viernes, 31 de mayo de 2013

RSC Y "pantalones: de 2 a 20 euros"




Tras el brutal accidente industrial de Bangladesh del pasado 24 de abril en el que murieron 1.127 personas y provocó más de 2.500 heridos, se ha demostrado que la Responsabilidad Social no es una cuestión de segundo orden en el debate social. Esta tragedia ha traído a la actualidad muchas preguntas en relación con las responsabilidades empresariales y el papel que cada colectivo puede jugar en este campo: empresas y organizaciones empresariales, sindicatos, consumidores, ONGs, Instituciones Internacionales y Gobiernos,

Los 1.127 muertos han colocado en el centro de la RSC al empleo y la calidad del trabajo, y han gritado a los consumidores de todo el mundo algo que ya deberían saber cuando se trata de un sector de consumo como es el de la Moda, un sector donde la fuerza del trabajo es determinante del precio del producto, y explica que se fabrique en países en los que los costes laborales son infinitamente menores que si se fabricara en la esquina de su casa.

Cuando el consumidor compra tres pares de calcetines a 1 euro, dos pantalones a 20 euros, una camisa a 10  euros y unos zapatos a 25 euros, por poner algunos ejemplos, tanto si los compra en un mercadillo, en la tienda de la esquina de su barrio o en la céntrica tienda de una marca mundial, debería saber que a ese precio ninguna de estas prendas ha sido fabricada por trabajadores y trabajadoras europeos, sino que se habrán producido en Turquía, en el Norte de África o en Asia.

Esta ha sido la realidad de la globalización de los mercados y de la producción, para bien y para mal.  

La industria manufacturera se ha desplazado de nuestro país presionada por la bajada de los precios, unos precios que nuestros costes salariales y sociales no pueden soportar. Así lo demuestran los miles de cierres de empresas y las decenas de miles de empleos perdidos en el sector del textil y de la confección en los últimos 12 años en España. Lo que demuestra que los consumidores no están dispuestos a pagar por un pantalón el coste de ser fabricado con los salarios del Convenio del Textil Confección español, con telas producidas en telares de Sabadell y confeccionadas en un taller de Toledo, como se hacía hace ya 25 años ya a un precio superior a los actuales 10 euros.

La exigencia en el precio ha desplazado de forma acelerada y definitiva la producción fuera de Europa y de España y a perder miles de empleos industriales, quedando sólo aquellas empresas que han sabido y podido pasar de fabricar a diseñar, distribuir y vender el producto acabado en un mercado global. Aunque también, todo hay que decirlo y reconocerlo, creando miles de nuevos empleos en diseño, administración, logística y servicios, que desde nuestro país atienden a todo al mercado mundial.

Por esto lo determinante en relación a la RSC no debería ser en dónde se produce porque no volverán a Europa y a España la mayoría de esas fabricaciones. Y por ello la garantía de responsabilidad social no se deberían identificar con el lugar donde se fabrica, sino esencialmente, en cómo se produce, porque es posible y ahí está el verdadero mérito y esfuerzo de aquellas realidades, que las hay y lo demuestran, fabricar en Marruecos, Turquía, Asia, también en Bangladesh, con responsabilidad social, con salarios dignos, seguridad y respeto a los derechos humanos.

Es el momento de aprovechar la especial sensibilidad social, esperemos que también empresarial, y el mayor activismo social y sindical que vivimos tras el accidente de Bangladesh, para exigir a las empresas el cumplimiento estricto del respeto de los derechos humanos y fundamentales del trabajo, estableciendo los mecanismos de control necesarios y de intervención sindical, y garantizar los derechos sindicales, en especial el derecho a la  libertad sindical y a la negociación colectiva, así como que las retribuciones respeten el concepto de “mínimo vital”.

Conscientes de que si bien el consumidor  no cambiará sus pautas de consumo y que mayoritariamente seguirá buscando el pantalón a 10 euros, ello jamás debería significar la complicidad de admitir que el precio del producto justifica el trabajo precario y sin derechos, ni en nuestro país,  ni en cualquier parte del mundo. Por esto,  los consumidores no pueden darle entender  al fabricante que admiten que  comprar su moda low cost están aceptando que las prendas no han sido fabricadas con trabajo decente y respetando la ley. Los consumidores no pueden  aceptarlo de la misma forma que no lo aceptan cuando embarcan en un vuelo low cost  y exigen todas las medidas de seguridad contempladas en la ley que regula la seguridad en la aviación y que el bajo precio no exime a la  compañía aérea  de respetarlas.




lunes, 27 de mayo de 2013

RSC Bangladesh: SÍ, SE PUEDE


Joaquim González Muntadas

Sí se puede y es posible. Lo demuestra el Acuerdo que dentro de unos días firmarán algunas de las más grandes empresas del mundo del sector de la moda:  Inditex, H&M, C&A, El Corte Inglés, MANGO y otras muchas que se irán adhiriendo, con la Federación Sindical Internacional IndustriALL Global Union, en el que acuerdan el compromiso de trabajar para impedir que se repitan tragedias como las vividas en Bangladesh en los últimos meses y transformar su industria textil en “segura y sostenible”. Y, con ello, se podrá desterrar la idea de abandonar este país, como parece que Disney y otras empresas quieren hacer, entendiendo que la opción más segura y más económica para las multinacionales es irse, al margen de los efectos que tendría para las trabajadoras y trabajadores que hasta ayer han cosido sus prendas.


El Acuerdo es muy ambicioso porque deberá provocar un cambio radical en la gestión de su cadena de proveedores para la mayoría de las empresas firmantes. También es un cambio muy importante en el papel y la función del sindicalismo internacional que  gana importantes instrumentos y medios para la tutela y defensa de los trabajadores de las empresas proveedoras de Bangladesh. Con su contenido, IndustriALL incrementa su corresponsabilidad en el desarrollo de las iniciativas previstas en él, obligando también a redoblar los esfuerzos para superar muchos de los graves problemas que padecen los sindicatos de Bangladesh, y que también en estos días han dado un salto muy importante en sus derechos sindicales, en  organizar y afiliar a los trabajadores y las trabajadoras y en el derecho a la negociación colectiva. En definitiva, su ejercicio es el mejor código de conducta cuando se habla de regular los derechos y condiciones de trabajo.

El Acuerdo es concreto y explícito. Establece un plan de ejecución, plazos, órganos de gestión, recursos, procedimientos de solución y arbitraje, procedimientos de inspección de edificios y mecanismos de cooperación con la OIT y el Gobierno de Bangladesh. Pretende garantizar la plena cooperación de las empresas proveedoras de aquel país en su aplicación, con referencia a las actividades de inspección y formación, así como a la garantía de puesto de trabajo y retribución en las fábricas que deben ser cerradas para corregir los defectos que se detecten.

Abunda en la experiencia obtenida del trabajo en común entre IndustriALL e Inditex en aplicación de su Acuerdo Marco, el único hasta hoy existente en la industria textil, firmado el  4 de octubre de 2007,  y es un fuerte acicate para que las empresas que se adhieran a este Acuerdo por Bangladesh, asuman también la firma del Acuerdo Marco de empresa con IndustriALL, y para que en la gestión de su Responsabilidad Social incorporen la intervención sindical a la que han sido tan refractarios.

El día 24 de abril de 2013 ha quedado inscrito para siempre para recordar las 1.127 personas muertas en sus puestos de trabajo, con la misma fuerza que se inscribe en la historia del sindicalismo y la lucha social  por la globalización de los derechos humanos y el trabajo digno en el mundo, como hoy seguimos recordando el 1 de mayo de 1886 o el 8 de marzo de 1857.

A pesar de las dificultades para traducir las voluntades expresadas en el Acuerdo en avances y mejoras, el paso hacia adelante es muy importante, sabiendo que las empresas multinacionales estarán vigiladas por la sociedad y por el sindicalismo y éste, a su vez, será observado respecto de su capacidad de garantizar que nadie más deje la vida y la dignidad en su trabajo.

Todas las Empresas, y no sólo las del sector de la moda, deben ser hoy muy conscientes de que Bangladesh y los más de un millar de muertos, las indignas condiciones de trabajo y salario, las auditorías sin rigor, la corrupción de su administración, la inmoralidad de muchos de sus empresarios, han  puesto en cuestión muchas de las miles de páginas, discursos, seminarios, conferencias, consultores, asesores, validaciones y certificadores, y que hoy la RSC exige una puesta al día si aspiramos a que sea entendida y valorada por las sociedad como algo más que imagen o en algunos casos solo humo.


