domingo, 11 de octubre de 2015

En el recuerdo de Simón Rosado



Joaquim González Muntadas
Director Ética Organizaciones SL

Si hay algún colectivo de personas que hoy está sintiendo una profunda decepción por el poco reconocimiento social que recibe el duro esfuerzo que realiza son esas decenas de miles de hombres y mujeres que de forma voluntaria han asumido la función de representar a sus compañeros y compañeras de trabajo y que ejercen, con responsabilidad y honestidad, su actividad de sindicalistas. Personas a las que les ha afectado más que nadie esos casos, excepcionales y muy minoritarios, que pueden haber ensuciado las siglas de su organización. Que viven como un insulto a su persona las duras campañas de descalificación y difamación que han venido sufriendo en los últimos años los sindicatos. Que han sufrido como el que más los graves efectos de la crisis económica y el efecto de las Leyes que se han ido aprobando dirigidas a debilitar su función. Pero también saben que el sindicalismo en su larga historia ha vivido, ha combatido con estas dificultades y con peores ataques por aquellos que siempre lo han visto como un dique a su concepción reaccionaria de la empresa  y la sociedad.

Por esto los sindicalistas saben, con todas esas dificultades que son muchas, que el riesgo  principal que corre su función está en las serias dificultades que está teniendo para atender con eficacia los profundos cambios que está viviendo el mundo del trabajo y su actual fragmentación. Cada día comprueba  cómo,  en muy pocos años y agravado por la crisis, se ha ido dibujando un nuevo mapa de realidades lleno de diversidades que tiene muy poco que ver con aquellas relaciones laborales, industriales y políticas, no tan lejanas en el tiempo, sobre las que se fundamentaron los sindicatos en el pasado siglo y  sobre las que se construyeron las formas de organización,  de relación y comunicación con sus afiliados y con los trabajadores, como también las prioridades programáticas y reivindicativas a defender.

Unos cambios profundos que le exigen, a los y las sindicalistas, nuevos conocimientos y  nuevas competencias de gestión, de comunicación y de liderazgo para ejercer con eficacia su función de representante sindical en la empresa y en los sectores productivos. Que les exige nuevas capacidades para gestionar y dialogar con la enorme diversidad que hoy es la característica dominante en el mundo del trabajo. Porque está quedando muy atrás aquella cómoda uniformidad de la clase trabajadora de ayer para la que están formados y pensada la pesada y poco eficiente estructura  organizativa de su sindicato todavía profundamente jerárquica y rígida.       

Y como en toda empresa y organización, que aspire a afrontar un  cambio y a salir de la zona de confort que da la seguridad de hacer las cosas como siempre, el sindicalismo no le queda más opción que abrirse de par en par al aprendizaje y sus dirigentes tener la humildad de promover y estimular la creatividad para aprender de ella. Esa creatividad que surge, día a día, del atrevimiento y la imaginación de decenas de militantes sindicales que innovan iniciativas y prácticas nuevas formas, a veces incluso rompedoras, de movilización y de lucha; de nuevos procedimientos para elegir las candidaturas para las elecciones sindicales; o nuevas iniciativas que surgen en muchas empresas para estimular la participación a la hora de construir la plataforma de su convenio colectivo.

El sindicalismo es un territorio rico y propicio para la innovación y la creatividad, pero está falto de canales internos que estimulen la transferencia de conocimiento y experiencias. Falto de espacios que faciliten el  aprender de los aciertos y de los errores en las formas de trabajar entre unos y otros. Y este requisito, tan  imprescindible en toda empresa y organización que aspire al éxito, se consigue de la experiencia diaria que aportan los protagonistas que trabajan en la  empresa o militan en la base de la estructura del sindicato y con la humildad los dirigentes para aprender de ellas y atreverse a revisar sus formas de trabajar y de dirigir la organización.

Por esto me ha parecido de especial interés al hablar de creatividad e incluso de innovación,  referirme a la iniciativa de Alfons Llopis. Militante de CCOO de Industria de Catalunya cuyo trabajo es el de promover elecciones sindicales en las empresas de los sectores de esta organización y conseguir el máximo de delegados y delegadas para las candidaturas de su sindicato. Es un trabajo duro, lleno de decepciones y alegrías según el resultado final de cada proceso electoral. Pero un trabajo nada monótono ya que cada empresa, cada persona con la que habla para ser candidata, cada grupo de trabajadores y de afiliados con las que se relaciona pueden ser una experiencia y por esto una enseñanza para mejorar su trabajo.

La iniciativa de Alfons es tan sencilla como el haber abierto un modesto Blog El Racó del Sindicata http://alfonsllopis-sindicata.blogspot.com.es/ donde en lugar de escribir su opinión sobre el mundo y la vida, qué debería hacer el sindicato o de denunciar las miles de cosas que merecen la denuncia. Él, en ese cajón de emociones, tiene la humildad y la valentía de compartir su experiencia particular y muy especialmente los errores que entiende que ha podido cometer en su trabajo, en unos casos, por no haber sabido percibir los intereses particulares de un determinado colectivo lo que le ha llevado a perder una candidatura; o en otro por no haber tenido la sensibilidad necesaria ante las dificultades que expresaba una candidata potencial, etc. Y también los aciertos, el haber sabido esperar a la hora de hacer una propuesta delante del director de la empresa,  o el haber intuido a tiempo que era mejor hablar con un candidato fuera del recinto de la empresa.

