sábado, 30 de marzo de 2013

NECESITAMOS MÁS PLANES DE IGUALDAD



Joaquim González Muntadas

Este mes, coincidiendo con el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se han presentado y publicado un sinfín de informes relacionados con los avances y a veces retrocesos de las mujeres en el trabajo y en la sociedad. Se han vuelto a poner de manifiesto las diferencias salariales por razón de sexo, también las dificultades para avanzar en la presencia de mujeres en los consejos de administración de las empresas, donde vemos como año tras año, a pesar de las leyes y recomendaciones nacionales y europeas se mantiene la escasa presencia de mujeres en éstos. Hemos conocido la relación directa entre contrato a tiempo parcial y mujer y se han publicado estudios muy importantes sobre la relación entre mujer y pobreza, que deberían tener mayor difusión porque denuncian situaciones que la sociedad  está obligada a corregir.

En estas fechas también deberían conocerse los avances efectivos, aunque silenciosos, que se han producido en muchas empresa y sectores, avances en los que mucho tiene que ver la RSC, la acción sindical, la negociación colectiva y el diálogo, y en los que son protagonistas trabajadores y trabajadoras, empresarios, sindicatos y patronales. Avances en la contratación de mujeres en sectores industriales hasta ayer masculinizados o en la corrección de diferencias salariales en situaciones de trabajo de igual valor. Avances en acciones de conciliación o en mayor atención formativa a las mujeres. Avances reales, insisto, fruto de la acción, del diálogo, de la sensibilización sindical y empresarial, pero vemos también que son avances sujetos al riesgo del abandono a medida que se va agravando la crisis y muchas empresas tiene la tentación de relegar sus compromisos y planes de igualdad por entender que son” lujos” prescindibles en situaciones difíciles como las que vivimos.

Pero la noticia más impactante es la aparecida en diversos medios de comunicación encabezada por el titular: "Las empresas prefieren a los hombres para gestionar la crisis" que nos informa de la reducción del número de mujeres en cargos de responsabilidad ejecutiva, que han pasado del 19,50 % en el año 2009  al 10,30 % en enero del 2013, como se ha dado a conocer en el estudio realizado por la escuela de negocios AEDA y la consultoría de recursos humanos ICSA.

El estudio refleja el retroceso de las mujeres en las responsabilidades ejecutivas por entenderse que los valores que aportan no son los más apropiados para afrontar la dura situación de crisis, expresando un grave retroceso cultural que delata el paso atrás de reforzar aquellos viejos, rígidos y además ineficaces valores en la gestión empresarial y así enterrar las buenas intenciones expresadas en los cientos de seminarios, campañas y jornadas para propagar y sensibilizar en la necesidad de que las empresas cuenten, más de lo que lo hacen, con el talento y los valores femeninos en la gestión empresarial.

Lo más grave de esta noticia es que advierte que estamos retrocediendo en el tiempo y en el espacio, y que en los ámbitos de muchas empresas y de la sociedad se sigue persistiendo en el error de entender que la rigidez y la jerarquías son las mejores formas de gestión para la salida de la crisis, cuando han sido precisamente estos valores, junto al autoritarismo, los causantes de parte de nuestro histórico retraso económico, de nuestro débil tejido productivo y  de la escasa innovación. 

Es muy mala noticia precisamente ahora y en estas circunstancias, porque deberíamos considerar más que nunca que sólo nos sacarán del pozo de la crisis mayores grados de flexibilidad y de participación, unos valores más identificados con la mujer, que deberían propiciar en muchas empresas un cambio en las formas de gestión empresarial que aporten una nueva cultura allí donde todavía hoy estén marcadas por el autoritarismo y el machismo. Por esto precisamos más Planes de Igualdad, como nos demuestran día a día las empresas con futuro, para conseguir entornos con hombres y mujeres iguales en derechos y oportunidades, capaces de integrar y aprovechar su diversidad y pluralidad. Hagamos el esfuerzo de incluir más mujeres en la gestión, si no es por justicia, por demostrada eficacia. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

NECESITAMOS MÁS RSC


Sin abandonar la prevención frente a las manifestaciones, que las hay, de papanatismo y oportunismo en torno al concepto de Responsabilidad Social Corporativa o Empresarial (RSC o RSE), deberíamos ver este concepto como un nuevo campo por explorar y un largo camino por andar tanto en las relaciones laborales e industriales de nuestras empresas, como de especial utilidad para el conjunto de la sociedad.

Es el momento para que el Movimiento Sindical incorpore con fuerza en la negociación colectiva propuestas, iniciativas e instrumentos que garanticen la participación de los trabajadores y trabajadoras y la de sus representantes, en el seguimiento y verificación del cumplimiento de los compromisos de Responsabilidad Social adquiridos por la empresa, para que no ignore a las personas que trabajan en sus productos aunque estén a miles de kilómetros de su sede central, y que estos compromisos atiendan la responsabilidad en las condiciones de trabajo, en el respeto de los derechos humanos y los derechos fundamentales del trabajo de las personas que manufacturan sus productos, sean éstos muebles, vestidos, zapatos, ordenadores, alimentos, teléfonos o automóviles etc.

Es la hora también de que las empresas comprendan que sus trabajadores y los sindicatos que los representan no son un grupo de interés más (organizaciones de consumidores, de accionistas u ONG), como los califican muchos de los manuales de gestión de la RSC, porque del buen o mal comportamiento social, de la buena o mala imagen y reputación de su empresa, depende el presente y futuro de su empleo.

Precisamos más Responsabilidad Social en muchas de nuestras empresas, pero también en las entidades e instituciones que nos gobiernan y que nos representan, nos lo demanda la realidad como reflejan las últimas encuestas: la EPA con los 5.965.400 personas en paro y el desempleo juvenil y el Barómetro del CIS, donde el 90,80% de la población califica la situación económica como mala o muy mala, donde sólo el 2,6% percibe la situación política como buena, y mientras la ciudadanía sitúa a la política en general, y a los partidos y los políticos en particular como el tercer problema.

Necesitamos más Responsabilidad Social a todos los niveles y necesitamos pensar en este país como una gran empresa que le urge revertir la negativa percepción que tienen de ella sus propios trabajadores y trabajadoras, y precisa recuperar la credibilidad en el proyecto empresarial, algo imprescindible para aspirar a tener un futuro, como imprescindible es también que la ciudadanía alcance a creer en un proyecto social común cuando estamos dominados por la segmentación y por el corporativismo del sálvese quién pueda.

Precisamos más Responsabilidad Social para revertir la desesperanza y el desasosiego que provoca la evidente crisis institucional que padecemos y poder convertir la lógica indignación en propuestas creíbles de regeneración. Lo preciamos, como lo necesitan los trabajadores de una empresa en crisis para impedir que la falta de confianza en sus gestores les lleve a la desesperanza y con ello al fracaso seguro, y recuperar urgentemente con hechos y resultados la imprescindible confianza en la clase dirigente para gestionar una salida razonable a la crisis antes de caer en el pozo del nihilismo social hacia el que estamos caminando a pasos acelerados.