Radio Parapanda. EMPRESAS TRANSNACIONALES Y ACUERDO SOBRE INCENDIOS Y SEGUIDAD EN LOS EDIFICIOS EN BANGLADESH



jueves, 9 de mayo de 2013

PACTO DE ESTADO: SIN COMUNICACIÓN NO HABRÁ ACUERDO


Joaquim González Muntadas

Toda persona experta en negociación sabe que la fase más compleja y determinante de esta difícil tarea se encuentra en garantizar una comunicación clara y creíble entre las partes que la protagonizan. Durante muchos años, hasta el pasado 1 de febrero, he sido el máximo responsable de la Federación Sindical de CC.OO (FITEQA CCOO) encargada de negociar, entre otros muchos, el convenio colectivo el de la Industria Química española. Un convenio reconocido por su utilidad por los trabajadores y trabajadoras de las grandes, pequeñas y medianas empresas de todo el Estado español, y percibido por los empresarios como una fortaleza en las relaciones laborales e industriales de este  sector en nuestro país.

Durante estos años una de las preguntas más habituales que me han hecho los estudiosos de la materia al comprobar la fluidez y el buen resultado de las negociaciones de este convenio colectivo ha sido, ¿a qué responde este particular éxito? Y si respondía a una política distinta de la patronal o de las federaciones sindicales del sector. Mi respuesta siempre ha sido, porque así lo creo, que la razón se debe buscar en el método de negociación, que es particular, y ha garantizado que las negociaciones del convenio colectivo se inicien previamente con diversas jornadas presididas por el Presidente de Consejo Económico y Social, donde patronal y sindicatos intentan poner en común la realidad económica, industrial y laboral del sector y mirar juntos la realidad desde la que debe partir la negociación. 

Compartir un mínimo análisis de la realidad es condición necesaria –y por supuesto no suficiente-, para garantizar que en cualquier negociación se hable el mismo lenguaje. Otra cosa radicalmente distinta serán las alternativas y las propuestas que se aportan en toda negociación leal y profesional, para que destilen y puedan concretar un acuerdo, o en este caso, alcanzar el Pacto de Estado que necesitamos para afrontar con todas las fuerzas posibles la lucha contra el paro y sus consecuencias humanas, sociales, económicas y políticas.

Partir del kilómetro cero es lo que se ha hecho en las diversas negociaciones para la Reforma del Sistema de Pensiones, como parece que también será en la comisión de expertos que se inicia, ya que se ha entendido que una negociación para afrontar unidos un problema no es mirarse uno al otro, sino mirar juntos el mismo problema, algo que todavía está muy lejos de lo que está sucediendo para conseguir un Pacto de Estado.

El protagonista y principal responsable de este déficit es el Presidente del Gobierno, quien tiene la responsabilidad de liderar el diálogo e impulsar la suma de compromisos con la negociación. No hay debate parlamentario, ni cauces para la reflexión común, y la participación en las instituciones se seca. Su política de comunicación impide la discusión y  la aportación de propuestas, mientras que sus mensajes resultan difusos, contradictorios y cambiantes. Si no modifica de forma radical esta política de comunicación, va a dificultar, por no decir impedir, cualquier negociación. Por esto veo muy difícil un Pacto de Estado entre el gobierno y la oposición, porque es difícil entender -y sobre todo creer- la mayoría de las improvisadas y cambiantes propuestas.

La mayoría de la sociedad está harta de comprobar que quien gobierna dice una cosa y hace otra para que parezca la contraria. Esta falta de claridad y coherencia en la acción explica el desapego de la ciudadanía hacia las instituciones políticas y hace todavía más difícil el éxito de ésta y cualquier negociación, porque la comunicación es siempre la primera condición mínima que permite entenderse a personas y organizaciones, a no ser que alguien sea tan deductivo como Manuel, personaje de este ilustrativo chiste: 

"Manuel viaja a Santiago para ver a su amigo Carlos que por suerte lo encuentra a los pocos minutos en esta ciudad. Cuando le ve, Carlos exclama muy sorprendido  "¿qué haces aquí Manuel?”. Y  este le responde con toda  naturalidad: “venía a verte”. “¿Y cómo supiste que estaba en Santiago?”. “Fue muy fácil”, le contestó Manuel. “Me acerqué a tu casa en Pontevedra, y tu mujer me dijo que habías ido a A Coruña, para que yo pensara que estabas en Vigo. Pero lo entendí claro y en seguida y me dije, "Carlos está en Santiago”. 

Sin un análisis compartido de la realidad y sin un esfuerzo de comunicación que sea algo más claro que el de los personajes del chiste, es difícil que se pueda superar la incapacidad de las fuerzas políticas para el diálogo y el acuerdo, porque están más cómodos en la descalificación y en el intento obsesivo de destruir al contrario, objetivo para el cual cuentan con la inestimable y entusiasta colaboración de importantes medios de comunicación y que a buen seguro están consiguiendo como reflejan las últimas encuestas del CIS.

Dejemos de improvisar ocurrencias, dejemos la astucia para otros menesteres y pongámonos  en serio a trabajar por un Pacto Social y Político, por el empleo, la protección social y la actividad económica, la situación lo exige.  

viernes, 26 de abril de 2013

Bangladesh,


El pasado día 24 de abril en la ciudad de Savar, Bangladesh, se derrumbaba un edificio con varias fábricas textiles que a fecha de hoy ha causado 382 muertos confirmados, cientos de desaparecidos y varios miles de heridos, lo que podría elevar la cifra final de fallecidos a varios centenares más. Un nuevo y gravísimo accidente que se añade a la larga lista de tragedias ocurridas en los talleres textiles de este país asiático. En abril de 2005, 64 trabajadores murieron al desplomarse la fábrica de confección Spectrum, también en Savar. En febrero de 2006, 18 trabajadores perdieron la vida, 25 en junio de 2010, y  en noviembre de 2012, 100 trabajadores más murieron en el incendio de otra fábrica. Todos estos incendios y derrumbes responden a construcciones e instalaciones inseguras y deficientes.



En Bangladesh los medios para garantizar la seguridad en el lugar de trabajo son prácticamente nulos, tan sólo cuentan con 18 inspectores y subinspectores para controlar miles de fábricas en el distrito de Dhaka. Unos déficits que si bien suponen una directa responsabilidad del gobierno y las organizaciones empresariales del país, las empresas multinacionales que fabrican sus productos en este país deben conocer. No pueden alegar que no es de su responsabilidad lo que suceda en fábricas que no son de su propiedad y mirar para otro lado. No pueden defender que no va con ellas si las personas que trabajan los productos de sus marcas mueren quemadas, aplastadas en sus lugares de trabajo o apaleadas por el ejército cuando reclaman libertad sindical. No pueden defenderse alegando que desconocen los  abusos que se producen en los centros de trabajo, o que sus auditorías no han detectado los déficits de derechos sindicales, los déficits en seguridad y las indecentes condiciones de trabajo con que se fabrican las prendas de sus marcas. Si así fuera, y sus Códigos de Conducta y sus auditorías no fueran capaces de detectar e impedir catástrofes e incumplimientos flagrantes y constantes de los derechos fundamentales del trabajo, sería el momento de que replantear su política de Responsabilidad Social y repensar una política comercial que no es capaz de garantizar que no sucedan catástrofes como la del pasado 24 de abril.



La Confederación Internacional de Sindicatos resalta en su último Informe titulado “Responsabilidad Subcontratada” que hace pocos meses se produjo otro dramático ejemplo de auditorías sin rigor en la fábrica de ropa de Ali Enterprises in Karachi, Pakistán, donde puertas y ventanas bloqueadas impidieron que los trabajadores pudieran salir del edificio en llamas, de los que murieron 290. Hacía sólo tres semanas que esta fábrica había sido certificada por cumplir supuestamente los estándares SA8000 sobre los derechos y seguridad de los trabajadores. Nadie, ningún técnico ni experto, había visitado la fábrica.



Ali Enterprises recibió la certificación global de SAI y el correspondiente acceso a contratos con importantes marcas y mercados como lugar de trabajo socialmente responsable y seguro. Ahora, una de las empresas para las que fabricaban prendas en los talleres del edificio derruido, afirmó que este taller había pasado recientemente una inspección con resultado de cumplimiento positivo de los estándares exigidos en el Código de Conducta de esta multinacional, que visto el resultado de la inspección, mucho deberán mejorar para que sus auditorías tengan la mínima utilidad y su Responsabilidad Social la mínima credibilidad.



Una de las reacciones más extendida en amplios sectores de la sociedad consiste en reclamar a las empresas de la moda que no trabajen en ese país. Lamento no coincidir. Entiendo que sería la opción más fácil, cómoda y, si me apuran, también la más barata para las empresas, la que menos favorece a los trabajadores y las trabajadoras bengalíes, frente a la necesidad de practicar una política real de Responsabilidad Social con inversiones que garanticen el trabajo sin muertes ni accidentes, con un salario vital y empleo digno, a partir de un rigurosa y costosa, es verdad, vigilancia del real cumplimiento de los Códigos de Conducta, necesariamente complementada con la activa intervención del sindicalismo nacional e internacional.



