sábado, 30 de abril de 2016

26 J: ¿habremos aprendido algo?

La nueva convocatoria electoral para el 26-J ha suscitado preocupación y enfado en muchos ciudadanos y ciudadanas por el fracaso político que representa la repetición de las elecciones. Enfado por las formas de relacionarse nuestros dirigentes políticos entre ellos llena de sectarismo y falta de profesionalidad, por no decir infantilismo en bastantes casos.

Cuatro meses de reuniones, posados y ruedas de prensa, de supuestos argumentos, razones y sobre todo de excusas, para explicar la imposibilidad de llegar al acuerdo que tenía que haber hecho posible abrir esa nueva etapa política, tan necesaria y tan deseada por tantos ciudadanos de este  país.  Ciudadanos que veían la necesidad de un gobierno que empezara a andar a paso ligero hacia las urgentes y necesarias reformas que demandan los muchos problemas que precisan de  soluciones urgentes. El resultado: hemos perdido cien días. Pero esto no es lo más grave. Lo más preocupante son las razones con las que se nos intenta explicar este fracaso; los argumentos con los que se nos pretende explicar las causas por las que no está ya en pleno funcionamiento es gobierno; el por qué no ha sido posible un gobierno del cambio y plural, con un programa de regeneración y de reformas que llevamos esperando décadas y que, a este paso, otras décadas deberemos esperar.

Pero en el fondo, una vez más, es ese sectarismo que está en el tuétano de nuestras formas de relacionarnos y de hacer política dónde encontraremos la principal explicación de ese fracaso.

Un sectarismo, tan incrustado en nuestra práctica política y sin el cual no se entenderían ni los crudos conflictos entre los medios de comunicación o entre las organizaciones políticas de hoy. Ni, quizás,  los desgraciados episodios históricos y las dificultades que demostramos o hemos demostrado tener ante el principio básico de la democracia: respetar la opinión del contrario. Un mal que, de no curarlo, nos condenará a la mediocridad política aunque, como ha sido el caso, cambie profundamente el mapa político con nuevos actores, pero con las mismas viejas formas. 

Ese sectarismo que facilita la ausencia de autocrítica en la función pública y permite explicar el fracaso siempre desde razones ajenas, endosando la responsabilidad al otro con el “y tú más”, que nos impide apreciar y valorar con valentía y sin reservas el éxito de nuestros competidores. Estos siempre sospechosos de todo lo peor y merecedores de las descalificaciones más contundentes.

Algo pasa en nuestra particular cultura política que hace que el acuerdo sea una excepción, lo cual genera decepciones y rupturas en las organizaciones. Mientras el enfrentamiento, la confrontación y el enemigo externo, sean el preciado bálsamo para la cohesión interna que facilita aparentar firmeza cuando a veces no es más que disimulo y miedo a compartir riesgos y también soluciones.

Algo tendrá que cambiar, ya que es difícil imaginar una solución a los muchos problemas que se  deben afrontar, y que exigen solidaridad, diálogo y suma de esfuerzos. Porque será imposible ver soluciones a esos problemas desde esos anteojos del sectarismo que paralizan la inteligencia política e impiden la modestia necesaria para afrontar: la crisis económica, el desempleo, el paro juvenil, la enseñanza, la mejora de la productividad o la desconfianza hacia la política y las instituciones.

No podemos seguir con esta manera de hacer política a la que se le podría aplicar aquella caracterización que hacía Foucault del poder (que nos suele recordar a menudo en sus artículos y conferencias Daniel Innerarity), como “pobre en recursos, parco en sus métodos, monótono en las tácticas que utiliza, incapaz de invención".


Esperemos que después de otros cien días podamos decir: ¡valió la pena volver a las urnas!.  Porque habremos aprendido que democracia es el equilibrio entre cooperación y competencia.  Que los ideales expresan lo que queremos ser, pero que al final son siempre los compromisos los que verdaderamente expresan lo que somos. E incluso igual aprendemos también de ese aforismo tan presente en el mundo sindical que dice “muchos se contentan con una victoria cuando podrían conseguir algo mucho mejor, que es un acuerdo”. Los votos y el tiempo nos lo dirá.



jueves, 14 de abril de 2016

El trilema de Podemos y la necesidad de un gobierno del cambio

La palabra trilema no está recogida en el diccionario de la Real Academia Española, pero se puede leer en múltiples artículos y trabajos de análisis político y económico. La popularizó Dani Rodorik, profesor de Harvard, en su libro “La paradoja de la globalización “, donde la define como las opciones que hoy deben afrontar los dirigentes de los estados democráticos occidentales en torno a la globalización económica, la democracia política y la soberanía nacional. Explica que en un mundo globalizado como el actual, con democracia y plena soberanía de los Estados, no es posible combinar todo al mismo tiempo y con la máxima intensidad.

En síntesis, si un dilema es la elección entre dos alternativas incompatibles, un trilema es elegir dos opciones sobre tres alternativas que simultáneamente son incompatibles. Que es precisamente lo que estos días Pablo Iglesias y los dirigentes de Podemos, tienen pendiente de resolver ante la investidura de Pedro Sánchez y la formación de un gobierno de cambio.
Por una parte, necesitan no aparecer como los directos responsables de no desalojar al PP del gobierno e impedir la aprobación de importantes medidas que son una clara mejora de la situación actual, como las referidas a la reforma laboral, a un ingreso mínimo vital, instaurar un impuesto sobre los grandes patrimonios o bajar el IVA cultural, etc.

Por otra parte, Podemos necesita repetir el mensaje de que vienen y, sobretodo, que van hacia lugares diferentes que el resto de partidos políticos. Como su líder Pablo Iglesias, recibido el pasado sábado 9 de abril en el Casino de la Aliança del Poble Nou de Barcelona con el grito de los asistentes “no queremos pacto”, repitió al referirse al final de las negociaciones con PSOE y Cs: “hemos resistido la voluntad de otras fuerzas que intentan domesticar y normalizar a Podemos”. Necesitan insistir que ellos están en una orilla frente a todos los demás en la otra.