Por esto podría ser muy útil fijarnos en la acción de esa empresa que necesita reinventarse y adaptarse a la nueva realidad, fijarnos en esa empresa que decide impulsar su Plan de RSC y atender con ello a las tres acciones principales que deberá acometer como le indicará cualquier manual de ayuda para impulsar su Responsabilidad Social. La primera, la necesidad de construir unas relaciones sinceras con los diversos grupos de interés, o sea, la necesidad de construir con el diálogo y el consenso. La segunda, comunicarse con la sociedad con informaciones claras, transparentes y reales, diciendo siempre la verdad para ganar la necesaria credibilidad. Y tercera, atender siempre al equilibrio económico, social y medio ambiental, lo que no se está haciendo hoy en política económica, social y medioambiental. Precisamos más Responsabilidad Social en todos los ámbitos de nuestra sociedad y sin ella difícilmente saldremos de esta.

miércoles, 13 de marzo de 2013


Joaquim González Muntadas

 

CÁTEDRA INDITEX-UNIVERSIDAD A CORUÑA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL


Desde la experiencia sindical, una mirada a la RSC



A Coruña 6 de marzo de 2013





Joaquim González Muntadas

 

CÁTEDRA INDITEX-UNIVERSIDAD A CORUÑA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL

Desde la experiencia sindical, una mirada a la RSC


A Coruña 6 de marzo de 2013



Desde mi experiencia en la dirección de la Federación de Industrias de la Moda, Energía y Química de CCOO, una organización sindical reconocida en los foros sobre RSC por su compromiso en este campo, quiero compartir algunas ideas que podrían ser útiles a las personas interesadas en esta materia. Responsabilidad Social Corporativa o Responsabilidad Social Empresarial, RSC o RSE  unos términos que pretenden trasmitir el esfuerzo voluntario, de la nueva de empresa sostenible, ciudadana, con capacidad de diálogo, y comprometida socialmente, un concepto que cada día está más presente en los medios de comunicación y en el discurso político, social y también en el económico.

Pero, y hay que decirlo también, es un concepto con mucha literatura, buenas voluntades, escasa experiencia, inflación de actores disputándose el protagonismo, y mucho oportunismo e instrumentalización al no ir más allá, en muchas ocasiones, de la gestión de la imagen de la empresa.

Un concepto que el Movimiento Sindical ha vivido de forma muy tímida y contradictoria. Lo ha recordado con toda crudeza al revisar la conferencia que di, hace ahora doce años, en la Universidad de Verano del Escorial, comprobando que en el debate en el que participaron sindicalistas de varios países, los términos más usado fueron "perplejidad" y “desconfianza” al considerar la RSC como un riesgo para la función sindical y percibierse como un posible intento de las empresas de ignorar a los sindicatos como legítimos representantes de los trabajadores.

Mi Federación Sindical, FITEQA CCOO, que organiza algunos de los sectores más sensibles y afectados por la globalización de la economía como son  el textil, el petróleo, gas y la química, no compartíamos del todo estos miedos, y ya habíamos empezado nuestros primeros escarceos incordiando a algunas empresas muy importantes como Inditex, Repsol, Mango, Cortefiel, Corte Inglés, Gas Natural, sobre sus compromisos en Responsabilidad Social. He dicho incordiar, lo sabe muy bien Antonio Abril como directivo y secretario general del Consejo de Administración de Inditex, que recordará, igual que yo, algunas conversaciones telefónicas, unas más amistosas que otras, correos y cartas al respecto. A decir verdad todo era intuición, inquietud y, si me permitís, un poco de olfato, porque estaba todo por escribir, y en nuestro país todo por hacer.

Nuestra posición o, mejor dicho, nuestra intuición, se concretaba en que el sindicato obtendría algo de información, intervención o influencia en las empresas, porque si estábamos seguros de algo, era que las empresas, hace quince años, tampoco sabían muy bien lo que querían, ni como lo querían, no sabían qué hacer y hasta dónde iban a llegar, por muchos folletos de colores que estuvieran  editando en torno a su RSC.

En el sindicalismo comenzaba una primera discusión sobre si el tema interesaba o no, si era solamente marketing empresarial o un burdo intento de llevar a la decisión unilateral de la empresa lo que antes había sido materia de negociación colectiva. Algo de esto había en algunos planteamientos empresariales.

Existía otra discusión en el sindicalismo organizado: unos decían que en la medida que los Códigos de Conducta eran decisiones unilaterales de las empresas y abordaban temas, como son los derechos y estándares básicos que la empresa se compromete a cumplir en relación a los/as trabajadores y trabajadoras, la comunidad y el medio ambiente, que interesan al sindicalismo no convenía intervenir en su aplicación porque era hacer el juego de la política unilateral de las empresas.

Por ello se contraponía y se contrapone a los unilaterales Códigos de Conducta los negociados Acuerdos Marco para  convertir lo unilateral en pactado. Confieso que nosotros FITEQA-CCOO si bien coincidíamos en el objetivo del Acuerdo Marco, a la vez entendíamos prioritario el contenido de las prácticas empresariales, reconozco desde un descarado posibilísimo, consideramos  que había que trabajar a partir de lo que hay, de los Códigos de Conducta, y entendiendo que, aunque unilaterales, los compromisos pueden ser de cumplimiento exigible. Por otra parte, probablemente era más fácil alcanzar los deseados Acuerdos Marco (objetivo que compartíamos) a partir de andar juntos empresa y sindicatos porque una dificultad inicial está en ganar la mutua confianza y la utilidad del trabajo.

Hoy existen un centenar de Acuerdos Marcos en empresas transnacionales o multinacionales, pero no  deja de ser muy significativo que el único Acuerdo Marco en la industria de la confección, uno de los sectores más complejos a la hora de hablar de gestionar y garantizar el cumplimiento de los derechos humanos y laborales en  los cientos y miles de proveedores y en los centenares de miles de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo sea precisamente el de Inditex que se alcanzó precisamente desde el trabajo gradual que permitió ganar la confianza mutua.

Pero quiero subrayar que hay una gran diferencia, no teórica, sino práctica, entre el Código de Conducta voluntario y unilateral y el Acuerdo Marco al ser el resultado de la negociación, el acuerdo y la firma de los compromisos de la empresa y con ello también los instrumentos de seguimiento y verificación de su cumplimiento entre la Dirección de la empresa y la Organización Sindical.

Hoy, doce años después, si alguien, de cualquier ámbito, sindical, social, económico, político o académico, dijera que está perplejo o asombrado ante la RSC, pensaríamos que acaba de despertar después de dormir toda una década.

Sobre la RSC se pueden hacer muchas exclamaciones, incluida la de incredulidad, por considerarla un engaña-bobos, falacia, marketing, maquillaje, pero ya no exclamar perplejidad o sorpresa, como afirmé hace más de diez años que era lo que sentía la mayoría del Movimiento Sindical Internacional, europeo y por supuesto español.

El concepto no solo se ha extendido y ha ganado naturalidad, sino que en nuestro país se ha institucionalizado con un Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas (CERSE), dependiente del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, donde participan las patronales en nombre de las empresas, y en representación de los trabajadores las organizaciones sindicales más representativas. También están otras instituciones y organizaciones no gubernamentales, junto con una nutrida representación de la Administración General del Estado, con el Ministerio de Empleo, el de Economía y Hacienda, y los de Educación, Sanidad, Industria, etc. Así que es difícil encontrar mayor nivel de institucionalidad de algo que nació de la voluntariedad empresarial a partir de una difusa y a veces confusa presión de algunas organizaciones de la sociedad civil.

Pero quizás más relevante que el grado de institucionalidad alcanzado, son los múltiples Masters de Gestión que imparten las Universidades y Escuelas de Negocios que han incorporado en todos sus MBA  asignaturas y referencias constantes a la RSC, que expresan el esfuerzo por integrar estos valores de forma transversal en la formación de los nuevos dirigentes empresariales, y por relacionar la competitividad de la empresa moderna con los intangibles que representan los valores, entendidos como protagonistas en la gestión. Estoy hablando de teoría, de conceptos o imágenes mentales, que, cuando se concretan, muchas veces tienen poco que ver con la realidad, pero esto sería harina de otro costal.   