Es hora de decir basta para que el drama irreversible de estas catástrofes, de estos cientos de muertes y miles de damnificados, provoque la exigencia radical y decisiva de cambio en las empresas, que de una vez por todas, traspase las buenas palabras y las excusas. Es hora  de exigir que las empresas cumplan con su obligación, que respondan y cumplan lo escrito en los folletos de su Responsabilidad Social. Es hora de no abandonar a los trabajadores de Bangladesh, de mejorar sus condiciones de vida, de trabajo y garantizar su seguridad y sus derechos, depende también de nosotros.


jueves, 25 de abril de 2013

NECEISTAMOS EL "ESTIRÓN DEL VAGO" EN FORMACIÓN



Todos coincidimos en que la formación de las personas es el factor más decisivo para garantizar el desarrollo y el progreso social de un país. Más determinante, incluso, que las materias primas, las fuentes energéticas o el capital, porque comprobamos los resultados positivos en todas las sociedades donde la formación de sus trabajadores y ciudadanos  ha sido su estrategia constante.

Sin embargo, parece que hemos necesitado la parada brusca en el crecimiento económico y la larga crisis para entender el valor de la formación, o dicho de forma más gráfica, que se vaciara la piscina para comprobar lo que ya nos indicaba nuestro débil tejido productivo: ¡estamos en pelota picada!

Ahora nos escandalizamos, y con razón, de la gravedad de nuestros errores, esos que día a día nos explicamos unos a otros como si estuviéramos inventando la ‘sopa de ajo’, redescubriendo el fracaso de los Planes de Estudio, la saturación de universidades, los altos niveles de fracaso escolar,  los bajísimos niveles de inglés y el largo etcétera. Ahora nos hacemos la cruel pregunta ¿dónde estábamos todos? :  instituciones públicas, gobiernos, fuerzas políticas y, si me apuran, el conjunto de la sociedad española, para haber descuidado de tal manera la formación y en particular la formación profesional.

Entre lo urgente toca recuperar el enorme retraso en la formación profesional de los jóvenes como palanca para el empleo, y provocar un gran salto en su cantidad y calidad para dar "el estirón del vago”, porque todos los esfuerzos que hagamos serán pocos frente al volumen de nuestras necesidades en formación para el empleo juvenil. Ya que, de no resolverse pronto, en un futuro inmediato podremos ver sus consecuencias en una juventud atrapada en la nada como las masas de jóvenes pegados en las paredes de  algunas ciudades del Norte de África.

Nuestro débil sistema de formación profesional se ha sustentado en mucha teoría (el 70%) y muy poca práctica, precisamente al revés que el sistema dual alemán, austriaco o danés. Precisamente en esa dirección, las empresas y los sindicatos deberían prestarle la máxima atención, no solo en su discurso general o en el diálogo con los gobiernos, sino también en la acción, la negociación y el acuerdo en el ámbito de las empresas, donde con seguridad es ahí donde se dirá la última palabra en formación profesional.

En pocos campos es más urgente y necesaria la cooperación entre empresa y representación sindical. Las empresas,  entendiendo  que su política formativa es algo que debería compartir, los representantes sindicales desde la conciencia de que tienen mucho que aportar en materia de formación por el bien de sus representados, los trabajadores, y para  la mejora competitiva de sus empresas.

Hay pocos ámbitos, en las actuales y difíciles relaciones laborales, donde el esfuerzo desde la negociación colectiva y el compromiso común puedan tener un resultado económico y social más positivo que facilitar la transición laboral de los jóvenes a través de la formación profesional dual de aprendizaje o en prácticas.

El escandaloso desempleo de más del 50% de los jóvenes exige no esperar a más convenciones, estudios o reflexiones, porque su gravedad reclama atención urgente, determinación  y acciones a todos los niveles. Sabemos, porque  el deteriorado  mercado de trabajo nos lo ha demostrado mil veces, que por sí solas, la ley o las bonificaciones no garantizan el buen uso y el éxito de la extensión de los muy necesarios cientos de miles de contratos formativos y de aprendizaje para los jóvenes en nuestro país. El éxito dependerá,  por una parte, del interés que presten y expresen las empresas, a las que su situación se lo permita, que son muchas, asumiendo en su cuota de
Responsabilidad Social el esfuerzo  que les exigen los niveles  de desempleo juvenil que padecemos. Por otra parte, e igual de determinante, que los Sindicatos le dediquen la atención necesaria en cada empresa,  situando en su acción el impulso de los contratos de formación y aprendizaje, verificando día a día su correcto uso y el estricto cumplimiento de los compromisos de tutoría y formación a los jóvenes contratados. Será precisamente ahí, en los inicios de su vida laboral, donde estos jóvenes percibirán el interés (o no), de la afiliación sindical y la utilidad de los sindicatos en la empresa.

Tenemos pocas prioridades más urgentes que conseguir, desde avances palpables, trasladar la necesaria esperanza a esa juventud que hemos bautizado cínicamente como “generación perdida” , como si fuera el resultado de un accidente fortuito en lugar de “generación olvidada”, que es lo que ha sido de las prioridades políticas, sociales y económicas durante largos años y que ahora debemos recuperar como el mal estudiante con el estirón del vago.

viernes, 19 de abril de 2013

EL HOMBRE QUE TENÍA DOS ESPOSAS Y ARTUR MAS


‘Hace muchos años, un hombre de mediana edad tenía dos esposas; una de ellas joven, la otra, vieja. Las dos lo querían mucho y cada una de ellas deseaba que el hombre fuera como ellas. Pero el cabello del hombre empezaba a encanecer, lo cual no gustaba a la joven, porque lo hacía demasiado viejo para ella. Todas las noches solía peinarlo y aprovechaba para arrancarle todos los cabellos blancos que veía. Por su parte, la vieja veía complacida cómo el cabello de su marido iba encaneciendo, pues no le gustaba que la tomasen por su madre. Todas las noches, con la excusa de arreglarle el pelo, le arrancaba cuanto cabello negro veía. La consecuencia de todo esto fue que en poco tiempo este hombre quedó con la cabeza sin un solo pelo".

Esta antigua fábula de Esopo refleja la contradictoria situación que está viviendo Artur Mas, President de la Generalitat de Catalunya, tras las últimas elecciones del pasado 25 de noviembre. El líder de Convergencia Democrática de Catalunya vive como el hombre de la fábula: cada una de las mujeres hace bien su trabajo, la joven para disimular en lo posible su madurez, y la vieja para evidenciarlo al máximo.  

Seguramente quien haya llegado hasta aquí en la lectura habrá puesto nombre a cada una de las mujeres de la fábula, representantes de intereses contrapuestos. Una es Oriol Junquera y la  otra, Mariano Rajoy. Ambos, y cada cual a su estilo y manera, van arrancando con igual amor los pelos (la iniciativa y el protagonismo) al President, uno, los negros y el otro, los blancos. Ambos, con intereses opuestos y contradictorios, seguirán haciéndolo hasta dejarle totalmente calvo, sin protagonismo alguno, y hasta que CiU pierda su valor político, el valor de la centralidad en la sociedad catalana y la fuerte influencia que hasta hace poco tenía en la gobernación del Estado español.

Centralidad política y social, que no es lo mismo que dar una de cal y otra de arena, como ir entre semana a la Moncloa -lo que es de aplaudir-, para intentar resolver la difícil coyuntura económica que padecemos, y el domingo a Pallejà (Baix Llobregat), para defender en un mitin el “SI”, como si estuviéramos ya en proceso de consulta –virtual, más bien-, ya que todavía están por concretar la pregunta, la fecha y las bases del hipotético proceso soberanista. Un día, el de descanso dominical, en el que Mas concentra su mensaje en lo emocional, precisamente aquello de lo que vamos sobrados tanto en la sociedad catalana como en la española.

Una parte de la encrucijada y de los mensajes contrapuestos que vivimos en Catalunya se expresa en los movimientos de acercamiento de Mariano Rajoy de las últimas semanas, y lo ilustra también muy gráficamente el Conseller Germà Gordó, destacado dirigente de CDC y del Gobierno de Artur Mas, diciendo que entre la rebelión para continuar existiendo (Pau Claris) y la voluntad de diálogo sin renuncias (el Compromiso de Caspe), él cree y, lo más importante, espera, que la sociedad catalana opte, como lo ha hecho siempre y de forma mayoritaria, por el consenso y el diálogo. Un deseo que se acerca a la estrategia de acercamiento de una parte de los dirigentes del PP y a los aires revisionistas del PSOE de Rubalcaba, lo que podría dar como resultado, en el corto y medio plazo, una clara mejora de la financiación de Catalunya y sus infraestructuras, así como el imprescindible respeto al hecho diferencial, empezando por la lengua y la cultura propia.