Y la pregunta que nos podemos hacer es: ¿nos imaginamos una organización sindical capaz de estimular a las decenas de personas que están día a día en la calle y en los polígonos industriales;  que les apetezca y encuentren sentido compartir, como está haciendo Alfons Llopis, sus emociones, alegrías y cabreos, sus aciertos y sobre todo sus errores y fracasos de cada día para que de ellos poder aprender y corregir? Pues esto es lo que son capaces de hacer las empresas inteligentes: aprender de sus errores y transferir entre sus miembros conocimiento que, por cierto,  hay mucho y muy valioso en los centenares de personas sindicalistas que día a día visitan los centros de trabajo y que en el fondo son también la cara y la imagen del sindicato.           



martes, 6 de octubre de 2015

Otro 7 de octubre por el trabajo decente

Un año más, el 7 de Octubre se celebra la “Jornada Mundial por el Trabajo de Decente”. El concepto de “trabajo decente” fue lanzado en 1999 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y se define como aquel con un salario y condiciones que garantizan una vida digna al trabajador o trabajadora y su familia, que se desarrolla en condiciones seguras y saludables, que garantiza la protección social, y en el que se respetan los derechos fundamentales de libertad de sindicación y de negociación colectiva, con derechos iguales y no discriminación laboral por razón de sexo, religión o pensamiento. 

Para combatir las frecuentes violaciones a tales derechos, y consciente de que es una tarea que precisa del esfuerzo de amplios sectores sociales y políticos en el mundo, la Confederación Sindical Internacional (CSI) lanzó públicamente en enero de 2007 la Campaña Global por el Trabajo Decente desde los parámetros definidos por la OIT. Una campaña para promover y liderar desde el movimiento sindical una amplia alianza con las fuerzas políticas y sociales progresistas de todo el mundo, y que se concretó en la convocatoria de 2008 como la primera Jornada Mundial por el Trabajo Decente (JMTD). 

Se trata de una Jornada de acciones y movilizaciones en múltiples frentes, en las empresas y en los centros de estudio, en las calles e instituciones, con manifestaciones y muestras artísticas, conferencias y reuniones de sensibilización, de solidaridad y de lucha, celebrados año tras año, y que han permitido que el significado del 7 de Octubre haya ido ganando fuerza y dimensión, convirtiéndolo en una fecha muy especial. Así se reflejará en muchos medios de comunicación con programas y reportajes específicos, debates y tribunas, dedicados a la concienciación por la globalización de los derechos fundamentales del trabajo, a la solidaridad con los millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo que carecen de ellos, como  expresa el eslogan de la campaña de JMTD de la CSI este año 2015: “Alto a la Codicia Corporativa” (http://2015.wddw.org/es/portada/).

Se trata de una jornada que aspira a movilizar a los sindicatos de todo el mundo, cada uno en su particular ámbito profesional y territorial, promoviendo hasta en el último rincón del planeta la lucha por el trabajo decente. Aspira a concienciar y a movilizar a la sociedad  exigiendo de los gobiernos las acciones necesarias para recuperar el crecimiento económico y construir una economía global, situando la prioridad en las personas y en la garantía de un trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, frente la avaricia de unos pocos. Para erradicar la precariedad de los contratos, los bajos salarios, la desigualdad, la discriminación y la pobreza de tantos trabajadores y trabajadoras.

Queda mucho por hacer en la agenda social, económica y política de todos los países para alcanzar una globalización justa y obtener el necesario desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible y eliminar el trabajo sin derechos; mucho que negociar y acordar entre los sindicatos y las empresas multinacionales y globales sobre el contenido de los Códigos de Conducta y los instrumentos que garanticen la verificación de su estricto cumplimiento y respeto hasta el último eslabón de las cadenas de producción y distribución. 

Es imprescindible una nueva legalidad internacional sobre el Trabajo Decente basada en normas universales y en instrumentos que lo garanticen eficazmente. Una herramienta esencial debería ser, como viene exigiendo reiteradamente el sindicalismo mundial, el control por parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de que los productos objeto del comercio mundial tengan la garantía de que se han respetado los Convenios de la OIT en su producción  y distribución. Pero, como ha afirmado tantas veces Isidor Boix Lluch, de la Federación Sindical Mundial “IndustriALL Global Union” y uno de los dirigentes sindicales más cualificados a la hora de hablar de la globalización de los derechos laborales, “la OIT no puede y la OMC no quiere”. 

Las normas eficaces que garanticen los derechos del trabajo deberán seguir construyéndose desde la acción de los sindicatos y la negociación colectiva, desde la eficacia y rigor de la Responsabilidad Empresarial, desde la concienciación de la ciudadanía y de sus organizaciones sociales y políticas. Y este 7 de Octubre puede ser una fecha importante para la dignidad del trabajo y de las personas. 



jueves, 1 de octubre de 2015

El conflicto de Valeo y el valor del sindicalismo

Serán muy pocos los ciudadanos de Catalunya e incluso del resto de España que hoy no sepan que Valeo Martorelles está en lucha desde que el 24 de julio la multinacional francesa Valeo (una de las principales fabricantes mundiales  de componentes para automóviles con 130 plantas y 70 centros de I+D+i  y con cerca de 70.000 trabajadores directos repartidos en 26 países) les comunicó su decisión de trasladar la totalidad de la producción y a la mayoría de sus trabajadores a la otra  factoría que tiene en Zaragoza, y con ello el cierre de su centro de trabajo.

Se conoce este conflicto no por que afecte a miles de personas, ni por ser una empresa con una marca de consumo, lo que siempre ayuda a darle notoriedad e incluso permite generar la presión hacia la empresa por parte de sus consumidores que se solidarizan con los trabajadores afectados. No, la notoriedad de este conflicto se la da el coraje de esos pocos trabajadores y trabajadoras.

El conflicto de Valeo es la respuesta de esos 257 trabajadores y trabajadoras a una decisión empresarial que han entendido como un ataque frontal a sus derechos y una clara vulneración de las garantías laborales que tienen pactadas con la empresa en acuerdos vigentes. Como en todos los conflictos, cada parte juega sus cartas. Y estos trabajadores han entendido que las suyas están en la unidad, la movilización, la solidaridad, y en la negociación. Y por ello, durante todo el mes de agosto y septiembre están en huelga, al tiempo que han desplegado una frenética actividad informativa que ha conseguido llevar sus razones al conocimiento de otros muchos trabajadores y trabajadoras de otras empresas y al conjunto de la sociedad, y tejer un fuerte apoyo solidario a su causa.