Y por otra parte, desde la razón misma de su constitución, está su rechazo a ser una organización testimonial instalada en la oposición en el papel de “pepito grillo”. Si algo desde el primer día Podemos ha expresado con nitidez es su aspiración a influir, condicionar y sobre todo a gobernar, en la misma línea del famoso: “El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto”   lo cual quedó meridianamente claro en su declaración de intenciones la noche del 20D, al igual que sucedió tras la audiencia real. Así que, como en el trilema de Robrik, las tres opciones a la vez y las tres con la máxima intensidad no son posibles.

Se puede facilitar la investidura, apuntarse el mérito principal de haber desalojado al PP y condicionar e influir de forma muy importante en la política de nuestro país como resultado de una negociación. Pero ya no se podría defender que se va a lugares diferentes a los demás.  Porque ya no estaría solo en su orilla frente al resto.

Se puede, como parece, no votar la investidura  y afirmar que han impedido que les normalicen y domestiquen. Y con ello,  mantener su orilla. E incluso se puede defender la ambición declarada de  “tomar el cielo” y unas nuevas elecciones con la posibilidad de ser el principal partido de la oposición, por delante del PSOE. Pero no podrán impedir, por mil ingeniosas metáforas como “Pedro Sanchez enjaulado”,  “los Intereses del Ibex 35” o con otro líder socialista habría acuerdo”, cargar con la culpa, para muchísimas personas de izquierdas,  de frustrar un gobierno del cambio y de las consecuencias de unas nuevas elecciones de las que es muy  probable que salgan  un futuro gobierno de derechas.


El tiempo nos dirá las consecuencias de la opción del trilema elegida por Podemos. Pero merece la pena recordar que un partido vale la suma de sus votos  y de sus alianzas, que el poder es tanto lo uno como lo otro. Además que en política no se ha construido nada duradero desde las intransigencias, los ataques personales y la descalificación. Esperemos que la iniciativa ciudadana de recogida de firmas en torno a la carta dirigida a PSOE, Podemos y Ciudadanos: ES POSIBLE Y NECESARIO UN GOBIERNO DEL CAMBIO: REPETIR LAS ELECCIONES NO ES SOLUCIÓN https://porungobiernodelcambio.wordpress.com/ convertida en menos de 24 horas en una potente y plural movilización ciudadana sea un acicate para reactivar las negociaciones hacer realidad un acuerdo, evitando ese irredentismo tan común en la historia de la izquierda de despreciar lo posible para idealizar lo imposible. Porque, si se puede, un gobierno del cambio.

martes, 5 de abril de 2016

Industria 4.0 robots, trabajadores y sindicato




Un mundo cercano a la ausencia de trabajo se está aproximando a pasos agigantados y puede llegar antes de que la sociedad tenga tiempo suficiente, tanto para debatir sus importantes consecuencias como para prepararse plenamente frente a su impacto generalizado”.  Jeremy Rifkin en ‘EL FIN DEL TRABAJO’.


En el año 1953, Henry Ford II, jefe de Ford Motor Company y Walter Reuther, veterano líder del sindicato United Automobile, protagonizaron una conocida anécdota mientras visitaban juntos las instalaciones de la nueva y más automatizada planta de montaje de automóviles Ford en Cleveland, Ohio. Henry Ford II le preguntó a Walter -¿cómo va a conseguir que esos robots paguen sus cuotas sindicales a la UAW"? Y sin perder el ritmo del paseo por los pasillos de la factoría, Reuther le respondió: Henry, lo que yo me pregunto es ¿cómo va a conseguir usted que esos mismos robots le compren sus coches?”.

Esta anécdota ilustra el eterno conflicto entre innovación tecnológica y empleo, algo tan antiguo como el conflicto del verano de 1854 en Barcelona que provocó el incendio de fábricas, para impedir que se implantaran las selfactinas, las nuevas máquinas de hilar algodón traídas de Inglaterra, que ahorraban mucha mano de obra y expulsaban a cientos de trabajadores al desempleo. O aquella máquina de cigarrillos que en 1881 patentó James Bonsack, que liaba de forma automática, sin intervención humana, 120.000 cigarrillos al día frente a los 3.000 que era capaz el trabajador más especializado. Y así, década tras década, hasta nuestros días.

Con el pegadizo nombre de Industria 4.0 se conoce el nuevo concepto que está a la vuelta de la esquina y que representa el cambio de paradigma que modificará: cómo, qué, quién, cuándo y dónde se produce. Aspectos estos que concretarán la cuarta revolución industrial de la mano de la innovación tecnológica, mediante el aumento en los volúmenes de datos disponibles por las empresas industriales, su capacidad para almacenarlos y analizarlos, unido a la conectividad en red que permite la interacción de las maquinas entre sí y con las personas, y la fabricación personalizada de los productos. Producción en fábricas autosuficientes, más inteligentes y ecológicas en el uso de los recursos  energéticos y de las materias primas, producción flexible, autorregulada, conectada con el proveedor y el cliente final.

Se reiteran, en paneles, conferencias y seminarios, nuevos conceptos referidos a Industria 4.0 como : fábrica smart,  digitalización, big data, internet de las cosas, impresoras 3D, robots y sensores, sistemas ciberfísicos, plantas autogestionables, inteligencia artificial y machine learning, biotecnología y genómica, etc… Pero se presta muy poca atención e interés en analizar los riesgos de la masiva destrucción de empleo si la nueva revolución industrial y tecnológica solo responde al objetivo de reducir costos,  a maximizar los beneficios y las ventajas de los importantes incrementos de productividad solo son aprovechados para aumentar el reparto de dividendos a los accionistas y los salarios de los altos ejecutivos.