Como la otra cara de la moneda, ERC empujando el Sí o Sí de Artur Mas en la anterior campaña electoral, coloca la independencia en el centro y prioridad de la política catalana a corto, medio y largo plazo, como explicación de todos nuestros problemas y también de todas sus soluciones. De ello se desprende la necesidad de rechazar reformas y consensos e iniciar de forma urgente, sin más demora, y como ha definido Oriol Junquera “el camino sin retorno”, concretando la fecha en 2014 – tal como se firmó en el Pacto CiU y ERC - la consulta para la soberanía. Por esto desde esta perspectiva estamos viviendo un supuesto proceso de transición, con su “Consell Català per a la Transició Nacional” incluido.

Artur Mas, como el  hombre de nuestra fábula que se quedó sin un pelo, corre el riesgo de que en el contexto de la delicada situación de emergencia económica y social que vivimos, acabe sin credibilidad. Falta de credibilidad generada por seguir explicando la acción de gobierno con jeroglíficos que pueden valer para una cosa y la contraria como "No hay proyecto nacional sin proyecto social y no hay proyecto social sin proyecto nacional". Esta frase  que seguro es útil en campaña electoral, pero no lo es para una acción de gobierno que debería ser clara, previsible y generadora de confianza, en este delicado momento atravesado de graves problemas en el empleo, la sanidad, la educación, la vivienda, etc. Los dirigentes políticos y sociales están llamados a resolverlos liderando con generosidad el esfuerzo común y  la suma de  voluntades, y a estos objetivos sólo se responderá desde la claridad del mensaje y la credibilidad de los dirigentes políticos, siendo conscientes de que “no es lo mismo tener una cita con la historia, a que al final la historia les cite”.

miércoles, 10 de abril de 2013

NECESITAMOS UN "REVAMPING" POLÍTICO



Joaquim González Muntadas

En la Industria Química se entiende por ‘revamping’ las acciones de mejora de una determinada planta química dirigidas a modernizar equipos y procesos y a la incorporación de nuevas herramientas con el objetivo de mejorar la producción. Con ellas se optimiza y se facilita la operativa, se reduce el consumo y se incrementa la seguridad, y todo ello sin necesidad de construir una nueva planta cuyo coste sería inasumible.

Como esa planta química, España precisa urgentemente de un ‘revamping’ porque están fallando casi todos los indicadores de funcionamiento: el institucional, el político, el económico y el social. Todos se han deteriorado y la razón,  como en la planta química,  es que no ha habido el necesario mantenimiento ni la innovación constante. Cuando más se precisa en la crisis económica, falla la red social, los tirantes institucionales y las políticas de cooperación, de diálogo, de compromiso compartido y de consenso.

Falla la transparencia y la solidaridad institucional y aflora el sectarismo, social, político e institucional, y el desprestigio de todos los agentes por los que necesariamente debe pasar la solución, ahondando en una particularidad muy nuestra, como es el desapego a la participación activa de la ciudadanía en la política.

Partimos de una cultura ciudadana acostumbrada a convivir con la apatía hacia la política, con el "apoliticismo": España es el país de Europa con los niveles de participación política y social más bajos; cuatro de cada diez españoles considera que es mejor no meterse en política; tan sólo el 2,8% pertenece o participa, de alguna forma en un partido político. La única actividad en donde los españoles estamos por encima del resto de los europeos es en la participación en manifestaciones. Igual es que en determinadas circunstancias somos un país que nos sobra temperamento y nos falta carácter.

Así, a veces, parece que no existen ideologías, mi políticas de derechas o de izquierdas, justas o injustas, acertadas o equivocadas, que no existen empresas que especulan o deslocalizan, ni otras que invierten y crean riqueza, innovación y empleo, etc. Nada de esto existe, han desaparecido del debate público, de las ideas, de los buenos y los malos ejemplos, mientras encontramos la explicación a todos nuestros males en la política y los políticos. Explicación cuanto menos curiosa para una sociedad apolítica y que apenas interviene, participa, controla y fiscaliza la gestión pública, porque considera que no va con ella, que son cosas de “esos” políticos.

La culpa la tienen los políticos. Qué suerte tienen y qué poco miedo les da a algunos sectores esta conclusión y esta denuncia, aunque llene la calle de cacerolas y manifestantes gritando "el próximo parado un diputado", o incluso que en las tertulias familiares se oiga decir "todos son iguales”. A algunos les puede parecer muy innovador, e incluso revolucionario, pero en este país es más viejo que el hilo negro. Expresiones que, quizás, sólo se explican por los largos periodos que hemos vivido sin democracia.

Así que estamos ante el curioso -por no decir contradictorio- convencimiento social de que la responsabilidad única de la grave crisis económica es de los políticos y, a la vez, persistimos en una escasa participación ciudadana a través de partidos y asociaciones, que  deberían ser los cauces principales para transformar el statu quo de las cosas.

Seguimos renunciando y desmotivando, cuando no denostando, la afiliación y la militancia política y sindical, y seguimos sin entender que prescindir de los partidos, de las patronales y de los sindicatos, de estos instrumentos necesarios e insustituibles, hará más difícil cualquier solución, porque sin organizar la participación ordenada de la ciudadanía como resultado de la militancia social y del compromiso político estable, no habrá alternativa a la improvisación, a las tertulias y cenáculos o a la atomización corporativa, y no habrá propuestas coherentes y razonables que nos saquen de ésta.

Necesitamos hacer un "revamping" a este país como a esa planta química, para mejorar  su seguridad, productividad y calidad, y para ello, es necesario que  en el Parlamento este la centralizad política y no sólo la pelea y que la sociedad invada los partidos políticos para  que rompan su autismo. Un "revamping" que unos le llamaran "Nuevo Pacto Constitucional" o "Nueva Transición" y  otros " Gran Pacto" y que todos expresan que hemos agotado una época y que hay que actuar.

Actuar como todas las sociedades democráticas que han superado una crisis de esta naturaleza e identidad, que ha sido con diálogo y consenso. Y para ello se precisa la activa participación de todos los implicados, es decir del conjunto de la sociedad, y con ella un efectivo liderazgo, no efigies en la pantalla de plasma.





(1) La ciudadanía europea en el siglo XXI. Mariano Torcal Loriente

lunes, 1 de abril de 2013

OÍDO SINDICATOS: CON LA CABEZA BIEN ALTA



Joaquim González Muntadas

Había una vez un hombre que al cruzarse con otro por la acera le sujeta por el brazo y le exclama con alegría: ¡Hola Manuel, cuánto tiempo y qué cambiado estás! Y ante el silencio de éste, el hombre, con la misma alegría, le continúa diciendo, «muchacho qué cambiado estás, tan delgado y calvo que eras antes, y ahora tan gordo y con esa melena». Y ante la falta de respuesta, el hombre  sigue insistiendo: que cambio chico, si incluso eres mucho más alto, dónde vas a parar Manuel, vaya cambio que has hecho, nadie diría que eres tú. Disculpe señor, le contesta el otro, lamento decirle que no le conozco de nada, y además debo aclararle también que yo no me llamo Manuel, me llamo Juan. Lo ves Manuel, lo que has cambiado, lo que  yo te digo, si incluso te has cambiado el nombre, Manuel.

Esta simpática fábula expresa bien lo difícil que es conseguir que se cambie de opinión cuando está predefinida y más aún si responde a un interés, pero lo que sucede en la realidad política y social de nuestro país, donde los niveles de sectarismo irracional en la cosa pública son habituales y se agravan de día en día, no es un chiste.

Es normal que desde su ideología y perspectiva particular, cada persona analice la actualidad política y social, pero no debería ser tan normal el extendido hábito de negar la más mínima razón al que no coincide con las ideas de uno, ni tampoco debería ser lógico que lo que hagan ‘los de uno’ sea siempre impecable, y lo que hagan ‘los del otro’ siempre sea negativo, cuando no corrupción.

No es sensato ni sano socialmente el sectarismo extremo que se ha apoderado del panorama de nuestras relaciones políticas, que en gran medida explica que seamos incapaces de acordar y compartir soluciones comunes ante la grave situación de crisis económica, social e institucional que estamos padeciendo. Este panorama debería obligar a los líderes políticos y sociales a tomar conciencia y corregir esta negativa realidad. De lo contrario, acabaremos yendo a paso firme hacia un país donde despreciar al otro será la norma y los valores sólo servirán para agredirnos.

Lo más grave es que se ha instalado en una parte de los dirigentes políticos, y en sus medios de comunicación afines, que la permanecía en el poder o su conquista sólo depende de haber destruido  al contrario. Esto explica el todo vale, sea verdad, mentira o medio pensionista, y que se pida la dimisión, responsabilidades políticas, comisiones de investigación parlamentaria o comparecencias, por ejemplo, por una noticia de prensa no contrastada, si ésta se refiere a los otros.

