, precisamente, su fortalecimiento la única garantía que nos puede ayudar a avanzar en la salida de la crisis. Que la industria es la mejor garantía de la riqueza de un país y del empleo de calidad. Así que podemos repetir una vez más aquel conocido dicho, tan común para tantas ocasiones en la vida, de que "hay cosas que sólo se aprecian cuando se han perdido".

Sí, la industria, nuestra industria, está donde la ha querido llevar la falta de compromiso y de políticas. Aprovechemos la ocasión, corrijamos viejos errores, aprendamos las lecciones del pasado y alineemos voluntades y esfuerzos en torno a las necesidades de las industrias, unas necesidades que son esencialmente las mismas que ayer que no se atendieron: la formación profesional, el transporte de mercancías, las alianzas empresariales, la mejora de la productividad, la potenciación de los distritos o clústers empresariales, un mayor vínculo entre empresa y universidad, la mejora y racionalización de las normas administrativas ambientales y la gestión de los residuos industriales, el impulso de la innovación, el I+D, la inversión y para ello el crédito, el crédito y el crédito, porque sin ello no hay salida y todo se quedará en palabras ya gastadas.

Felices Fiestas.

domingo, 22 de diciembre de 2013

LA CRÍTICA A LOS SINDICATOS


Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL

Vaya por delante que este artículo no está escrito desde la neutralidad o equidistancia con la causa sindical, ya que hasta el pasado mes de febrero mi actividad principal ha sido dirigir, como máximo responsable, la Federación Estatal de la Industria Química y Textil de Comisiones Obreras. Así que me siento parte responsable de los sin duda muchos errores y déficits que pueda padecer el sindicalismo en nuestro país.

Errores que a menudo resultan de difícil identificación ya que se les crítica por una cosa y su contraria. Se critica a los sindicatos por no ser como los de otros países, cuya función está centrada casi exclusivamente en las relaciones empleado-empleador y en las condiciones de trabajo y salario de sus afiliados. Pero también se les critica al reprocharles que sólo atienden los intereses de los trabajadores con empleo, que son la base de su afiliación, y descuidan en cambio al resto de trabajadores vinculados por contratos precarios, o los que están en la economía sumergida, o en el desempleo.

Se les critica cuando aspiran a intervenir con los gobiernos, a través del diálogo social, en todo lo que incide en las condiciones de vida de los trabajadores, acusándoles de  pretender usurpar y condicionar la legitimidad de los partidos políticos y los gobiernos, calificándoles de sindicatos politizados. Pero también se les critica justo por lo contrario, afirmando que no atienden al bien común, cuando se les reclama Pactos Sociales de Estado, considerando que su contribución es esencial para afrontar la crisis económica. Se les critica por recibir fondos institucionales y se les exige que vivan exclusivamente de sus recursos y de las cuotas de sus afiliados. Pero también se critica y califica de ilegítimo, cuando no de "mordida", el cobro de sus servicios a las personas no afiliadas cuando intervienen en una negociación o en un conflicto.

Al margen del dudoso rigor e incluso de la solvencia de muchas de las críticas que están recibiendo los sindicatos, algunas descaradamente interesadas en su desaparición, el sindicalismo español, como instrumento esencial de la democracia precisa, y así creo que lo están entendiendo nuestros sindicatos más representativos, reflexionar con valentía sobre las causas de que en ocasiones sean vistos como organizaciones ancladas en el pasado, poco innovadoras, con escasa conexión con los jóvenes y casi nula relación con los trabajadores cualificados o con responsabilidad en las empresas.

Muchas son las preguntas que se deben hacer nuestros sindicatos para superar las actuales dificultades, pero pueden estar seguros de que las respuestas correctas no vendrán de las críticas de esos sectores políticos, ni del sectarismo de algunos medios de comunicación, que no hace todavía dos años azuzaban a los sindicatos para convocar una huelga general al gobierno de Zapatero por los recortes y el incremento del paro, y para los que ahora, con un gobierno amigo, toda movilización es sinónimo de alta traición a los intereses de la patria. Es imprescindible que la crítica, al menos la de los demócratas, si su voluntad es ayudar en la reflexión a los sindicatos, sea consecuente con la función que se les exige, para lo cual los medios de comunicación deberían tratar, al menos, con el mismo rigor que al resto de las organizaciones sociales y políticas.

Un ejemplo de ello son las experiencias vividas en conflictos y negociaciones como las recientes en Seat, Nissan, Alston y otras muchas en las que, si no hay acuerdo, se les responsabiliza de frustrar inversiones y creación de nuevos puestos de trabajo. Y en cambio, cuando se alcanza el acuerdo y esos mismos sindicatos con su firma asumen alguna pérdida de derechos de los trabajadores y trabajadoras que representan, y por ello pagan un alto coste en afiliación y crítica de una parte de los trabajadores y de la sociedad, luego, con la ayuda de algunos medios de comunicación, el mérito de estas nuevas inversiones y los nuevos puestos de trabajo son capitalizados por los ministros,  consejeros y consellers de turno al presentarlo como un gran éxito de su "buena" política industrial.