Sabemos, como ha sucedido en las anteriores revoluciones industriales, que la iniciativa sindical será determinante. Que no fue, ni ahora será lo mismo para los trabajadores y trabajadoras de aquellas empresas donde impere el individualismo y sin representación sindical, que lo será en a aquellas otras, donde se trabaje por el bien común y cuenten con una sólida implantación sindical, con amplios derechos de información y participación en la marcha de la empresa. Aquellas donde trabajen e investiguen y se movilicen en busca de nuevas ideas, esfuerzos y compromisos para abrir nuevos campos y nuevas reivindicaciones relacionados con la formación,  la salud en el trabajo, el reparto del empleo o la reducción  de las horas de trabajo. Y donde la gestión sostenible y responsable socialmente sea una exigencia de sus trabajadores y trabajadoras. Y allí, donde la acción política sea capaz de exigir nuevos esfuerzos desde la política fiscal que permita repartir de manera más justa los beneficios que nos anuncia Industria 4.0.


Porque esta nueva era de reducción drástica de costes y de robots danzarines sin enfermedades, ni perdida de concentración y con su energía continua, puede representar tanto una gran división social, con más desigualdad e injusticia, como un nuevo renacimiento para la humanidad, un reparto inteligente del trabajo y la liberación de largas jornadas laborales. Dependerá, si además de hablar de lo inteligentes que serán las maquinas, se habla también de las personas. Este es el reto del sindicalismo, conseguir que en el centro de Industria 4.0 estén las personas.

lunes, 28 de marzo de 2016

Sindicalismo de regadío. El acuerdo CC.OO. -- Repsol




He cogido prestado de José Luis López Bulla el término “sindicalismo de regadío”, su  definición del sindicalismo que consigue resultados concretos vía negociación colectiva en los centros de trabajo. En sus artículos, escritos y conferencias, López Bulla, estudioso del mundo del trabajo y comprometido con el sindicalismo, reclama a los protagonistas sindicales que den a conocer la rica experiencia que surge de la negociación colectiva en las empresas y los sectores cada día, poniendo en valor los resultados que se plasman en los convenios colectivos y en los pactos. Y también para corregir la visión tan extendida pero incompleta de que el sindicalismo confederal es solo, o casi exclusivamente, su acción social y política, pues apenas se conoce el fruto de la acción sindical en los centros de trabajo y en la negociación colectiva, núcleo y principal razón de ser de un sindicato y, con ello, la utilidad de la afiliación y la organización del sindicato en la empresa.

Compartiendo su reclamación, me he tomado la libertad de calificar de “sindicalismo de regadío” el  acuerdo: Protocolo de acuerdo entre la dirección de REPSOL y CCOO INDUSTRIA para la coordinación y colaboración en aspectos generales de las condiciones de trabajo en las empresas auxiliares en los complejos industriales de REPSOL PETROLEO, firmado el pasado 15 de marzo, pues es un buen ejemplo del fruto de la negociación colectiva.

La Reforma Laboral, la crisis y las nuevas tendencias de gestión para abaratar costes han llevado a que un gran número de actividades y servicios se externalicen a empresas que nada tienen que ver con la empresa principal. Empresas donde abundan los contratos precarios y la ausencia de representación sindical, y donde sus trabajadoras y trabajadores tienen serias dificultades para responder y denunciar los abusos que padecen. Por esto, las Confederaciones Sindicales de CCOO y UGT insisten que entre sus prioridades más urgentes, está la exigencia de nuevas leyes y más acción e implicación de las administraciones públicas para el control de los abusos y una mayor tutela de estos colectivos presentes en todos los sectores de la producción y los servicios.

El Acuerdo de CCOO Industria con Repsol es precisamente eso, un valioso instrumento con nuevos cauces de información, coordinación y de colaboración entre Repsol y CCOO para que el  sindicato, desde la empresa principal, donde cuenta con más medios, más fuerza, más influencia y mayor capacidad de presión, se comprometa a velar por el respeto y el cumplimiento de las normas legales o contractuales aplicables a los trabajadores y trabajadoras de cada una de las empresas auxiliares que prestan servicios dentro de los complejos industriales de esta multinacional.

Estos instrumentos se concretan en potenciar un Comité Intercontratas de Seguridad y Salud con los representantes de las empresas concurrentes y con los sindicatos, mediante reuniones periódicas y obligatorias con el Comité de Salud Laboral de Repsol. Y como una garantía más, al sindicato de la empresa principal se reconoce el derecho de vigilancia para garantizar que todas las personas que se incorporen a las empresas auxiliares reciban la formación técnica y práctica suficiente en materia preventiva, como la reciben los trabajadores pertenecientes a la plantilla de Respsol.

Es cierto que estos instrumentos no corrigen todos los déficits de una legislación deficiente y unos  peores gobernantes que permiten el abuso y la  precariedad en el trabajo, donde centenares de miles de personas que trabajan en las cadenas de subcontratación lo hacen sin control, y es ahí donde se producen la mayoría de los accidentes de trabajo. Pero estos instrumentos responden también a las obligaciones y los compromisos asumidos por la empresa en su Responsabilidad Social Empresarial (RSC) y, sobre todo, son la expresión inequívoca de la voluntad y el compromiso de unos sindicalistas  que, ante los posibles abusos e ilegalidades en relación a las personas que comparten oficina o taller, aunque no sean de la misma empresa, no quieren mirar para otro lado.