Todo ello sin dejar de exhibir con orgullo su afiliación y militancia sindical, en este caso mayoritariamente a CCOO. Porque no hay comparecencia pública, rueda de prensa o asamblea, que no haga evidente el protagonismo de los sindicatos. Un hecho que resalta, porque se contrapone a esa tendencia, últimamente bastante extendida en algunos conflictos laborares similares, que intenta disimular el papel de las organizaciones sindicales porque sus protagonistas creen que es más fácil ganar simpatías y llegar mejor a la sociedad si se presentan desde la plataforma exclusiva del comité de empresa, escondiendo las siglas y pancartas de los sindicatos aunque el peso de la dirección, asesoramiento e incluso los costes recaigan en las estructuras de éstos.

Contradiciendo este prejuicios, durante estos meses los trabajadores y trabajadoras de Valeo, con el reconocimiento del protagonismo sindical, están recibiendo el apoyo de miles de personas y también de destacados líderes políticos que se han acercado a la puerta para demostrar su solidaridad, como Joan Coscubiela, Lluis Rabell, Miquel Iceta, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Oriol Junqueras, David Fernández, … También han pasado todos los alcaldes y concejales de la comarca, algo que ha dado visibilidad pública al conflicto y calor a sus protagonistas para seguir en su lucha en busca de una solución  razonable.

Loa trabajadores de Valeo también han podido comprobar lo poco que ha hecho, más allá de las buenas palabras, el gobierno de la Generalitat al que han reclamado compromiso e intervención a favor de su causa. Saben también que pueden seguir esperando la respuesta a su reclamación de que el President de la Generalitat viaje a Paris para entrevistarse con el máximo responsable de la multinacional francesa. Porque la cruda realidad es que ni Artur Mas ha ido a Paris, ni parece muy previsible que Mr. Jacques Aschenbroicha, presidente de Valeo,  tenga previsto viajar a Barcelona para ver a Artur Mas en estos días. 

El conflicto de Valeo se resolverá, y seguro que bien. No puede acabar de otra manera si atendemos a la inteligencia demostrada por las personas que protagonizan y dirigen el conflicto y las negociaciones. Y los trabajadores podrán decir “¡nos lo hemos ganado!, con razones, movilizando y negociando”. Y por esto, nadie más que ellos, junto con los miles de personas que han desplegado su solidaridad y sus sindicatos, podrá apropiarse del resultado de su sacrificio, que ha sido mucho, defendiendo nuestros derechos. 

Pero es  necesario y útil saber, porque es otra enseñanza de esta larga y dura lucha, que su organización y su buen seguro resultado final, no son fruto de la improvisación. Lo es de años de trabajo sindical en una empresa fuertemente sindicalizada, con altísimos (más del 70%)  niveles de afiliación, cuyos trabajadores han sido un ejemplo de compromiso y solidaridad con otros conflictos laborales y sociales. 

Por todo esto el conflicto de Valeo es un buen ejemplo. También una eficaz respuesta a tantos y tan interesados cantos del cisne sobre el final del sindicalismo cuando éste es más necesario que nunca.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

27S: Romper la espiral de silencio, ¿o ya es tarde?

El pasado día 9 de septiembre Manel Manchón, director de Economía Digital, escribía un breve artículo titulado Borrell y la espiral de silencio en Cataluña. En él apuntaba que una parte muy relevante de la sociedad catalana ha estado prácticamente ausente del debate político sobre el sí o el no a la independencia, y ha renunciado a organizarse, a buscar coincidencias, a debatir y contestar con propuestas y argumentos a quienes  impulsan el proceso para conseguir la independencia de Catalunya.

Algo parecido apuntaba Francesc de Carreras hace ya dos años desde una tribuna en El País titulada Cataluña: La espiral del silencio, en la que también llamaba la atención sobre el hecho de que tantas personas y colectivos que ven la independencia como un gravísimo error desde su escala de valores, ideología, o incluso por los intereses que defienden, permanecieran en silencio y ausentes del debate que ha sido casi exclusivo en Cataluña.
Alguna explicación se puede encontrar en el libro, citado en ambos artículos, de la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neuman, La espiral del silencio, que recoge un trabajo científico en el que sostiene lo que, en parte por intuición y experiencia, ya sabemos: siempre ganan las opiniones de aquellos colectivos que tienen energía, entusiasmo e ilusión para exhibirlas en público, porque se sienten formando parte de la corriente mayoritaria y, por ello, de la normalidad.

Por el contrario, nos dice Noelle-Neuman, cuando nos damos cuenta de que nuestras opiniones están perdiendo terreno perdemos seguridad en nuestras ideas y con ello tenemos menos disposición a expresarlas en público para defenderlas.
Por esa espiral del silencio o por otras razones más sofisticadas, hemos vivido una clamorosa e irresponsable ausencia de debate. Esto ha provocado que, si medimos el estado anímico, moral y la ilusión de cada equipo la campaña electoral del 27S se inicia, por incomparecencia de una de las partes durante los tres últimos años, con una ventaja de 5 a 0 a favor de las opciones independentistas.
Seguro que en un futuro historiadores y sociólogos estudiarán la influencia de esos largos y extendidos silencios y esos dobles lenguajes de tantas personas y  personajes públicos, de tantas organizaciones económicas y sociales que tenían y tienen tanto que decir en el devenir de los acontecimientos que nos esperan.