Por eso ya podemos decir que la RSC ha conquistado su hegemonía social en términos gramscianos, al haberse convertido en un valor de referencia para la mayoría de la sociedad. Hoy ya no es un fenómeno nuevo que se debate  por qué y para qué sirve. Hoy, al hablar de RSC, todo el mundo sabe y entiende que nos estamos refiriendo a un valor positivo como es el compromiso de la empresa con la mejora social y que ello quiere decir necesariamente ir más allá del cumplimiento estricto de la ley. Hoy todo el mundo ya sabe que hablar de RSC es el esfuerzo por definir la moral o la ética de cada empresa.

Me refiero al término moral, como la conciencia o el conjunto de facultades y valores de una persona o de una colectividad, en este caso una empresa, que se consideran éticamente aceptables. Entendiendo, por otra parte, y quiero subrayarlo porque considero esencial precisarlo, la ética en el sentido aristotélico. Aristóteles define que sólo son morales, en el sentido de especiales, aquellas acciones en las que puedes elegir, y por ello decidir hacerlo o no. Concretando un poco más, en un estado de derecho cumplir la ley no es voluntario ni optativo, así que hablar de una empresa ética, y con ello hablar de la RSC, no es y no sólo puede ser, solo por cumplir la ley a la que se está obligado.

Pero antes de entrar en algunos porque y como de la gestión de la Responsabilidad Social desde la óptica sindical, quiero apuntar, lo que entiendo,  una de la mayores dificultades para la buena gestión de la RSC, al menos en nuestro país, como seguro lo debe ser  en otras muchas cuestiones de nuestra vida pública. Me refiero a la "banalización del concepto" por un inadecuado uso del término o, mejor dicho, por un abuso, ya que aprovechando su impacto positivo en la opinión pública, se acaba convirtiendo en un cajón de sastre que no dice nada porque se ha usado para todo.

El otro riesgo es el de la "banalización de los compromisos" adquiridos voluntariamente por algunas empresas. Lo explicará mejor la anécdota, que quizás Antonio Abril también recordará, y es en el año 2002 cuando aquí  en A Coruña, en Arteixo, se celebró el Acto de Constitución del Global Compact promovido por Kofi Annan y que en nuestro país se dio a conocer como Pacto Mundial de Naciones Unidas y del cual Inditex hizo de promotor en España y presidió lo que se denominó “la mesa cuadrada”.  Yo asistí como único sindicalista a lo que iba a ser la puesta en marcha de una iniciativa en la que voluntariamente se podían comprometer nuestras empresas para alinear sus estrategias de gestión con diez principios universales sobre que contiene el Pacto Global: derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente, y anticorrupción.

La anécdota es, que al leer la lista de empresas que en España se habían adherido al Global Compact, desde el primer día fueron 135. Ésta fue mi primera decepción, no por que fueran muy pocas comparadas con las miles que habían. No, la decepción era porque había demasiadas empresas, y si no veamos: en el inicio, el total de empresas adheridas al Pacto Global en Japón fueron 8, en Alemania 16, en Italia 15.

Algo fallaba aquí, cuando el mismo compromiso e igual de voluntario, por poner dos ejemplos, en España y Alemania se producía esta desproporción que sólo podemos explicar desde dos variables. La primera, que las empresas españolas son el número uno de responsables en derechos humanos, en estándares laborales, en rigor con el medio ambiente y también, claro, en mecanismos que eviten la corrupción. Para ser sincero, no creo que fuera esta  variable, ojala lo fuera. La segunda, creo que más acertada, que en Alemania o Japón se le da un valor distinto a la firma de un compromiso voluntario. Así que, cuando nos referimos a RSC, como en tantas otras cosas en la política, en la economía y también en la vida, debemos ir más allá del nombre de las cosas y atender a su contenido.

¿De dónde surge pues la RSC? ¿Es, como muchos consideran, sólo un intento más de las empresas para vender y lavar su imagen? Creo que podemos afirmar, sin mucho riesgo a equivocarnos, que es la respuesta, unos dirán que obligada, pero todos deberíamos decir que inteligente, a la decepción expresada por la mayoría de la ciudadanía hacia las grandes corporaciones empresariales en las décadas de los ochenta, precisamente cuando las empresas eran las instituciones mejor valoradas y percibidas como las más capaces de responder a los intereses de amplios sectores de la población. Lo reflejó con mucha precisión Ronald Reagan con su concepto de la “Magia del mercado”.

En los años noventa se evidencia un cierto divorcio entre el mundo de estas grandes empresas y corporaciones y las necesidades sociales, y que se agudiza aun más con los escándalos económicos y financieros protagonizados por altos ejecutivos, con un extraordinario impacto en la opinión pública, esencialmente americana. Es cierto que las críticas a la gestión de las grandes empresas y la revolución del accionista, en Europa se producen con menos fuerza y crudeza.

La inexistencia de verdaderos contrapesos y eficaces mecanismos de control sobre el poder de decisión de los gestores, ha provocado que directivos de empresas con grandes beneficios durante este periodo, mientras despedían a miles de trabajadores, no tuvieran escrúpulos en aumentarse escandalosamente sus salarios y remuneraciones, provocando la ruptura del contrato no escrito, por el cual de manera sutil se entendía, que los trabajadores podían esperar estabilidad en su empleo mientras la empresa fuera rentable, y a la vez la empresa podía contar con la colaboración leal de los sindicatos, y una aceptable identificación de los trabajadores con los proyectos y objetivos empresariales.

Lo más grave de la ruptura de este pacto es que se había producido en un contexto de fuerte crecimiento económico, y por tanto, no como una respuesta a las necesidades de carácter coyuntural y de crisis lo que explica la reacción y la contestación social. El paradigma de esta decepción por su dimensión a escala mundial fue Enron laureada por las revistas especializadas como la empresa más innovadora de los Estados Unidos durante cinco años consecutivos, entre 1996 y 2000 y en la lista de los 100 mejores empleadores. Hasta qué su reputación comenzó a decaer tras conocerse  los pago de sobornos y tráfico de influencias para obtener contratos en América Central, América del Sur, África, las Filipinas y la India y tras conocer sus técnicas contables fraudulentas, avaladas por la entonces prestigiosa firma Arthur Andersen que permitieron crear el mayor fraude empresarial conocido hasta ese entonces. De ahí que "Enron" se convirtiera en  sinónimo del fraude empresarial planificado.

Algo muy parecido a la decepción vivida con ENRON, es lo que está ocurriendo en nuestro país con algunas entidades financieras. O queremos mayor sarcasmo, comprobar hoy, que hace justo cinco años la tercera empresa española percibida con mejor reputación social fuera Caja Madrid y BANKIA. Una entidad  que no respetó el mínimo código de buen gobierno, que actuó, como otras, con prácticas fraudulentas  e ilegales  con  sus clientes en las "preferentes". Algo nos falla cuando  se le reconoce a una empresa como la tercera empresa con mejor reputación mientras  practica una abusiva política retribuida a sus directivos y una temeraria política de créditos a lo amigos de estos.

Fue la presión social, como lo será ahora en España tras de la experiencia que estamos viviendo en el Sector Financiero,  la que contribuyó a situar en el primer plano la discusión política de la función social de la empresa y la necesidad de nuevos equilibrios entre las responsabilidades de los accionistas, los gestores, la creación de riqueza y el conjunto de la vida social. Y ello con independencia de la discusión teórica y académica, que sigue y seguirá viva, sobre la idea de la responsabilidad social de la empresa.