Además de exigir cambios legislativos, en la negociación colectiva de las grandes empresas hay mucho que hacer, como escribe Jesús Cruz Villalón, Catedrático de Derecho del Trabajo Universidad de Sevilla en su ponencia ‘LA ACTIVIDAD SINDICAL EN LA EMPRESA: VIEJOS Y NUEVOS PROBLEMAS’: “Desde la perspectiva de la acción sindical en la empresa, el gran dilema deriva de la circunstancia tampoco casual de que allí donde el sindicato mantiene un poder de influencia notable es justamente en aquellos ámbitos correspondientes a las empresas grandes, coincidentes con la empresa principal …….por cuanto que se puede estar conformando un espacio sindicalizado con fuerte capacidad de acción sindical y de otro espacio no sindicalizado que para entendernos denominaríamos de ‘precariedad laboral’. Indiscutiblemente en un modelo sindical que tradicionalmente ha rechazado opciones de defensa corporativa de intereses, en beneficio de ciertos grupos fuertes y en perjuicio de otros débiles, necesariamente este modelo de segmentación ha de ser rechazado”

Precisamente al rechazo a este riesgo, esencia misma que inspira al sindicalismo confederal, responden estos instrumentos pactados en este acuerdo, que merecen la pena conocer y valorar, e incluso el calificativo de sindicalismo de regadío.




jueves, 17 de marzo de 2016

La pajarita de Pablo Iglesias

Es evidente que Pablo Iglesias, el Secretario General de Podemos, es unnúmero uno en  comunicación por su capacidad de situar mensajes que impacten de lleno en los marcos mentales de su público. El líder de Podemos muestra su sexto sentido para la anticipación, lo que le lleva a condicionar, cuando no mandar, en la agenda del resto de las organizaciones políticas y de la mayoría de los medios de comunicación. Es un fuera de serie en el marketing, solo hay que ver el éxito en la promoción de la marca Pablo Iglesias, con todo lo que ello conlleva. Lo demostró con éxito cuando su perfil fue el logotipo en las papeletas electorales de la candidatura de Podemos en las elecciones europeas. Y lo podemos comprobar constantemente cuando convierte en noticia de primera plana, con polémica incluida,  todo lo que hace, habla, come, bebe, canta o viste.
Pablo Iglesias, como personaje mediático, no puede pedir más. Ha conseguido aquello que solo las primeras estrellas consiguen: tener casi tantos enemigos acérrimos como seguidores incondicionales. Una meta que sólo es alcanzable por las grandes figuras de la música, el arte,  la gastronomía o el deporte. Sabe que su principal capital está en el número y calidad de sus enemigos y, consciente de su valor,  los cultiva con mimo y esmero, sabedor de  que el mejor abono para que crezca su prestigio entre sus incondicionales es hacer bueno el dicho: "la importancia de una persona se la dan el número y nivel de sus enemigos".
El líder de Podemos juega con sus detractores al visitar al Rey en mangas de camisa. Con ello consigue convertirse en la noticia principal de la audiencia y, a la vez, el centro de críticas que le sirven para retroalimentar las alabanzas y la adhesión de los suyos, no tanto por el acuerdo con su particular indumentaria, sino como respuesta apasionada a los que le atacan con enfurecidos argumentos que acaban convirtiendo una acción de marketing, muy estudiada pero irrelevante, en una verdadera hazaña del protagonista. Y así crea un inmejorable terreno de juego para la dialéctica política, que le permite seguir centrándose en eslóganes de Twitter y en la simplificación que favorecen las redes sociales, donde este partido político se ha revelado imbatible. Y obviar las serias dificultades que representa concretar y sobre todo evaluar las propuestas.
Pablo Iglesias es un gran marketiniano, y lo volvió a demostrar la noche de los Goya al convertir su esmoquin en la noticia más relevante y viral de ese fin de semana. Y él, en el protagonista indiscutible de la Gala, por encima de los escotes más atrevidos y las rajas de las faldas más sexys.  Un esmoquin y pajarita para redondear el mensaje y ser el contrapunto a la camisa arremangada en la audiencia en la Zarzuela. Y para completar el mensaje, como en el mejor spot publicitario, el famoso esmoquin era tres tallas más grande, dejando bien claro que la intención del político no era presumir. Como ese presumido que va peinado despeinado, aunque sea el peinado más difícil como saben bien los profesionales de la estética.
Un marketing que es capaz de fabricar permanentemente imágenes televisivas y materiales muy valiosos para las tertulias que sirven para llenar horas y horas de descalificaciones y críticas. Unos tertulianos calificando de sacrilegio y otros de heroicidad unos hechos tan irrelevantes como el peinado de un diputado, un bebé en las rodillas de su madre sentada en su escaño, el pico entre dos colegas del mismo grupo parlamentario o una pajarita en una gala en la entrega de los premios del cine.
Política espectáculo, descalificaciones que premian y promueven tanto la intransigencia como la victimización, argumentos ad hominem que consiguen centrar la atención de la opinión pública en una pajarita que, aunque no fuera la intención de Podemos, al final adquiere, en nuestra actualidad política, más importancia que el paro juvenil, la marginación de los mayores de 55 años que han perdido el empleo, el fracaso escolar o el incumplimiento de la ley de dependencia. Lo que demuestra que en muchas ocasiones, también en política, la principal virtud puede acabar siendo el principal defecto.

lunes, 7 de marzo de 2016

8 DE marzo ¡Vivan las trabajadoras del textil!




Homenaje de este blog a María Muntadas Nadeu (1925--2015) 

"Por cada mujer fuerte, cansada de tener que aparentar debilidad, hay un hombre débil cansado de tener que parecer fuerte". (Anónimo)

Se acerca el 8 de Marzo y, como cada año, los medios de comunicación dedicarán páginas, programas e informativos especiales dedicados al Día de la Mujer, dando cuenta de las múltiples iniciativas y actos que con motivo de esta fecha se realizarán a lo largo y ancho de nuestro país. Mientras, seguirán sin resolverse en los centros de trabajo, en la sociedad y en el mundo, discriminaciones, abusos, violencia hacia las mujeres. Queda mucho por hacer y por luchar.

Para muchas personas en todo el mundo el 8 de Marzo es un día para recordar a aquellas obreras textiles que en el invierno de 1857 salieron a las calles de Nueva York, y a las más de 15.000 que en marzo de 1908, medio siglo más tarde, marcharon por la misma ciudad al grito de “¡Pan y rosas!”, sintetizando la exigencia de mejora de sus condiciones de trabajo, de una jornada laboral de 8 horas, de igualdad salarial, cuestiones pendientes aún hoy en muchas empresas, y por el derecho de las madres a amamantar a sus hijos durante las 10 horas de trabajo. Y un día de homenaje a las 140 obreras que fueron asesinadas en la madrugada del 25 de marzo de 1911 al arder la fábrica textil Triangle Shirtwaist en la que trabajaban, porque los propietarios habían bloqueado todas las salidas.

