miércoles, 16 de septiembre de 2015

27S: Romper la espiral de silencio, ¿o ya es tarde?

El pasado día 9 de septiembre Manel Manchón, director de Economía Digital, escribía un breve artículo titulado Borrell y la espiral de silencio en Cataluña. En él apuntaba que una parte muy relevante de la sociedad catalana ha estado prácticamente ausente del debate político sobre el sí o el no a la independencia, y ha renunciado a organizarse, a buscar coincidencias, a debatir y contestar con propuestas y argumentos a quienes  impulsan el proceso para conseguir la independencia de Catalunya.

Algo parecido apuntaba Francesc de Carreras hace ya dos años desde una tribuna en El País titulada Cataluña: La espiral del silencio, en la que también llamaba la atención sobre el hecho de que tantas personas y colectivos que ven la independencia como un gravísimo error desde su escala de valores, ideología, o incluso por los intereses que defienden, permanecieran en silencio y ausentes del debate que ha sido casi exclusivo en Cataluña.
Alguna explicación se puede encontrar en el libro, citado en ambos artículos, de la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neuman, La espiral del silencio, que recoge un trabajo científico en el que sostiene lo que, en parte por intuición y experiencia, ya sabemos: siempre ganan las opiniones de aquellos colectivos que tienen energía, entusiasmo e ilusión para exhibirlas en público, porque se sienten formando parte de la corriente mayoritaria y, por ello, de la normalidad.

Por el contrario, nos dice Noelle-Neuman, cuando nos damos cuenta de que nuestras opiniones están perdiendo terreno perdemos seguridad en nuestras ideas y con ello tenemos menos disposición a expresarlas en público para defenderlas.
Por esa espiral del silencio o por otras razones más sofisticadas, hemos vivido una clamorosa e irresponsable ausencia de debate. Esto ha provocado que, si medimos el estado anímico, moral y la ilusión de cada equipo la campaña electoral del 27S se inicia, por incomparecencia de una de las partes durante los tres últimos años, con una ventaja de 5 a 0 a favor de las opciones independentistas.
Seguro que en un futuro historiadores y sociólogos estudiarán la influencia de esos largos y extendidos silencios y esos dobles lenguajes de tantas personas y  personajes públicos, de tantas organizaciones económicas y sociales que tenían y tienen tanto que decir en el devenir de los acontecimientos que nos esperan.

Estudiarán qué hubiera sucedido si no hubieran relativizado o incluso dudado de que algún día se pusieran en marcha las iniciativas que el President Artur Mas ha ido anunciando y reiterando, estación tras estación, que seguimos hacia adelante, que nada nos parará, que "más madera" porque ya se apartarán ellos. 
Muchos catalanes y catalanas nos preguntamos dónde estaríamos si hubiéramos aceptado hace meses el debate cara a cara, sin complejos, recogiendo el guante de asistir a la cita de los argumentos, las razones y las supuestas bondades de la ruptura con España, de sus consecuencias y  efectos derivados o, como hoy nos advierten autorizadas y documentadas voces, sobre su inviabilidad. 
Qué distinto sería si hubieran salido al debate y la confrontación de ideas esos valiosos argumentos y datos que se están esgrimiendo a pocas semanas de la cita electoral. Qué útiles habrían sido durante este largo periodo de juego en solitario de las posiciones favorables a la independencia. Un tiempo en el que han ido calando como verdades, pero que están siendo seriamente cuestionadas por una batería de informes, artículos, libros, leyes, datos y estadísticas que se están publicando en estos últimos días y que nos advierten, contraponen, rebaten y desmienten esas verdades que hasta hoy eran aceptadas de forma acrítica, por no decir ingenua, por la mayoría de la sociedad catalana.
Es también el silencio de muchos la ventaja más importante que han disfrutado los partidarios de la independencia, y no solo la audacia de su líder. Porque sin la espiral de silencio hoy no estaríamos aquí, esperando el choque de trenes.