Estudiarán qué hubiera sucedido si no hubieran relativizado o incluso dudado de que algún día se pusieran en marcha las iniciativas que el President Artur Mas ha ido anunciando y reiterando, estación tras estación, que seguimos hacia adelante, que nada nos parará, que "más madera" porque ya se apartarán ellos. 
Muchos catalanes y catalanas nos preguntamos dónde estaríamos si hubiéramos aceptado hace meses el debate cara a cara, sin complejos, recogiendo el guante de asistir a la cita de los argumentos, las razones y las supuestas bondades de la ruptura con España, de sus consecuencias y  efectos derivados o, como hoy nos advierten autorizadas y documentadas voces, sobre su inviabilidad. 
Qué distinto sería si hubieran salido al debate y la confrontación de ideas esos valiosos argumentos y datos que se están esgrimiendo a pocas semanas de la cita electoral. Qué útiles habrían sido durante este largo periodo de juego en solitario de las posiciones favorables a la independencia. Un tiempo en el que han ido calando como verdades, pero que están siendo seriamente cuestionadas por una batería de informes, artículos, libros, leyes, datos y estadísticas que se están publicando en estos últimos días y que nos advierten, contraponen, rebaten y desmienten esas verdades que hasta hoy eran aceptadas de forma acrítica, por no decir ingenua, por la mayoría de la sociedad catalana.
Es también el silencio de muchos la ventaja más importante que han disfrutado los partidarios de la independencia, y no solo la audacia de su líder. Porque sin la espiral de silencio hoy no estaríamos aquí, esperando el choque de trenes. 


martes, 8 de septiembre de 2015

Los pitos a Gerard Piqué ¿de verdad que es sólo futbol?

George Orwell, “el fútbol ... es la guerra sin disparos”.

En una cafetería de Madrid, donde solía desayunar habitualmente de lunes a viernes durante los años que he ejercido la responsabilidad de Secretario General de la Federación Estatal de Químicas y Textil de CCOO,  esta mañana entré a tomar mi cortado. El camarero, con el que me une una cordial relación, conversaba con dos parroquianos en la barra. Al verme, conociendo que soy catalán y seguidor del Barça, con un gesto de hospitalidad elevó la voz para que me incorporara a su amigable conversación. 

Sí, afirma rotundo, y asienten a la una los dos caballeros, ‘se lo tiene merecido, porque él tampoco respeta el himno de España y pitan al Rey. ¿No dicen que es libertad de expresión? Pues eso’. Y me preguntan,  ‘¿o no es así?’. Me hago el sueco y pregunto ‘¿de quién habláis?’ ‘De Piqué hombre, del independentista, que si no quiere ser español que no juegue en la Selección’. 

Yo pregunto ‘¿pero ha dicho él que no quiere ser español?’ Y la respuesta es contundente, ‘Sí, siempre que conquista un título se envuelve en la bandera catalana’. Y vuelvo a preguntar con sorna (creo que también  con cara de gilipollas, como sin darme cuenta de la carga de esa respuesta).:‘¿Y Pedrito, con la bandera de Canarias o Villa con la Asturiana? Hasta hace poco eran incluso del mismo equipo que Piqué y las pasearon juntos en los estadios’. La respuesta, y ahí está la carcoma a la convivencia, fue clara: ‘No, no es lo mismo, donde vas a parar’. Y ahí nos quedamos: ni ellos quisieron acabar la frase ni yo quería oírla.

Efectivamente, no es lo mismo, y ahí está el fondo del problema: el que día a día, unas veces con cosas serias y otros, la mayoría, con tonterías y provocaciones, se va cargando la caldera. No es lo mismo que Piqué se envuelva con la bandera catalana, no una “senyera estelada”,  ni  que nadie le haya oído decir que no sienta los colores de la selección española. Ni por supuesto tampoco se le ha oído silbar al himno de España. Da igual, el clima lo propicia e incluso en parte lo necesita  y así a  las redes sociales  les permiten soplar las brasas para que suba el fuego. 
Es indudable que si el objetivo de aquellos que organizaron la masiva  pitada del himno de España en el Camp Nou era cavar un metro más de zanja de separación, francamente lo consiguieron ya que ofendieron a muchas personas amigas de otras comunidades, de igual forma que  ofendería a otras  muchas  personas que se  silbara el Segadors por innecesario. Igual que a esos aficionados que el sábado 5 de septiembre, con parecido tesón en el estadio de Carlos Tartiere en Oviedo, pitaron a Piqué, un profesional que estaba representando a España, no por sus fallos y errores en el campo, sino por lo que ellos sabrán, también han conseguido cavar  otro metro más en esa zanja.

Porque el verdadero problema,  no está en lo que puedan decir los diferentes dirigentes políticos, ya que hoy pueden decir digo y mañana Diego, puesto que siempre estará el margen de negociación,  que es parte de su profesión. Lo más  preocupante es que nos está saliendo a la luz, ya sin complejos,  lo "mejor" de nuestra forma cainita de resolver y debatir nuestras diferencias y gestionar los conflicto, ahí está nuestra historia política y social para recordárnoslo. 

Sé que está lejos, que no tiene nada que ver, sé que solo mencionarlo se puede considerar una exageración y un grave error, incluso alguien puede considerarlo un insulto, comparar la realidad que vivimos con la vieja Yugoslavia. Lo sé, pero me viene a la memoria, será por el balón de cuero, la historia de aquel partido de fútbol del 13 de mayo de 1990 celebrado en el estadio de Maksimir de Zagreb, días  después de que ganaran  las primeras elecciones multipartidistas celebradas en la república yugoslava los partidarios de la independencia de Croacia. Los seguidores de los dos equipos Los Delije de la Estrella Roja de Belgrado  y los Bad Blue Boys del Dínamo de Zagreb  llenaron las gradas del estadio y los seguidores del Dínamo entonando cánticos nacionalistas  fueron respondidos con insultos por los aficionados del Estrella Roja.

Los enfrentamientos se trasladaron al terreno de juego y "se desató el infierno”.  Al final, casi no se podía ver el césped ya que todo estaba cubierto de  ladrillos y escombros  de las gradas. Zvonimir Boban, futbolista del Dínamo, que sólo tenía 21 años, vio que un agente de la policía apaleaba a un hincha local,  le  dió una patada al policía  lo que permitió escapar al seguidor croata. La muchedumbre empezó a corear “Boban, Boban” y esa patada le convirtió en un héroe nacional y un símbolo croata.