Hay que destacar el protagonismo de las organizaciones no gubernamentales, especialmente los grupos de derechos civiles y el movimiento ecologista, con sus campañas de denuncia de determinadas prácticas y conductas de las grandes empresas y corporaciones,  y el hecho que de que éstas sean permeables a las coacciones sociales y a la presión de sus clientes. En Europa ha adquirido también una dimensión política, empezando por las diversas Resoluciones del Parlamento Europeo que expresan el objetivo de hacer de Europa un polo de excelencia de la responsabilidad social de las empresas. De manera muy especial El Libro Verde de la Comisión Europea en el año 2001 para fomentar un marco europeo de RSC  representó un impulso y una referencia muy importante en España y en Europa, así como la  nueva definición de la Comisión Europea en su Comunicación de 2011 que incorpora el concepto expreso de la responsabilidad empresarial por sus “impactos”.

No es un hecho de segundo orden que en Europa el eje en torno al que gira la RSC sea el empleo, la organización y calidad del trabajo y la relación con los trabajadores, tal como ya se había avanzado en el consejo Europeo de Lisboa, reconociendo con ello que el principal déficit de la construcción europea es la política social.

Debemos recordar, después de varias décadas de viaje, que la RSC no ha sido un proceso pacífico, sino que ha tenido potentes enemigos como se refleja en la dureza de los adjetivos utilizados, por poner un ejemplo, por el influyente The Economist, calificando la RSE de conspiración e intoxicación a la opinión pública contra el capitalismo y la libre empresa, y donde advertían de las graves consecuencias para la competitividad y la reputación de la industria europea, y que de triunfar la RSE, aumentarían artificialmente los costes de las mismas al verse obligadas a atender objetivos que no le son propios. Ataques y advertencias de los riesgos para la libre empresa desde los más irreductibles representantes de la ortodoxia política y económica ultraliberal, que llegaron a equiparar el movimiento de la RSE con la ofensiva teórica e intelectual de los adversarios de la libre empresa y la economía de mercado, frente a las exigencias cívicas de responsabilidad social, a las que responden con la lapidaria sentencia de Milton Friedman “la acción social corresponde a los accionistas con sus dividendos, no a la empresa”, o la más repetida de todas “ la finalidad de una empresa bien gestionada es hacer beneficios, no salvar al planeta”.

El verdadero cambio al que asistimos es el gran protagonismo que adquieren los intangibles en el valor de la empresa y su marca, un cambio con relación a pocas décadas atrás donde se repartía entre el 80% del tangible y el 20% de intangible, mientras que hoy, estamos en la “gestión del intangible”, o dicho de otra forma, en la necesidad de integrar en la gestión estratégica de la empresa lo duro y lo blando y con ello la nueva importancia y trascendencia del concepto reputación, la necesidad de integrar en un todo lo económico, lo social y lo medio ambiental, algo que ha provocado un nuevo espacio de diálogo obligado entre las grandes empresas, las ONG, las comunidades locales, las comunidades indígenas y los sindicatos.

Querría hacer un paréntesis antes de entrar en el papel concreto de los sindicatos en la RSC. Podéis intuir que su papel es complejo, como organizaciones acostumbradas a gestionar la dureza de las relaciones laborales concretas entre el trabajador, su productividad, su salario y sus condiciones de trabajo –que tienen poco de intangibles- y, al mismo tiempo, la gestión de lo blando, en esta diferencia que acabo de apuntar.

El cambio de verdad, el radical, en el mundo de la empresa y su relación con la sociedad, el cambio que nos explica que la RSC cada día tenga mayor relieve en las empresas y la sociedad, es el peso y valor de la marca. Porque hemos pasado de la idea, de no hace tantos años, de que lo principal era la producción, lo duro, y que la marca, lo blando, era solo un agregado. Hemos pasado de centrar todo el esfuerzo en diseñar y fabricar productos, a considerar que lo más importante es comercializar y distribuir estos productos, y que la marca no es solo una imagen impresa en las etiquetas, sino una identidad o incluso una conciencia empresarial. La marca, ya no tanto como producto, sino como ideas, actitudes, valores y experiencias, es decir, la marca como cultura.

La Marca y con ello el poder del cliente, que coincidiremos que no es el mismo ante la empresa de frenos por ejemplo Ferodo, o envases de vidrio si no cotizan en bolsa, que ante Nestlé o Camper, por poner dos ejemplos, o Zara. Un espacio en el que inciden además las más diversas ONG que saben que el talón de Aquiles es la marca y la percepción que de ésta tenga el consumidor.
    
Una novedad que ha sido potenciada por la globalización de los mercados, pues ha modificado el panorama del trabajo mundial. Nada resulta más molesto, más desagradablemente material que las fábricas que manufacturan sus artículos. La razón del cambio es sencilla: construir una marca es un proyecto extraordinariamente caro, necesita una atención, una gestión.

Pero para que una empresa recupere los costes, sólo puede destinar una cantidad finita de dinero a cubrir todos los gastos: los de materias primas, los de fabricación, los gastos fijos y la creación de la marca, después de haber firmado contratos de patrocinio, de promoción y publicidad de costes elevadísimos.

Según esta lógica, las empresas no deben emplear sus limitados recursos en las fábricas. El cambio lento pero decisivo de las prioridades de las empresas ha dejado en una posición precaria a los productores no virtuales, a los trabajadores y trabajadoras.

Empresas que tradicionalmente se daban por satisfechas con aumentos del 100% entre el coste de producción en fábrica y el precio minorista hoy remueven el planeta para encontrar fábricas capaces de manufacturar productos tan baratos que ese margen se multipliqué por tres, por cuatro o por cinco. Un margen que dedican a la promoción de la marca, a los locales de prestigio en el centro de las capitales y  a la  publicidad y el patrocinio.

Lo dijo el Presidente  Nike “Ya no vale la pena hacer cosas. Lo que añade valor es la investigación, la innovación y el marketing”. La producción no es la piedra fundamental del imperio de las marcas, sino una tarea fastidiosa y marginal. Y con la pretensión de que a medida que se traslada al exterior, se va con ello la anticuada idea que el fabricante es el responsable de sus empleados.

Y ahí aparece otra vez el Sindicato para recordarle a la empresa, a sea empresa que, fuera su pretensión o no, tiene una responsabilidad en las condiciones de trabajo y en el respeto de esos empleados que fabrican sus productos, sean muebles, vestidos, productos alimenticios, teléfonos o automóviles, etc.

La función del sindicalismo hoy en la economía y en la empresa global está en impedir que la estrategia de muchas y muy importantes empresas, algunas laureadas con nominaciones de Empresa Responsable y Ética, ignore a las personas que trabajan en sus productos, aunque sea a miles de kilómetros de su sede central o en empresas subcontratadas, y también sean ignorados de la vida comercial de los productos que fabrican.

Dicho de otra manera, para que los trabajadores del sur y los consumidores del norte nos comuniquemos, el sindicalismo internacional debería ser  el mejor cauce. Porque a pesar de la retórica de la uniformidad del planeta, éste sigue profundamente dividido entre productores y consumidores.

Y para acabar dos consideraciones generales  y una conclusión:

La primera consideración general: Sería muy difícil hablar en los términos que hoy se hace sobre la RSC sin un mundo absolutamente  intercomunicado por Internet y las  redes sociales que permite que las empresas estén constantemente observadas y censuradas por los agentes sociales: ONG, consumidores, sindicatos, organismos institucionales y directamente por sus clientes y la ciudadanía.