Un ejemplo de lo anterior lo vemos casi cada día ante las noticias que se refieren a denuncias, escándalos o procesos judiciales. En el caso de los ERES de Andalucía estas últimas semanas, con especial virulencia e instrumentalización por parte de algunos sectores que han visto una ocasión de oro para intentar la destrucción de uno de sus principales enemigos, el sindicalismo. ¡Qué mejor que poder presentar como espuria la legítima actividad sindical y como delictivo el legal cobro de sus servicios!.

Mezclando comportamientos graves y delictivos de personas ajenas a las organizaciones sindicales y calificando como soborno o comisiones ilegales y tráfico de influencias lo que es parte de la actividad propia de la responsabilidad y la actividad sindical: el asesoramiento, participación y negociación en las, por desgracia, demasiadas  empresas en crisis, sin recursos, con trabajadores excedentes, quienes en ocasiones precisan de ayudas de las Administraciones Públicas para tratar una solución menos traumática que los 20 días por año trabajados contemplados en la Ley, como es la jubilación anticipada. 

Es verdad que se trata de una opción más cara, pero gracias también a la acción sindical ha sido utilizada por miles de empresas españolas de todos los sectores y en todos los territorios. Una fórmula que ha beneficiando a decenas de miles de trabajadores y trabajadoras, en su gran mayoría, sin ayudas públicas, y en otras, sin recursos propios, gracias a esas ayudas del Gobierno Central o Autonómicos, que han permitido que miles de trabajadores y trabajadoras pudieran  evitar lo que hoy están padeciendo la gran mayoría de los despidos individuales y colectivos: personas  de cincuenta y cinco años que resultan condenadas al paro permanente y a un futuro con una  fortísima pérdida del valor de su jubilación por la que han cotizado durante más treinta años.

Los sindicatos tienen que hacer un esfuerzo muy especial para aclarar a quienes las últimas noticias pueden haber producido preocupación o incluso decepción, estos malos entendidos. Deben explicar su trabajo con la cabeza bien alta, deben explicar que cuando intervienen en los expedientes de crisis de una empresa, han cobrado, cobran y seguirán cobrando por los servicios y el trabajo que prestan sus abogados, sus economistas, sus técnicos, sus actuarios y sus sindicalistas.

Los sindicatos deben hacer un esfuerzo para explicar su función legitima y legal aunque sepan  que es  difícil, por no decir imposible, convencer a nadie de su error cuando cree que ha encontrado una eficaz munición, como es la acusación de corrupción, contra uno de sus principales enemigos, los sindicatos, en un momento especialmente sensible por la saturación de casos y por la grave crisis.

Es tan difícil como intentar convencer al hombre de la fábula que Juan  no es Manuel, pero ahí tienen hoy CCOO y UGT una de sus prioridades: la de evidenciar, porque hay razones y hechos suficientes para demostrarlo, que los sindicatos españoles son parte de lo más sano de este país y por esto deben afrontar estos momentos difíciles con la cabeza muy alta.

sábado, 30 de marzo de 2013

NECESITAMOS MÁS PLANES DE IGUALDAD



Joaquim González Muntadas

Este mes, coincidiendo con el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se han presentado y publicado un sinfín de informes relacionados con los avances y a veces retrocesos de las mujeres en el trabajo y en la sociedad. Se han vuelto a poner de manifiesto las diferencias salariales por razón de sexo, también las dificultades para avanzar en la presencia de mujeres en los consejos de administración de las empresas, donde vemos como año tras año, a pesar de las leyes y recomendaciones nacionales y europeas se mantiene la escasa presencia de mujeres en éstos. Hemos conocido la relación directa entre contrato a tiempo parcial y mujer y se han publicado estudios muy importantes sobre la relación entre mujer y pobreza, que deberían tener mayor difusión porque denuncian situaciones que la sociedad  está obligada a corregir.

En estas fechas también deberían conocerse los avances efectivos, aunque silenciosos, que se han producido en muchas empresa y sectores, avances en los que mucho tiene que ver la RSC, la acción sindical, la negociación colectiva y el diálogo, y en los que son protagonistas trabajadores y trabajadoras, empresarios, sindicatos y patronales. Avances en la contratación de mujeres en sectores industriales hasta ayer masculinizados o en la corrección de diferencias salariales en situaciones de trabajo de igual valor. Avances en acciones de conciliación o en mayor atención formativa a las mujeres. Avances reales, insisto, fruto de la acción, del diálogo, de la sensibilización sindical y empresarial, pero vemos también que son avances sujetos al riesgo del abandono a medida que se va agravando la crisis y muchas empresas tiene la tentación de relegar sus compromisos y planes de igualdad por entender que son” lujos” prescindibles en situaciones difíciles como las que vivimos.

Pero la noticia más impactante es la aparecida en diversos medios de comunicación encabezada por el titular: "Las empresas prefieren a los hombres para gestionar la crisis" que nos informa de la reducción del número de mujeres en cargos de responsabilidad ejecutiva, que han pasado del 19,50 % en el año 2009  al 10,30 % en enero del 2013, como se ha dado a conocer en el estudio realizado por la escuela de negocios AEDA y la consultoría de recursos humanos ICSA.

El estudio refleja el retroceso de las mujeres en las responsabilidades ejecutivas por entenderse que los valores que aportan no son los más apropiados para afrontar la dura situación de crisis, expresando un grave retroceso cultural que delata el paso atrás de reforzar aquellos viejos, rígidos y además ineficaces valores en la gestión empresarial y así enterrar las buenas intenciones expresadas en los cientos de seminarios, campañas y jornadas para propagar y sensibilizar en la necesidad de que las empresas cuenten, más de lo que lo hacen, con el talento y los valores femeninos en la gestión empresarial.

Lo más grave de esta noticia es que advierte que estamos retrocediendo en el tiempo y en el espacio, y que en los ámbitos de muchas empresas y de la sociedad se sigue persistiendo en el error de entender que la rigidez y la jerarquías son las mejores formas de gestión para la salida de la crisis, cuando han sido precisamente estos valores, junto al autoritarismo, los causantes de parte de nuestro histórico retraso económico, de nuestro débil tejido productivo y  de la escasa innovación. 

Es muy mala noticia precisamente ahora y en estas circunstancias, porque deberíamos considerar más que nunca que sólo nos sacarán del pozo de la crisis mayores grados de flexibilidad y de participación, unos valores más identificados con la mujer, que deberían propiciar en muchas empresas un cambio en las formas de gestión empresarial que aporten una nueva cultura allí donde todavía hoy estén marcadas por el autoritarismo y el machismo. Por esto precisamos más Planes de Igualdad, como nos demuestran día a día las empresas con futuro, para conseguir entornos con hombres y mujeres iguales en derechos y oportunidades, capaces de integrar y aprovechar su diversidad y pluralidad. Hagamos el esfuerzo de incluir más mujeres en la gestión, si no es por justicia, por demostrada eficacia. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

NECESITAMOS MÁS RSC


Sin abandonar la prevención frente a las manifestaciones, que las hay, de papanatismo y oportunismo en torno al concepto de Responsabilidad Social Corporativa o Empresarial (RSC o RSE), deberíamos ver este concepto como un nuevo campo por explorar y un largo camino por andar tanto en las relaciones laborales e industriales de nuestras empresas, como de especial utilidad para el conjunto de la sociedad.

Es el momento para que el Movimiento Sindical incorpore con fuerza en la negociación colectiva propuestas, iniciativas e instrumentos que garanticen la participación de los trabajadores y trabajadoras y la de sus representantes, en el seguimiento y verificación del cumplimiento de los compromisos de Responsabilidad Social adquiridos por la empresa, para que no ignore a las personas que trabajan en sus productos aunque estén a miles de kilómetros de su sede central, y que estos compromisos atiendan la responsabilidad en las condiciones de trabajo, en el respeto de los derechos humanos y los derechos fundamentales del trabajo de las personas que manufacturan sus productos, sean éstos muebles, vestidos, zapatos, ordenadores, alimentos, teléfonos o automóviles etc.

Es la hora también de que las empresas comprendan que sus trabajadores y los sindicatos que los representan no son un grupo de interés más (organizaciones de consumidores, de accionistas u ONG), como los califican muchos de los manuales de gestión de la RSC, porque del buen o mal comportamiento social, de la buena o mala imagen y reputación de su empresa, depende el presente y futuro de su empleo.

Precisamos más Responsabilidad Social en muchas de nuestras empresas, pero también en las entidades e instituciones que nos gobiernan y que nos representan, nos lo demanda la realidad como reflejan las últimas encuestas: la EPA con los 5.965.400 personas en paro y el desempleo juvenil y el Barómetro del CIS, donde el 90,80% de la población califica la situación económica como mala o muy mala, donde sólo el 2,6% percibe la situación política como buena, y mientras la ciudadanía sitúa a la política en general, y a los partidos y los políticos en particular como el tercer problema.