Lo que sucedió un año después de ese partido, en la primavera de 1991, está en la memoria de muchos de nosotros, y quién no lo conozcas o no lo recuerde, puede buscar en los libros de historia. Y para acabar,  lean por favor el artículo: Trampas y 27S, de Jordi Évoleen el Periódico de Catalunya del 7 de septiembre, no exagera de verdad.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Solvay Martorell, Sr. Ministro de Industria, inténtelo por favor, el esfuerzo vale la pena.

Joaquím González Muntadas
Director de Etica Organizaciones SL


Cuando desde el año 2007 llevamos destruidos más de la cuarta parte de nuestro tejido industrial, ya no hay institución política económica, social o científica que no reclame con urgencia la necesidad de potenciar nuestra industria, más de lo que hemos hecho en décadas pasadas. Que no entienda que la posibilidad de afrontar o no la salida sana y robusta a la grave crisis que padecemos, dependerá del éxito o del fracaso que tengamos en la necesaria reindustrialización y en el cambio del modelo productivo. 

Ante esta necesaria recuperación del sector industrial es de mucho interés analizar la Industria Química Española para resaltar su ejemplo, por la capacidad de respuesta que ha demostrado. Se ha convertido en un sector determinante de nuestra economía y por ello un sector industrial a cuidar, mimar y potenciar. Y a imitar en muchos de sus comportamientos, tanto en el terreno de la innovación, la internacionalización y la creación de alianzas, como en sus esfuerzos por la  sostenibilidad. También por su sólido y avanzado sistema de relaciones laborales sustentado en el Convenio General de la Industria Química, renovado el pasado mes de julio.  

Las cifras de la evolución de la Industria Química Española hablan por sí solas: 56.400 millones de euros de negocio en 2014, lo que ha representado un incremento del 13% en su contribución al producto industrial bruto; es el segundo sector industrial con mayor valor añadido tras la Industria de la Alimentación, y ha realizado unas ventas al mercado exterior de 32.000 millones de euros.

Una industria cuya continuidad y mejora dependerá, en primer lugar, de las propias empresas y grupos industriales químicos, nacionales y multinacionales. Pero también dependerá de otros muchos factores sobre los que tienen mucho que decir y hacer los poderes públicos, autonómicos, nacionales y europeos, porque de su gestión y de sus políticas depende la necesaria mejora de las infraestructuras, del transporte y la logística. De los poderes públicos depende la regulación de la gestión de los residuos y que los marcos regulatorios sean o no previsibles y estables. De manera muy particular, de la política de los gobiernos depende la posibilidad de remover o no los obstáculos que pueden dificultar la consecución de unos costes energéticos que permitan mejorar la competitividad de nuestra industria en general, y, de forma muy particular, de aquellas  industrias de gran consumo energético. 

Mucho depende de la política del gobierno, de su voluntad de atender y cuidar, o no, las actuales dificultades que padecen algunas empresas industriales que tienen su futuro seriamente comprometido por los costes energéticos. Un caso especialmente ejemplificador, por su dimensión y posibles graves consecuencias, será su intervención en relación con la urgencia que se plantea para resolver los problemas que está padeciendo hoy Inovyn-Solvay en Martorell, una empresa de referencia en la industria química española. 

Solvay es una fábrica con más de 40 años de actividad que hoy tiene su futuro gravemente comprometido por una cuestión meramente administrativa. Sin que de su gestión se haya derivado perjuicio alguno, ni para el sistema eléctrico, ni para la administración, ni para los ciudadanos, incomprensiblemente la Resolución del Secretario de Estado de Energía la excluye de la interrumpibilidad en 2015 y en 2016.

¿Qué es la interrumpibilidad eléctrica para las industrias grandes consumidoras de electricidad de este país? Pues es un sistema por el cual, a cambio de estar sujeto a la posibilidad de dejar de consumir grandes cantidades de energía de forma inmediata, se recibe un descuento importante en la factura eléctrica. Con ello se posibilita a las industrias que son grandes consumidoras de energía tener un coste eléctrico más competitivo, aunque resulte todavía superior al de los principales países europeos (Alemania, Francia,…).

Ahora, más allá de circulares administrativas,  la  pregunta es muy clara. Y la respuesta urgente que se  precisa, como reclaman los trabajadores de Solvay, debería ser todavía más clara si cabe, ¿Cómo va a evitar ahora el Ministro de Industria que una empresa, sólida y líder del sector químico, se cierre? Y con ello, ¿cómo va a evitar la pérdida de 500 puestos de trabajo directos y los más de 2.000 empleos indirectos? Éste es el grave riesgo que denuncian con contundencia los representantes sindicales de una plantilla acostumbrada a la lucha diaria y a grandes esfuerzos, que ha sido un ejemplo en el sindicalismo europeo por maduro e innovador desde 2007 para conseguir mantener su empleo y la fábrica operativa en los perores momentos de la grave crisis económica que hemos vivido.

Y aún más grave si cabe. ¿Cómo vamos a atraer nuevas inversiones a nuestro país, con más de un 22% de tasa de paro y tan necesitado enla Industria en general y particularmente en la Química, con precedentes como el que puede padecer Solvay? 

La otra pregunta que deberíamos hacer a los máximos responsables del Ministerio de Industria es si, más allá de las continuas declaraciones de apoyo a la industria, entienden que Política Industrial es la acción política dirigida a apoyar que las empresas y los sectores se doten de capacidades y recursos que les permitan competir y afrontar la evolución de los mercados. Porque si así fuera, es de esperar que con urgencia éstos sean capaces de encontrar una solución que evite el cierre de una industria con un sólido presente y un futuro prometedor. 

Inténtelo por favor Señor Ministro, el esfuerzo merece la pena. 


lunes, 31 de agosto de 2015

Alemania, ¡qué envidia!

Mafalda: "qué mal está el mundo, suerte que está tan lejos".