Es cierto, muchos cambios deberán acometer nuestros sindicatos, pero de poco van a servir si paralelamente no los acometen también con igual, o incluso mayor intensidad, nuestras organizaciones empresariales que hasta hoy están transitando como ausentes entre las críticas generalizadas a nuestras relaciones laborales, como si no tuvieran su importante cuota de responsabilidad en las dificultades para modernizarlas.

Critiquen a los sindicatos, pero háganlo con rigor, se lo merecen los cientos de miles de militantes sindicales en las empresas que precisan recuperar la confianza y la autoestima, desde la iniciativa y la pasión por ideales tan nobles como son representar a la principal fuerza de la sociedad que constituye el trabajo. Lo necesita nuestra economía y lo exige la democracia.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

RSC: Bangladesh, cuando desespera el futuro.

Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL


El pasado 13 de mayo la agencia IPS publicaba, junto a su fotografía, la exclamación de una joven de 18 años trabajadora del textil de Bangladesh llamada Shapla que decía: "Me desespera el futuro”, una frase que define como pocas lo ocurrido el pasado jueves 28 de noviembre en este país.

La noche del 28 se incendia una fábrica textil en Bangladesh, que con 18.000 empleados, es una de las mayores de este país. Según las autoridades, el fuego fue provocado por los trabajadores, furiosos por los rumores de la muerte de un compañero a causa de los disparos de la policía. Bangladesh está una vez más en el centro de la atención mundial, lo estuvo hace unos meses por la  mayor catástrofe industrial de la historia que causó 1.130 muertos y más de 2.500 heridos. Y lo está siendo también estas últimas semanas por las violentas protestas y movilizaciones de los trabajadores textiles que llevaron al cierre a cientos de fábricas, reivindicando aumentos salariales para pasar de la actual situación insostenible de un salario mínimo de 29€ mensuales, a 70€ y 100€, mínimos aún de miseria.

Cada acontecimiento que sucede en este país, uno de los más pobres del planeta, nos recuerda que los compromisos de Responsabilidad Social de las grandes marcas de la moda que en él operan, para ser algo más que palabras, deben traducirse en acciones que lleven a garantizar un salario digno a las personas que intervienen en la confección de sus prendas en toda su cadena de valor.

Un salario digno debe tener como referencia el concepto de "salario vital", que se resume como aquel que debe percibir en efectivo un trabajador en su jornada legal de trabajo de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento y vacaciones y previsión social. Desgraciadamente esto está aún muy lejos de la realidad de millones de personas en el mundo.

Las multinacionales, para tener credibilidad, deben traducir sus compromisos de salario digno,  contemplados en sus Códigos de Conducta, en condiciones en los contratos de compra para que el coste del producto esté vinculado al "salario vital". Es ahí donde debe probarse la seriedad de tales compromisos y su eficacia, además de ejercer su influencia, que es mucha, sobre gobiernos y organizaciones patronales de los países de sus proveedores, para garantizar el derecho a la negociación colectiva en las fábricas y la libertad de afiliación sindical de los trabajadores. También favoreciendo con sus pedidos a aquellas empresas con representación sindical, ya que es la mejor garantía de cumplimiento de la legalidad y de sus códigos de conducta.

Esta necesaria intervención de las multinacionales del vestido en Bangladesh no puede desarrollarse por parte de cada multinacional de forma aislada. Porque no hay una sola que tenga suficiente fuerza o recursos, pero, también porque no se trata de una acción filantrópica, sino de su incidencia en el mercado de trabajo sobre una amplia estructura empresarial, en general poco decente, sobre unas 6.000 empresas textiles del país, con casi 5 millones de trabajadores, de entre las cuales unas 2.000, con  más de 2 millones de trabajadores, fabrican prendas de vestir simultáneamente para diversas marcas mundiales.

Es precisa la alianza y el compromiso de las empresas más importantes, como el realizado ya por las 110 que han firmado el Acuerdo con el sindicalismo internacional, IndustriALL y UNI,  para la seguridad de las fábricas en Bangladesh tras el accidente del pasado mes de abril. Siguiendo la misma política de alianzas y suma de esfuerzos, hay que promover el empoderamiento de los trabajadores y sus representantes, desde mecanismos efectivos que favorezcan la creación de sistemas de diálogo social.


La noticia del incendio por parte de los trabajadores de su fábrica no es un accidente fortuito sino la expresión de unas relaciones laborales y sociales que ni las multinacionales, ni por supuesto sus clientes, pueden aceptar como parte del escenario inevitable de su negocio y que este se pueda sustentar con la desesperación por su futuro de millones de personas como la joven Shapla.  Las multinacionales. en una amplia alianza con los sindicatos, ONGs, Organizaciones Internacionales, etc,  tienen conocimientos, fuerzas y medios para mejor la situación. Toca actuar y rápido.