La segunda consideración, la hago en forma de declaración de principios: Después que el Movimiento Sindical ha despejado sus dudas y perplejidades iniciales en relación a la RSC. Hoy está obligado a luchar para que la empresa sea algo más que los dividendos de sus accionistas, para que en ella rija un principio de responsabilidad pública, y para que, de acuerdo con ello, las empresas sean responsables de los resultados y los impactos económicos, sociales y ecológicos de sus actividades. Por ello, el sindicalismo debe incorporar en la negociación colectiva cuantos mecanismos de su participación y obligaciones a las empresas que garanticen el seguimiento, control y el debido cumplimiento de los compromisos, inicialmente voluntarios, de Responsabilidad Social.

La conclusión: Los trabajadores de una empresa y sus sindicatos son, entre los actores de la RSC, los que tiene una posición más compleja, ya que el talón de Aquiles de la empresa y la razón que mueve en gran medida la lógica de la RSC, y con ello la creación de valor, es la Reputación.  El resto de las partes implicadas sabe que su arma de presión y de coacción hacia la empresa es el desprestigio de la marca y el deterioro de su reputación, con los riesgos que comporta para la viabilidad presente y futura de la empresa. Así que a nadie se le escapa que utilizar esa arma, digamos por ejemplo el boicot de los productos, impulsarlo y promoverlo por parte de los trabajadores y sus sindicatos, sería lo más parecido a escupir hacia arriba.

Por esto, quiero trasladar un mensaje a las personas que actualmente o en el futuro, intervienen en la gestión de la Responsabilidad Social en las empresas. Que no veáis a los trabajadores y trabajadoras y a sus sindicatos como una parte implicada más  como los definen la mayoría de los manuales de la RSC. Porque estos deberían ser vistos y tratados como, lo que son, como una parte esencial y comprometida ya que la diferencia entre los trabajadores y los consumidores y las organizaciones que los representan, está que su empleo presente futuro depende de la buena o mala reputación de su empresa.

Bien,  he querido desde la experiencia sindical, una de las partes comprometida con la RSC, dar la visión, o más bien una versión, de algo que creo firmemente que puede ser,  mejor dicho lo es ya, una fuente muy importante de innovación social y de gestión empresarial, como lo deberá ser también para el sindicalismo que aspire con su acción sindical intervenir e influir en la gestión de las empresas.    

Gracias por vuestra atención.

martes, 12 de marzo de 2013

LA REFORMA LABORAL:¿EL DIÁLOGO ES UN LUJO?




El gobierno y no pocas patronales creen que no es necesaria la regulación colectiva de las relaciones laborales en los sectores, que no son necesarios los convenios colectivos sectoriales, que tampoco se precisan normas acordadas entre la empresa y sus trabajadores, y entienden que, en definitiva, mantener un pesado y sofisticado sistema de equilibrios y reconocimiento mutuo, cuando tienen a su favor unos aliados tan potentes como la crisis, el paro y la reforma laboral, resulta innecesario, casi un lujo,.

La vía más rápida y segura para debilitar el convenio y a los agentes sociales que lo negocian es, como hace la Reforma Laboral, dificultar el protagonismo de éstos en aquellas empresas que deciden no aplicar partes del convenio colectivo, y romper el ya débil equilibrio que supone.

Dicho de otra forma: en el "toma y daca" de una negociación se incorporan al convenio colectivo, por ejemplo, mejoras en el salario, en la organización del trabajo o en la jornada, que explican y equilibran  concesiones en otras materias, pero estos avances pueden dejar de aplicarse en las empresas sin el conocimiento e incluso la fiscalización de los firmantes y gestores del convenio colectivo (patronal y los sindicatos).Y si la norma permite el incumplimiento del convenio, la conclusión es clara: se debilita su valor y con ello, al menos desde la parte sindical, se desmotiva el interés de negociar.

Desmotivar la negociación sectorial es impedir que nuestras relaciones laborales e industriales avancen en nuevos y necesarios instrumentos de participación e información, es decir, de implicación, en las empresas y en el sector. Desmotivar y debilitar el Convenio de Sector es renunciar al único instrumento sectorial que tenemos en nuestro país para acompañar y desplegar políticas industriales destinadas al fomento y mejora de las condiciones de producción, como tienen otros países.

Debilitar y, a la larga, liquidar el Convenio Sectorial, en una realidad como nuestro tejido productivo, muy heterogéneo y conformado en un 90% de pymes, con sectores y actividades muy difusas, de ubicación territorial dispersa y con pocos polos o distritos industriales de afinidad productiva, que pudieran construir cauces propios de diálogo social, será dejar prácticamente sin los resortes imprescindibles para el diálogo sectorial que un realidad como la descrita necesita. Una realidad en la que sólo la Negociación Colectiva Sectorial reforzada podría avanzar mucho más allá de la fijación de las tablas de salarios mínimos.

El Gobierno a través de la Reforma Laboral, puede dejar a las empresas y a los sectores sin un instrumento difícil de reponer como son los convenios de sector, porque ha desincentivado su valor e interés, y ha debilitado, si la patronal y los sindicatos de cada sector no redoblan sus esfuerzos para impedirlo, su capacidad de ser el canal solvente que precisamos para la mejora de la organización de la fuerza de trabajo, los perfiles y competencias profesionales, las políticas de igualdad y conciliación, salud y seguridad y la formación, la tan necesaria formación.

Hoy, importantes convenios colectivos sectoriales corren el riesgo de desaparecer, si no son renovados en breve plazo, dada la actitud de algunas patronales cuyo comportamiento responde fielmente al pensamiento descrito en el primer párrafo de este artículo. Convenios que muchos de ellos serán sustituidos, como apunta la Reforma Laboral, por convenios de empresa, que en algunos casos no serán, necesariamente, peores a los que se dan en las actuales circunstancias para  los trabajadores y trabajadoras individualmente después de dos años sin renovar su actual convenio.

Pero es muy posible que el futuro acabe recordando a muchos de estos sectores el valor de sus Convenios y el error que supone perder el único cauce de identidad cuando la mayoría tienen escasa fuerza social y apenas influencia política. Seguro que acelerarán su disgregación y la competencia desleal, perdiendo así uno de los pocos instrumentos, que bien gestionado, les debería dar peso y volumen al sector. Sólo un serio cambio de actitud,  que entienda el valor y las posibilidades de los convenios sectoriales permitiría, cuando faltan pocos meses para su desaparición dando el “estirón del vago” para aprovechar la oportunidad para que se ordenaran  y agruparan  convenios y que se construyeran  nuevos ámbitos, en muchos casos más útiles y racionales que los actuales, del que pudieran nacer iniciativas que refuercen su competitividad. Por ello, no se puede entender el diálogo como un lujo puesto que es, precisamente en estas circunstancias, nuestra primera necesidad

jueves, 21 de febrero de 2013

LA REFORMA LABORAL Y EL RATÓN EN EL ZAPATO





A lo largo de estas semanas y coincidiendo con el aniversario de la Reforma Laboral, se han publicado un gran número de artículos, balances y opiniones a favor de la Ley y, otras, la gran mayoría, en contra, expresando la experiencia negativa del año de su vigencia. Sin exageraciones, este negativo balance ha permitido evaluar sus efectos de cambio profundo en las relaciones laborales de nuestro país. Mientras tanto, otros, sin negar los efectos negativos que expresan las cifras de empleo destruido en su primer año de vigencia, apelan a actos de fe desde el argumento de que los beneficios van a llegar muy pronto.

Pero tan grave como las consecuencias que está provocando la letra de esta ley, es su música, que sigue insistiendo en el error del diagnóstico de nuestros males y, lo que es peor, reiterando el error en los remedios.