A primeros de agosto, la Unión Europea y sus 28 Estados Miembro fueron incapaces de repartir los más de 40.000 demandantes de asilo que se encontraban en situación de emergencia en Italia y Grecia, hacinados y saturados, sin poder cubrir sus necesidades básicas,personas que se han jugado la vida en el Mediterráneo, como los cerca de 3.000 que la han perdido en la travesía del Mar de las culturas.

Entre tanto,  en Bruselas, como en un bazar,  los ministros de Interior de la UE de cada país, y España no ha sido precisamente una excepción, más bien lo contrario, han regateado el compromiso de sus países para resolver el drama de un número de personas  que no llega a representar el 0,007%.

Pero ha sido precisamente Alemania (y su canciller Angela Merkel) el país, que gracias a la actitud de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, nos está dando un ejemplo al resto de los europeos por nuestra vergonzosa pasividad frente a este drama de los refugiados que llegan a Europa.

Deberíamos sentir envidia de ese ¡Alemania, Alemania! de la boca de los hombres, mujeres y niños refugiados, que se oye en las estaciones de tren de Budapest y de otras ciudades europeas, como un grito de esperanza, de la valentía de la canciller al visitar un conflictivo centro de refugiados, que  mirando a los ojos de manifestantes que la acusan de traidora, afirma: "No puede haber tolerancia con quienes cuestionen la dignidad de otra gente…No hay tolerancia hacia quienes no están dispuestos a ayudar, cuando, por razones legales y humanitarias, la ayuda es debida”.

Envidia de ver que la mayoría de la ciudadanía alemana apoya la política de solidaridad con los refugiados, como refleja una reciente encuesta de ZDF donde el 86% de los encuestados dice concebir a Alemania como “un país de inmigrantes” y un 60% afirma que su país podría ser capaz de acoger a los refugiados.

Envidia del papel activo que están teniendo la mayoría de los medios de comunicación alemanes en favor de la solidaridad con los refugiados, de  ver en las pantallas de nuestros televisiones a miles de alemanes en Dresde manifestándose para dar la bienvenida a los refugiados y desafiar a los neonazis que con su violencia intimidadora tratan de espantarlos, de esos balcones de tantas viviendas alemanas con pancartas de “bienvenidos los refugiados”, de las pancartas de apoyo y ánimo a los refugiados que se han visto en los estadios de fútbol este fin de semana, de los aficionados del Borussia de Dortmund que invitaron en su último partido a 220 refugiados a su estadio para expresar la bienvenida a la ciudad.

Envidia al ver el video de la selección alemana de fútbol donde afirman "Por supuesto que el tema nos concierne. Es importante para nosotros dar ejemplo. Debemos ponernos al frente como futbolistas, como selección alemana", "Somos personajes públicos, tenemos el deber de hacer algo... Como uno de los países más ricos del mundo estamos en la posición de ayudar". O la convulsión en las redes sociales de ese país, como el hashtag/refugeeswelcome, agitando y movilizando la solidaridad o ‘Flüchtlinge Willkommen’ ("Bienvenidos refugiados"), la  red para  poner en contacto a ciudadanos alemanes con habitaciones libres y personas refugiadas en busca de asilo. Envidia de la iniciativa que han impulsado algunos bares y cervecerías  con etiquetas y posavasos con el lema "no hay cerveza para los racistas".


Cuántos minutos de silencio más tendremos que seguir haciendo en memoria de los muertos encontrados en un camión de la autopista o por los centenares de cadáveres flotando en las aguas del Mediterráneo. Cuántas portadas más como las del cadáver de ese diminuto niño en brazos de un policía en una playa de Turquía, para decir basta a la "globalización de la indiferencia". Cuanto tardaremos en movilizarnos, porque el mundo no está lejos como dice Mafalda, sino que está aquí, cada día y cada noche con nosotros, para exigir y aportar soluciones. Por esto sí valdría la pena, gritar: ‘España, España, Catalunya, Catalunya’.

viernes, 28 de agosto de 2015

Catalunya, sus dos mundos y el 27 - S

Que Catalunya y los catalanes somos especiales, es un hecho irrebatible, no solo, porque, como dijo Francesc Pujols (1882-1962) y repetía el pintor Salvador Dalí, ‘llegará un tiempo en el que los catalanes, por el solo hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado’, ni por el hecho que cada mes celebremos una efemérides o cada trimestre se afirme ‘que vivimos un nuevo acontecimiento histórico’. Ni tampoco porque tengamos tantas cosas que son más de lo que son, como el Barça más que un club, Montserrat más que una montaña, el Palau de la Música más que un auditorio, TV3 más que una televisión o La Caixa, mucho más que una entidad financiera. 

Somos tan especiales que dos importantes y muy respetables entidades, como Asamblea Nacional de Catalunya (ANC) y el Omniun Cultural, también son más de lo que son, aunque ambas juntas cuenten con menos de la mitad afiliados que cualquiera de los dos sindicatos, CCOO o UGT, en Catalunya. Así que cuando hablan o entran por la puerta de las instituciones, para algunos medios de comunicación y para las propias instituciones, son nada menos que la voz y la representación de la sociedad civil catalana.

Somos tan especiales que desde hace unos años convivimos dos mundos tan distintos que si los midiéramos por sus estados emocionales y sus percepciones, bien podrían parecer que habitan en galaxias distintas. Dos mundos, el independentista y el que no lo es, conviven sin prácticamente fricciones en la cotidianidad de la familia, del trabajo o de las amistades, algo que debe decirse y reconocer para acallar algunas las alarmas malintencionadas. Dos mundos diferentes, no porque cada uno de ellos pertenezca a diferentes estamentos y clases sociales o respondan a ideologías distintas, sino porque sienten urgencias y preocupaciones distintas dada su posición favorable o no a la independencia de Catalunya.