Necesitamos más Responsabilidad Social a todos los niveles y necesitamos pensar en este país como una gran empresa que le urge revertir la negativa percepción que tienen de ella sus propios trabajadores y trabajadoras, y precisa recuperar la credibilidad en el proyecto empresarial, algo imprescindible para aspirar a tener un futuro, como imprescindible es también que la ciudadanía alcance a creer en un proyecto social común cuando estamos dominados por la segmentación y por el corporativismo del sálvese quién pueda.

Precisamos más Responsabilidad Social para revertir la desesperanza y el desasosiego que provoca la evidente crisis institucional que padecemos y poder convertir la lógica indignación en propuestas creíbles de regeneración. Lo preciamos, como lo necesitan los trabajadores de una empresa en crisis para impedir que la falta de confianza en sus gestores les lleve a la desesperanza y con ello al fracaso seguro, y recuperar urgentemente con hechos y resultados la imprescindible confianza en la clase dirigente para gestionar una salida razonable a la crisis antes de caer en el pozo del nihilismo social hacia el que estamos caminando a pasos acelerados.

Por esto podría ser muy útil fijarnos en la acción de esa empresa que necesita reinventarse y adaptarse a la nueva realidad, fijarnos en esa empresa que decide impulsar su Plan de RSC y atender con ello a las tres acciones principales que deberá acometer como le indicará cualquier manual de ayuda para impulsar su Responsabilidad Social. La primera, la necesidad de construir unas relaciones sinceras con los diversos grupos de interés, o sea, la necesidad de construir con el diálogo y el consenso. La segunda, comunicarse con la sociedad con informaciones claras, transparentes y reales, diciendo siempre la verdad para ganar la necesaria credibilidad. Y tercera, atender siempre al equilibrio económico, social y medio ambiental, lo que no se está haciendo hoy en política económica, social y medioambiental. Precisamos más Responsabilidad Social en todos los ámbitos de nuestra sociedad y sin ella difícilmente saldremos de esta.

miércoles, 13 de marzo de 2013


Joaquim González Muntadas

 

CÁTEDRA INDITEX-UNIVERSIDAD A CORUÑA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL


Desde la experiencia sindical, una mirada a la RSC



A Coruña 6 de marzo de 2013





Joaquim González Muntadas

 

CÁTEDRA INDITEX-UNIVERSIDAD A CORUÑA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL

Desde la experiencia sindical, una mirada a la RSC


A Coruña 6 de marzo de 2013



Desde mi experiencia en la dirección de la Federación de Industrias de la Moda, Energía y Química de CCOO, una organización sindical reconocida en los foros sobre RSC por su compromiso en este campo, quiero compartir algunas ideas que podrían ser útiles a las personas interesadas en esta materia. Responsabilidad Social Corporativa o Responsabilidad Social Empresarial, RSC o RSE  unos términos que pretenden trasmitir el esfuerzo voluntario, de la nueva de empresa sostenible, ciudadana, con capacidad de diálogo, y comprometida socialmente, un concepto que cada día está más presente en los medios de comunicación y en el discurso político, social y también en el económico.

Pero, y hay que decirlo también, es un concepto con mucha literatura, buenas voluntades, escasa experiencia, inflación de actores disputándose el protagonismo, y mucho oportunismo e instrumentalización al no ir más allá, en muchas ocasiones, de la gestión de la imagen de la empresa.

Un concepto que el Movimiento Sindical ha vivido de forma muy tímida y contradictoria. Lo ha recordado con toda crudeza al revisar la conferencia que di, hace ahora doce años, en la Universidad de Verano del Escorial, comprobando que en el debate en el que participaron sindicalistas de varios países, los términos más usado fueron "perplejidad" y “desconfianza” al considerar la RSC como un riesgo para la función sindical y percibierse como un posible intento de las empresas de ignorar a los sindicatos como legítimos representantes de los trabajadores.

Mi Federación Sindical, FITEQA CCOO, que organiza algunos de los sectores más sensibles y afectados por la globalización de la economía como son  el textil, el petróleo, gas y la química, no compartíamos del todo estos miedos, y ya habíamos empezado nuestros primeros escarceos incordiando a algunas empresas muy importantes como Inditex, Repsol, Mango, Cortefiel, Corte Inglés, Gas Natural, sobre sus compromisos en Responsabilidad Social. He dicho incordiar, lo sabe muy bien Antonio Abril como directivo y secretario general del Consejo de Administración de Inditex, que recordará, igual que yo, algunas conversaciones telefónicas, unas más amistosas que otras, correos y cartas al respecto. A decir verdad todo era intuición, inquietud y, si me permitís, un poco de olfato, porque estaba todo por escribir, y en nuestro país todo por hacer.

Nuestra posición o, mejor dicho, nuestra intuición, se concretaba en que el sindicato obtendría algo de información, intervención o influencia en las empresas, porque si estábamos seguros de algo, era que las empresas, hace quince años, tampoco sabían muy bien lo que querían, ni como lo querían, no sabían qué hacer y hasta dónde iban a llegar, por muchos folletos de colores que estuvieran  editando en torno a su RSC.

En el sindicalismo comenzaba una primera discusión sobre si el tema interesaba o no, si era solamente marketing empresarial o un burdo intento de llevar a la decisión unilateral de la empresa lo que antes había sido materia de negociación colectiva. Algo de esto había en algunos planteamientos empresariales.

Existía otra discusión en el sindicalismo organizado: unos decían que en la medida que los Códigos de Conducta eran decisiones unilaterales de las empresas y abordaban temas, como son los derechos y estándares básicos que la empresa se compromete a cumplir en relación a los/as trabajadores y trabajadoras, la comunidad y el medio ambiente, que interesan al sindicalismo no convenía intervenir en su aplicación porque era hacer el juego de la política unilateral de las empresas.

Por ello se contraponía y se contrapone a los unilaterales Códigos de Conducta los negociados Acuerdos Marco para  convertir lo unilateral en pactado. Confieso que nosotros FITEQA-CCOO si bien coincidíamos en el objetivo del Acuerdo Marco, a la vez entendíamos prioritario el contenido de las prácticas empresariales, reconozco desde un descarado posibilísimo, consideramos  que había que trabajar a partir de lo que hay, de los Códigos de Conducta, y entendiendo que, aunque unilaterales, los compromisos pueden ser de cumplimiento exigible. Por otra parte, probablemente era más fácil alcanzar los deseados Acuerdos Marco (objetivo que compartíamos) a partir de andar juntos empresa y sindicatos porque una dificultad inicial está en ganar la mutua confianza y la utilidad del trabajo.

Hoy existen un centenar de Acuerdos Marcos en empresas transnacionales o multinacionales, pero no  deja de ser muy significativo que el único Acuerdo Marco en la industria de la confección, uno de los sectores más complejos a la hora de hablar de gestionar y garantizar el cumplimiento de los derechos humanos y laborales en  los cientos y miles de proveedores y en los centenares de miles de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo sea precisamente el de Inditex que se alcanzó precisamente desde el trabajo gradual que permitió ganar la confianza mutua.

Pero quiero subrayar que hay una gran diferencia, no teórica, sino práctica, entre el Código de Conducta voluntario y unilateral y el Acuerdo Marco al ser el resultado de la negociación, el acuerdo y la firma de los compromisos de la empresa y con ello también los instrumentos de seguimiento y verificación de su cumplimiento entre la Dirección de la empresa y la Organización Sindical.

Hoy, doce años después, si alguien, de cualquier ámbito, sindical, social, económico, político o académico, dijera que está perplejo o asombrado ante la RSC, pensaríamos que acaba de despertar después de dormir toda una década.

Sobre la RSC se pueden hacer muchas exclamaciones, incluida la de incredulidad, por considerarla un engaña-bobos, falacia, marketing, maquillaje, pero ya no exclamar perplejidad o sorpresa, como afirmé hace más de diez años que era lo que sentía la mayoría del Movimiento Sindical Internacional, europeo y por supuesto español.

El concepto no solo se ha extendido y ha ganado naturalidad, sino que en nuestro país se ha institucionalizado con un Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas (CERSE), dependiente del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, donde participan las patronales en nombre de las empresas, y en representación de los trabajadores las organizaciones sindicales más representativas. También están otras instituciones y organizaciones no gubernamentales, junto con una nutrida representación de la Administración General del Estado, con el Ministerio de Empleo, el de Economía y Hacienda, y los de Educación, Sanidad, Industria, etc. Así que es difícil encontrar mayor nivel de institucionalidad de algo que nació de la voluntariedad empresarial a partir de una difusa y a veces confusa presión de algunas organizaciones de la sociedad civil.

