jueves, 26 de enero de 2017

LOS ROBOTS ENTRAN EN EL PARLAMENTO EUROPEO

1/ Un robot no debe hacer daño a un ser humano ni, por inacción, dejar que este sufra un daño2/      Debe obedecer las órdenes que recibe de un ser humano, excepto cuando tales órdenes entran en conflicto con la primera ley. 3) Un robot debe proteger su propia existencia siempre que dicha protección no entre en conflicto ni con la primera ni con la segunda ley y 4)/ un robot no debe hacer daño a la humanidad ni, por omisión, dejar que esta sufra un daño véase Isaac Asimov,  Círculo vicioso (Runaround).

“Considerando que, desde el monstruo de Frankenstein, creado por Mary Shelley, al mito clásico de Pigmalión, pasando por el Golem de Praga o el robot de Karel Čapek —que fue quien acuñó el término—, los seres humanos han fantaseado siempre con la posibilidad de construir máquinas inteligentes, sobre todo androides con características humanas”. 

Así comienza la Propuesta de Resolución al Parlamento Europeo presentada hace unos días por el Grupo de Trabajo de la Comisión de Asuntos Jurídicos sobre las cuestiones relacionadas con la evolución de la robótica y la inteligencia artificial en la Unión Europea, y en el que han participado representantes de la Comisión de Industria, Investigación y Energía (ITRE), de la Comisión de Mercado Interior y Protección del Consumidor (IMCO) y de la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales (EMPL) (1).

Actualmente existen 1,7 millones de robots en el mundo y están en constante expansión, lo que suscita complejas preguntas sobre las cuales los diputados del Parlamento Europeo deberán  intentar responder: ¿tienen derechos los robots?. De ser así ¿cuáles? ¿Qué principios éticos deben respetar? ¿Pueden considerarse responsables de accidentes?. En esta línea, la Propuesta de Resolución sugiere que los robots deben tener personalidad jurídica, como “personas electrónicas”, con sus propias características y repercusiones en lo que se refiere a atribución de derechos y obligaciones, incluida la responsabilidad por daños. También las empresas deben informar de cuánto y cómo contribuye la robótica y la inteligencia artificial a sus resultados económicos, para estudiar cómo se compensan las fuertes mejoras de productividad en la fiscalidad y también en las cotizaciones a la seguridad social.

Es necesaria mucha iniciativa política, social y sindical para responder a las previsibles consecuencias de que gran parte del trabajo que hasta hoy realizamos los seres humanos pueda ser sustituido por robots. Pues no se precisan grandes estudios científicos ni económicos para intuir los riesgos y consecuencias para el empleo y la futura viabilidad de nuestro modelo social, si se mantienen las  bases y criterios fiscales.

La discusión en el Parlamento Europeo evidencia lo que ya empezábamos a intuir, que esos robots inteligentes, protagonistas de las novelas y las películas de ciencia ficción, han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana, en el trabajo, en los servicios, en el transporte, en el hogar, etc. Junto a sus evidentes ventajas, existen también serios riegos e incertidumbres que exigen  encontrar respuestas a este desafío que afecta a todos los campos y estratos de la sociedad.

Se precisa acción política, social y sindical para encontrar nuevas normas, convenios, convenciones y leyes para impedir que la innovación tecnológica que representa la robótica y la digitalización ahonde, todavía más, la actual brecha social, generando más desigualdad en la distribución de la riqueza y el poder y, como apunta la Propuesta de Resolución del Parlamente Europeo, responda a los desafíos sociales en el campo del empleo, de la seguridad física, de la propiedad de datos personales y su privacidad, o de las “consecuencias invisibles” para la dignidad de las personas.

Esperemos que el Parlamento Europeo sepa responder con iniciativa política y leyes que impulsen nuevas normas y códigos de conducta, impulsando compromisos de responsabilidad social empresarial en la deontología de los fabricantes y las empresas usuarias de la robótica. Esperemos que se potencie el diálogo social y se refuerce la negociación colectiva para garantizar un reparto de la mejora de la productividad, y que el salto al mundo digital, al mundo de la inteligencia artificial de los robots, se haga garantizando una transición justa, y para ello es imprescindible que se invierta más, y en nuestro país mucho más, en el futuro de las personas.

Y ahí está el valor y la responsabilidad la acción política. La pregunta es ¿estarán nuestras fuerzas políticas a la altura del este desafío? Y vemos que por ahora perece que no, que están en otras cosas.