Por una parte, el mundo independentista, hipermovilizado y lleno de emociones, con la sensación de estar viviendo en plena y constante excitación colectiva. Un mundo formado por personas y colectivos que se sienten protagonistas de la historia pues han encontrado la explicación a sus males: más fácil que la tediosa lucha de clases o la confrontación de modelos económicos, sociales e ideológicos en los que se dividen las sociedades modernas y democráticas. Más fácil y movilizador, hoy, aquí, fuera de aquí y siempre a lo largo de la historia, por  haber encontrado la solución a estos males: un enemigo común.

Todos juntos movidos por la fuerza motriz del patriotismo: ricos y pobres, derechas e izquierdas, los  trabajadores y sus empresarios. Todos juntos, cargados de emociones sanas, nobles, llenos de ilusiones, viviendo en comunión ese momento trascendental de sentir un sueño, sobre el que gira y ha girado desde hace meses toda la vida social, mediática, política e institucional en Catalunya, como un circuito cerrado, retroalimentándose de sus propias redes sociales, de sus medios de comunicación, de sus imágenes, de sus noticias, de sus informes económicos, de su revisión de la historia, etc.  

Y en la otra cara de la luna, como en otra galaxia que está a años luz, el  otro mundo, la otra mitad, más o menos, de la sociedad catalana escéptica e incrédula que asiste distante a la excitación social que viven algunos de sus conciudadanos y la mayoría de las instituciones públicas catalanas. Ese otro mundo, el de catalanes y catalanas que viven con indiferencia las banderas esteladas en los balcones, en las rotondas o en el ayuntamiento de su pueblo o ciudad. Ciudadanos y ciudadanas que ni ven, ni oyen, ni leen los medios de comunicación independentista, que viven su cotidianidad ausentes de las efemérides y de esos grandes hechos históricos que dicen están sucediendo día a día. 

Dos mundos, que vivirán la próxima consulta electoral también de forma y movilización muy diferente, pues para el mundo independentista, estas elecciones son, también, más que unas elecciones: son un plebiscito y la última oportunidad, hasta la próxima,  para romper con el pasado y abrir la ventana a un nuevo amanecer. El 27 de septiembre para el mundo independentista es el primer paso para poner los cimientos de un nuevo estado independiente, dicen más justo y más moderno, más rico e  innovador, más social, más todo,

Por el contrario, para el no independentista menos movilizado, este 27 de Septiembre, es sólo, pero nada menos, el momento de evaluar la gestión del gobierno de Artur Mas y elegir quién gobernará y con qué políticas se gestionará la sanidad, la atención a las personas en situación de dependencia, el medio ambiente, la enseñanza, la vivienda, los derechos sociales, las políticas de igualdad, etc. 


Pero, lo más previsible, según sea el resultado electoral, en la noche del 27 de septiembre, es que una parte de la sociedad catalana podrá añadir una efeméride más a su particular calendario para seguir soñando, como puede soñar que está volando el que se tira del piso 90 antes de llegar al 2º piso. Para luego seguir, que no ha sido nada, hasta que llegue el famoso y anunciado choque de trenes. No vaya a suceder que se les joda el invento  porque al final fuera a triunfar la opción, que de verdad es muy mayoritaria en Catalunya (Metroscopia junio 2015), de una Catalunya formando parte de España reformada, pero con nuevas y garantizadas competencias, ya que Catalunya es mucho más, por suerte, que los intereses, en el fondo tan parecidos, que representan los señores Aznar y Mas. 

lunes, 20 de julio de 2015

¿Para qué? La independencia de Catalunya o una España en común.

En la formación para obtener la certificación internacional de coach, una de las primeras lecciones es conocer el valor de las preguntas y su capacidad para colocar a las personas en distintos procesos mentales. Se puede comprobar en dos preguntas que en apariencia parecen similares en la forma y sin embargo colocan a quién responde en direcciones temporales opuestas. Me refiero a ¿por qué?  y ¿para qué?.

El “por qué” lleva a buscar explicaciones históricas o  justificaciones condicionantes. El “para qué”, en cambio, nos lleva a un pensamiento totalmente diferente, nos despierta y traslada al futuro. El “por qué” suele ser más fácil de responder, es mirar atrás para encontrar las causas que nos han conducido a este momento. El “para qué” nos coloca en un espacio creativo que responde a un propósito, a  una razón de ser.

Precisamente en la respuesta a estas dos preguntas se observa el hábil y profundo cambio que Artur Mas ha imprimido en los últimos meses en su mensaje a los ciudadanos en entrevistas y discursos. Ha pasado de argumentar la independencia de Catalunya centrada en un mensaje cargado de razones pasadas, de identidades y derechos históricos, a un mensaje centrado en la respuesta a la pregunta de "para qué" la independencia. No hay por ello conferencia, entrevista o discurso de Artur Mas que no esté lleno de referencias a esa futura Catalunya independiente semejante a Dinamarca, Austria, Finlandia, incluso Israel, en innovación, Estado del Bienestar, educación, formación profesional, estructura industrial, o al I+D. 

Un mensaje que le permite a quien ha gobernado durante décadas Catalunya (y en parte, con su voto a los diversos gobiernos, también España), justificarse y deshacerse aparentemente de sus responsabilidades sobre las muchas y graves deficiencias y retrasos que padece hoy Catalunya en todas estas y otras materias. Justificación que obvia toda responsabilidad de las clases dirigentes catalanas en los déficits en medio ambiente, atención a la dependencia, formación profesional y educación, en el elevado desempleo, la deficiente estructura industrial o el retraso en I+D y, por supuesto, también en la corrupción, al presentar cuestiones tan graves como si su única razón estuviera en que los catalanes no hayamos podido desarrollar nuestras potencialidades de autogobierno al estar condicionados por el Estado Español. 

Ahí reside hoy la fuerza del discurso de Mas y a la vez la debilidad de aquellas fuerzas políticas que se oponen a la aventura de la independencia, dado que hasta hoy éstas solo han sido capaces de confrontar y oponerse desde el "por qué", casi exclusivamente desde razones jurídicas y constitucionales o de viabilidad que, por muy lógicas y racionales que puedan ser, nunca tendrán la fuerza que sería capaz de generar si respondieran al "para qué", con la visión y el proyecto de una Catalunya real y posible en una España renovada y moderna, capaz de respetar y explotar todas sus fortalezas de nuestra riqueza y pluralidad en Europa y en el mundo global. 