Otro riesgo, igual de grave para los trabajadores y trabajadoras es que, después de reiterar una y otra vez la agresión cierta que ha representado la Reforma Laboral, acabe prendiendo la desmoralización sindical y, con ello, cunda la idea de que no hay nada que hacer en la negociación colectiva, ni en la acción sindical en las empresas. Un grave error que la realidad nos desmiente día a día con multitud de ejemplos: Nissan, Bankia, Convenio General de la Industria Química,  etc.

Un riesgo a evitar es el que podrían acabar provocando muchos de los trabajos publicados por los propios sindicatos y su entorno, cuyas expresiones y argumentos, ciertos y con la mejor intención, aunque gruesos, puedan llevar a entender que ya no hay capacidad de respuesta de los trabajadores y trabajadoras ni de sus sindicatos. El riesgo está en que se instale el erróneo convencimiento de que se ha destruido la negociación colectiva en las empresas y los sectores como consecuencia de la crisis, el miedo y la Reforma Laboral.

Es urgente un gran esfuerzo para explicar e informar a la sociedad de las muchas experiencias que desmienten la percepción del  "no hay nada que hacer", porque, de no remediarlo, podría acabar extendiéndose en el pensamiento de la mayoría de trabajadores y trabajadoras y en la acción de los  representantes sindicales, como le ocurrió al ratón de la conocida fábula del "Ratón en el zapato" y que nos cuenta que: “había una vez un ratón muy, pero que muy, inteligente, que se introdujo sin darse cuenta dentro de un zapato y, una vez dentro, creyó que se había metido en una ratonera. Como era muy inteligente y sabía mejor que nadie que no se podía escapar de una ratonera se quedó dentro y murió”.

Valga la metáfora del inteligente ratón que muere dentro del zapato para resaltar la necesidad de que, más allá de los cientos de opiniones, trabajos y estudios críticos sobre el contenido de la reforma, más allá de la grave crisis económica que estamos padeciendo en la mayoría de las empresas, y más allá de las muchas y evidentes dificultades para la militancia sindical, hay que afirmar que la acción sindical diaria y la unidad sindical están respondiendo con éxito en muchos casos.

Así que quizás sea el momento, de iniciar una seria ofensiva desde todos los frentes: sindicatos, laboralistas, profesores del derecho, inspectores de trabajo, magistrados, etc. Un frente compuesto por quienes hemos criticado la Reforma Laboral, y nos hemos movilizado frente a la misma, que lleve a encontrar, explicar, publicitar y analizar los cientos ejemplos, experiencias, resultados y sentencias, que también las hay muchas y muy importantes, para hacer entender al conjunto de los trabajadores y trabajadoras que estamos dentro de un zapato y no, aunque muchos lo quisieran, en una ratonera sin salida. Porque no se ha destruido la negociación colectiva, ni la acción sindical en las empresas y los sectores. Es el momento de demostrarlo, de comprobarlo y también de explicarlo. 

Vencerá la razón y, con ella, la Reforma Laboral se modificará, se “desmontará” como han exigido hace unos días Toxo y Méndez, que nadie lo dude. Pero mientras, es preciso pelear con los buenos ejemplos que lo hay a cientos. Digamos que mientras se imaginan unas alas más grandes, ahora toca moverlas y moverlas con fuerza para volar mientras se siguen imaginando y conquistando.

viernes, 8 de febrero de 2013

EXIJAMOS A LAS EMPRESAS COMPROMISOS CON EL EMPLEO




Si por marketing se entiende el proceso de comprender los deseos y las necesidades del consumidor y la estrategia para crear la relación con éste, las intensas campañas de publicidad en los diversos medios de comunicación de un número importante de empresas, en las que el mensaje a trasladar es su nuevo y fuerte compromiso con el empleo y el hecho de que en estos momentos estén coincidiendo todas a la vez y con la misma idea fuerza, demuestra que no responde a la casualidad.

La prueba de esta afirmación es muy fácil: vayan a la portada de este medio, Economía Digitalhttp://www.economiadigital.es/, repasen el contenido de la publicidad y comprobarán que la mayoría de sus anuncios coinciden en informar sobre sus esfuerzos con la financiación y promoción de proyectos y planes dirigidos al empleo: “becas o prácticas para universitarios”, “plan de formación y empleo”, “fondo de emprendedores”, “lanzadera o plataformas de nuevos proyectos de emprendedores”, “viveros o incubadoras de apoyo a la innovación”, "aceleradoras de TIC"...



Iniciativas que son una buena noticia si expresan que los gestores de algunas de nuestras más importantes empresas han percibido que para la sociedad española el problema más importante es el desempleo y entendido que sus clientes reclaman más compromiso empresarial tanto con el empleo como con las necesidades formativas, con la innovación, con la creación de empresas, con el empleo juvenil... Y que algunas empresas han asumido que hoy, en este país, es muy difícil hablar de responsabilidad social sin adquirir un compromiso que aporte nuevas iniciativas y soluciones para afrontar nuestro principal problema, el desempleo y, muy especialmente, el desempleo juvenil.

Parece que algo se está moviendo en la buena dirección si observamos las nuevas iniciativas surgidas en algunas de nuestras grandes empresas y los proyectos para comprometerse con nuevos planes y proyectos dirigidos al empleo juvenil, a la formación profesional, al impulso de apoyo a la creación de pequeñas empresas o al apoyo y soportes de la innovación.

Como siempre, deberemos esperar al balance final de todas ellas para comprobar si son iniciativas que se han quedado en una moda vacía de contenido, es decir, sólo en la publicidad o en el uso de una imagen oportunista, lo cual sería imperdonable y la sociedad y sus clientes debería castigarlas o, si por el contrario, como debería ser, son la expresión de que han entendido, como lo hicieron hace muchos años en otros países, el imprescindible papel que pueden jugar como motores económicos y sociales en campos tan necesitados de apoyo como la educación, la formación, la innovación, el empleo y, sobre todo, su función de papel de arrastre para cientos o miles de pequeñas y medianas empresas. 

Es el momento de que nuestras grandes empresas ayuden con su iniciativa y se impliquen con sus recursos y con su ejemplo, yendo más allá del mero cumplimiento de la ley. Es la hora, en estos momentos especialmente graves, en que las grandes empresas, además de mirar hacia los accionistas, aporten también el compromiso con sus propios empleados y con el conjunto de la sociedad. También deberían escuchar a nuestros jó́venes que emigran a trabajar a otros paí́ses europeos y nos explican las diferencias entre aquel mundo del trabajo y el nuestro y resaltan lo que allí han percibido: un mayor valor al empleo y un mayor valor al propio trabajador, a su formación, a su desarrollo profesional y a la transferencia de conocimientos entre generaciones en la empresa.

Es precisamente en estas graves circunstancias cuando debe expresarse la fortaleza y vitalidad de una sociedad, y de todas sus instituciones, y ver si son capaces de fortalecer el diálogo y de alcanzar los necesarios acuerdos para afrontar urgentemente las medidas que nos permitan atacar nuestro gravísimo paro juvenil. Es ahora cuando debe expresarse el test de la verdadera y real cultura, del verdadero compromiso y responsabilidad social de cada empresa, porque desde ellos es desde donde las empresas ganarán su influencia social y no pagando comisiones a partidos políticos, ni en los palcos de los estadios de fútbol o en los cócteles de los grandes eventos.


martes, 5 de febrero de 2013

Política industrial: ¿factura energética o fractura hidráulica?