El 8 de Marzo es una buena fecha para reivindicar el trabajo de miles de mujeres sindicalistas luchadoras del textil y la confección de todo el mundo. Sindicalistas que han escrito páginas heroicas del movimiento sindical que en la mayoría de las ocasiones, injustamente, no consta en los libros. Luchadoras de ayer en los talleres e industrias europeas y de EEUU, que hoy siguen escribiendo sus luchas en el norte de África, en Asia, en las maquilas de Centro América, mujeres que son la principal riqueza de sus países, que tejen y cosen para las grandes marcas de la moda, que crean sindicatos y luchan por unas condiciones dignas de trabajo y de vida.

Este 8 de Marzo es una buena ocasión para recordar la gran  importancia que tuvieron para el movimiento obrero de nuestro país, y para los derechos de las mujeres trabajadoras, las duras huelgas que en los años 1976 y 1977 protagonizaron las más 6.000 trabajadoras de la empresa Induyco de Madrid en defensa de unas reivindicaciones tan antiguas, pero también tan actuales, como la mejora del salario y la reducción de la jornada, la creación de una guardería, el cobro del cien por cien del salario real durante el embarazo, la supresión de las categorías  profesionales discriminatorias, la igualdad salarial para trabajos de igual valor, el respeto personal y el fin del autoritarismo empresarial. 

Y fue otro 8 de marzo, en este caso del año 1977, cuando se escribía otra página de la historia de la lucha sindical y por los derechos de la mujer. Ese día las cientos de huelguistas de Induyco, reunidas en asamblea en la iglesia de Moratalaz (Madrid), acordaban terminar su dura huelga que había durado más de un mes.

Las trabajadoras de Induyco protagonizaron una dura lucha en esta empresa que sembró una cultura sindical de diálogo y acuerdos que, con las crisis y problemas vividos en el textil, ha representado una referencia positiva para el conjunto de este sector industrial. Una semilla de la que brotó, durante décadas, una representación sindical que, desde una sólida afiliación a los sindicatos, ha sido un ejemplo de activismo por sus conquistas en favor de los derechos de la mujer y de compromiso con todas las luchas sociales.


Más allá de los actos institucionales que se celebrarán el 8 de Marzo, sería bueno no olvidar que empezó siendo el “Día de la Mujer Trabajadora”. Y con ello poner luz a las miles de luchas y al sacrificio de millones de mujeres trabajadoras de todo el mundo, protagonistas de la historia del movimiento sindical, que han quedado ocultas en demasiadas ocasiones, como una discriminación más hacia la mujer. Es una buena ocasión para renovar compromisos e impulsar nuevas iniciativas, desde la acción sindical, social y política, para la defensa de tantos derechos aún pendientes por conquistar en el trabajo y en la sociedad. Por esto, a la vez que hemos querido recordar como un ejemplo más entre muchos la lucha de las trabajadoras de Induyco por los derechos de la mujer, queremos gritar: “¡Vivan las obreras del textil! ¡Viva la lucha de todas las sindicalistas del mundo! 

jueves, 25 de febrero de 2016

Jordi Évole, “Salvados” y el sindicalista valiente.

Homenaje a Isidor Boix, el "sindicalista valiente"





El sindicalista valiente, sí, hablamos de una persona real, de un veterano sindicalista en activo,  con una larga y fructífera historia de compromiso con la lucha por los derechos políticos y laborales en España y los derechos humanos en el mundo. Valiente, porque se necesita valor y también mucha seguridad en su trabajo para levantar el dedo y pedir la palabra para dar una opinión que  va contracorriente de lo "políticamente correcto".

Eso es lo que ha hecho Isidor Boix Lluch al matizar  -y también contradecir-, al periodista Jordi Évole, una figura mediática de las más reconocidas y prestigiosas de nuestro país, al poner en cuestión el contenido de algunos aspectos del programa “Salvados” de “La Sexta”, emitido el pasado 21 de febrero sobre la industria de la moda, “Las víctimas de la moda”.

Isidor Boix, responsable sindical en representación de la Federación Sindical Internacional IndustriALL Global Union” y coordinador de la aplicación del Acuerdo Marco Global que esta organización tienesuscrito con el Grupo Industrial Inditex, expresa su opinión crítica en un comunicado http://iboix.blogspot.com.es/2016/02/la-industria-de-la-moda-y-el-rigor-del.html donde  desde el convencimiento de la experiencia de trabajo, y la necesaria denuncia, afirma que es posible avanzar en la conquista del  trabajo “decente”.

La crítica más directa al programa "Las víctimas de la moda" que hace Isidor Boix en su artículo es la ausencia de toda referencia al trabajo sindical que están realizando, tanto  IndustriALL Global Union, como los sindicatos locales de esos países, y muy particularmente en Camboya, con fuertes luchas de los trabajadores y trabajadoras. Unas luchas en las que el sindicalismo, nacional e internacional, presente en las empresas multinacionales textiles españolas, ha sido parte muy activa en muchas de ellas. Información, documentación y contactos que fueron ofrecidos, sin éxito, a los autores del programa para su mejor investigación sobre las condiciones de vida y de trabajo en Camboya y otros países asiáticos, pues hubieran posibilitado un programa más completo y riguroso. Como finaliza dicho artículo: "para que reaccionen los consumidores, los trabajadores, los sindicatos, (…), toda la sociedad, para que las marcas internacionales tomen nota, para que todos nos impliquemos más”.

lunes, 15 de febrero de 2016

Los obreros existen

"El progreso no consiste solamente en mejorar el pasado: consiste en ir desde adelante hacia el futuro" Gibran Kahlil Gibran (Líbano, 1883 ­1931)

Sí, sí, los obreros y las obreras aún existen. Aunque se vaya consolidado poco a poco la interesada idea de que gracias a la transformación económica debida a la globalización, la implantación de las nuevas tecnologías y la modernización de la empresa, y pretendan que creamos que los obreros y los “viejos trabajos”, duros, repetitivos e insalubres, son cosa del pasado. Y que en las empresas de hoy todos son colaboradores, intraemprendedores o emprendedores, cuando no socios, ya que, gracias a la nueva organización del trabajo flexible, la calidad total y las nuevas tecnologías, el trabajo se ha adaptado a la persona, lo que habría convertido al “viejo obrero” en el nuevo trabajador creativo, autónomo y libre.