Pero quizás más relevante que el grado de institucionalidad alcanzado, son los múltiples Masters de Gestión que imparten las Universidades y Escuelas de Negocios que han incorporado en todos sus MBA  asignaturas y referencias constantes a la RSC, que expresan el esfuerzo por integrar estos valores de forma transversal en la formación de los nuevos dirigentes empresariales, y por relacionar la competitividad de la empresa moderna con los intangibles que representan los valores, entendidos como protagonistas en la gestión. Estoy hablando de teoría, de conceptos o imágenes mentales, que, cuando se concretan, muchas veces tienen poco que ver con la realidad, pero esto sería harina de otro costal.   

Por eso ya podemos decir que la RSC ha conquistado su hegemonía social en términos gramscianos, al haberse convertido en un valor de referencia para la mayoría de la sociedad. Hoy ya no es un fenómeno nuevo que se debate  por qué y para qué sirve. Hoy, al hablar de RSC, todo el mundo sabe y entiende que nos estamos refiriendo a un valor positivo como es el compromiso de la empresa con la mejora social y que ello quiere decir necesariamente ir más allá del cumplimiento estricto de la ley. Hoy todo el mundo ya sabe que hablar de RSC es el esfuerzo por definir la moral o la ética de cada empresa.

Me refiero al término moral, como la conciencia o el conjunto de facultades y valores de una persona o de una colectividad, en este caso una empresa, que se consideran éticamente aceptables. Entendiendo, por otra parte, y quiero subrayarlo porque considero esencial precisarlo, la ética en el sentido aristotélico. Aristóteles define que sólo son morales, en el sentido de especiales, aquellas acciones en las que puedes elegir, y por ello decidir hacerlo o no. Concretando un poco más, en un estado de derecho cumplir la ley no es voluntario ni optativo, así que hablar de una empresa ética, y con ello hablar de la RSC, no es y no sólo puede ser, solo por cumplir la ley a la que se está obligado.

Pero antes de entrar en algunos porque y como de la gestión de la Responsabilidad Social desde la óptica sindical, quiero apuntar, lo que entiendo,  una de la mayores dificultades para la buena gestión de la RSC, al menos en nuestro país, como seguro lo debe ser  en otras muchas cuestiones de nuestra vida pública. Me refiero a la "banalización del concepto" por un inadecuado uso del término o, mejor dicho, por un abuso, ya que aprovechando su impacto positivo en la opinión pública, se acaba convirtiendo en un cajón de sastre que no dice nada porque se ha usado para todo.

El otro riesgo es el de la "banalización de los compromisos" adquiridos voluntariamente por algunas empresas. Lo explicará mejor la anécdota, que quizás Antonio Abril también recordará, y es en el año 2002 cuando aquí  en A Coruña, en Arteixo, se celebró el Acto de Constitución del Global Compact promovido por Kofi Annan y que en nuestro país se dio a conocer como Pacto Mundial de Naciones Unidas y del cual Inditex hizo de promotor en España y presidió lo que se denominó “la mesa cuadrada”.  Yo asistí como único sindicalista a lo que iba a ser la puesta en marcha de una iniciativa en la que voluntariamente se podían comprometer nuestras empresas para alinear sus estrategias de gestión con diez principios universales sobre que contiene el Pacto Global: derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente, y anticorrupción.

La anécdota es, que al leer la lista de empresas que en España se habían adherido al Global Compact, desde el primer día fueron 135. Ésta fue mi primera decepción, no por que fueran muy pocas comparadas con las miles que habían. No, la decepción era porque había demasiadas empresas, y si no veamos: en el inicio, el total de empresas adheridas al Pacto Global en Japón fueron 8, en Alemania 16, en Italia 15.

Algo fallaba aquí, cuando el mismo compromiso e igual de voluntario, por poner dos ejemplos, en España y Alemania se producía esta desproporción que sólo podemos explicar desde dos variables. La primera, que las empresas españolas son el número uno de responsables en derechos humanos, en estándares laborales, en rigor con el medio ambiente y también, claro, en mecanismos que eviten la corrupción. Para ser sincero, no creo que fuera esta  variable, ojala lo fuera. La segunda, creo que más acertada, que en Alemania o Japón se le da un valor distinto a la firma de un compromiso voluntario. Así que, cuando nos referimos a RSC, como en tantas otras cosas en la política, en la economía y también en la vida, debemos ir más allá del nombre de las cosas y atender a su contenido.

¿De dónde surge pues la RSC? ¿Es, como muchos consideran, sólo un intento más de las empresas para vender y lavar su imagen? Creo que podemos afirmar, sin mucho riesgo a equivocarnos, que es la respuesta, unos dirán que obligada, pero todos deberíamos decir que inteligente, a la decepción expresada por la mayoría de la ciudadanía hacia las grandes corporaciones empresariales en las décadas de los ochenta, precisamente cuando las empresas eran las instituciones mejor valoradas y percibidas como las más capaces de responder a los intereses de amplios sectores de la población. Lo reflejó con mucha precisión Ronald Reagan con su concepto de la “Magia del mercado”.

En los años noventa se evidencia un cierto divorcio entre el mundo de estas grandes empresas y corporaciones y las necesidades sociales, y que se agudiza aun más con los escándalos económicos y financieros protagonizados por altos ejecutivos, con un extraordinario impacto en la opinión pública, esencialmente americana. Es cierto que las críticas a la gestión de las grandes empresas y la revolución del accionista, en Europa se producen con menos fuerza y crudeza.

La inexistencia de verdaderos contrapesos y eficaces mecanismos de control sobre el poder de decisión de los gestores, ha provocado que directivos de empresas con grandes beneficios durante este periodo, mientras despedían a miles de trabajadores, no tuvieran escrúpulos en aumentarse escandalosamente sus salarios y remuneraciones, provocando la ruptura del contrato no escrito, por el cual de manera sutil se entendía, que los trabajadores podían esperar estabilidad en su empleo mientras la empresa fuera rentable, y a la vez la empresa podía contar con la colaboración leal de los sindicatos, y una aceptable identificación de los trabajadores con los proyectos y objetivos empresariales.

Lo más grave de la ruptura de este pacto es que se había producido en un contexto de fuerte crecimiento económico, y por tanto, no como una respuesta a las necesidades de carácter coyuntural y de crisis lo que explica la reacción y la contestación social. El paradigma de esta decepción por su dimensión a escala mundial fue Enron laureada por las revistas especializadas como la empresa más innovadora de los Estados Unidos durante cinco años consecutivos, entre 1996 y 2000 y en la lista de los 100 mejores empleadores. Hasta qué su reputación comenzó a decaer tras conocerse  los pago de sobornos y tráfico de influencias para obtener contratos en América Central, América del Sur, África, las Filipinas y la India y tras conocer sus técnicas contables fraudulentas, avaladas por la entonces prestigiosa firma Arthur Andersen que permitieron crear el mayor fraude empresarial conocido hasta ese entonces. De ahí que "Enron" se convirtiera en  sinónimo del fraude empresarial planificado.

Algo muy parecido a la decepción vivida con ENRON, es lo que está ocurriendo en nuestro país con algunas entidades financieras. O queremos mayor sarcasmo, comprobar hoy, que hace justo cinco años la tercera empresa española percibida con mejor reputación social fuera Caja Madrid y BANKIA. Una entidad  que no respetó el mínimo código de buen gobierno, que actuó, como otras, con prácticas fraudulentas  e ilegales  con  sus clientes en las "preferentes". Algo nos falla cuando  se le reconoce a una empresa como la tercera empresa con mejor reputación mientras  practica una abusiva política retribuida a sus directivos y una temeraria política de créditos a lo amigos de estos.

Fue la presión social, como lo será ahora en España tras de la experiencia que estamos viviendo en el Sector Financiero,  la que contribuyó a situar en el primer plano la discusión política de la función social de la empresa y la necesidad de nuevos equilibrios entre las responsabilidades de los accionistas, los gestores, la creación de riqueza y el conjunto de la vida social. Y ello con independencia de la discusión teórica y académica, que sigue y seguirá viva, sobre la idea de la responsabilidad social de la empresa.

Hay que destacar el protagonismo de las organizaciones no gubernamentales, especialmente los grupos de derechos civiles y el movimiento ecologista, con sus campañas de denuncia de determinadas prácticas y conductas de las grandes empresas y corporaciones,  y el hecho que de que éstas sean permeables a las coacciones sociales y a la presión de sus clientes. En Europa ha adquirido también una dimensión política, empezando por las diversas Resoluciones del Parlamento Europeo que expresan el objetivo de hacer de Europa un polo de excelencia de la responsabilidad social de las empresas. De manera muy especial El Libro Verde de la Comisión Europea en el año 2001 para fomentar un marco europeo de RSC  representó un impulso y una referencia muy importante en España y en Europa, así como la  nueva definición de la Comisión Europea en su Comunicación de 2011 que incorpora el concepto expreso de la responsabilidad empresarial por sus “impactos”.