Responder a la propuesta de la lista de Artur Mas desde la visión de la pregunta "para qué seguir juntos Catalunya y España” y poder responder desde la defensa de un sólido, rotundo y posible proyecto de una España reformada y mejor que permita transportar y movilizar a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas catalanes y españoles que defienden una sociedad más justa y un país con mejor formación, con más y mejor empleo, con mejor Estado Social, más industria e  I+D, etc.

Ahí esta hoy el campo de confrontación de propuestas y discusión entre el si y el no a la independencia de Catalunya que propone Artur Mas. La confrontación no está entre aquellas fuerzas que defienden el derecho a decidir y la soberanía y las que no, esta lección o esta pantalla, como se dice hoy, pertenece al pasado curso o en todo caso el examen no es en este septiembre. 

Hoy el dilema está entre quienes apuestan por estar juntos o separados, en común o no. El debate real está, se quiera o no reconocer, en el sentido plebiscitario del próximo 27 de septiembre y más allá de las leyes y legalidades. ¿Quien será capaz de responder y emocionar desde la misma pregunta del  "para qué"?.



sábado, 4 de julio de 2015

¿Política sin partidos?

Es una evidencia irrefutable que España está viviendo un shock emocional, estético y, sobre todo, mediático, que anuncia un profundo cambio en las formas de hacer política. Sólo hay que observar la convulsa vida de los partidos políticos para comprobar que casi todos ellos disimulan sus siglas y difuminan su historia, usando en sus debates la reflexión común de reinventarse, refundarse, repensarse o incluso, en algunos casos, disolverse. 

Asistimos a la paradoja de que la no militancia política, ‘el independiente’, es exhibida por los propios partidos y candidatos como un mérito a la hora de presentarse a las elecciones políticas y formar parte de candidaturas, frente al afiliado y al militante. El súmmum de esta paradoja es la reciente propuesta del Oriol Junqueras (ERC) que propone ‘una candidatura sin políticos para las elecciones políticas catalanas del 27 Septiembre’ lo que, de concretarse, bien merecería entrar en el Libro Guinness. De igual forma, nos hemos acostumbrado a oír la primera persona del singular en los discursos de los dirigentes políticos en sus compromisos electorales, proyectos y decisiones de gestión,  como si no hubiera nada detrás de ellos y todo dependiera de la opinión y voluntad del cabeza de lista o del líder de la organización.

Mucho han cambiado las formas de hacer política desde las fuerzas políticas. Hasta ayer, sus militantes y simpatizantes vivían la política con un arraigado sentido colectivo y orgánico, desde la visión de transcendencia que proporciona trabajar y militar, para ‘anticipar el futuro’ para un modelo social. Hoy se impone el personalismo frente al colectivo y su organización. Se entiende que el éxito o fracaso de una candidatura responde esencialmente a la popularidad, la capacidad de identificación y la empatía que puede generar el candidato o candidata famoso, aunque sea improvisado (una monja, un catedrático, un torero etc.), más que la coherencia del programa que representa y más allá de la solvencia del partido que la sustenta. Algo así hemos visto con mucha fuerza en las elecciones del pasado 24 de mayo y mucho más lo estamos viendo en el trajín de la preparación de las elecciones catalanas del 27 de septiembre, o en las futuras elecciones generales.

La coherencia de los programas electorales y la credibilidad de sus propuestas no han sido, ni es previsible que lo sean en las futuras elecciones, los protagonistas en las campañas electorales, ni el eje de la discusión entre las candidaturas. El protagonismo ha girado esencialmente sobre comportamientos, emociones y pasiones. Por esto, por poner un ejemplo, se ha asumido y  no ha sido traumático para los votantes de la candidatura de Ahora Madrid que, en menos de quince días de tomar posesión del cargo Manuela Carmena, anunciara con nobleza y sin falsas excusas que  ‘renuncia a crear un banco público como iba en el programa de Ahora Madrid porque no era viable’, afirmando sin complejos y con absoluta claridad, que entiende el programa electoral como un conjunto de sugerencias englobadas en torno a grandes objetivos como son la igualdad, la lucha contra la corrupción y la transparencia.

Es una evidencia que una parte muy importante de la sociedad y sus electores ha depositado su voto respondiendo a la emoción y buscando una referencia y un ejemplo de ética social, valorando y juzgando los comportamientos personales más que el contenido y el cumplimiento del programa electoral. Por ello es tan determinante para su credibilidad viajar en metro, reducir el número de asesores y el criterio a la hora de contratarlos, la bajada de los salarios, y todo aquello que exprese otras formas de hacer y vivir la política.   

El discurso emocional, la simbología, la ambigüedad, los grandes conceptos abstractos que han generado energía social y  que alimentan sentimientos, priman sobre la definición programática. Y la batalla política actual  trata más sobre comportamientos y emociones que sobre programas, por lo que podríamos afirmar: ‘El combate no es por el centro, es por el corazón, el auténtico centro de la política’ (A. Gutiérrez Rubí). 

Lo importante es que los beneficios de este cambio que responde al ajuste de cuentas a décadas de política burocrática, de partidos cerrados y aislados de sus votantes, aporten renovación, oxígeno y participación de nuevos sectores en el compromiso por la cosa pública no sea a costa de destruir o debilitar a los partidos políticos y menos aún sea cruel e injusto con los miles de personas honradas que han trabajado en la política dando lo mejor de sí con profesionalidad durante décadas–. Esta positiva pasión por la política, además de beneficios, aporta el riesgo de que se trate sólo de formas, gestos y maneras, porque de ser así, sólo nos quedaría la política pasional dirigida por personalidades, que no es precisamente lo mejor para afrontar los grandes retos que debemos resolver como sociedad y país.