Dicen que no hay razón de sindicatos porque ya no hay motivo para representar. Ni contraposición de intereses porque los intereses no son ya contrapuestos. Los medios de comunicación, las películas (salvo excepciones, como la recién estrenada obra de arte francesa “LA LEY DEL MERCADO”) y las series de televisión nos suelen describir una sociedad sin trabajo y sus conflictos, donde la empresa se identifica solamente con sus ejecutivos y accionistas. Poco a poco, el trabajo ha ido desapareciendo de nuestra realidad cotidiana, como si ya no existiera el mundo productivo, como si la dureza del trabajo fuera algo de ayer, identificado sólo con aquellas antiguas fábricas textiles o la vieja siderurgia. Sin embargo, la realidad de nuestro mundo del trabajo es menos dulce. La explotación, la dureza, la precariedad y el autoritarismo siguen presentes en muchos ámbitos del trabajo. En algunos de los grandes centros de distribución y logística, en los hoteles limpiando habitaciones, en las residencias de la tercera edad, en lasfábricas de manufactura, en lasingenierías y grandes empresas de las TICs, en elsector financiero y de seguros, en las cadenas de montaje, o en losfalsos autónomos, etc.. Trabajos duros y condiciones precarias donde no sólo no han desaparecido los accidentes de trabajo, ni las horas extraordinarias que no se cobran (el 55,6% según El País 15­2­2016), ni la fatiga, sino que se ha sumado el mayor control que han aportado las nuevas tecnologías y también el estrés que provoca la generalizada inseguridad en el empleo. Aunque se pretendan ocultar y se les niegue visibilidad, los obreros existen. Ahí están los millones de trabajadores y trabajadoras, incluidos los más cualificados, con unas condiciones de trabajo quen constituyen una pedrada en ese bonito escaparate de las nuevas teorías que llenan libros y conferencias y que quieren hacernos creer que se ha superado el conflicto social en la nueva empresa, que nos explican los nuevos paradigmas en la gestión de las personas, la Dirección por Valores, la Responsabilidad Social, y  el perfil del nuevo líder empresarial que entiende que el centro son las personas, etc., etc. Unas teorías en realidad, por desgracia, aplicadas en una escasísima minoría de nuestras empresas y que poco tiene que ver con la realidad general delmundo del trabajo en nuestro país Y para recordárnoslo ahí está de nuevo, un año más,el Índice de Calidad del Empleo, elaborado por la OCDE y publicado por Expansión el pasado 6 /2/2016.


Podemos ver, como indica el titular, que somos el peor país para trabajar, y que la calidad de nuestro empleo es la peor entre los treinta y cuatro países desarrollados con una nota de 2,4, sobre 10, solo por delante del 1,5 de Grecia y lejos del 5,2 de Italia, del 6,4 de Francia y sideralmente lejos de Dinamarca, Alemania, Australia, Suecia, Noruega, Holanda, todos con una nota por encima de 8. Veremos que tenemos una malísima nota, no únicamente por nuestras altísimas tasas de paro, y el elevado número de personas desempleadas de larga duración, que supera el 13%, frente a la media de la OCDE que no alcanza el 3%. Ni tampoco sólo por el elevado riesgo, el más alto, de perder el empleo. Sino también porque el salario relacionado con su valor de compra está muy por debajo de los países de nuestro entorno. Una realidad, las condiciones de trabajo, que reclama una mayor atención por parte de la izquierda política, y para lo que hay que ir más allá del abstracto y genérico concepto de ciudadanía. Hay que incorporar, en el centro del discurso, la preocupación por el valor social del trabajo y sus condiciones, evitando que se separen, como está sucediendo, de la innovación. Y aunque no parezca muy moderno, si la izquierda política, la nueva y la menos nueva, aspira a mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, es preciso que vuelva a situar entre sus prioridades la necesidad de potenciar y reforzar la afiliación, la organización, la modernización del papel de los sindicatos en los centros de trabajo y la negociación colectiva. Porque es ahí, en gran parte, donde tenemos pendiente la principal revolución: modernizar la empresa y humanizar el trabajo. 



miércoles, 3 de febrero de 2016

Industria 4.0 y el sindicato del futuro

"La Industria 4.0 se va a introducir, más pronto que tarde de lo que nos imaginábamos. Los sindicatos deben estar preparados para el enorme impacto sobre el empleo, las condiciones de trabajo y los derechos de los trabajadores, y centrar su atención en lograr una transición justa"Jyrki Raina,  Secretario General de IndustiALL Global Unión.

Primero fue la máquina de vapor, luego la electricidad; en los años 70, la automatización, y las TIC en los noventa. Ahora ha empezado una cuarta ola, una nueva revolución industrial que transformará el qué, el quién, el cómo y el dónde se producen los bienes y servicios.

Hablamos de la Industria 4.0, concepto que fue acuñado en Alemania para describir la fábrica inteligente con todos sus procesos informatizados e interconectados por internet y se caracteriza por la incorporación masiva de robots autónomos, de análisis e integración  de los grandes datos de información de forma horizontal y vertical, y por la extensión del “Internet de las cosas”. Se refiere a la posibilidad de interactuar a través de la red mediante el uso de microprocesadores dentro de los objetos, reduciendo con ello el tiempo y las acciones humanas, y que ya vemos hoy en muchos procesos de la industria química, energética, alimentaria, del sector de la automoción o en la gestión del almacenamiento y la distribución. O muchos productos de consumo, como es el caso del refrigerador que de forma automática conecta directamente con el supermercado al quedarse sin existencias, etc.