No es un hecho de segundo orden que en Europa el eje en torno al que gira la RSC sea el empleo, la organización y calidad del trabajo y la relación con los trabajadores, tal como ya se había avanzado en el consejo Europeo de Lisboa, reconociendo con ello que el principal déficit de la construcción europea es la política social.

Debemos recordar, después de varias décadas de viaje, que la RSC no ha sido un proceso pacífico, sino que ha tenido potentes enemigos como se refleja en la dureza de los adjetivos utilizados, por poner un ejemplo, por el influyente The Economist, calificando la RSE de conspiración e intoxicación a la opinión pública contra el capitalismo y la libre empresa, y donde advertían de las graves consecuencias para la competitividad y la reputación de la industria europea, y que de triunfar la RSE, aumentarían artificialmente los costes de las mismas al verse obligadas a atender objetivos que no le son propios. Ataques y advertencias de los riesgos para la libre empresa desde los más irreductibles representantes de la ortodoxia política y económica ultraliberal, que llegaron a equiparar el movimiento de la RSE con la ofensiva teórica e intelectual de los adversarios de la libre empresa y la economía de mercado, frente a las exigencias cívicas de responsabilidad social, a las que responden con la lapidaria sentencia de Milton Friedman “la acción social corresponde a los accionistas con sus dividendos, no a la empresa”, o la más repetida de todas “ la finalidad de una empresa bien gestionada es hacer beneficios, no salvar al planeta”.

El verdadero cambio al que asistimos es el gran protagonismo que adquieren los intangibles en el valor de la empresa y su marca, un cambio con relación a pocas décadas atrás donde se repartía entre el 80% del tangible y el 20% de intangible, mientras que hoy, estamos en la “gestión del intangible”, o dicho de otra forma, en la necesidad de integrar en la gestión estratégica de la empresa lo duro y lo blando y con ello la nueva importancia y trascendencia del concepto reputación, la necesidad de integrar en un todo lo económico, lo social y lo medio ambiental, algo que ha provocado un nuevo espacio de diálogo obligado entre las grandes empresas, las ONG, las comunidades locales, las comunidades indígenas y los sindicatos.

Querría hacer un paréntesis antes de entrar en el papel concreto de los sindicatos en la RSC. Podéis intuir que su papel es complejo, como organizaciones acostumbradas a gestionar la dureza de las relaciones laborales concretas entre el trabajador, su productividad, su salario y sus condiciones de trabajo –que tienen poco de intangibles- y, al mismo tiempo, la gestión de lo blando, en esta diferencia que acabo de apuntar.

El cambio de verdad, el radical, en el mundo de la empresa y su relación con la sociedad, el cambio que nos explica que la RSC cada día tenga mayor relieve en las empresas y la sociedad, es el peso y valor de la marca. Porque hemos pasado de la idea, de no hace tantos años, de que lo principal era la producción, lo duro, y que la marca, lo blando, era solo un agregado. Hemos pasado de centrar todo el esfuerzo en diseñar y fabricar productos, a considerar que lo más importante es comercializar y distribuir estos productos, y que la marca no es solo una imagen impresa en las etiquetas, sino una identidad o incluso una conciencia empresarial. La marca, ya no tanto como producto, sino como ideas, actitudes, valores y experiencias, es decir, la marca como cultura.

La Marca y con ello el poder del cliente, que coincidiremos que no es el mismo ante la empresa de frenos por ejemplo Ferodo, o envases de vidrio si no cotizan en bolsa, que ante Nestlé o Camper, por poner dos ejemplos, o Zara. Un espacio en el que inciden además las más diversas ONG que saben que el talón de Aquiles es la marca y la percepción que de ésta tenga el consumidor.
    
Una novedad que ha sido potenciada por la globalización de los mercados, pues ha modificado el panorama del trabajo mundial. Nada resulta más molesto, más desagradablemente material que las fábricas que manufacturan sus artículos. La razón del cambio es sencilla: construir una marca es un proyecto extraordinariamente caro, necesita una atención, una gestión.

Pero para que una empresa recupere los costes, sólo puede destinar una cantidad finita de dinero a cubrir todos los gastos: los de materias primas, los de fabricación, los gastos fijos y la creación de la marca, después de haber firmado contratos de patrocinio, de promoción y publicidad de costes elevadísimos.

Según esta lógica, las empresas no deben emplear sus limitados recursos en las fábricas. El cambio lento pero decisivo de las prioridades de las empresas ha dejado en una posición precaria a los productores no virtuales, a los trabajadores y trabajadoras.

Empresas que tradicionalmente se daban por satisfechas con aumentos del 100% entre el coste de producción en fábrica y el precio minorista hoy remueven el planeta para encontrar fábricas capaces de manufacturar productos tan baratos que ese margen se multipliqué por tres, por cuatro o por cinco. Un margen que dedican a la promoción de la marca, a los locales de prestigio en el centro de las capitales y  a la  publicidad y el patrocinio.

Lo dijo el Presidente  Nike “Ya no vale la pena hacer cosas. Lo que añade valor es la investigación, la innovación y el marketing”. La producción no es la piedra fundamental del imperio de las marcas, sino una tarea fastidiosa y marginal. Y con la pretensión de que a medida que se traslada al exterior, se va con ello la anticuada idea que el fabricante es el responsable de sus empleados.

Y ahí aparece otra vez el Sindicato para recordarle a la empresa, a sea empresa que, fuera su pretensión o no, tiene una responsabilidad en las condiciones de trabajo y en el respeto de esos empleados que fabrican sus productos, sean muebles, vestidos, productos alimenticios, teléfonos o automóviles, etc.

La función del sindicalismo hoy en la economía y en la empresa global está en impedir que la estrategia de muchas y muy importantes empresas, algunas laureadas con nominaciones de Empresa Responsable y Ética, ignore a las personas que trabajan en sus productos, aunque sea a miles de kilómetros de su sede central o en empresas subcontratadas, y también sean ignorados de la vida comercial de los productos que fabrican.

Dicho de otra manera, para que los trabajadores del sur y los consumidores del norte nos comuniquemos, el sindicalismo internacional debería ser  el mejor cauce. Porque a pesar de la retórica de la uniformidad del planeta, éste sigue profundamente dividido entre productores y consumidores.

Y para acabar dos consideraciones generales  y una conclusión:

La primera consideración general: Sería muy difícil hablar en los términos que hoy se hace sobre la RSC sin un mundo absolutamente  intercomunicado por Internet y las  redes sociales que permite que las empresas estén constantemente observadas y censuradas por los agentes sociales: ONG, consumidores, sindicatos, organismos institucionales y directamente por sus clientes y la ciudadanía.

La segunda consideración, la hago en forma de declaración de principios: Después que el Movimiento Sindical ha despejado sus dudas y perplejidades iniciales en relación a la RSC. Hoy está obligado a luchar para que la empresa sea algo más que los dividendos de sus accionistas, para que en ella rija un principio de responsabilidad pública, y para que, de acuerdo con ello, las empresas sean responsables de los resultados y los impactos económicos, sociales y ecológicos de sus actividades. Por ello, el sindicalismo debe incorporar en la negociación colectiva cuantos mecanismos de su participación y obligaciones a las empresas que garanticen el seguimiento, control y el debido cumplimiento de los compromisos, inicialmente voluntarios, de Responsabilidad Social.

La conclusión: Los trabajadores de una empresa y sus sindicatos son, entre los actores de la RSC, los que tiene una posición más compleja, ya que el talón de Aquiles de la empresa y la razón que mueve en gran medida la lógica de la RSC, y con ello la creación de valor, es la Reputación.  El resto de las partes implicadas sabe que su arma de presión y de coacción hacia la empresa es el desprestigio de la marca y el deterioro de su reputación, con los riesgos que comporta para la viabilidad presente y futura de la empresa. Así que a nadie se le escapa que utilizar esa arma, digamos por ejemplo el boicot de los productos, impulsarlo y promoverlo por parte de los trabajadores y sus sindicatos, sería lo más parecido a escupir hacia arriba.

Por esto, quiero trasladar un mensaje a las personas que actualmente o en el futuro, intervienen en la gestión de la Responsabilidad Social en las empresas. Que no veáis a los trabajadores y trabajadoras y a sus sindicatos como una parte implicada más  como los definen la mayoría de los manuales de la RSC. Porque estos deberían ser vistos y tratados como, lo que son, como una parte esencial y comprometida ya que la diferencia entre los trabajadores y los consumidores y las organizaciones que los representan, está que su empleo presente futuro depende de la buena o mala reputación de su empresa.

Bien,  he querido desde la experiencia sindical, una de las partes comprometida con la RSC, dar la visión, o más bien una versión, de algo que creo firmemente que puede ser,  mejor dicho lo es ya, una fuente muy importante de innovación social y de gestión empresarial, como lo deberá ser también para el sindicalismo que aspire con su acción sindical intervenir e influir en la gestión de las empresas.    

Gracias por vuestra atención.