Desde hace unos años, en la mayoría de los análisis económicos e industriales y, en particular, en todo aquello vinculado con la energía, se ha incorporado un nuevo término: "fractura hidráulica" o "fracking", una nueva tecnología para la recuperación de reservas de gas no convencional del subsuelo hasta hoy inaccesible. Esta nueva tecnología ha permitido, por ejemplo, a EEUU ser autosuficiente en gas natural y, con ello, poder incorporar nuevos y potentes factores de mejora de competitividad en su industria química y petroquímica, competidora muy directa de la industria química europea con no pocas amenazas de descolonización. El desarrollo de las técnicas de fracturación ha alimentado la esperanza de reducir la dependencia energética de muchos países.
.¿Deberíamos estar preocupados los ciudadanos europeos -donde ni siquiera ha comenzado la explotación con esta nueva tecnología- por si pudiera representar que perdamos la próxima revolución energética? Más bien parece que no, ya que en Europa el volumen de las reservas de gas existentes, según la Agencia Internacional de la Energía, no serían tan importantes como en EEUU o China. Pero podría ser muy importante y positivo para la economía y la industria de aquel país europeo que tuviera un volumen importante de estas reservas energéticas.
También en esto, Europa -donde en junio de 2011 la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad del Parlamento Europeo publicó un informe en el que se planteaban interrogantes sobre el uso de la fractura hidráulica como técnica de investigación y extracción de gas-, tiene una realidad heterogénea. Heterogénea en relación a la oposición y contestación social frente a los inciertos riesgos a la salud y medioambientales, que en España es importante. También en relación a las autorizaciones y reglamentaciones para realizar estas exploraciones de gas porque son competencia de cada país miembro, lo cual podría llevar a prácticas diversas y contradictorias dentro de la EU. Por ejemplo, podrían llevarse a cabo en Polonia y no en Francia, con prácticas tan diversas entre sí como su cobertura y su mix energético, donde Polonia cuenta con importantes reservas de carbón subvencionado y Francia con una alta cobertura energética gracias al peso de su energía nuclear.
Así, sería muy positivo que un día la explotación de las reservas de gas no convencionales pudieran ser utilizadas en nuestro país. Para ello es imprescindible una legislación más estricta que obligue a los productores a adoptar las últimas tecnologías, y realizar todos los esfuerzos científicos y técnicos en descubrir y comprender todos y cada uno de los impactos. Y para que los efectos sobre la salud y el medioambiente estén plenamente investigados y regulados, y resueltos positivamente, y sobretodo entendidos socialmente, es necesario un debate social y político que huya de la exageración y el maniqueísmo, que se sustente en el rigor científico, y especialmente esté guiado por el bien común por encima de las rentabilidades y de los intereses económicos o políticos particulares. Así es muy posible que podamos responder la pregunta con la que se encabeza esta reflexión: ¿factura energética o fractura hidráulica?

jueves, 31 de enero de 2013

EL OFICIO DE SINDICALISTA


Circulo Bellas Artes (Madrid) 31 de enero 2013

Nadie se extrañará si digo que estas palabras han sido las más difíciles de escribir durante los largos años de mi actividad pública. La duda ha surgido a la hora de elegir el temario de la que es mi última intervención como responsable de FITEQA CCOO, ante este auditorio tan especial, cada uno de vosotros y vosotras, todos compañeros y amigos, a quienes de todo corazón quiero agradecer vuestra presencia que nos honra como organización y como personas.

Confieso que la verdadera dificultad han sido las tentaciones que me han rondado, confirmando que si la carne es débil, el ego lo es todavía más.

Me he imaginado exponiendo ante tan distinguida audiencia “mi testamento político-sindical”, como quien dice ¡ahí queda eso! o ¡he dicho!. O haciendo una crónica de mi larga militancia, porque ya sabemos que todos tenemos una memoria tan buena, que incluso nos acordamos de aquello que no ha pasado nunca.

Pensé en aprovechar estos minutos para daros mi opinión sobre la actual situación social y económica, sabiendo que se resume diciendo que es muy grave. Al ser mi última intervención ante personas tan generosas, pensé incluso que podría hablar sobre temas y materias cuya ignorancia podría disimular gracias al escaso tiempo del que dispongo.

Pero voy a dedicar estos minutos para reivindicar el OFICIO DE SINDICALISTA, mi oficio, el que amo profundamente y que expresa una vocación sincera, que me ha facilitado, junto a mi buena salud, mi maravillosa familia que hoy está aquí y los muchos y leales compañeros y amigos y amigas, poder afirmar, no sin un poco de mala conciencia por sentirme tan privilegiado: ¡he sido y soy una persona muy feliz!, Feliz y muy agradecida por ello, agradecida a todos vosotros y vosotras  porque tenéis mucho que ver en ello. Gracias a todos.

Amigas y amigos, no tengo ningún pudor en confesar que he estado enamorado de mi trabajo porque me enamoré de muchas de las personas valientes, trabajadoras y leales con las que he trabajado en mi federación. Personas de CCOO que admiro y siempre admiraré como Salvador Bangueses. Compañeras que nos enseñan día a día que por cada mujer cansada de aparentar debilidad hay un hombre débil cansado de hacerse el fuerte. Y de tantas otras personas del banco sindical.

También del banco patronal y empresarial, a quienes no pienso citar para que no se me vea demasiado el plumero, pero no podría bajar de este escenario sin decir: Fabián Márquez eres un gran profesional, el diálogo social en España y las relaciones laborales del Sector Químico te deben mucho.

Y José Luis Montesinos Moreno, todo rigor, voluntad de sacrificio, estudio y modestia, virtudes, junto al compromiso, tan escasas y tan necesarias en nuestras sociedad, también en CC.OO. José Luis has sido elegido hoy Secretario General de FITEQA CCOO, y sólo te daré un consejo para tu nueva responsabilidad: enamórate de tu gente, de tus equipos, e intenta demostrárselo, que además  así te perdonarán muchos de los errores que vas cometer.

Confieso que durante todos estos años no sabía qué contestar a la pregunta ¿su profesión? y he contestado: profesional, asesor, fresador, mecánico, he contestado con muchos oficios, todos falsos, porque mi verdadero oficio es SINDICALISTA.

Sindicalista no es un verdadero oficio, lo sé. No está reconocido por ningún colegio profesional, no se accede con oposiciones o exámenes por títulos. No garantiza ninguna renta o prestigio particular. No es un verdadero oficio porque contiene (o tendría que contener) una buena dosis de voluntariedad e idealismo, o dicho de otra forma para definir idealismo: asumir objetivos como ciertos y verdaderos que aunque nuestros cinco sentidos no perciban con claridad, uno desea con tal fuerza  que la constancia en perseguirlos los van convirtiendo en vocación. Ya sé que eso mismo en algunas escuelas de psicología igual lo definen como locura, pero creo que sería exagerar. No estamos locos.

Una actividad o trabajo voluntario que no debería identificarse o significar improvisación e imprecisión, porque tan importante como la conciencia que debe tener el sindicalista en su indispensable e inequívoca colocación, junto aquellos que representa en el conflicto de intereses en la empresa y en la sociedad, está el rigor exigido, están los necesarios conocimientos, teóricos, prácticos, las técnicas de trabajo que van más allá de, permitidme la ironía, digamos de estar con los "buenos", o de forma más objetiva, estar con tus representados. Hoy también a los mejores sindicalistas se les dice: "Es uno o una que conoce bien su oficio".

No sé cuánto de lejos habré estado de aquella definición de sindicalista que hizo Pablo Iglesias hace más de 100 años cuando dijo: "los representantes de la clase obrera, son los que tienen que dar la cara con más frecuencia, los que tienen que alentar a los trabajadores en los momentos de desaliento, los que tiene que darles ejemplo arrostrando las arbitrariedades de los patronos, de las autoridades y de todo el mundo..... De modo que no pueden ser de madera de vividores que engañan a los suyos; por el contrario han de ser hombres  incorruptibles que dan ejemplo a los suyos de como han de cumplir la lucha".