Hablamos de un nuevo modelo de producción en el que las máquinas se relacionan entre sí desde una nueva conectividad, aportando mayor flexibilidad en los tiempos de reacción y permitiendo menos residuos y producciones en lotes más pequeños, casi "a medida"; y que por lo tanto representa un cambio profundo en la industria y en la producción, que modifica la naturaleza de las relaciones entre proveedores, fabricantes y clientes. Y al cambiar la relación entre el trabajador y la máquina, así como las condiciones de trabajo, cambian también las relaciones laborales.

La pregunta es cómo reaccionará e intervendrá el sindicalismo frente a este cambio y esta nueva realidad que empieza a estar presente en algunas empresas. Por el bien de los trabajadores y trabajadoras, esperemos que sea con iniciativa e interés. En esta línea estamos viendo buenos ejemplos en algunos países europeos, muy especialmente en Alemania, donde el sindicalismo ha situado esta cuestión en el centro de sus estudios, análisis, debates y propuestas para la acción sindical. Una actitud especialmente positiva -esperemos que cunda el ejemplo- ya que, por la historia, sabemos que los sindicatos no son organizaciones especialmente acostumbradas a abrir los brazos para recibir la innovación.

Más allá de reconocer las muchas y profundas dificultades que están sin resolver por parte del sindicalismo ya sea nacional, europeo y global, es esperanzador ver que desde los sectores más avanzados se producen hoy rigurosos trabajos y llamamientos para evitar el riesgo de inacción o reacción tardía frente a esta nueva Revolución Industrial. 

Ese sindicalismo, el más innovador, sabe que la Revolución Industrial 4.0 implicará una nueva reorganización en un mundo en el que probablemente algunos puestos de trabajo desaparecerán y otros nuevos emergerán, y habrá profundos cambios en los derechos y los deberes del trabajo dentro de la empresa. Sabe también que esta nueva tecnología traerá grandes beneficios para las empresas y en particular a las grandes  multinacionales al ofrecer un acceso instantáneo y actualizado de la información sobre la producción en las cadenas de suministro, al posibilitar la planificación y la respuesta más rápida a las tendencias comerciales. Un sindicalismo que con razón se pregunta dónde quedan los derechos de los trabajadores en esta “empresa inteligente” pues intuye los riesgos que se pueden derivar para sus derechos, ya que la nueva tecnología facilita una mayor capacidad de control y supervisión de la conducta y del rendimiento de los trabajadores.

Pero también es consciente de la oportunidad que puede representar la conquista de nuevos espacios de creatividad e innovación para la acción sindical y la negociación colectiva, en la construcción de soluciones que mejoren y humanicen el trabajo de las personas, nuevas fórmulas de reparto del trabajo; mayores competencias profesionales y mayores niveles de participación y más justo reparto de sus beneficios, evitando que la mistificación y la adoración a la tecnología devalúen el valor del trabajo y que el avance tecnológico solo sirva para destruir y precarizar el empleo, crear mayor desigualdad y hacer más ricos a los ricos. Esperemos que ahí, en la Industria 4.0 y la empresa del futuro estén también presente con fuerza los sindicatos para garantizar una transición justa. De su capacidad e iniciativa dependerá.

martes, 2 de febrero de 2016

El conflicto de Cataluña, ¿más madera?

"El problema es la confusión, no la ignorancia": Karl Weick


La disciplina matemática de la teoría de juegos se ocupa del mejor comportamiento de las personas a la hora de afrontar un conflicto y su negociación y distingue entre aquellas negociaciones en las que uno gana lo que pierde su contrario, es decir que el resultado suma cero, y aquellas otras, de suma variable,  en las que las dos partes pueden ganar juntas.

En las relaciones laborales y en los duros conflictos de intereses que se generan en las empresas, en los sectores y en la negociación colectiva en  general,  vemos múltiples ejemplos de esta teoría. A pesar de que en el planteamiento inicial cada una de las partes se pueda percibir como antagonista irreconciliable constatamos que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, gracias a la inteligencia  y a la conciencia de sus protagonistas, ven la necesidad de encontrar el acuerdo. Desde esa conciencia  consiguen generar el esfuerzo y la imaginación para encontrar el  interés común, convirtiendo el resultado final de la negociación en una suma variable, que es la única que garantiza unas relaciones estables de confianza,  más allá incluso de que al inicio del conflicto pudiera  parecer imposible. 

También sabemos que cuando los conflictos se abordan desde la prepotencia y el ultimátum, la negociación siempre acaba en fracaso y, como demuestra la historia, las consecuencias son siempre catastróficas y con daños que en la mayoría de las ocasiones se reconoce que si las aspiraciones empresariales o las reivindicaciones sindicales hubieran sido más realistas, habrían podido evitar graves perjuicios y frustraciones en ambas partes.

Algo parecido puede suceder en el conflicto catalán: sí, sí, conflicto y grave. El mencionado dilema de la teoría de juegos está expresando con toda claridad la lógica de la negociación de "suma cero", y si no se corrige dicha estrategia, sus previsibles y graves consecuencias para las dos partes en perjuicios y frustraciones. Los últimos acontecimientos, expresados en  discursos y declaraciones preñados de plazos, ultimátums y decisiones unilaterales, colocan intencionadamente a este conflicto en la órbita de una negociación  sin salida y en la lógica de la negativa  "suma cero". Y si no se remedia, se sitúa en el ámbito de los  conflictos que la historia y la experiencia nos han demostrado siempre, siempre, que acaban provocando la destrucción de ambos, ya que la reacción acaba prefiriendo la pérdida, el daño y la destrucción del otro como única contrapartida. 

La realidad, hoy en el año 2016, en Europa, en España y Catalunya con la grave crisis económica y los serios problemas e incertidumbres políticas, sociales, de valores, ambientales, de seguridad etc. es que estamos obligados a resolver el principal problema, la principal piedra en el camino de nuestro futuro, un camino suficientemente encrespado y embarrado, que es el encaje de Catalunya en España. 

Como sociedad madura, nuestra obligación es encontrar alternativas imaginativas, nuevas, legales y reformistas que miren al futuro y den una solución de suma variable. Soluciones que sabemos que no  pueden construirse desde la prepotencia y ultimátum, ni respondiendo sólo a las exigencias del  50% de la sociedad catalana;  ni, tampoco y hay que decirlo también, desde el enfrentamiento con la gran mayoría de nuestros conciudadanos del resto de España que disfrutan, padecen, sienten, lloran  con lo mismo que la gran mayoría de las personas que vivimos y trabajamos en Catalunya. Y sueñan también con una sociedad más formada, más competente, más rica, más justa, más solidaria y más feliz. 

Lo sabemos todos, los de aquí y los de allí, no se alcanzará ni con silbidos al Rey, ni con desplantes de éste a los representantes de las instituciones catalanas. No lo alcanzaremos gritando ¡más madera!  a los maquinistas de los dos trenes hasta conseguir el anunciado  gran choque. Un choque,   que seguro, seguro, que beneficiará a los mismos y también lo pagarán los de siempre.



miércoles, 30 de diciembre de 2015

Los trabajadores mayores no son máquinas oxidadas

“Los jóvenes van más rápido, pero los mayores conocen los atajos”  (Johannes Koettl)

La dura y profunda crisis que hemos padecido ha provocado que los trabajadores y trabajadoras más mayores hayan sido expulsados del mercado de trabajo. A la hora de afrontar el ajuste de sus plantillas, las jubilaciones anticipadas pactadas en las grandes empresas han representado la medida menos traumática para las personas afectadas en la mayoría de ocasiones. Pero no deberíamos olvidar que el grueso de este colectivo de mayores de 55 años pertenece a la pequeña y mediana empresa y representa el sector social más castigado al quedarse sin empleo, con bajas indemnizaciones y sin oportunidades de reciclaje profesional ni empleabilidad, y empujados al desempleo de larga duración  y a padecer fuertes pérdidas de sus expectativas económicas para su pensión futura.

Uno de los debates que permanece tapado, quizás por su evidente complejidad o la demagogia de que puede ser objeto es la respuesta que, tanto la política, como las empresas y las organizaciones sindicales, deberían dar a los trabajadores de más de 55 años, y si la dinámica será continuar con su expulsión del mercado de trabajo y la marginación de la contratación.

La pregunta es si nuestra economía y, en particular las empresas y organizaciones, pueden seguir prescindiendo del conocimiento y la experiencia de los trabajadores y las trabajadoras mayores, veteranos o seniors, como queramos llamarles. Si podemos seguir arrinconando en las empresas y prescindiendo en el mercado del trabajo de los trabajadores mayores. Un colectivo útil, por no decir imprescindible, para la mejora continua, como así lo han entendido las organizaciones y empresas más inteligentes que enseñan en sus resultados la gran fortaleza de contar con la riqueza de la diversidad y conseguir que convivan el máximo de distintas generaciones y que se están dando cuenta de las nuevas oportunidades que representan los nuevos perfiles de habilidades (y los atajos) ofrecidos por sus trabajadores mayores.

Es un reto para las empresas y también para los sindicatos que deberían tratar de liderar, atender y estudiar las prácticas y experiencias, que las hay y muy importantes, en empresas que diseñan nuevas estrategias para aumentar la motivación, reducir el absentismo y mejorar la productividad entre los trabajadores de mayor edad, en especial aquellos con trabajos más penosos. Tal es la recomendación de la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo (UEA-OSHA) y su esfuerzo por extender las buenas experiencias que se están dando en  Europa y que, por desgracia, en España tienen muy poco seguimiento y difusión.
Pero también conviene resaltar que están surgiendo algunas experiencias novedosas en algunas pocas empresas en torno a un Plan específico para trabajadores mayores de 55 años, que cambia la inercia de marginación y desprecio al valor de la experiencia. Son planes tasados en recursos económicos y en el número de personas, donde se comprometen nuevas contrataciones de jóvenes en los mismos puestos que hoy están ocupados por trabajadores mayores de 55 años, que incorporan un plan de formación personalizado para cada nuevo trabajador joven, y en el que los  trabajadores mayores realizarán funciones como tutores, junto con acciones específicas que permitan prevenir potenciales problemas físicos y de salud a futuro.
Son experiencias contrastadas en muchas empresas europeas líderes que han entendido que el valor de cuidar la experiencia, transferir los conocimientos y el talento senior solo es posible desde la motivación y la consideración hacia los años de trabajo en la espalda, con nuevos estímulos y reconocimiento de su profesionalidad. Y ofreciendo flexibilidad en las tareas y en los horarios para responder a las particularidades de estos trabajadores y trabajadoras más mayores. 
Hablamos de un cambio que sólo será posible si la sociedad y sus dirigentes, instituciones, organizaciones y empresas, son capaces de revisar esos anticuados prejuicios sociales que identifican a las personas mayores como máquinas oxidadas, entendiendo que las destrezas y habilidades de los trabajadores mayores están cambiando más que deteriorándose, como ya empiezan a saber muchos empleadores inteligentes, que están descubriendo y aprovechando las nuevas fortalezas de los trabajadores y trabajadoras de edad avanzada.

Para las organizaciones sindicales es otro frente en el que trabajar, innovar y aprender de las mejores prácticas, proponer, negociar y defender nuevas iniciativas y reivindicaciones que atiendan estas necesidades y cambien la actual cultura negativa sobre los mayores en el trabajo. No solo por necesidades económicaso por exigencias de nuestra pirámide demográfica. Por  justicia y eficiencia.