Amigos y amigas, confieso que nada me gustaría más que no haber estado demasiado lejos de estas condiciones que para este oficio reclamaba hace más de cien  años Pablo Iglesias, porque que hoy siguen siendo igualmente imprescindibles.

Si tuviéramos que hacer la definición de funciones de su puesto de trabajo, el oficio de sindicalista consiste esencialmente en el arte de distinguir correctamente en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos -e incluso debemos- mantener el desacuerdo. Dicho de otra forma, su función esencial consiste en negociar y acordar con quien representa a la empresa, las condiciones de trabajo y la renta de sus representados, de todos los trabajadores y las trabajadoras, estén a jornada completa o a tiempo parcial, a turnos, sean jóvenes, veteranos, inmigrantes, o desempleados etc., a la clase trabajadora con todas sus pluralidades.

Por ello, desde los inicios, la organización básica del sindicalismo ha estado siempre, (salvo aquellos sindicatos, que los hay pero no es común en los países de nuestra órbita, que en la práctica son más un movimiento político), en los centros de trabajo, y su encuadre responde a las especificidades productivas, profesionales, de la propiedad de las empresas, pero siempre respondiendo a la relación del trabajador con su puesto de trabajo y las condiciones del mismo.

Creo que la síntesis del oficio de sindicalista está en encontrar la justa relación entre la razón, la racionalidad  y lo razonable. Está en saber transitar inteligente y honradamente con estos conceptos, entendidos como LA RAZÓN o acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad, y la facultad de juzgar, ordenar y relacionar nuestros conocimientos. La RACIONALIDAD, como la capacidad de acompañar esa razón por la escala valores del sindicalismo, guiados por la solidaridad y la defensa de los más débiles, para llegar a un resultado, a un acuerdo RAZONABLE, que quiere decir  posible, negociado y aceptado.

La crisis social y política, no solo económica, que vivimos, está debilitando, cuando no destruyendo, los débiles instrumentos de representación democrática que tenemos: partidos, patronales y sindicatos, y con ello a sus representantes y, en particular, a los sindicalistas, haciendo todavía más meritorio el compromiso de aquellas personas que ejercen este oficio en un país donde se desconfía del voluntariado y del compromiso hacia los demás, donde la expresión más común cuando se dice que zutano o mengana se ha presentado como voluntario en la Sociedad Protectora de Animales, o en la Cruz Roja, o a limpiar el bosque comunitario, o a las elecciones sindicales en su empresa, la expresión es "será por algo y algo se llevará".

Es muy difícil esta actividad de ejercer la representación de los demás y la militancia social, como también saben algunos amigos empresarios comprometidos con su causa, que han utilizado recursos y tiempo a sus familias y empresas asumiendo responsabilidades en su Asociación Empresarial, en este país del "algo se llevará".

Una realidad preocupante que explicó muy bien en un magnífico artículo en El País del pasado 8 de octubre nuestro amigo Marcos Peña, a quien aprovecho para decir que es un gran honor que esté hoy aquí con nosotros y contar con su amistad, y que siempre ha sido un referente para mí. En ese artículo titulado: "Parece que toca defender a los políticos..." que nos mandamos unos a otros como el que respira aire fresco, decía: ‘hacen falta, y mucha, los políticos, hacen falta y mucha, sindicalistas y líderes empresariales. Y lo que de verdad hace menos falta es que agotemos nuestras energías en regresar a la tribu, en debates emotivos y viscerales de eficacia más que dudosa que muy rara vez registran realidad’. Gracias, Marcos, por tu compromiso con la democracia y el progreso social. Estoy convencido de que la solución a nuestros muchos y graves problemas están  hoy aquí, en buenos y honrados sindicalistas, en buenos y honrados gestores empresariales, en buenos y honrados  profesionales de la docencia, de la economía, del derecho y de la política, como también está a pocas manzanas de aquí en la carrera de San Jerónimo, en los centros de trabajo y de estudio.

Amigos y amigas, me apetece expresar que no he sentido la más mínima incomodidad por ser y ejercer de catalán ni en Madrid ni en ningún otro lugar de España, más bien todo lo contrario, he recibido reconocimientos previos, y por esto, inmerecidos, que iban asociados a mi origen de catalán. Deciros que milito con esa multitud de personas de éste y otros países, que ya nacimos cansados de patriotismos baratos. Que soy de los que piensan que se pierde mucho tiempo y energías discutiendo esencias en lugar de dedicarlo a construir existencias. Y sobre todo pienso que en estos momentos complejos el Sindicalismo Confederal de UGT y CCOO es o debería ser, un instrumento esencial y básico para la defensa de los valores universales que son la democracia, la justicia, la equidad y la cohesión social. Que debería ser uno de los tirantes más sólidos y resistentes de los que dispone la sociedad española hecha de singularidades potentes y sensatas, capaces de entenderse y de respetar un proyecto de convivencia común.

Compañeras y compañeras de FITEQA CCOO: me habéis permitido realizar el trabajo más importante de todos aquellos que a mi persona le podían ser ofrecidos, de haberlo podido hacer durante largos años y me habéis premiado permitiéndome defender mis ideas y trabajar para que con las vuestras, intentemos mejorar las condiciones de trabajo y por ello, la sociedad. Espero de verdad haber sabido pagar tal honra con mi trabajo, con mi dedicación. Espero haber ejercido mi responsabilidad: “con discreción y aseo” empleando una frase taurina más propia de mi amigo y admirado José Luis López Bulla, a quien aprovecho para agradecer en nombre de un regimiento de gente, su intensa y rica aportación constante e inagotable al tan necesitado estudio y análisis del mundo del trabajo y del sindicalismo, como también su presencia y sus palabras.

Para acabar, voy a cumplir con la promesa hecha a quienes os habéis interesado por lo que iba a hacer a partir de hoy. Empiezo un nuevo trabajo que espero no tardar mucho en cargar también de ilusión. Un viaje en un mar muy tormentoso como es la situación económica que vivimos. Consciente, como dice el adagio que si uno va a un lugar nuevo que no conoce, deberá ir por caminos que desconoce, prometo aplicar el consejo del sabio cuando aconseja ‘el día que no sepas a donde vas, acuérdate de donde vienes'.

Soltaré amarras e izaré las velas de un minúsculo bote de nombre ÉTICA.ORG,  empresa dedicada a la gestión de equipos, formación e iniciativas para la mejora y gestión del cambio en las Relaciones Industriales y la Responsabilidad Social, que mañana registraré y desde donde intentaré ganarme honestamente el salario, exprimiendo lo que creo que he aprendido con vosotros y vosotras durante estos años: dirigir y formar equipos, arrancar proyectos, inventar objetivos, en resumen liderar grupos y proyectos. Unos conocimientos que espero puedan ser de interés para algunas empresas, entidades y organizaciones y si es así, ¡FANTÁSTICO! Y si no, antes de que se estropee demasiado su único tripulante amarraré ese pequeño bote, volveré a tierra, volveré a mirar la brújula..

Ahora sí, hasta siempre, amigos y amigas, hasta siempre compañeros y compañeras de CCOO,  sabed que me llevo vuestro afecto y que soy muy  feliz de ser uno de los vuestros,  y como dejó escrito el trabajador de CCOO del textil y gran poeta catalán Miquel Martí i Pol:

Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
Com bonament li plagui, i via fora ,
Que tot està per fer i  tot és possible .

Gritemos quiénes somos y que todos lo escuchen.
Y luego, cada uno se vista  como buenamente le plazca. ¡Y a la calle!
Que todo está por hacer y todo es posible.